Capítulo siete: ¿Es amor?
Unas semanas después.
—¿Vamos?
—Si te ríes me vuelvo al castillo —ella sonrió.
—Vamos que Titán nos espera —me tomó del brazo y me arrastro por el pasillo.
Luego de que la arquera me haya contado un poco de su vida, empecé a entenderla un poco más, empecé a confiar en ella.
No sé porque me resistía a estar con ella, nunca me hizo daño alguno.
En el fondo siempre creí que por ser alguien de la realeza y tener todo lo que siempre quiso, me hizo dudar de que personas así podrían sufrir.
Porque en la ciudad todos sufrimos, todos morimos y a nadie más que a nuestros seres queridos les importa o a veces a nadie le importa.
En cambio, al ser de la realeza, si sufres o si algo sucede, todo un reino se preocupa.
Aunque sea estúpido, entendí que no importa qué postura tengas, siempre tendrás que soportar tormentas.
Porque siempre es necesario que las tormentas surjan para después transformarse en quienes debemos ser.
Rachel me llevó hasta fuera del castillo, más específicamente a la orilla de la isla y ahí estaba Titán.
Titán me vio y se dio la vuelta, mostrándome su trasero, como una forma de decirme que no le agradaba.
—Lastima que a Titán no le agrado —dije irónicamente.
Me di media vuelta para irme, pero ella me tomó del brazo y nos dirigimos hacia Titán.
La arquera miró al caballo, pero él se hizo el ofendido.
—Titán, no seas así. Sabes que nunca te reemplazaré —ella le acariciaba la frente.
—No sabía que era celoso —me reí.
—Solo es celoso cuando la atención que le doy corre peligro.
—Así que por eso me odia ¿Por qué pasamos mucho tiempo juntas?
—No te odia —me miró—. Ven.
Me acerqué y ella me sonrió.
—Pon tu mano encima de la mía —sonrió.
Dudé en hacer lo que me pidió, pero luego de ver cómo era ella conmigo, decidí que tenía que ser más cálida y dejar la frialdad para quienes lo merecen.
Al saber lo que planeaba no dudé en hacerle caso.
Lentamente coloqué mi mano sobre la suya y pude notar como se le erizó la piel en cuanto mi mano rozó la suya.
No sé qué tiene ella, pero algo me llama la atención. No sé si es su aroma, la forma en la que me trata o cómo confía en mí a pesar de todo.
Volvió a sonreír y lentamente fue deslizando su mano, sacándola de la frente de Titán, dejando que mi mano lo tocara.
—¿Lo ves? Solo es celoso, pero no te odia.
De a poco empecé a acariciarlo y él se dejaba.
—¿Crees que me deje estar arriba de él? —acomodó la silla de Titán.
—Sí —ella se subió encima del caballo.
No tuve manera de resistirme al paseo, ni la amenaza de un extraño hacía que la arquera desistiera de esta idea, incluso si eso le costara la vida.
Rachel insistía en hacer este paseo conmigo, pese a que recién se recuperaba y que también tenía sus obligaciones como princesa y aún más en la ausencia de su hermana.
—Sube —me ordenó.
Puse mi pie izquierdo en el estribo, me impulsé para subirme y me senté en la silla de Titán.
En cuanto me senté pude sentir como nuestros cuerpos chocaron y el de ella se tensó. Su corazón latía muy rápido y eso provocó que un escalofrío me recorriera la espalda.
—Ahora por tus manos sobre las mías —me susurró al oído.
Sus brazos estaban alrededor de mi cintura mientras sus manos estaban sosteniendo la cuerda que controlaba a Titán.
Con dudas junté nuestras manos nuevamente y ahora era mi piel la que estaba erizada.
Estaba comenzando a sentir una sensación que nunca antes había sentido, pero no sabia que era.
—Dale un pequeño toque en la panza y Titán empezará a caminar.
Le di un suave toque y empezamos a avanzar.
—Le agrado a Titán —sonreí.
Ella se me quedó viendo y pude ver un brillo especial en esos ojos que siempre emanaban tristeza.
—Te queda esa sonrisa —ambas sonreímos.
—¿Es verdad que no puedes tener miedo estando encima de un caballo porque él lo notará?
—Claro, si Titán sabe que tienes miedo no confiará en ti. ¿Acaso tienes miedo?
—Tengo más miedo a que me tires de la silla que a montar a caballo.
—Para tu desgracia no te odio —ella hizo un ruido con su boca y Titán empezó a correr.
Mientras recorríamos la orilla de la isla me di cuenta que me sentía libre, por primera vez me sentí en paz, sin miedos, sin culpa, sin reglas, simplemente podía ser yo misma.
Era curiosa la forma en la que Rachel me hacía sentir estos últimos días, era como si ella encendiera algo en mi.
No sé qué sensación me provoca, solo sé que quiero que sea así por siempre.
—¿Te gusta? —giré mi cabeza y la miré.
—Me encanta —me sonrió.
Me gustaba la sensación del viento golpeando mi rostro, de mi cabello moviéndose, la sensación del aire fresco.
El atardecer hacía que el momento fuera más hermoso de lo que ya era.
El cielo era un degrade entre el color azul, violeta, lila, rosa, naranja y amarillo, las nubes eran de color blanco, pero con un reflejo de color rosa.
Si tenía que sacar algo bueno de la isla, era que tenía vistas hermosas.
Y la princesa también.
No es cierto, conciencia.
—Tienes manos suaves —me susurró.
No entendí lo que quiso decir hasta que vi mis manos acariciando las suyas.
¿En qué momento empecé a acariciarlas?
—Perdón —dejé de hacerlo.
—Ahora tiraré la correa para atrás junto con mi cuerpo, haz lo mismo y Titán entenderá que tiene que frenar. Luego haz el mismo ruido que hice para que él camine.
Ambas tiramos de la correa para atrás junto con nuestros cuerpos y Titán se detuvo. Hice el mismo sonido que Rachel hizo y empezamos a avanzar.
—Qué talentosa mi alumna —ella río.
—Tuve una buena maestra —la miré.
—La mejor.
Ella no podía sacar la sonrisa que tenía en su rostro, de verdad estaba feliz.
—¿A dónde estamos yendo?
—Te tengo una sorpresa.
—¿Cuál?
—Bueno, no es una sorpresa, es algo para que te relajes y también es para agradecerte
—No tienes porque hacerlo, es mi deber.
—No tengo que hacerlo, pero quiero —se acercó a mi oído y su nariz rozó mi oreja—. Además... extraño nuestras charlas en el castillo —susurró.
Su aliento chocó con mi piel y eso hizo que una sensación extraña apareciera en mi pecho.
Mi corazón se empezó a acelerar y mi respiración también.
Era raro cómo los días se hacían más largos sin nuestras charlas nocturnas, las noches se hacían eternas.
—Tal vez debamos... Retomarlas, por lo menos hasta que vuelva tu hermana —volvió a sonreír.
—Tus deseos son órdenes, mi reina.
¿Qué acababa de decir? ¿Me dijo su reina? ¿Acaso yo me estaba enamorando de aquella arquera fría que me trató con cariño y que confía en mí?
No, es tonto pensar en esas cosas. Ella y yo somos de dos mundos diferentes, jamás podría funcionar.
—Llegamos.
No me di cuenta cuando Titán frenó, pero en cuanto levanté la vista vi que había un sitio enfrente a la orilla de la isla.
Con cuatro columnas que tenían un techo hecho de tela, la tela la sujetaban sogas de color dorado, al rededor de las columnas. También había dos sillas, una mesa de madera y sobre ella había frutas, comida, dos copas y una jarra de otro.
En la orilla había plantas y eso le daba un toque.
—Que lindo...
No sabía cómo reaccionar.
Se supone que cuando le agradeces algo a alguien le das un presente, pero Rachel estaba a otro nivel.
—¿Vamos? —ella se bajó del caballo.
Pasé mi pierna hacia el otro lado y al bajar, Rachel me sostuvo de la cintura. Estábamos muy cerca, tan cerca que nuestros labios podían rozarse.
—Me gustan tus ojos... —solté sin más.
—A mí me gusta tu sonrisa, deberías mostrarla más.
Mis pies tocaron la arena, pero mi vista no se despegó de los ojos de Rachel.
—¿Tienes hambre? —asentí.
Sin pensarlo nos dirigimos hacia el sitio y cada una se sentó en una silla. Miré el atardecer y me puse a pensar.
¿Era tan malo sentirse así por alguien que no pertenece a tu mismo mundo? ¿Era peligroso? ¿Sería lindo entregarle tu corazón a alguien sabiendo que esa persona puede usarlo en tu contra?
Nunca le había entregado mi corazón a nadie, pero cuando le entregué mi amistad a alguien, solo hice que sufriera y no quiero eso para Rachel.
No estaba segura si al entregar mi corazón pasaría lo mismo que sucedió en el pasado.
—¿Quieres? —ella me ofreció una frutilla.
—Claro —ella acercó la frutilla a mi boca.
—Yo te la doy, lo saboraréas mejor —dudé—. Confía en mí.
Abrí la boca lentamente y sentí como la frutilla chocaba con mis labios, mordí la fruta y lentamente la fui masticando.
—Ahora cierra los ojos.
Cerré lentamente los ojos.
—¿Puedes sentir el jugo de la fruta? ¿Cómo se deshace? ¿Puedes sentir el ruido del agua? ¿El olor a la arena? —asentí.
Al cerrar mis ojos, pude sentir todo de otra manera. Sentí esa sensación otra vez.
—Abre los ojos —lo hice.
—Estaba rico.
—Pensándolo mejor, me comeré todo yo —ella tomó un pedazo de pan de miel.
-No, princesa —la detuve—. Yo también quiero.
—Entonces ataquemos -ambas reímos.
Empezamos a comer todo lo que estaba en la mesa. Comimos, bebimos y la noche se hizo presente. Durante este rato hablamos de cosas sin importancia.
—Dime algo que nadie sepa.
Podría decirte toda mi vida...
—Nunca me había enamorado -ella alzó las cejas.
—¿Nadie te llamó la atención?
—Digamos que no fue por falta de chicas, pero no estaba dispuesta a entregarle mi corazón a nadie.
—¿Por qué? —preguntó confundida.
—Porque entregarle tu corazón a la persona equivocada puede hacerte daño y no quiero sufrir.
—Entiendo lo que dices, pero no todas las personas son malas.
—No sé...
—¿Sabes? Sé lo que es tener miedo a que te vuelvan a lastimar, pero si te sirve de algo, no pienso lastimarte...
Sus ojos me decían que ella era sincera conmigo y que de verdad quería protegerme así como yo a ella.
—No quiero que te lastimen por mi culpa.
—¿Sigues preocupada por el enmascarado?
—No podría ser diferente, es mi deber como general.
—Tranquila, no sucederá nada.
Esperaba que ella tuviera razón, pero creo que en el fondo ambas sabíamos que esa historia no terminaría ahí.
—Ahora cuéntame algo que nadie sepa de ti.
—Creo que ya sabes mucho de mí —se puso seria.
—Solo sé que te gusta comer —me miró e hizo una sonrisa de lado.
—Me gusta cabalgar, me relaja y me hace sentir libre de la presión de mi hermana —confesó.
Estaba claro que ellas no se llevaban bien, pero el motivo de eso me deja con intriga y creo que nunca podré saber el motivo.
Sé que hay algo más en esa historia, siento que el "motivo" es lo que tiene triste a Rachel.
Pero no hay manera de asegurarlo.
Miré hacia el horizonte y desde lejos se podían ver un par de estrellas.
—Ven —me dirigí hacia la orilla.
Ambas nos sentamos en la arena y nos pusimos a ver el cielo nocturno.
—¿Ves esa estrella de ahí? —la señalé.
—Es muy linda...
—Es la estrella más brillante hasta el momento, se llama Sirio.
—¿Cómo lo sabes? —frunció su ceño.
—Porque estudie el sistema solar en la escuela y aprendí un poco de las estrellas.
—Las estrellas no son lo único lind... —un sonido nos interrumpió.
Nos levantamos y nos pusimos alertas, mirando para todos lados en busca de aquel sonido.
—¿Es un caballo corriendo?
—Titán —susurré.
Sin pensarlo fuimos corriendo hasta donde estaba Titán. Rachel corría como si su vida dependiera de ello.
Cuando llegamos al lugar vimos al caballo de color negro. Estaba como cuando lo dejamos, no parecía alterado o algo así.
Ninguna de las dos entendía de donde provenía el ruido. Solo sabíamos que no estábamos solas.
Ella se subió al caballo.
—Sube —me ordenó.
Me subí y rodeé la cintura de Rachel con mis brazos, para no caerme en caso de que tuviéramos que correr.
—No estamos solas —susurró.
Las pisadas del caballo cesaron, haciendo que mi corazón lata aun mas rápido.
—No tengas miedo, estoy contigo —me susurró.
—Tengo más miedo por ti que por mí —susurré.
El silencio reinaba en el ambiente junto a la oscuridad y el miedo.
La única luz que había en el lugar era la de la luna y las estrellas.
No tuvimos en cuenta que la noche llegaría tan pronto.
Titán relinchó un par de veces, Rachel lo intentó calmar, pero era en vano ya que se podía notar que ella también estaba asustada.
—Tranquila, no estás sola —intente calmarla.
—No puedo calmarlo -miró a sus alrededores—. Bájate, ahora.
—¿Qué? ¿Por qué? —no entendía nada.
—Confía en mí. Bájate, ve hacia las plantas y no te muevas de allí por nada del mundo.
Esta situación no me gusta.
Hice lo que me pidió, me bajé del caballo y me escondí entre las plantas que estaban cerca de la orilla.
Una sombra se acercó, una persona a caballo.
—Titán nunca me querrá —dijo una voz femenina.
¿Acaso era la reina?
—Él no podría querer a alguien como tú —la reina se hizo presente.
¿En qué momento llegó? ¿Por qué nadie le avisó a Rachel?
Ella montaba un caballo de color blanco, que ironía...
Se supone que el color blanco representa pureza y paz y la verdad era que la reina no inspiraba nada de eso.
La luz de la luna no me dejaba ver bien la escena, pero podía escuchar su conversación.
—¿Dónde está? —preguntó en un tono serio.
—Hola, Rachel ¿Cómo estás?— la imitó—. Al fin y al cabo soy tu hermana y tienes que preocuparte más por mi —la enfrentó.
—Tú lo arruinaste todo, Rachel. Siempre lo haces, pero no te preocupes, tarde o temprano aprenderás.
¿Qué quiso decir con eso?
¿Qué fue lo que arruinó? ¿Ese era el "motivo"?
—¿Dónde está? —volvió a preguntar.
—No soy el ángel guardián de tu general —su caballo se acercó a Titán.
¿Por qué me busca? ¿Piensa que voy a huir?
—No me provoques, Rachel...
—No sé dónde está, ni me interesa —respondió con furia.
—¿Qué hacías aquí?
Ante esa pregunta los nervios se apoderaron de mi mente y crearon un montón de escenarios en donde la reina nos descubría.
Aunque si la reina la encontró, significa que ella ya estaba en la isla desde hace unas horas, lo que significa que ella podría habernos vigilado todo el día.
Pero de ser así ya sabría que yo estoy aquí...
—Quería algo que no existe en esta isla por tu culpa, paz...
—Lo arruinaste todo ese día y lo sabes.
—No tuviste que haberme salvado, nunca te lo pedí... —su tono de voz era de tristeza.
Titán empezó a caminar de regreso al castillo y la reina fue detrás suyo.
—No serías nada sin mi y lo sabes —Titán frenó de golpe.
Rachel tiró de la correa del caballo y se puso enfrente de su hermana.
—¡Al menos yo hago algo! ¡Tú nunca hiciste nada!
—Porque es inútil y a ti te encanta ilusionarte con historias ficticias.
¿Historias ficticias? Cada vez entendía menos su relación, hay algo que no se atreven a decir.
—No necesito tu ayuda para cumplir mi objetivo en la vida.
La reina sacó su espada y la colocó en el cuello de Rachel.
—¿Quieres morir? —ella no se inmutó.
Cuando vi como el filo de su espada estaba en la suave piel de Rachel, toda mi vida pasó por delante de mis ojos.
Ya había sufrido por no hacer nada, no puedo dejar que esto se repita otra vez. Tengo que hacer algo.
Confía en mí. Bájate, ve hacia las plantas y no te muevas de allí por nada del mundo.
No estoy dispuesta a perderte. Tengo una idea.
—Te arrepentirás por el resto de tu vida y mi muerte no aminorará el peso que tienes en la conciencia.
—Tú no sabes nada —saco el filo de la espada del cuello de Rachel.
En silencio, salí de detrás de las plantas y me hice presente ante la escena.
—¿Acaso me están vigilando? —ninguna de las dos dijo nada.
—¿Dónde estabas?
—Caminando —respondí con el ceño fruncido.
La reina miró a Rachel y ella actuó como si no me hubiera visto en todo el día.
—Te lo dije.
—¿Sabes montar a caballo? —asentí.
—Entonces sube a mi caballo y vamos al castillo.
—Que se suba al mío y yo me voy contigo —podía ver el miedo en sus ojos.
—Las órdenes las doy yo.
Rachel se bajó del caballo y se dirigió hacia mí.
—Sube al caballo. Ahora, Kate —su mirada me dijo que tenía que hacerlo.
No lo dudé y me subí al caballo. Rachel se subió al caballo de su hermana y el caballo empezó a correr, alejándose de mí.
Las vibras que me transmitía esa mujer no eran positivas, todo lo contrario.
Si Rachel no hubiera intervenido de no ser necesario, sólo lo hizo para protegerme... ¿De su hermana?
Los ojos marrones de ella te transmitían a sus más oscuros pensamientos y deseos, mientras que los ojos azules, que a veces se tornaban de un color zafiro, transmitían dolor, sufrimiento, protección y amor.
Eso era lo que yo veía en ellas.
Llegué al establo para dejar a Titán y en cuanto me iba me encontré con Derek.
Aquí vamos otra vez.
—¿Por qué estás con Titán? —cuestionó.
—Porque Rachel me dejó. Ahora apártate de mi camino.
Seguí caminando, pero él me tomó del brazo y me dio la vuelta para que lo viera a la cara.
—Aléjate de ella.
—No eres quien para manejar mi vida, ni la de Rachel —me deshice de su agarre.
—Rachel está con la reina en la sala del trono. Mientras no esté, cuídala —me pidió.
¿Acaso se iba a ir de la isla? Al fin una buena noticia.
—¿A dónde irás?
—Es secreto, solo te pido que la cuides, pero procura no acercarte a ella.
A continuación Derek se fue junto a otro soldado.
Esta noche no puede ser más extraña de lo que ya es.
¿A dónde iba Derek? ¿Por qué todo el mundo me decía que tenía que alejarme de ella? Si Rachel no era mala conmigo, siempre me cuidó y me protegió, nunca me hizo mal alguno.
Aun recuerdo cuando le dije que no la quería volver a ver, pero sin embargo, ella siempre estuvo conmigo.
Estar lejos de ella no es una opción y nunca lo será.
Al llegar a mis aposentos me tiré en la cama y me puse a recordar el día que tuvimos hoy, como Rachel intentaba acercarse a mi.
Su cuerpo era cálido, la manera en la que me trató era dulce y tierna.
Recordé lo feliz que estaba cuando estuvimos cabalgando, nunca había visto ese brillo y esa sonrisa en su rostro.
Salí de mis pensamientos cuando unos golpes desesperados se hicieron presentes.
¿Quién toca la puerta a esta hora?
Me levanté de la cama y me dirigí hacia la puerta, los golpes no cesaban y cada vez eran más fuertes y más desesperados.
—Kate... —la voz de Rachel se escuchó quebrada.
Estaba llorando.
De inmediato abrí la puerta y la imagen que se me presentó hace que casi se me saliera el corazón del pecho.
Rachel tenía su mejilla roja, su labio estaba partido al igual que su ceja derecha y tenía marcas de dedos en la mano.
—No puedo más —ella me abrazó y se largó a llorar.
La persona que le haya tocado un cabello a Rachel tiene los días contados.
—¿Qué pasó? ¿Quién fue?
Ella no me decía nada, solo lloraba.
—Dime algo —me partió el alma verla así.
—Fue Tatiana —me abrazó más fuerte y yo cerré la puerta.
Se sentó en el borde de mi cama, me agaché y puse mis manos en sus rodillas.
—¿Quién es Tatiana?
—Mi hermana —confesó.
Rachel está con la reina en la sala del trono. Mientras no esté, cuídala.
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