1| Tabatha
Viernes 22 julio de 2016
De todas las ideas malas de las que formé parte en mi vida, esta va camino a ser una de las peores. No contaba, por supuesto, mi cita de la semana pasada con el chico que opinaba que el enojo de Taylor por la letra y vídeo de Famous era exagerado.
Cierro los ojos e inhalo la mayor cantidad de aire posible antes de soltarlo con suavidad. Mis manos ya arden de tanto mantenerlas como puños y mi cabeza amenaza con explotar a causa del alto y apretado moño que llevo. No recuerdo haber tenido antes el cabello tan arreglado como hoy, y eso es decir mucho, teniendo en cuenta la necesidad inherente de tía Luna de arreglarme cada que salíamos a un cóctel o alguna cosa que tuviera que ver con la compañía del tío Zack.
Termino de colocarme las zapatillas, porque los tacones fueron un límite que me negué a cruzar, y sonrío frente al espejo a la nueva Tabatha Johnson. Esto no es ni de cerca lo que pensé que sería y no tengo que esperar una sarcástica respuesta de mi conciencia para saber que me he metido en problemas.
Cuadro mis hombros a la vez que levanto mi rostro y me repaso frente al espejo, antes de apagar mi teléfono para no tentarme con llamar a Mel y contarle todo.
"Esto debería ser algún tipo de transgresión a las reglas", afirma Taby, analizando una y otra vez la situación en la que me metí.
No está ayudando a que me sienta mejor.
—Esto es necesario y, en definitiva, no me estoy relacionando con un cliente, porque todo es mentira —me digo una enésima vez y salgo de la habitación a paso veloz, para no arrepentirme y regresar el lindo vestido rosa, con bolso incluido, que saqué del armario de mi tía.
No sé si sentirme mal al saber que el pecho de mi tía llena mejor el vestido o sentirme feliz de que tengamos la misma talla y tenga la posibilidad de saquearla cada vez que quiero. Alejo de mi cabeza esas ideas y corro por el pasillo para encontrar a Michael hablando con mi tío Zack.
"Seguro que a su papá le encantaría saber que Mich habla de música con Zack Walton", se burla Taby y tengo que morderme la lengua para no reír.
—Buenas noches —saludo a los presentes y doy un beso a mi tío en la mejilla, que sonríe estrechándome de costado.
Michael acompaña su gesto con sus hoyuelos marcados y yo me sacudo para tomar el brazo de mi cita y escapar de la sala. No vaya a ser que a mi tío se le ocurra advertirnos sobre los embarazos adolescentes y la importancia de llegar antes del toque de queda a casa.
—Tu tío es genial —enuncia con solemnidad en la terraza y no me puedo negar a aceptar su ayuda cuando, caballeroso, me ofrece su codo para que me sostenga a través de la grava—. No puedo creer que sepa tanto de instrumentos.
—Eso no es nada. Te sorprendería ver cuánto disfruta el metal cuando sus acciones suben en la bolsa.
Y no miento. Megadeth inspira a mi tío cuando quiere ser arriesgado con sus inversiones. Por supuesto, no lo critico, pues los resultados se traducen en entradas a conciertos para ambos desde que mi tía evita las multitudes y el ruido que amenaza con reventarte los tímpanos.
Sonrío por el recuerdo, pero dejo de hacerlo al percibir el cambio de actitud en Michael, que demora sus atenciones al abrirme el auto y trasladarse hasta el puesto del conductor.
Hace demasiado obvia su intención de llegar tarde a su casa y termina de probar mi teoría cuando, una vez en su lugar, sostiene el volante con fuerza.
"Debería ser ilegal conducir en ese estado", murmura Taby, quien ya se ha resignado y ahora se arregla las uñas de los pies en una posición que podría considerarse difícil hasta para un acróbata.
—Taby...
—Mich... —digo al tiempo que él y ambos reímos al encontrar nuestras miradas tensas—. Empieza tú.
—Bien —afirma, una vez deja reírse, y suelta el volante para masajear sus dedos—. Mira, Taby, sé que esto es incómodo para ambos y puede que yo no haya sido muy considerado al meterte en este lío, pero créeme que lo que menos quiero es que te sientas mal. Si consideras que estamos pasándonos de la raya, eres bienvenida a irte y yo inventaré algo a mis padres.
Suena sincero y tengo que admitir que me roba un suspiro.
Michael Parton es tal vez el caso menos convencional y uno de los que más he disfrutado desde que nacieron las consultas con Taby, que fueron el resultado de una acalorada discusión con la psicóloga de Lander debido a mi incapacidad de hallar una clase extracurricular que me agradara lo suficiente y mi no-tan-sutil forma de decirle que su manera de acercarse a los estudiantes era demasiado fría. Ello avalado con el testimonio de Anabelle Harrison, a quien considero mi primera consulta, el día que la encontré hecha un mar de lágrimas en el sótano de Lander.
Después de la más larga hora de mi vida y de que Annie tuviera que abandonar la escuela en una ambulancia para ser internada en rehabilitación, le expliqué a la señorita Park la mejor forma de que los chicos fueran colaborativos —sin necesidad de que se les presionara para asistir a las charlas o pareciera una tarea—. Para mi sorpresa, me escuchó y ofreció una carta de recomendación para mi solicitud de ingreso a la universidad, si —con su ayuda y orientación— organizaba una positiva red de apoyo por y para estudiantes.
No pude negarme, claro, y tan solo necesitamos una charla con el director y una promesa de que haría del asqueroso sótano de Lander un lugar habitable para empezar a ayudar a los chicos. Pasaron un poco más de dos años desde aquel comienzo y no puedo negar que lo que estamos haciendo en la escuela es grande.
Me gusta ayudar a las personas y, por fortuna, cuento con todo el apoyo profesional que necesito, pues, a pesar de todas mis buenas intenciones, hay ocasiones en que, debido al nivel de gravedad, tengo que enviar estudiantes con la psicóloga para una asesoría competente.
Así, las consultas con Taby, además de llenarme de felicidad, me han ayudado en lo académico. Representan gran parte de mi servicio social, pues las horas son incluidas en mi registro y computan una calificación perfecta en mis créditos —y los de Mel, al ser mi asistente— por actividades extracurriculares, tomando la totalidad de nuestras tardes de lunes a jueves.
Ahora, Michael Parton es de esos casos que no incluyen a adolescentes problema, sino a padres problema. No que el señor y la señora Parton sean monstruos, pero tienen demasiadas expectativas para su único hijo, quien tendrá que seguir los pasos que le han trazado. Pasos que Mich odia y están lejos de ser lo que él quiere para su vida.
Con esa premisa, el pelirrojo llegó a mi oficina y tuve que hacer acopio de toda mi prudencia para no sugerir que hiciera lo que le diera la gana y dijera a todos que nada de lo que querían para él le interesaba.
En cambio, elegí el camino correcto y de a poco empezamos a mostrarle a sus padres que lo que él desea es también una opción correcta. Sin embargo, todo fue perfecto hasta que él mencionó mi nombre en una ocasión y, por miedo a admitir que había estado recibiendo ayuda en su "proceso de manipulación paternal" —cómo él lo llamaba, aunque yo detestaba que lo hiciera—, había dicho que era una chica con la que salía.
No puedo decir que tomé de buena forma ser incluida en un plan que implicaba mentir, pero aquí estoy, arreglada para asistir a una cena formal en su casa, con su familia presente, sus criados y su elegante y formal etiqueta.
Bien, estoy aterrada.
—Solo tengo miedo de decir algo que dañe todo lo que llevamos ganado —admito, llevando mis manos a mi cabello, para aflojar el apretado peinado—. Y odio a la peluquera que me arregló, porque siento que tengo las cejas varios centímetros más arriba de lo normal.
Hago una mueca para mostrarle que me es imposible mover el rostro y obtengo una risa de su parte. Es lindo verlo reír, porque se le forman hoyuelos.
Michael es el tipo de chicos que no encaja en la definición de adonis, por tener un rostro más adorable que sexi: sus rasgos son demasiado suaves y las pecas en su rostro, junto a su rojo cabello y el moño en su cuello, lo hacen parecer un muñequito de cerámica de los que ponen en los matrimonios.
No puedo evitar reírme al ver lo colorado que se pone al notar mi escrutinio.
"Quiero pellizcar sus mejillas", suspira Taby, pero sacude la cabeza al recordar que ya tenemos un crush y que no es el adorable pelirrojo de ojos verdes a nuestro lado.
—Hagamos un trato, seamos naturales esta noche —dice aflojando el moño en su cuello y quitándoselo para lanzarlo en la parte trasera del auto—. Odiaba esa cosa —gruñe y sacude su cabeza, además de ayudarse con las manos, con el objetivo de despeinarse—. Vamos, Taby, quita el peinado de tu cabello y mostremos a mis padres que no necesitamos fingir para ser aprobados.
Sonrío por enésima vez desde que entré a su auto y, olvidando por completo los pasos que me impuse a seguir esta noche, quito el apretado moño de mi cabello y lo sacudo para dejar que los rizos que me hicieron caigan con libertad en mi espalda y hombros. Ni siquiera considero si es adecuado cuando saco la cinta rosada en mi cintura y la utilizo en mi cabeza a modo de balaca.
—Hemos hecho un gran avance en ti, chico hoyuelos —murmuro, viéndolo quitar la chaqueta del esmoquin y subir las mangas de su camisa blanca hasta los codos.
—Y todo gracias a ti, Taby, todo gracias a ti —responde, dándome una sonrisa de dientes completos.
Enciende el vehículo y yo hago lo mismo con mi teléfono para tomarle una foto que cuelgo en mi blog.
"Autoestima al mil y un por ciento", coloco al pie de foto y río al obtener un comentario instantáneo: "Guapo... Grrr...".
—Tienes una fan, Michael —le informo y saco todas las ruidosas pulseras que adornan mi mano: no son algo que suelo usar y me siento mucho mejor sin ellas—. Y, por si no es claro, no eres desconsiderado, creo que eres demasiado considerado al hacer todo esto para no lastimar a tus padres, por no tener los mismos sueños que ellos tienen para ti.
—No quiero romperles el corazón —me dice con seguridad, sin quitar la vista de la carretera—. Solo quiero que me dejen cantar y luego incluso podría intentar trabajar con ellos, pero antes quiero hacer lo que me gusta y dejar de fingir en mi casa y hasta en la piscina que la natación, la administración o lo que hacen en la empresa me interesa.
—Vamos a hacerlo, Mich, vamos a hacerlo y entonces tú te irás a Broadway, o lo que sea que hacen los que cantan...
—¿Tal vez sepas que existen conservatorios y allí dictan clases relacionadas con artes? —bromea, negando con la cabeza al detenernos en un semáforo.
—Oh, ¿en serio? Yo creía que eso solo lo hacían los vagos con mucho tiempo libre. —Empujo su hombro para indicarle que ya ha cambiado la luz roja y debemos seguir—. Dejando de lado las bromas y eso, deberías aplicar a Juilliard, Berklee o Cleveland, he estado investigando y, aunque sus tasas de ingreso son bajas, no pierdes nada con intentar. Tienes talento, Mich; la profesora de música llora cuando te escucha.
—Eso no es una referencia, la señorita Rice llora por todo.
—Pues, cuando yo estuve en su clase, lloraba de dolor. Contigo es de felicidad pura y eso debe contar.
No responde y yo me estremezco al recordar las partituras y todos los ejercicios de técnica vocal que jamás comprendí. El arte no es fácil y puede que golpee a quien diga que los chicos que estudian algo relacionado con ello no hacen nada. Hay que ver a Michael y sus ojeras por asistir a clases particulares de música cada noche para saber que nada de lo que hace es sencillo.
Admito que antes de que él entrara en mi oficina consideraba a la mayoría de los cantantes gente con suerte —y puede que haya algunos así—. Sin embargo, gracias a lo que he investigado, ahora escucho a muchos artistas cuya técnica tardaron años en perfeccionar y su fama fue el resultado de gran esfuerzo y dedicación.
—Eres una buena amiga, Taby —dice Mich cuando llegamos y, aunque al comienzo me negué a aceptarlo, sus palabras hacen necesario que le dé nuevas noticias.
—Y porque eso es una transgresión a las reglas, Michael, tengo que decirte que no puedes seguir asistiendo a las consultas conmigo. Somos amigos ahora y toda esta situación... —Lo señalo a él y a su gigantesca casa frente a nosotros—, está más allá de una relación profesional. Le diré a la señorita Park que te reciba.
Levanto las palmas para detener sus quejas, porque ya he estado en esta situación y me la sé de memoria.
—Antes de quejarte, tienes que saber que es gracias a ella que hago lo de las consultas y puede que no te agrade hacerlo con la escuela, pero te aseguro que la señorita no hablará con tus padres si no es tu deseo. Es más, a costa de que me regañe, le diré los planes en que estamos ahora y esperaré que no me sancione por ello, pero confío en que ya estás en una etapa en la que algo de ayuda extra te vendrá bien.
Michael asiente como cervatillo asustado, por lo que me quito el cinturón para acercarme y abrazarlo. No es como esperaba terminar con su caso, pero me alegra que puedo incluirlo ahora entre mis amigos.
—Deberías considerar acercarte a Mel —le digo, sin dejar de sostenerlo, y obtengo una rodada de ojos de Taby, al incluir la cuña de mi amiga en el negocio. Puede que no le cuente a profundidad lo que pasa con los chicos a ella, pero es seguro que no tengo prohibido empujarla con personas que no le romperán el corazón—. Ahora vamos a esa cena, que tengo mucha hambre.
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