5| Tabatha
Martes 13 de septiembre de 2016
"¿Hablamos ahora o te has ido otra vez?" Escribo a Michael al terminar mi última consulta y despachar a Mel en un taxi. Ayer no pude encontrar a "mi novio" en ninguno de los lugares habituales y, por supuesto, tampoco cumplió la cita que acordamos en mi despacho.
Tengo el medidor de ira a reventar y la sensación de que el tiempo para detener la impresión del periódico se me acaba. Sin embargo, no he querido enfrentar a Jocelyn hasta no tener la certeza de que conozco a su informante y que no seré atrapada en alguno de sus juegos mentales. Porque la conozco lo suficiente para saber que no es conveniente negociar con ella cuando tiene la ventaja del conocimiento.
Recibo un "¿Puedes venir a la piscina ahora?" y ni siquiera me molesto en responder antes de ir a su encuentro. Atravieso el estacionamiento y los pasillos vacíos, pero no me toma más de cinco minutos empujar las puertas dobles para acceder a la piscina. Observo a Michael cambiado y sentado en el poyete del carril cinco y a Robert en la banca de espera justo frente a él.
"¿Y a él quién lo invitó?", murmura Taby y tengo que fruncir el ceño en consecuencia, porque son mi supuesto novio y mi crush juntos y esperando por mí.
La idea de maniobrar dos sentimientos contradictorios en el mismo lugar no suena tentadora, pero marcharme no es una opción. He venido a encarar a mi novio y no me iré sin hacerlo.
Rodeo la piscina, porque la puerta está justo al frente y en el centro de la extensión de los carriles, y observo, con la ventaja que me ofrece ser la que esperan, la espalda tensa del pelirrojo. Robert está inclinado frente a él, por lo que no alcanzo a ver su rostro, pero sí su cabello húmedo, despeinado como si se acabara de pasar una toalla para secarlo.
"Quien fuera esa toalla".
—Tabatha —saluda poniéndose de pie una vez que me encuentro junto a ambos.
Intenta actuar con normalidad, pero es obvio que sabe lo que está ocurriendo porque no deja de observar a su amigo, que demora su giro el tiempo suficiente para desesperarme. Si tenía alguna duda de su culpabilidad, ya no la tengo. Así que me olvido de alguna posibilidad conciliadora y ni siquiera saludo, antes de dirigirme al pelirrojo.
—Michael, ¿podrías dejar de ser un cobarde y tener la decencia de mirarme, aunque sea una vez, para que te termine como corresponde?
—Lo suyo no es la sutileza —murmura Rob, en medio de una tos fingida que no disimula para nada su diversión, cuando Michael pierde todas sus pecas en el camino a encontrarse con mi rostro y se iguala a nosotros al ponerse de pie.
Ahora, soy la más pequeña de los tres, pero eso no me intimida. He venido por una explicación y no me iré sin ella.
—Taby, yo...
—Taby nada, Michael —lo detengo—. Llevo casi dos meses siendo tu tapadera y colocándome a mí misma es una posición que no disfruto al fingir estar en una relación hasta con mi familia, mientras tú juegas conmigo a tu conveniencia.
—Lo siento —dice con su cara de borrego y parte de mí se quiere ablandar. Sin embargo, recuerdo el horrible titular.
—No quiero una disculpa, Michael, necesito una explicación razonable —objeto y observo a Robert que se ve incómodo desde su lugar. Ya no parece divertido y se ve tenso, así que decido ayudarlo—. ¿Crees que tu amigo podría dejarnos solos o seguirás respaldándote en otros toda la vida?
El capitán de los Sharks me observa asombrado, pero no se aleja de Michael hasta que él mismo se lo pide. Robert le informa que esperará fuera y me asiente antes de salir.
—¿Y bien? ¿Cuál es tu justificación?
—No creo que sea lo bastante aceptable —admite—. Soy un idiota que no supo manejar la presión y consideró que sus padres estarían satisfechos.
