Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPITULO VII: El escape

La música llenaba el ecléctico salón envolviéndolo en una atmósfera trepidante. Cuando Amaya entró pensó que aquella parecía la fiesta de agasajo de un montón de jóvenes herederos, caprichosos y despreocupados. Ese ambiente la hacía sentir fuera de lugar.

Los sirvientes se movían con discreción entre el mar de cuerpos esbeltos y hermosos. Ofrecían exóticos canapés y bebidas de colores brillantes en vasos de fino cristal y por supuesto, también bandejas con copas rellenas de sangre.

Risas alegres y desenfadadas, así como charlas frívolas pululaban por doquier. Amaya sentía los ojos de los presentes clavados en ella, algunos observándola con agrado y otros con hambre. Ignoró la sensación de sentirse parte de los aperitivos de la fiesta y se concentró en hallar una oportunidad para escapar. Sus ojos azules se desplazaron, críticos, por todo el salón, buscando la mínima oportunidad. En la puerta de entrada había un solo vampiro recibiendo a los invitados. Era raro que una celebración como esa contara con tan poca seguridad, y más sabiendo la importancia que Ryu daba a la misma. Pensó que, probablemente, la vigilancia más acuciosa se hallaría en los terrenos exteriores, no creía que el príncipe descuidara un aspecto tan importante como ese.

Caminó evitando tropezar con alguno de los invitados. Sus intensas miradas sobre ella le eran molestas. Tomó de la bandeja que llevaba uno de los sirvientes, un coctel de un verde brillante y lo llevó a sus labios. No estaba acostumbrada a ingerir alcohol, en La Orden jamás lo hacía. En lo que la bebida se desplazó por su garganta, el ligero amargor la hizo carraspear, luego el calor del licor invadió su cuerpo infundiéndole el ánimo necesario para soportar estar allí.

A su alrededor se percató de que no solo vampiros eran los invitados, había mortales. Ese descubrimiento la confundió. ¿Acaso también ellos iban a concretar acuerdos con el príncipe?

Un aura conocida invadió el lugar sacándola de sus pensamientos. Podía sentirlo a sus espaldas, Ryu hacía acto de presencia junto a su hermana.

El magnetismo que él irradiaba la llevó a voltearse, le era irresistible hacerlo, mirarlo. Tanto Ryu como Lía se veían soberbios. Vestido él con camisa negra y pantalones del mismo color, ajustados, de corte recto, llevaba el largo cabello recogido en una cola alta. Lía caminaba a su lado envuelta en un vestido rojo granate de gran escote y falda voluminosa. Los hermanos robaban las miradas de todos, pero la del vampiro, desde que sus ojos se encontraron, estaba fija en ella.

El brillo amatista ejercía su extraño embrujo, seduciéndola, haciéndole olvidar su intención de escapar. Incluso respirar comenzó a hacérsele difícil. La música, los invitados y sus risas frívolas, todo por un momento dejó de existir. En ese mundo habitado solo por la mirada violeta, el abismo la llamaba a adentrarse en él.

El contacto visual entre los dos se rompió cuando comenzaron a acercarse al príncipe varios hombres y mujeres elegantes que estrechaban su mano o inclinaban delante de él la cabeza como gesto de respeto y obediencia. Lía, a su lado, los miraba complacida. Parecía la reina consorte y era evidente que se sentía cómoda en su papel.

Amaya sacudió la cabeza en un intento de desembarazarse de la aturdidora sensación que le robaba el aliento. Inhaló profundo y coctel en mano, se encaminó a un rincón cerca de la salida, aguardando una oportunidad para escapar.

Más que nunca deseaba hacerlo, cada minuto que pasaba cerca de él, de su aura y su mirada, sentía que se condenaba, su voluntad flaqueaba minuto a minuto.

Cerró los ojos, cuando los abrió, estos se deslizaron sin poderlo evitar de nuevo hacía él. A diferencia de los invitados, el príncipe no llevaba máscara, lo que hacía posible que Amaya no perdiera detalle de sus expresiones. Les sonreía a sus aliados vampiros, de vez en cuando sus rasgos atractivos se tornaban serios, entonces su audiencia de inmediato asentía, solícita ante lo que él les decía. Sus oficiales y guardaespaldas vampiros lo rodeaban discretamente, estudiando a todo aquel que se le acercaba. Bastaba con un gesto de su cabeza para que sus oficiales o alguno de los invitados, que se desvivía por agradarlo, se apresurara a acatar lo que sea que el príncipe necesitaba. Era notoria la influencia y el poder que Ryu tenía sobre todo y todos, un titiritero con los hilos de los presentes en sus manos.

