¿Tú me llamaste?
Capítulo cinco
"¿Tú me llamaste?"
Había personas con mucha suerte en el mundo, al menos eso quería pensar. Desde que había dejado la mansión de Cedric solo cosas buenas le habían sucedido. Empezando que logró salir del bosque completamente a salvo en plena madrugada, bien conocido era que los bandidos siempre estaban por los alrededores buscando presas. Laila sabía eso puesto que su familia había muerto a causa de ellos... Cedric se lo había contado apenas ella entendía esos conceptos.
Al llegar al pueblo cercano pudo alquilar un pequeño departamento con el dinero que había ahorrado. La familia dueña de los departamentos habían sido tan amables con ella que al enterarse de que no tenía mucho dinero le ofrecieron trabajo y como era un pueblo que quedaba en una frontera muchos extranjeros pasaban por ahí por lo que pudo demostrar su amplio conocimiento en idiomas. Tres meses después empezó a trabajar en una editorial local como traductora de textos y libros, no podía creer lo afortunada que fue al encontrar un trabajo en donde combinaba dos de sus pasiones.
Todo el día se mantenía ocupada, entre el trabajo, salidas con personas que había conocido, —y le hubiese gustado poder llamarles amigos pero no los sintió con ese nivel de confianza— escuela, pues decidió meterse a cursos para tener más estudios en lo que se mudaba a la ciudad para poder ir a la universidad y otras distracciones que encontraba. Pero siempre llegaba esa parte del día en donde estaba completamente sola con sus recuerdos.
Y le dolían mucho, a veces lloraba hasta la mañana siguiente y su corazón se aceleraba cada quincena pues solo en esos días mantenía contacto con Gilbert y su verdadera familia en la mansión. A pesar que tenía teléfono para hablar con ellos diario decidió poner solo un día fijo, pensó que con eso podría posponer más el dolor de estar lejos de las personas que amaba.
Cada quince días aumentaba su ansiedad, pensando que probablemente ese sería el día en que Cedric tomaría el teléfono y le permitiría escuchar su voz por unos segundos. Solo eso quería, unos segundos, un simple "hola" y si corría con mucha suerte podía agregar un "Te extraño" y ella sería feliz. No lloraría en la noche mientras observaba esa fotografía que había decidido llevar con ella para torturarse, una donde Cedric la sostenía en sus brazos con una sonrisa orgullosa mientras ella levantaba en lo alto una flor de papel que hizo cuando tenía 5 años.
Pero... cada quince días Cedric la ignoraba más. Solo una vez se había armado de valor en preguntar por él y Gilbert terminó diciéndole que el joven amo estaba muy ocupado en sus negocios como para tener tiempo de hablar pero que le dijera cualquier cosa y él se lo haría saber de inmediato, desde ese entonces decidió guardarse todas sus dudas respecto a su cuidador.
Una mañana Laila se levantó con energías renovadas después de una noche ocupando su mente con muchos libros sobre romances imposibles pero que al final terminaban con un final feliz. Estaba decidida a empezar el suyo. En su pequeña escuela había tantos chicos que eran amables con ella y más de uno había mostrado otro tipo de interés. Por eso aquel día cuando un joven la invitó a salir después de clases aceptó con una amable sonrisa.
Fueron a comer a una hermosa cafetería con un ambiente rustico, todo el lugar era de madera barnizada, las mesas y sillas cubiertas con telas floreadas en colores pasteles, macetas con enredaderas en las esquinas y lámparas antiguas colgando del techo. Había niños riendo a carcajadas con sus boquitas manchadas de chocolate, ancianos que se dedicaban a jugar ajedrez y jóvenes que pasaban a comprar pastelillos después de un día de clases.
Fijó la vista en su acompañante que estaba haciendo fila para poder pedir sus postres. Se llamaba Erick, era muy amable y siempre la saludaba en las mañanas al verla entrar al salón de clases aunque era dos años menor que ella la pasaba por muchos centímetros en estatura, tenía el cabello muy corto y negro al igual que sus ojos, le recordaba mucho a Cedric excepto por su tez bronceada como la de la mayoría del pueblo, por eso ella destacaba tanto al tener una piel tan pálida.
Se reprimió mentalmente al pensar en él, estaba ahí para tratar de tener una buena relación con Erick no pensar en Cedric.
Levantó la mirada y sonrió al ver a Erick acercándose a su mesa, llevaba dos tazas de café y un par de rebanadas de pastel de fresa.
No le gustaba mucho el café, prefería el té pero no podía ponerse de caprichosa, no estaba en la mansión en donde todos le cumplían sus caprichos, ya llevaba más de 3 meses fuera y tenía que maduras más. Ya tenía 18 años.
Cuando Erick tomó asiento empezaron a conversar mientras comían. Hablaron sobre sus estudios pero la conversación la empezó a poner nerviosa cuando fue siendo más personal.
—Me impresiona tus modales incluso en la mesa —comentó Erick mientras ella cortaba un trozo de pastel utilizando el tenedor y el cuchillo—. Es difícil que en la actualidad las personas sepan utilizar los cubiertos correctamente.
Ella asintió con vergüenza.
—Crecí en una familia donde todo debía hacerse correctamente, supongo que a tres meses de haberme independizado no puedo cambiar así como así —respondió llevando un trozo de pastel a su boca.
Erick le sonrió amablemente.
—No tienes por qué avergonzarte es algo verdaderamente admirable. Se nota el amor que tu familia te tiene para mentalizarte de esa forma. Es lo mejor que pueden hacer, prepararnos para el mundo exterior...
Erick siguió hablando pero al escuchar esas palabras Cedric regresó a su mente. Recordó todas aquellas veces en donde le decía que ser mimada por todos solo la hacía más débil y le día que ella decidiera salir al mundo real sería comida viva. Probablemente era verdad, él siempre la había educó para ser fuerte y eso le había ayudado mucho durante esos meses.
—Laila —se exaltó al ver la mano de Erick agitándose frente a su rostro—. Laila. Tu celular —le señaló hacia el bolso pequeño que tenía colgado en el respaldo de la silla.
Agitó su cabeza y escuchó el sonido del celular. Sonrió con una mueca de disculpa y se apresuró a responder sin revisar el número.
—Bueno ¿Quién habla? —respondió en voz baja para no incomodar a alguien. Esperó unos segundos pero un silencio del otro lado de la línea la estremeció—. ¿Bueno?
—Señorita Laila —exclamó Gilbert—. ¿Es usted?
—Sí... ¿pasa algo? Aún faltan unos días para nuestras llamadas habituales.
—No... bueno sí —escuchó un profundo suspiro—. ¿Tiene tiempo en este momento?
Ella levantó la vista a Erick que asintió dándole a entender que no le molestaba que siguiese hablando a pesar de estar en una "cita" con él. Asintió con gratitud.
—Sí, tengo un poco de tiempo —respondió.
—Bien... Hay algo que debo decirle y me alegra que haya respondido a la llamada el día de hoy —ella permaneció atenta en silencio en la espera de la noticia. Su corazón estaba latiendo muy rápido y no sabía por qué si cada 15 días escuchaba su voz y la de muchos de sus seres queridos, pero en ese momento escuchaba algo más, una respiración pesada que probablemente nadie más escucharía en una llamada telefónica—. El amo Cedric... no está bien.
—¿Qué? —consiguió susurrar.
—Lleva algunos meses enfermo —continuó Gilbert—. No es normal que los brujos enfermen así que realmente no sabemos qué padece. Nosotros queremos que estés aquí.
—Unos meses —murmuró llevando una mano a su boca pero al hacerlo notó como sus dedos temblaban.
—¿Laila? —preguntó Erick viéndola con preocupación—. ¿Estás bien?
—Si usted me dice que quiere venir mando un auto por usted a los límites del pueblo —habló Gilbert.
—Iré. Ahora mismo —terminó colgando el celular y vio a Erick—. Lo siento tanto, en serio que siento todo esto pero debo irme. Una persona importante para mí está enferma y tengo que estar con él.
Se puso de pie, tomó su bolsa y la acomodó sobre su hombro mientras seguía disculpándose con él.
—No tienes que disculparte por nada —él también se había puesto de pie dejando algunas monedas en la mesa—. No tengo un auto pero puedo llevarte a la estación en mi bicicleta... Eso no se escucha muy bien ¿no?
Ella asintió mordiéndose el labio inferior para reprimir una mueca de llanto.
—Es suficiente —dijo con gratitud.
Fuera de la café se subió en la parte trasera de la bicicleta y se sujetó de la espalda de Erick. Le dio indicaciones para que la llevara a los límites del pueblo y no a la estación como él había ofrecido, a pesar que era extraña esa petición él la llevó sin objetar. Era un camino largo, casi una hora por el atajo que tomó y que Erick la estuviese llevando significó todo para ella, no entendía como pudo empeñarse en llevarla con las pocas palabras que habían compartido durante esos meses.
Llegaron a los límites que eran separados por cercas hechas de madera y había algunos vigilantes cada ciertos metros que se encargaban de protegerlos de los bandidos que pudiesen salir del bosque o cualquier otra amenaza desconocida.
—Laila, aquí no hay nadie —observó Erick.
—Sé que ellos llegarán —dijo viendo hacia los alrededores en busca de un auto antiguo café que Gilbert usaba cuando bajaba al pueblo—. Muchas gracias por traerme, no es necesario que te quedes aquí.
—No te dejaré en este lugar desprotegido. Me iré hasta que alguien venga por ti...
Un auto apareció por un angosto camino a lo lejos y se acercó con velocidad.
—No creí que hubiese espacio para autos por ahí —murmuró Erick estupefacto.
Sonrió un poco puesto que esos caminos lucían angostos a los ojos de las personas normales para poder proteger los límites del bosque, eran ilusiones hechas por Cedric, otros tantos brujos y seres mágicos que vivían en el bosque.
El auto estacionó un poco lejos de los límites del pueblo y una figura que ella reconoció inmediatamente salió del auto caminando con apuro hacia ella.
—¡Gilbert! —gritó.
—No vas a volver ¿verdad? —preguntó Erick en voz baja.
Ella volteó a verlo y se encogió de hombros.
—No lo sé —respondió inclinando la cabeza—. Probablemente sí regrese. No estoy segura qué pasará...
Enmudeció al sentir los labios de Erick, la sostuvo por las mejillas y la besó en la frente. Se apartó de ella sonriéndole.
—Si regresas espero verte —la soltó y se dio media vuelta—. Espero que seas feliz.
—Señorita Laila —la llamó Gilbert.
Ella se inclinó para pasar a través de la cerca de madera y corrió a abrazarlo tan fuerte como su tembloroso cuerpo le permitía.
—Gracias por venir —murmuró en su pecho.
—Lo mismo digo —la tomó de la mano para llevarla hacia el auto—. Mientras más pronto lleguemos me sentiré más cómodo.
Ella asintió y corrió lo más rápido que pudo.
Una vez en el auto revisó su celular. Pensó que hubiese sido buena idea pedirle su número a Erick, le hubiese encantado tener contacto con un buen amigo. Pero al revisar el celular vio el número del cual Gilbert le había llamado, no lo tenía registrado en la agenda.
—Muchas gracias por haberme contactado —le dijo a Gilbert que conducía con nerviosismo.
Él sonrió un poco y negó con la cabeza.
—Yo no la llamé.
* * *
Gilbert estacionó en auto fuera de la mansión pero ella no lo esperó para salir corriendo con prisa. Las puertas se abrieron antes que ella subiera por las escaleras de la entrada principal, un montón de rostros queridos por ella se asomaron y la saludaron, ella les gritó que los amaba con lágrimas en los ojos pero no se detuvo y siguió su camino hacia el segundo piso.
Corrió por el largo pasillo, detestó que Cedric tuviese su habitación en la parte más alejada de la mansión pero al menos no se había cambiado al 5to piso como le advirtió cuando ella era niña y se iba a meter a su cama cuando los truenos se volvían interminables.
Al ver la puerta de la habitación del brujo su corazón empezó a agitarse tan rápido que su pecho le dolió. Cuando las enormes puertas estuvieron frente a ella no se detuvo a tocar, simplemente giró el picaporte y entró tratando de no hacer ruido. Cerró la puerta tras ella y caminó lentamente hacia la cama que estaba en el centro de la habitación en donde Cedric descansaba.
Su visión se tornó borrosa por las lágrimas y corrió el corto tramo que le faltaba para llegar a él.
—Cedric —susurró indecisa sobre tocarlo o no. Sus manos estaban congeladas sobre su rostro. Quería tocarle el rostro, tomarlo de las manos y envolver su cuerpo junto al suyo pero terminó dejando caer sus manos a los costados—. Tú me llamaste ¿verdad?
Él no respondió, no hizo nada más que dormir con una respiración lenta y muy fuerte y ella no hizo nada más que observarlo.
* * * * * * * * * * * * * * * *
Otro capítulo xD
Prometí no olvidarlo, solo queda un capítulo más que probablemente suba este fin de semana. Muchas gracias por leer esta historia :D
Si les gustó pueden dejarme una estrellita o un comentario :3
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