Magia
Capítulo dos
—Esa niña ¿Quién rayos se cree para hablarme así? —renegó Cedric entrando a su estudio, aventó su saco a una silla y con su mala puntería este cayó en el suelo.
Gilbert se encontraba revisando unos papeles que eran responsabilidad del joven brujo, pero como siempre él terminaba haciendo el trabajo más pesado mientras Cedric salía a divertirse con la pequeña.
—Buenas tardes, mi señor —lo saludó amablemente.
Cedric volteó, apenas percatándose de la presencia de su leal acompañante.
—Buenas —le contestó entre dientes.
—¿Se divirtió con la señorita Laila? —preguntó aunque a juzgar por su humor ya sabía cómo le había ido, de igual manera le preguntó sólo para que el joven brujo se desahogara y así no tener un incómodo ambiente durante la cena.
—¿Divertirme? Salir con ella es una tortura. No sé qué le ven ustedes de bueno estar con esa niña malcriada. Se las regalo. ¡Quédensela! —dijo dejando caer su cuerpo en un sillón largo café situado en medio del estudio.
—Usted la crio —se burló Gilbert mientras removía unos papeles en el escritorio.
—¡Tch! —lo calló.
Gilbert sonrió y contó mentalmente los segundos antes de que Cedric empezara a hablar.
—Es que no sé. Hago lo que está a mi alcance para que esa niña tenga lo que quiere y aun así no está conforme —dijo cubriendo su rostro con una de los cojines del sillón, algo impropio de él, pero después de estar viviendo tantos años junto a una humana sus costumbres se veían alteradas—. La llevo a pasear a donde quiere y se molesta, luego hace un drama y quedo como el acompañante malo del cuento. Y como si eso no fuera suficiente unos tipos se acercan a acosarla y cuando los alejo ella se pone aún más furiosa ¿Qué tengo que hacer? —terminó con un ruido de frustración saliendo de su garganta.
—Primeramente cuando vaya a salir con la pequeña Laila no le diga “Hey te voy a sacar a pasear”. Eso se les dice sólo a los animales. Segundo, si ella dice “no” a una cosa usted debe seguirle la corriente y aunque segundos después diga que sí no le debe de reprochar nada.
—Pero…
—Esos tipos que se acercaron a ella estaban coqueteando y ella también quería coquetear. Laila ya está creciendo. Por último, las adolescentes y sobre todo las que crecieron en casa, suelen ser bastante rebeldes, así que no busque entenderla, nunca podrá hacerlo, joven amo.
—Los humanos ocasionan dolor de cabeza hasta en los brujos, que somos inmunes a eso —quitó el cojín de su rostro y lo acomodó detrás de su cabeza—. ¿Laila es una adolescente? ¿No tiene como 10 años?
Gilbert rio fuertemente y dejó completamente los papeles de un lado para centrarse en Cedric que seguía tumbado en el sillón largo.
—La pequeña Laila tiene 16 años, mi señor. Es toda una adolescente.
—¿Cuándo los cumplió? —Cedric se sentó—. ¿Desde cuando dejó de tener 10 años?
—Desde hace 6 años, mi señor ¿Y aun así cree que la pequeña exagera cuando está con usted?
—Si ya no tiene 10 años deberían dejar de llamarla pequeña —refunfuñó el brujo.
—Ella es tan pequeña a comparación de nuestra edad, es por eso que le decimos pequeña.
—Si vas a seguir adulando a esa molestia mejor vete a subirle los ánimos para poder tener una cena sin sus muecas de enfado —dijo agitando su mano para que se fuera de su tranquilo estudio.
Gilbert de puso de pie y salió del estudio para encaminarse hacia la habitación de la pequeña o no tan pequeña Laila.
* * *
—Es que no lo soporto. ¿Acaso cree que soy su mascota? —dijo Laila apretando la almohada rosa contra su pecho. Hundió su rostro en la almohada dejando un reguero de su cabello negro y largo alrededor de ella. Gilbert la observó en silencio.
Laila era toda una señorita, recordaba como si fuera ayer cuando la habían encontrado en aquél lugar asaltado por los bandidos, siendo la única sobreviviente con tan solo unos meses de edad. Ahora a sus 16 años era toda una mujer, su cuerpo se había desarrollado bien y seguramente aún le faltaban más años para hacerlo, había crecido bastante bien, era más alta que algunas de las mujeres que trabajaban en la mansión pero también de acuerdo a su edad. Su piel era completamente blanca y tenía un pequeño lunar en el lado izquierdo del cuello que la hacía poseedora de una belleza exótica. Sus ojos y cabello eran tan negros que parecían la misma noche, de ahí su nombre, que Cedric había elegido casi al momento que la tuvo en sus manos.
Laila tenía muchas habilidades que había aprendido con el paso de los años al tomar clases en la mansión. Sabía y tenía habilidades de las mujeres promedio pero también había aprendido defensa, tiro con arco, otros deportes de destreza, sabía 15 idiomas diferentes y se le daba bastante bien el coqueteo, aunque Gilbert no sabía si eso era bueno o malo.
Algo que no era muy ventajoso era que el carácter de Laila y Cedric solían ser bastante parecidos y he ahí que cada 10 minutos tuvieran sus momentáneos berrinches.
—Un par de muchachos se acercaron a hablar conmigo y Cedric los embrujó. Los dejó tiesos y sólo se movían sus ojos, fue tan escalofriante. La gente nos empezó a ver raro y cuando le pedí que los descongelara se negó y sabes lo que viene después. Discutimos. ¿Acaso siempre me tratará como una niña? —terminó pataleando en la cama.
Gilbert había estado a punto de decirle que el joven brujo pensaba que tenía 10 años, pero estaba seguro que eso la iba a enfurecer más por lo que decidió guardárselo.
—El joven Cedric no está acostumbrado a convivir con humanos y 16 años no son suficientes para él.
—Tú y los demás me tratan diferente a Cedric y también son brujos.
Gilbert sonrió.
—No, yo soy mestizo y varios de aquí lo son también, yo soy mucho más joven que el amo y a comparación de él yo crecí junto a los humanos por lo que puedo entenderlos mucho mejor.
Laila frunció el ceño, desde que ella recordaba creyó que Cedric y Gilbert tenían la misma edad y habían crecido juntos.
—¿Cómo conociste a Cedric si estuviste con humanos? —le preguntó acomodándose recta en la cama para poner atención. Si algo le gustaba de Gilbert era que contaba unas magníficas historias, ya fuesen verdad o un invento.
El joven se acomodó en la cama y suspiró.
—Hace cuatro siglos conocí al señor Cedric, yo tenía casi 40 años y tenía casi la misma apariencia que hoy. Las personas del pequeño pueblo en donde vivía dijeron que yo estaba maldito e intentaron quemarme —Laila abrió los ojos, no podía creer como algunos humanos podían ser tan malvados—. El señor Cedric estaba pasando por el pueblo en ese entonces cuando vio que me golpeaban para atarme a un madero. Los congeló a todos, me desató y me dio indicaciones para que fuese a un lugar seguro, pero yo estaba tan agradecido que fui detrás de él para intentar compensar el hecho de que salvara mi vida. Desde entonces hemos estado juntos aunque al principio no me quería cerca.
Laila sonrió.
—Es como me trata a mí. ¿Cuánto tiempo tardó en quererte a su lado?
Gilbert jaló el nudo de su corbata con nerviosismo.
—Casi un siglo.
Laila se dejó caer hacia atrás haciendo que la cama se moviera con su peso.
—Perfecto, sólo me faltan 84 años para que Cedric me quiera como alguien de su familia, para ese entonces ya estaré en una tumba —se quejó—. Seguro cuando me empiece a ver con arrugas por todas partes dirá que soy mayor y dejará de tratarme como niña. Es injusto.
—El señor Cedric la aprecia mucho —dijo Gilbert—. Si no lo hiciera desde el instante que la vio la habría matado.
Eso no la hacía sentir mejor.
—Igual eso no quita que Cedric sea un amargado —se cruzó de brazos aun acostada en la cama.
—El señor Cedric tiene 697 años —aunque aparentaba estar cerca de los 25 años humanos—, y la mayor parte de su vida se ha ocultado en lugares como éste —señaló la habitación aunque Laila sabía que se estaba refiriendo a la mansión y al bosque—. Desde mi punto de vista tiene el derecho de ser un cascarrabias —la joven rio—. Notarás que a veces habla con palabras extrañas y algunas de sus costumbres o creencias parecen de otro mundo, es porque no ha convivido demasiado con este mundo, tenemos que tenerle paciencia.
Que más quedaba, Laila llevaba 16 años tratando de entenderlo.
—Bueno, será mejor que te alistes para la cena —dijo Gilbert—. Y trata de no pelear con el señor Cedric de nuevo.
—Haré mi mejor esfuerzo —contestó bromeando.
Al parecer tanto Cedric como Laila ya estaban de buen humor para la cena porque ambos se sentaron en sus respectivos lugares, al lado del otro, cuando estaban molestos se sentaban en lados contrarios, como niños pequeños.
La muchacha estaba hablando animada mientras cenaban, Gilbert y Cedric le prestaban atención pero algunos de los trabajadores de la mansión se habían dado cuenta del cambio de idioma que Laila había hecho. Eso le ocurría seguido y había sido uno de los problemas por los cuales ella no había podido ingresar a una escuela y había estudiado en casa.
Una vez se había puesto a hablar latín en una tienda de ropa y las personas se habían asustado. En otra ocasión había estado tan emocionada en una biblioteca que se puso a hablar en chino, para Cedric era normal cambiar de idioma pero se dio cuenta que para los humanos no, tenían un serio problema.
—…la prossima voltapotremmo...
—Señorita Laila —dijo Gilbert al percatarse de que estaba hablando en otro idioma y los demás en la mesa no le entendían—. En español, de nuevo.
Laila abrió los ojos y se disculpó en silencio con los demás.
—De cualquier forma me gustaría tener una mascota —dijo la muchacha sonriente.
—Ya tenemos un… —empezó a decir Cedric pero se calló al sentir las miradas de todos. Estaban teniendo una agradable cena como para que los comentarios del joven brujo arruinaran el humor de la joven Laila—. Las mascotas viven muy poco, Laila.
—Pues el tiempo que vivan no me importa —dijo la muchacha—. ¿Podemos tener una? —le suplicó haciendo sus ojitos que casi nunca funcionaban.
—No —dijo el brujo regresando a su platillo—. Si te digo que sí la tendrás sólo un tiempo y después te olvidarás de ella, al final terminaré cuidándolo yo y eso no lo voy a permitir.
Laila se cruzó de brazos.
—Eres un tacaño —murmuró y Cedric soltó sus cubiertos dejándolos caer al suelo haciendo escándalo.
Gilbert negó con la cabeza y se sobó las sienes. De nuevo iban a empezar a discutir.
—¿Qué le dije que no llevarle la contraria a la joven Laila? —murmuró.
Cedric volteó a verlo acusadoramente.
—No le llevo la contraria, simplemente intento que no sea una malcriada. Eso no está mal —volvió la vista a Laila que tenía los ojos bien abiertos.
—No soy una malcriada —espetó—. ¿A caso no puedo pedir una mascota?
—Puedes pedirla pero no seguir exigiéndola cuando te he dicho que no —respondió el brujo.
—¿Cuál es la gracia de eso?
Y durante toda la cena y parte de la noche siguieron discutiendo como sólo ellos sabían hacerlo. Los demás terminaron su cena aparte.
El silencio se hizo hasta casi la media noche cuando Laila empezó a ponerse ronca de tanto hablar. Se acurrucó en el sillón y tocó su garganta. Cedric inmediatamente se preocupó de su repentino silencio.
—¿Estás bien? —dijo acercándose a ella.
—Sí, sólo —habló con la voz rasposa—. Creo que he forzado mucho mi garganta —lo vio acusadoramente—. Fue tu culpa —dijo y volvió a tocar su garganta—. Auch.
Tomó un cojín y lo apretó contra su pecho.
—Humana débil —le acarició el cabello tiernamente y ella gimió en respuesta—. Ven, vamos a prepararte medicina.
Aunque a Laila le dolía mucho su garganta aceptó la mano que el joven brujo le estaba ofreciendo y lo siguió ansiosa hacia su habitación. La fascinaba verlo haciendo magia. Era una de sus cosas favoritas en el mundo, más que cantar, estudiar las plantas o ver televisión, ver a Cedric en acción era magnifico.
A medio camino Cedric se dio cuenta de que la muchacha iba descalza y sin previo aviso la tomó en sus brazos. Laila se ruborizó al instante y volteó su rostro para que él no la viera. Muy pocas veces él mantenía un contacto íntimo con ella por eso Laila seguía sorprendiéndose.
Una vez en su habitación Laila usó las pantuflas que le había obsequiado a Cedric la navidad pasada. Le quedaban grandes y si no tenía cuidado se podía tropezar. Pero eso le tenía sin cuidado. Observó la habitación oscura. No tenía focos o lámparas eléctricas, todo se iluminaba por frascos de colores neón en donde practicaba magia. En una esquina había un mueble que llegaba hasta el techo y tenía muchos estantes con frascos transparentes iluminados por líquidos —medicinas— que Cedric hacía para los humanos. El líquido en su interior brillaba intensamente había de muchos colores pero los que predominaban más eran los verdes, azules y violetas.
En otro lado de la habitación había otro estante pero este estaba lleno de libros, estaban todos amontonados y algunos eran difíciles de sacar debido a lo compactados que estaban, en el suelo también había libros, unos de esos eran los que Laila usaba para aprender lo más básico de la magia. Pero el que más le gustaba era uno que Cedric había tardado 7 años en conseguir, hablaba sobre la mortalidad…
—Laila, pásame un frasco vacío —le pidió el brujo.
Laila corrió hacia otro de los muebles que estaban en la habitación, este tenía unas puertas de cristal, y tomó un frasco de cristal transparente. Se apresuró a llegar hacia Cedric para poder ver su magia.
El brujo desabotonó los primeros dos botones de su camisa y se subió las mangas hasta los codos, se acercó a su mesa de trabajo y tomó el libro de medicinas aunque ya se sabía las palabras y materiales de memoria.
Empezó a hacer uso de dos hierbas que tenía en la mesa y murmuró unas palabras el algún idioma desconocido para Laila. Las hierbas empezaron a brillar de un intenso verde y una luz blanca delineó le cuerpo de Cedric y la muchacha quiso tocarlo solo para comprobar si la luz era tan cálida como se imaginaba. No lo hizo.
La habitación se llenó de luz creada por magia y luego de unos segundos se desvaneció. Cedric tenía los ojos cerrados pero cuando los abrió una luz violeta bailaba en su iris, parpadeó un par de veces más y el color se fue desvaneciendo dejando sus ojos negros de nuevo.
Aunque en ningún momento tocó el frasco que Laila le había acercado ahora este tenía un líquido verde dentro. Se lo dio a la muchacha.
—Tómalo y te sentirás mucho mejor en segundos.
Laila ansiosa lo tomó en un solo trago y aunque el sabor era bastante malo no hizo ninguna mueca. Unos segundos después el dolor en su garganta desapareció.
—Lamento ser una humana fastidiosa que sólo te causa problemas —dijo Laila apretando el cojín en su pecho—. Me gustaría ser como tú.
Ambos estaban sentados en la alfombra del piso de la recamara de Cedric.
—A mí no me gustaría que fuese como yo —le sonrió—. Estoy bien con que seas una humana débil y fastidiosa.
Laila sonrió.
—Cuando muera… no me gustaría que me recordaras como una fastidiosa —dijo apretando aún más el cojín—. Preferiría que tuvieras otros recuerdos sobre mí.
—No vas a morir —susurró para sí.
—Pero aún falta mucho para que me haga vieja —se estiró dejando caer el cojín. Cedric lo tomó—. Gracias por la medicina, será mejor que vaya a dormir.
Se puso sobre sus rodillas y se acercó para besar la mejilla del joven brujo, éste no se opuso pero tampoco le devolvió el gesto tal cual, simplemente le tomó un mechón de cabello y deslizó su mano por él.
—Buenas noches —dijo Laila caminando hacia la puerta.
—Buenas noches —le respondió.
Unos minutos más tarde Cedric ya estaba acostado en su cama, tenía el cojín que Laila había estado sosteniendo a un lado de su cabeza. Lo tomó y lo presionó contra él mismo. Laila, si así lo quería, podría vivir para siempre, justo como él.
Laila estaba oculta bajo las mantas de su cama. En su mano tenía el frasco transparente en donde había estado la medicina que Cedric le había preparado. Cerró los ojos deseando que el tiempo pasara más lento.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
¡Chan!
Antes que nada les recuerdo que esta no es una novela, pero se me ocurrió esto y lo escribí. Probablemente haga otro capítulo más y ya :D
Espero les haya gustado, me gustó mucho escribir este capítulo. Intenté hacer a Laila y Cedric muy parecidos, no sé si fui capaz de lograrlo xD
Nos vemos de aquí en un año con esta historia xD
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