Pero de manera insistente los ojos violetas buscaban a otros azules. En ese momento Amaya rehuía su mirada, no quería sucumbir a las sensaciones que Ryu desencadenaba en ella. Odiaba la debilidad que su espíritu sentía en su presencia, detestaba lo rápido que latía su corazón cada vez que sus ojos se encontraban.

Pero el príncipe no se daba por vencido.

Con sus maneras elegantes fue deshaciéndose de cuantos lo rodeaban, e incluso los oficiales de su guardia personal se apartaron unos pasos de él a medida que avanzaba al rincón donde bebía la cazadora.

—Ese antifaz envuelve tu hermoso rostro en el misterio. Nunca, en todos mis siglos de vida había visto una belleza como la tuya, aunque creo que eso ya te lo he dicho —dijo mientras tomaba el dorso de su mano para acercarla a sus labios delgados.

—No me llames hermosa, "creo que eso ya te lo he dicho"—dijo Amaya algo enojada, pero ruborizándose.

Ryu sonrió ante la negativa de la chica de ser reconocida como hermosa, esa particularidad de ella le agradaba.

—Jacintos —le contestó el príncipe.

—¿Qué? —preguntó ella, desconcertada.

—Hermosos y oscuros.

Amaya lo miró sintiendo que el labio inferior le temblaba un poco. Sus ojos se tornaron vidriosos y no pudo poner resistencia cuando él la tomó de la mano para guiarla a la pista de baile que ya varias parejas llenaban.

—Yo no bailo. —Alcanzó a protestar en voz baja cuando pudo poner sus pensamientos en orden.

Palabras susurradas cosquillearon en su oído.

—Solo déjate llevar.

«Eso es justo lo que quiero evitar» pensó derrotada la cazadora estremeciéndose ante el caos que era su interior.

Lía los observaba con rostro amenazador desde el extremo del salón. Tenía la certeza de que su hermano cada vez más se alejaba de su promesa de venganza.

Afuera, la fría oscuridad nocturna daba cuenta de la llegada de Karan y Adriana. Cautos, los cazadores detuvieron el Audi negro lejos de la edificación para no llamar la atención, luego se encaminaron al portón electrónico.

Adriana miró la fortaleza ante ella y la zozobra se apoderó de su espíritu. Se meterían a la boca del lobo.

Frente al complejo, había una larga fila de autos de lujo aparcados y otros esperando para ser ubicados mientras sus glamurosos ocupantes descendían de los vehículos.

Los cazadores, ataviados con antifaces, entregaron las invitaciones al vampiro en la puerta y este los dejó pasar. No hubo requisa. No notaron las espadas de plata y estrancio pegadas a sus cuerpos bajo los elegantes trajes.

A Karan la facilidad de todo aquello le daba mala espina. «Debo estar en guardia» se dijo así mismo. Mientras subían las escaleras de mármol blanco resplandeciente, sentían la música cada vez más cerca y sus corazones latir desbocados.

Entraron en el elegante salón de luces LED y música electrónica donde los presentes aparentaban ser jóvenes hermosos, vestidos de manera seductora y sofisticada. Era imposible no sentirse atraído por aquel ambiente de despreocupada opulencia y la belleza que irradiaba. Con esfuerzo, trataron de parecer altivos vampiros y se dedicaron a ubicar a Amaya entre los cuerpos que bailaban en el abarrotado salón.

«Será complicado encontrarla sin llamar la atención» pensó Adriana mientras intentaba usar la telepatía para ubicar a su compañera de armas, sin embargo, no lograba utilizar su poder en ese sitio y negando se lo hizo saber a Karan.

Comenzaron a vagar por el gran salón. Evitaban a los que pensaban eran vampiros, aunque era difícil pues allí todos irradiaban luz y esplendor, además las luces brillantes no ayudaban a distinguirlos.

Ryu y Amaya continuaban en el centro del salón, ajenos a todo cuanto les rodeaba, se movían al compás de la música. Los ojos del vampiro fijos en la cazadora y ella perdida en el fulgor que irradiaban los irises violetas, oscuros, brillando con la gloria de las estrellas.

A la cazadora esa noche sentimientos ambivalentes la colmaban. No quería sentir lo que sentía, el deseo de olvidarse del deber para el cual fue entrenada, el de asesinar vampiros y en su lugar dejarse arrastrar por una corriente extraña a la cual no sabía si sobreviviría.

Por primera vez en su vida anhelaba no ser lo que era. Olvidar que era una cazadora, que los vampiros mataron a su familia. Su corazón, siempre frío y distante, ahora latía con fuerza. No podía ser que esas sensaciones las estuviera desencadenando precisamente su enemigo.

Otra vida, ojalá pudiera vivir otra vida donde ella no fuera una cazadora y él un vampiro.

Tenía miedo de sucumbir a esas nuevas emociones que surgían en presencia de él, a sus ojos violetas que la llamaban al abismo, a la magia que sentía entre los dos. A pesar de que él no estaba dominándola con su poder hipnótico, tampoco hacía falta.

Las manos de Ryu rodearon su cintura cuando el DJ, ubicado cerca del gran ventanal, puso a sonar "Comes to you" . Al mismo tiempo, palabras susurradas caían como suaves pétalos en su oído "No limit in te sky that I won't fly for you". Los labios de la cazadora temblaban, su corazón temblaba. No se sentía capaz de resistir el inminente desastre .

Ryu la torturaba sin piedad. Parecía decidido a seducirla, a no darle oportunidad de escapar de él. Era la oveja indefensa ante el lobo.

En un transitar lento y sinuoso la boca tenebrosa recorrió el camino desde su oído a la comisura de sus labios y se detuvo allí, tarareando la canción.

Adriana, desde el otro extremo del salón miró a la pareja sin dar crédito a sus ojos. ¡Su orgullosa compañera de armas se encontraba muy a gusto en brazos de su captor! La rabia se apoderó de ella, no era posible que Karan y ella arriesgaran el pellejo metiéndose directamente en la guarida de los vampiros, mientras Amaya coqueteaba descaradamente, jugando a seducir al príncipe. Estaba furiosa, pero antes de poder mostrarle a Karan lo que hacía su damisela en apuros, el príncipe la soltó separándose un poco de ella.

Amaya había cerrado los ojos. Junto a su boca, los labios del vampiro le quemaban. Perdió la noción de la realidad y del tiempo, flotaba en una extraña burbuja.

—Debes irte —le dijo Ryu de pronto, la burbuja se rompió.

La muchacha abrió los ojos y lo miró fijamente sin entender a qué se refería.

—Tus amigos están aquí, debes marcharte.

Amaya se sobresaltó. Volvió a la realidad de lo que eran: cazadora y vampiro. Comenzó a mirar alrededor hasta que los vio. Allí estaban Adriana y Karan, habían venido por ella.

—Daré la orden de que no los detengan. Vete ahora antes de que Vlad y Zahyr lleguen, si no, ya no podrás huir.

Ella lo miró interrogante, sin embargo, la mirada del otro le advertía que no había tiempo para explicar. Aun así, eso no evitó que sintiera un extraño pesar apoderarse de su espíritu. Él la liberaba, pero ahora no se sentía tan segura de querer irse.

Los dedos de Ryu se deslizaron de la cintura de Amaya a su mano y depositó en ella una caricia mientras la soltaba. Al separarse, él la miró con ojos inescrutables.

Amaya se llenó de fuerza de voluntad, hizo caso omiso a la sensación que tenía de estar haciendo algo errado y se alejó de él.

Con sentimientos encontrados y la confusión que ya era habitual en ella, avanzó hacia sus amigos. Discretamente se acercó a Karan.

—¡Amaya! —exclamó el cazador abrazándola.

—¡Viniste! ¿Cómo supiste que estaba viva? —le preguntó ella fingiendo una sonrisa.

—¡Jamás lo dudé! —dijo Karan. Con sus ojos azules fijos en los de ella, aguantaba las ganas de besarla.

—Vamos, no hay tiempo —apremió Adriana, la furia contenida en su voz.

Avanzaron rápido entre la gente, alejándose del bullicio para llegar a la salida.

El vampiro que tomó sus invitaciones al llegar, los miró desconcertado, parecía dudar si dejarlos salir o no. Los cazadores no sé percataron cuando el guardia giró la cabeza y encontró la mirada de su señor, quien con un gesto le indicó que los dejara partir.

Extrañado, pero agradecido de la facilidad de aquel rescate, Karan descendió los escalones que los llevarían al exterior. Adriana aún se mostraba molesta detrás de él y Amaya, ensimismada en sus pensamientos, era la última en bajar las escaleras de mármol.

Arriba en el salón Lía los vio partir. Sus ojos eran un incendio cuando se acercó a su hermano.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Te dije que aún no era el momento.

—¿Y por eso dejas que se escape, que se burle de ti y de tu poder? Se supone que vengarías la muerte de nuestro hermano, Octavio, hoy. Parece que ella te ha atrapado, pero no a mí.

Avanzó, furiosa, hacia uno de los vampiros que se hallaba cerca de la puerta y después de darle una orden de manera airada, el vampiro se dirigió rápidamente a la salida.

—Lía, ¿qué estás haciendo? —dijo el príncipe tomándola de manera brusca por uno de sus brazos—. El que Amaya escape es parte de mi plan. Los cazadores que han venido a buscarla, sin saberlo y sin yo planearlo hacen que parezca más creíble. Ella debe convencerse de mi sincero afecto y tú con tu impulsividad lo arruinarás.

—Pues ya está hecho —le espetó ella zafándose de su agarre.