No entiendo qué tendrían que ver sus padres con el periódico escolar y se lo hago saber.
—¿De qué hablas?
—¿No me estás reclamando por haberle dicho a mis padres que somos novios?
—¡Por supuesto que no, Michael! Ya hablamos de esto, entiendo que estuvieras nervioso...
Michael traga un nudo y yo retrocedo por puro instinto.
—Excepto que no lo estabas, ¿cierto? —cuestiono con las manos en alto, cuando él intenta acercarse—. ¡Oh, Dios mío! ¡He sido una idiota!
—No, no, Tabatha, no has sido más que un ángel conmigo.
—No te atrevas a adularme ahora —exijo—. Vine aquí para preguntarte por qué me entregaste a la mayor depredadora de Lander y me entero de que me has manipulado todo el tiempo.
Es su momento para lucir asombrado, porque los ojos verdes de mi contraparte no pueden esconder su confusión del mismo modo que yo dejo de entender lo que está ocurriendo.
—¿Tú no fuiste la fuente de la nota sobre mí que sacará Jocelyn el viernes?
—En mi vida he hablado con McCoy más de dos frases, Tabatha —responde.
—No lo entiendo —murmuro para mí misma—. ¿Lo sabría desde antes? ¿Por qué lo diría ahora?
Excepto que lo entiendo. Lo comprendo demasiado rápido y me siento estúpida por no haberlo pensado desde ayer. Anabelle Harrison, que regresó a la escuela a cursar el grado anterior, es el único contacto en común que podríamos tener la directora del periódico escolar y yo. También, la única que tendría información tan completa y que podría dársela a Jocie en confidencia.
—¿Todo está bien, Taby? —pregunta Mich.
Cierro los ojos y respiro. Hay demasiado que manejar ahora mismo, pero al menos sé que no he sido vendida. Todo está claro ahora. Salvo por la motivación de Michael para envolverme en su enredo de los novios.
—¿Por qué lo hiciste? Si no fue accidental, ¿por qué dijiste que somos novios?
Le toma un momento responder. Llego incluso a creer que no lo hará. Sin embargo, me mira con una disculpa en su rostro y habla.
—Mis padres estaban aceptando lo de la música, pero aún tenía los cursos de finanzas, el campamento de jóvenes líderes, el diplomado de administración y no sé qué otras cosas. El día que dije que salíamos había perdido el vuelo a un campamento, porque estaba en una audición para una beca en Londres... —explica y tiene que ver mi rostro ilusionado, porque rechaza mis ideas con una negación contrita—. No pasé, Taby, dieron los resultados hace una semana.
—Lo siento, Michael, pero sabes que una batalla perdida no significa nada.
—No te preocupes, no me he rendido, solo sé que tomará más. El punto es que cuando llegué a casa, mi padre estaba furioso y mi madre me miraba decepcionada. Pensé en muchas cosas, incluso decir la verdad, pero no pude hacerlo. En su lugar, les dije que no quería ir porque había estado saliendo con alguien y no quería dejarla.
—¿Y eso cómo era mejor que confesar que habías estado cantando?
—Porque aun estando decepcionados, cuando les dijera que salía con la única heredera de Zack Walton, estarían complacidos.
Se siente como un golpe y el problema es que lo entiendo. Michael no ha sido el primero que se ha acercado a mí por ser la sobrina política de un famoso inversionista sin hijos conocidos.
Pienso en la tía Luna una vez más y su seguridad al afirmar que todos querrían ser mis amigos, y me pregunto si tiene que ver con eso. Si el hecho de haber quedado huérfana y a cargo de dos personas con muchísimo dinero se traduce en que nadie rechazaría estar cerca de mí. Las inseguridades de siempre se manifiestan y tengo que morder mi mejilla para no actuar como una tonta.
—Espero que entiendas que hemos terminado —informo, manteniendo el rostro imperturbable.
Michael asiente sin protestar y yo estoy a punto de marcharme, pero me detiene, antes de que le dé la espalda.
—Entendería si no quieres hablarme, pero quiero que sepas que, salvo por lo del noviazgo falso, sí te considero una amiga y me siento terrible por lo que hice.
—Más vale que lo hagas.
No agrego nada más, pero caminar lejos de Michael se siente mal. Todo el tiempo que me toma recorrer la piscina me imagino cuán difícil será para él ahora que no tiene un soporte y que los cursos, los campamentos y los diplomados no podrán ser ignorados.
Pienso en cuán privilegiada soy al no tener la presión de las expectativas de nadie, porque tengo dos tíos geniales que, salvo por su nula capacidad de mostrarme que respetan mis espacios sin parecer desatentos, confían en mis decisiones y las apoyan sin reparos. Con eso en mente, no soy capaz de dejar el lugar sin dirigirme una última vez a Michael. No me giro y mantengo mi palma abierta sobre una de las hojas de la puerta.
—Si sirve de algo, puedes decirles a tus padres que terminamos en buenos términos y que somos amigos —declaro alzando un poco la voz para que, aún con la distancia que nos separa, pueda escucharme con claridad—. De mi parte corre que esta vez no sea falso.
Escucho un "gracias" y empujo la puerta con una sonrisa que no esperaba tener cuando entré a esa habitación hace un rato. Robert es lo primero que veo una vez estoy fuera. Sin embargo, tan rápido como la primera vez que lo vi, él se marcha con destino a la piscina y a su amigo.
"No fue tan mal", dice Taby en un suspiro y yo tengo que estar de acuerdo.
Mi verdadera batalla ha sido pospuesta.
~~~~
Miércoles, 14 de septiembre, 2016
La mañana del día siguiente, no por respeto, sí por decencia, golpeo mi puño en la puerta del aula de redacción y no entro hasta que no soy bienvenida.
He cancelado mis consultas de hoy e informado a una Mel preocupada que estaría visitando a Jocelyn McCoy para negociar la publicación de mi nota. Poco me importa que esas sean sus horas productivas y menos aún que el aula no esté sola. Por ello, saludo y converso con cada uno de los miembros del equipo, como es habitual, debido a mi rol de presidenta estudiantil, y me tomo mi tiempo antes de dejarme caer al lado de la razón de mi visita.
Jocie me observa, pero más allá de una mirada disgustada, no hace nada para atenderme. Ella sabe fingir tan bien como yo que mi visita no es más que una inspección de rutina.
—¿Aprobarán la compra de una nueva impresora, señora presidenta? —cuestiona McCoy, acomodando sus gafas para observar bajo su lámpara que la retícula esté bien hecha en una impresión de prueba.
La maquetación del periódico de Lander es todo lo que está bien en el mundo, pero raro sería que no, considerando lo meticulosa que es su jefa. La rizada y yo seríamos buenas amigas si no viviera compitiendo por la atención del mundo.
—Estuve conversando con el rector y me aseguró que el próximo mes tendrían la impresora aquí —informo, dirigiéndome al equipo, porque sé que ellos también han tenido que pagar con su tiempo los problemas que el aparato les ha estado dando.
Varios de los muchachos aplauden y otros me asienten en agradecimiento. Sin embargo, ninguno detiene su tarea, pues están a mil, teniendo tan cerca la entrega de la tira de la semana.
Jocelyn no reacciona de manera positiva a mi respuesta, pero sí me mira con una ceja arqueada, esperando que revele mi verdadera razón de estar allí.
—Vengo a negociar la nota que dejaste en mi casillero.
—No te preocupes, alguien más lo ha hecho por ti —informa, no sin molestia—. ¿Sabes, Johnson? Me impresiona cuánta popularidad has alcanzado por joderme la vida.
Y me río. Me resulta gracioso que mi mayor bully se atreva a afirmar algo como eso.
—¿Te jodí la vida al ayudar a una persona que tu cobardía estaba reprimiendo? —cuestiono igual de molesta que ella, importándome poco que no estamos solas.
Estoy más allá de la indignación y Jocelyn lo nota, porque pide a su comitiva que se retiren media hora a merendar. Por supuesto, nadie chista. Es bastante obvio que nuestra conversación no está destinada a terminar de buena forma y no quieren presenciar ese desastre.
—¿Llamas ayudar a hacer que una persona deje la escuela por un año? —pregunta furiosa.
—Hay que ser descarada en la vida para culpar a los demás por los problemas que hemos causado —digo—. ¿Quieres que te recuerde que la que padeció ataques de pánico por meses fue Anabelle, luego de escuchar de manera repetitiva que todos la acosarían si decidía revelar su orientación sexual?
—¡¿Y es que mentía?! ¡¿Has visto cuán duro ha sido para ella reincorporarse ahora que salió del closet y habiendo perdido un año entero?!
—Por el amor de Dios, Jocie, ¿en serio no lo ves? Tiene una red de apoyo y no todos la lastiman —afirmo, ya no tan indignada como preocupada.
Jocelyn McCoy no está bien. No lo ha estado en mucho tiempo y no es extraño que el retorno de su exnovia la afectara lo suficiente como para que adoptara conductas autodestructivas en su año sénior. No le importa hacerse odiar por todos con la incorporación de unas cuantas notas amarillistas. Y es que el periódico de Lander había sido serio hasta el curso previo. De hecho, lo sigue siendo. Sin embargo, no es un secreto para nadie que está cosechando a pulso el interés morboso de los lectores al incluir redacciones parciales y demasiado expositivas.
—No habrá nota, Tabatha. Sal de aquí —pide, ignorando mi declaración.
Sin embargo, insisto.
—¿Has visto que Annie sonríe ahora? ¿Sabías que ya no ha habido cortes?
Estoy emocionada, no puedo sentirme más orgullosa de alguien como lo estoy de Anabelle Harrison y se lo hago saber:
—Es cierto, Annie perdió un año, pero obtuvo libertad, Jocelyn. Una que tú no tienes.
La rizada aprieta sus puños y me resulta evidente que no planea recular. Está claro que es más víctima que victimaria, pero ya no puedo exponerme a sus caprichos para que encuentre desahogo.
—Cierto o no que alguien negoció por mí, ten presente que se acabó. Si te atreves a tocar mi pasión, yo acabaré la tuya. ¿Te preocupa una impresora? Pues me encargaré de recoger todas las quejas de pasillo en una contundente solicitud de retiro —amenazo.
Jocie luce sorprendida. No obstante, no tan afectada como esperaba. Parece incluso aliviada y yo estoy más allá de la confusión.
—Te dije que no la publicaré, Tabatha, no necesitas chantajearme —asegura cansada—. ¿Se pusieron todos de acuerdo? Va a llegar el día en que no les quede nada.
Sé que estoy siendo amenazada. No obstante, Jocelyn se ve menos aterradora que de costumbre y podría dejarlo estar, porque no parece estar mintiendo, pero una nueva teoría me surge y me resulta imposible no probarla.
—¿Consideraste lo mucho que lastimarías a Anabelle si supiera que planeabas perjudicarme con información que ella te dio en confidencia? —cuestiono con cuidado y, por primera vez, veo miedo en quien me lo causara a mí por años.
Me queda claro que Jocelyn sí quiere a Annie, pero no puede ver más allá de sus temores. Bastante válidos, considerando que los rumores dicen que su padre perdió su custodia, justo porque su madre y un juez homofóbico lo consideraron inmoral.
—¿Piensas decirle? —cuestiona, conteniendo la respiración.
Y soy una idiota, porque podría marcharme dejándola con la duda, pero decido darle tranquilidad.
—Era una duda legítima, pero ya tengo una respuesta. Puedes estar tranquila, no pienso perturbar a nadie con algo que puedo manejar sola.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro