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Capítulo 12

Cuando Logan se presentó un par de semanas después a mi habitación, no supe qué hacer, él llegó totalmente arrepentido y me juró que todo había sido un error.

—No puedo perder a lo mejor del mundo y a lo mejor que me ha pasado en la vida; ni ahora ni nunca —Logan carraspeó un poco un poco—. No me lo perdonaría jamás.

—¿Estás consciente que no me felicitaste en mi cumpleaños; solo fue una llamada y la cual fue en la madrugada del catorce de mayo para decirme «lo siento, no pude asistir a la fiesta» para que, inmediatamente, colgaras la llamada? —lo enfrenté directamente—. ¿Sabes cuántas veces me culpé por esto? ¿Sabes que ese día me puse mi mejor ropa para estar contigo? ¿Lloraste en tu cuarto todas las noches porque no me felicitaste y solo me llamaste para decirme que lo sentías?

—Estábamos en pandemia… —oh, no. No ibas a usar la vieja excusa de la pandemia conmigo, porque no te iba a funcionar, Logan.

—Mi amiga Lindsay vino —aún seguíamos en pandemia, pero ya se podía viajar de un país a otro con todas las medidas y todo eso—. Y vino desde Suiza a verme, con todo y pandemia.

—Te prometo que te lo compensaré, Louis, calma —mentalmente, comencé a reírme de lo que me decía porque ¿compensarme? ¿De qué manera, realmente?

—Esto nunca —lo miré directamente a esos perfectos ojos azules que tenía y que en algún momento me volvieron loco; ya no más por ser un imbécil y por ser una de las peores relaciones que tuve—. Escúchame bien; ¡jamás en la vida vas a poder compensarlo!

—Sé que te duele, créeme —yo, personalmente, ya estaba un poco cansado de que Logan no dijera cosas más inteligentes: ¡obvio me dolía!—. Es solo que no sabía con qué cara verte.

—Perdona, ¿qué? —algo olía mal, bastante mal—. ¿Qué quieres decir exactamente con eso? ¿Qué pasó? ¿Qué mierda hiciste?

—Nada —no le creí, por obviedad y por evidentes razones—. Pero es que semanas atrás te había tratado mal. No mereces cómo te traté y me sentí culpable, sentía que no podía verte y cantarte «feliz cumpleaños» mientras era evidente que yo estaba haciéndote daño.

Había sido mi turno de ponerme a llorar como loco; otra vez, ¿ponerme a llorar con Logan se había vuelto algo rutinario y normal en mi vida? Muy seguramente sí. Si tan solo él hubiera sabido que me estaba haciendo daño (así como todo el daño que le estaba haciendo), porque después de todo, yo mismo me empecé a culpar por todo lo que pasaba en mi vida. Logan intentó acercarse a mí para intentar abrazarme, pero no lo logró, le pedí que me dejara tranquilo y que estaría bien, solo que necesitaba que se fuera de donde estaba.

Después de que Logan se fuera a su habitación (que esta vez le tocó en el primer piso del hotel) me recosté en la cama y seguí llorando. Casualmente recibí una llamada de Lezley, la cual no respondí, por evidentes razones; Logan le había contado lo que pasó entre nosotros, o eso supuse. ¿«Problemas en el paraíso»? No, ¡eso era un maldito infierno! Lo sabía porque las cosas entre Logan y yo ya no eran como antes. Lo único, la única cosa que yo quería con el corazón, era que Logan estuviese ahí conmigo, jamás cuestioné por qué no me felicitó en mi maldito cumpleaños; el cual estuvimos planeando con anticipación durante mucho tiempo, pero me sentía peor por lo que me dijo. Lloré tan fuerte que David llegó a mi habitación a preguntarme si todo estaba bien y cómo estaba yo.

—¿Logan? —preguntó David.

—Logan —afirmé mientras me engujaba mis lágrimas y seguía llorando; ¿en qué clase de estúpido y romántico me convertí por el supuesto amor que Logan me juró desde que me conoció?—. Nuevamente me hizo sentir culpable.

—¿No habíamos quedado en que Logan es un «pobre niño bobo y que chingue a su madre»? —David no intentó abrazarme porque sabía que cuando estaba así, lo mejor era estar lo más lejos posible que se pudiera de mí.

—Sabes que no digo palabras altisonantes ni en español ni en inglés o en francés o en algún otro idioma —resoplé.

—Deberías, es más divertida la vida en muchos aspectos —reconoció—. Además, no te hagas tanto el santo, la madrugada del día después de tu cumpleaños le dijiste a Logan un par de groserías mexicanas y le fuiste infiel conmigo. Nos acostamos, de hecho, y también estabas como mi perrito buscándome.

—Lo sé —admití que estaba mal—. Pero yo estaba ebrio y estando sobrio nunca diría eso de él. Me hiciera lo que me hiciera.

—Sé que estás muriéndote por dentro, Louis, pero es hora de olvidar y perdonar todo —en esa ocasión yo me abalancé hacia él y lo abracé, esa solo fue una de muchísimas más veces que yo lo abrazaba primero. David me correspondió el abrazo, supe reconocer que en verdad quería estar con ese treintañero tan hermoso y que siempre había visto por mí porque se había preocupado por cómo me iba en la vida.

—¡Ah!, ¿o sea que me estás cambiando por este chiflado? —Dios mío de mi vida, sentía que se me salía el cerebro por los oídos, tenía un nudo en la garganta del tamaño de mis riñones y sentí cómo me puse pálido de repente—. Si te hace sentir mejor, ya sabía que tarde o temprano algo iba a pasar entre ustedes dos, Louis. Y sí también te puede hacer sentir mejor, yo te engañé primero, en el avión; y fue con un chico tan sexy, no perdí la virginidad en ese preciso momento porque eso pasó a los 17, un poco antes de que te sentaras con nosotros en la mesa de los…

—«Inadaptados Sociales» —le robé la palabra a Logan—. Conozco el término muy bien, de hecho fue su primo —señalé a David—, quien los empezó a llamar así hace ya mucho tiempo.

—Olvidaste que de paso tanto tú, Katherine, Marie y media escuela también nos conocían por ese término; ese término tan denigrante, Gerald —Logan solo puso los ojos en blanco y se fue por donde llegó, casi-. Ahora me queda claro que tú, Gerald, sí te irías a la cama con quien sea necesario para elevar tu carrera. Ya puedo ver tu álbum debut muy pronto y verte liderando todas las listas de éxitos del mundo, maldito —no sin antes añadir otro de sus comentarios estúpidos y que no tenían nada de sentido.

Eso me dolió mucho y como nadie podría imaginarlo jamás. Sin darme cuenta, ya estaba llorando; otra vez; ¡carajo! ¿De verdad era necesario que me pusiera a llorar en cada oportunidad que tenía para hacerlo? Porque eso era tan patético, y me senté en el piso, abrazando mis rodillas contra mi abdomen, con la espalda contra la pared. Claramente escuché a Logan reírse de mí y decirme que eso era «lo más patético que me había visto hacer jamás», David primero se acercó a mí para intentar apaciguarme, sin éxito alguno; después de escuchar a Logan reírse de mí, David explotó y fue directo a Logan; tomándolo por los hombros fue que le dio la vuelta para quedar cara a cara a él.

—¿Y tú a dónde diablos crees que vas, Logan? —David casi escupió las palabras, se podía ver que podía sacar humo por las orejas—. No vas a ningún lado; al menos no sin antes pedirle perdón a Louis Gerald.

—¿Perdón? ¿Quieres que le pida perdón a Louis Gerald por engañarme? —yo seguía llorando porque no podía creer que esto me estuviera pasando a mí; en serio, ¿cuántas lágrimas más le iba a dedicar a ese imbécil?—. ¿Eso quieres?

—¿Engañarte? ¿Eres un imbécil o algo por el estilo, acaso? —David cerró su puño, listo para golpear a Logan, sabía que yo iba a impedir que David golpeara a Logan—. Si Louis me estaba abrazando era porque necesitaba un abrazo porque tú lo hiciste sentir muy mal y culpable por algo que no cometió, idiota, ¿no te das cuenta de ello? ¿No puedes ver más allá de tu soberbia? ¿Sabes lo que sufrió? —Logan cambió su mirada de divertido a una mirada de preocupación y de sentimiento de decepción por sí mismo.

—¿En serio Louis estaba llorando por mi culpa, solo lo abrazaste para consolarlo y no hay nada entre ustedes? —Logan no podía creer lo que estaba escuchando y fue por eso que repitió lo que David dijo, sort of—. Le confesé que lo engañé, me siento como una mierda. ¿Es en serio lo que me estás diciendo? —me escabullí, sigilosamente, a donde estaban ellos dos.

—Sí —yo hablé con voz temblorosa, nunca me vieron llegar, ninguno de los dos pudo haberlo hecho, me aparté de Logan cuando intentó abrazarme y acercarse a mí—. No, no me toques: me dijiste que soy un «maldito» y encima me engañaste. Además de que fuiste tan idiota que me lo confesaste todo.

—Louis, no te engañé, lo inventé porque creí que sí me habías engañado con este chiflado —al decir esto, Logan señaló a David y este último solo hizo una mirada de asco por el comentario despectivo de Logan—. Lo siento, David, pero es la verdad.

—Ok, es solo que este «chiflado» —volví a tomar a David por los hombros—, sí me felicitó en mi cumpleaños, él estuvo conmigo todo ese día y parte de la madrugada del día siguiente.

—¡Ay, Dios mío! ¿Eso quiere decir que sí me engañaste con este ch

—¿Quieren dejar de llamarme «chiflado», por favor? —Logan fue interrumpido por y este por fin habló.

—Lo siento, es que sí estás un poco chiflado, David —Logan no podía ocultar el enojo en su voz—. ¿Quieres decir que sí me engañaste con tu manager?

—¡No! —ambos, David y yo, gritamos al mismo tiempo, a pesar de que sí lo hice.

—¿Estás seguro de lo que dices, Gerald? ¿Muy seguro? —“oh, no, como diría Taylor Swift en Blank Space; I hesitated, but answered him anyway; eso fue de Miley Cyrus en Bottom Of The Ocean, no pude decirle la verdad.

—Sí, bastante seguro de ello —me dolía tener que mentirle a Logan, ni siquiera supe la verdadera razón por la que lo hice.

—Ok, te creeré —ay, no, ¿acaso la intención de Logan era hacerme sentir más mierda de lo que ya me sentía?

David me lanzó una mirada furtiva de culpa, ahí fue que yo sentí la necesidad de abrazarlo y decirle que todo estaría bien. Aunque, por otro lado, yo sentía y creía; estaba completamente seguro, de que Logan sí me había sido infiel, sobre todo porque había una frase que decía que en cada mentira siempre hay un poco de verdad y en cada verdad siempre hay un poco de mentira. Me salí del hotel, con mi cubrebocas, gel antibacterial, una careta, unos guantes y some sun glasses. Así nadie me reconocería, o eso creí yo, porque era imposible que alguien me reconociera.

No sabía que un par de fans míos me reconocerían y tuve que decirles que no a un par de fotos por la contingencia y teníamos que tener distancia entre nosotros.

S'il vous plaît, juste une photo —un fan me estaba rogando, revisé con mucha atención la calle donde me encontraron mis fans. ¡Qué hermoso era el mundo y que bella era la vida para que, por fin; en ese preciso momento, pudiera tener fans!

—Ok, de acuerdo, pero vamos a un sitio menos concurrido. Y no publiques la foto, no la subas en tus redes sociales, no hagas nada que pueda meterme en problemas, por favor —le pedí a ese dulce chico que, por favor, no subiera la foto a las redes sociales porque podrían meterme en problemas por no tener una distancia adecuada con la gente; además de que en la foto saldríamos sin cubrebocas, caretas, guantes antisépticos y lentes.

Nos quitamos todos nuestros artefactos para la foto, tomaron un par de fotos y un par de selfies; con mucho cuidado de que no nos vieran los policías porque podrían llevarnos ya que andar sin cubrebocas y tan cerca era un delito. Me despedí de mis fans y seguí caminando por las calles de París sin rumbo alguno a donde ir, extrañaba mucho estar en Estados Unidos, obviamente, aunque una parte de mí ya estaba acostumbrada a estar en «la Ciudad del Amor». Ya no supe nunca qué había pasado con Logan y David (aunque tampoco me interesaba en lo absoluto). Seguí y seguí caminando mientras me daba vueltas por las adoquinadas calles de París. Incluso pasé cerca del Teatro Olympia (que es donde estuve con Taylor en el City Of Lover, el cual solo fue un día y desde entonces me quedé en París viviendo y estando debatiéndome entre si Logan o David). También pasé al Starbucks más cercano a comprarme un delicioso café Macchiato. Iba caminando en dirección hacia el norte cuando alguien chocó contra mi cuerpo y de repente sentí cómo me iba quemando porque, aparentemente, la cosa o persona que chocó conmigo, me había tirado su café (el mío quedó en el piso), en mi brazo derecho.

—¡Ey! ¡Cuidado! —grité mientras me sacudía e intentaba limpiar el café que me habían arrojado, sin mucho éxito porque necesitaba un pañuelo y no llevaba uno conmigo ese día, lo lamenté por siempre; ¡Dios! ¿Por qué el mundo giraba en mi contra?—. ¿Quién te crees que eres? ¿No tienes ojos o qué? ¿No pudiste ver por dónde caminabas o qué rayos? —yo le seguía gritando, pero no volteé a verlo ni un segundo y supe muy bien que ambos nos quedamos de pie petrificados, uno por tirarme el café y yo porque me estaba limpiando; además de que sentía la necesidad de quedarme ahí. Algo me lo decía.

—¿Quién me creo que soy? ¿Ya no me recuerdas, Louis?

—¿Richard? ¿Eres tú, de verdad?

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