Los cazadores caminaron de prisa hasta llegar al auto y subieron rápidamente sin dar crédito a su buena suerte. Amaya permanecía callada, pero agradecida de que estuvieran a salvo.

Karan encendió el motor y aceleró de inmediato. A los pocos minutos sintió como motos de alto cilindraje los perseguían y casi les daban alcance. El muchacho aceleró aún más aumentando la distancia.

La carretera oscura era transitada por pocos autos, a los que hábilmente Karan lograba sobrepasar, pero no conseguía dejar atrás a sus perseguidores. Una de las motos se les adelantó y las otras dos se colocaron a ambos lados del auto. Al doblar una curva bastante cerrada, por la velocidad que llevaba, el auto de los cazadores derrapó. Karan trató de maniobrar, de controlar el volante, pero sin conseguirlo fue a estrellarse contra un árbol a los pies de un precipicio.

Recobrándose del golpe, Adriana le entregó su espada a Amaya y salieron a enfrentarse con los hombres y vampiros de Ryu que los acechaban.

Eran al menos tres mortales y tres vampiros. Ellos también sacaron sus espadas y comenzaron la refriega.

Adriana y Amaya luchaban espalda contra espalda y más allá, Karan se enfrentaba a dos mortales al mismo tiempo. El muchacho no les daba oportunidad de enfrentar su ataque, sus músculos se tensaban dándole la agilidad requerida. El cazador era mucho más rápido que ellos. Decidido a terminar la lucha, les atacó sin descanso, sin darles oportunidad de defenderse. De una patada impactó en el pecho a un de los vampiros y lo arrojó varios metros lejos de él. Giró y al otro le clavó su espada en el pecho. De inmediato el vampiro cayó herido de muerte.

Uno de los vampiros aprovechó la baja guardia del joven después de su ataque, para herirlo de una sola estocada en el brazo izquierdo, pero Karan, reponiéndose, se dio la vuelta y de un solo movimiento lo decapitó con la filosa hoja de plata y estrancio, única aleación capaz de matar definitivamente a un vampiro.

Más allá, Adriana soltaba un aullido de dolor. Uno de los vampiros la había herido en un costado y la sangre que la muchacha derramaba desató un frenesí en ellos, que se volvieron mucho más agresivos. Karan fue en su ayuda, y se enfrentó al vampiro que la hirió.

Amaya seguía blandiendo su espada sin descanso. Tomándola con ambas manos, se movía con fuerza, aunque con gracia. Sus movimientos, ejecutados con maestría, parecían los de una letal bailarina. Giraba y cada vez que lo hacía infringía un corte en su adversario, hasta que hundió la espada en el pecho del vampiro con el que luchaba. De una patada la sacó del cadáver y encaró ahora al otro vampiro, quien no parecía dispuesto a rendirse.

Furiosa, Amaya avanzó con fuerza, chocando el metal contra el del vampiro, sin embargo, el golpe fue tan violento que la espada de Amaya fue a caer a varios metros lejos de ella. Entonces la muchacha, desesperada al encontrarse desarmada levanto la mano para repeler el ataque. Para su sorpresa, de su mano brotó una poderosa fuerza que elevó en el aire al vampiro, tal como hizo Ryu con ella cuando estuvo prisionera en su celda. Sorprendida y sin saber que hacer, lo dejó caer al suelo, dónde esté se estrelló.

Amaya se miró su propia mano sin dar crédito a lo que había hecho.

El vampiro se reponía del ataque, cuando ella reaccionó y corrió en busca de su espada.

Se posicionó de nuevo frente a él y repitió el ataque. De nuevo de su mano salió aquella extraña y nueva energía que levantó en el aire a su oponente. Lo azotó contra el suelo y sin perder tiempo, deslizó a Gisli, su espada, por el cuello del vampiro. Fascinada con su nuevo poder, vio salir a borbotones aquella sangre infectada que formó un charco negruzco en el asfalto.

Adriana, doblada sobre su abdomen por el dolor, la miraba sorprendida. Amaya nunca antes había mostrado dominar la psicoquinesis. Ni siquiera ella que era la más versada, tenía el poder suficiente de desplazar cuerpos en el aire y mucho menos el de vampiros, aunque fueran menores como estos.

Un poco más lejos, Karan lograba librarse de los humanos que quedaban.

Los dos se voltearon hacia Adriana quien hacía muecas de dolor. Ayudándola, fueron hasta el auto, rezaron para que encendiera y poder salir de allí antes de que llegaran más inmortales. Por fortuna, el auto encendió permitiéndole a los jóvenes salir de allí y regresar al edificio de La Orden.  


*** Parece que a Amaya no le gustó mucho ser rescatada... Espero que les esté gustando la historia y si es así dejenme su voto

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro