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V E I N T I S É I S

Puedo decir con toda certeza que pasar la noche en el apartamento de Luka me ha hecho sentir mucho mejor. Quizás es solamente esa ilusión en mi mente de que no estoy sola o simplemente el haber ahorrado el dinero de la estancia en un hotel. Fue la primera noche de toda mi vida que pasé fuera de casa y a diferencia de lo que esperaba, no la pasé llorando o extrañando a mi madre. Me sorprende bastante el no extrañar mi casa; esperaba algo más de nostalgia por el cambio pero me siento más bien como si me hubieran quitado unas esposas. ¿Quién extraña las esposas cuando halla la libertad? Yo no.

¿Lo negativo? Los machos alfa que viven en ese apartamento no se bañan con agua caliente así que tuve que ducharme prácticamente con hielo y sin despertarlos. Todos están de vacaciones (excepto por Luka pero él trabaja solo desde el jueves hasta el domingo y en la noche) así que fui muy discreta para salir esta mañana. Dejé una nota de que iría por la tarde por mi maleta, luego de trabajar.

Contra todo pronóstico estoy tranquila y podría decir que feliz trabajando hoy. Hay flujo medio de clientes pero lo suficiente para mantenerme ocupada.

—¿Ya estás cien por ciento bien, Cinthya? —pregunta amablemente Julián, refiriéndose a mi enfermedad del martes. Le sonrío.

—Podría decirse que sí, gracias.

—En ese caso, te traje algo —anuncia—. A la salida te lo doy porque ahora Andy me está mirando así que adiós.

Se retira con su escoba en la mano y noto a Andy efectivamente observándolo y no con una buena mirada que digamos. ¿Algo que sí voy a extrañar de mi casa? La comida servida sin que yo hiciera nada. Ahora es como que todo depende de mí y a eso sí no estoy acostumbrada. Por lo menos, esta mañana sí no pude preparar nada porque sería un abuso de confianza así que compré un café y eso fue todo y ahora para el almuerzo debo mirar qué como y en dónde.

Andy se aproxima con su indiferencia y seriedad de siempre. Cielo me puso a limpiar mesas hace un buen rato y estoy en eso. Pensaré dos veces la próxima vez antes de pegar un chicle bajo una mesa, pensaré en la pobre alma que tiene que quitarlos, en este caso, yo.

—Cindy, ve a la caja. Mandaré a Cielo a bodega y te necesito allí.

—De acuerdo.

Honestamente pienso que algo se traen Andy y Cielo y ella le voló el mal genio y por eso busca cualquier oportunidad para ponerla a hacer algo que le disguste, pero como eso me beneficia colateralmente, no me quejo. Aprovecho el tiempo acá para limpiar la registradora y el mostrador porque no es por nada, pero Cielo parece que se mira las uñas todo el turno porque esto está lleno de polvo. Varios clientes ocupan un par de mesas y me encuentro tarareando una canción al azar como hace tanto no hacía. Un cliente me distrae y levanto la vista. Ya ni siquiera me molesta verlo.

—Bienvenido a BurgerBoy, ¿En qué le puedo colaborar?

—¿En serio, Cinthya? —Dylan alza ambas de sus cejas, casi pidiendo una explicación. Alzo mis hombros con indiferencia.

—Bastante en serio. Estamos en BurgerBoy y tú en la caja, ese es el procedimiento.

—¿Cómo es eso de que te fuiste de tu casa? —inquiere.

—Eso. Me fui. Es todo.

—Pero... pero... ¿Por qué? —Suspiro con pesadumbre.

—¿En serio preguntas eso? ¿No te quedó muy claro hace unos días?

Toma su puente de la nariz con los dedos, casi desesperado. No comprendo su reacción realmente aunque no parece molesto sino... confundido, yo qué sé.

—No creí que fueras a irte.

—Tampoco yo —confieso—, pero ahora estoy bien. No tengo un plan, pero... —Los rostros de Adam, Gabriel, Denny, Kevin y Luka llegan a mi mente, evocando una sonrisa— estoy bien. Estaré bien a partir de ahora.

—¿Y que...? ¿Qué hay de nosotros, Cinthya?

—Nunca hubo un nosotros, Dylan. Tú lo sabes, no sé qué te molesta. Dijiste que no terminábamos por la posible reacción de mis padres pero ya vale cinco así que ¿qué te preocupa?

Muerde su labio, pensativo. Una joven se acerca y pide una hamburguesa, tomo su pedido y le pido que espere. Dylan se tomó esos cinco minutos para pensar aunque no creo que haya gran cosa de qué hablar con él ahora.

—¿Sabes lo que dice tu familia de tu huida?

—No.

—Dicen que huiste para vivir en pecado con un chico que te corrompió —informa. Un bufido resuena entre mis labios; sabía que inventarían algo, pero vamos...

—Bueno, tú y yo sabemos que no es cierto.

—Creo que todos lo saben, nadie le cree las fantasías a tu madre —confiesa. Eso me hace reír—. Pero... Cinthya, te necesito. Mamá me necesita con una novia y aún no tienen mala visión de ti.

Pone mirada suplicante, mirándome directo a los ojos. Admito que Dylan fue amable los últimos días, pero eso no quita mi pasado con él y el hecho de que verlo siquiera como un amigo es muy difícil para mí. No puedo ser grosera con él, mi amabilidad no lo permite pero tampoco acceder a eso.

—Consigue una, Dylan. Una bonita, callada y merecedora, justo como te gustan —asevero—. No quiero ser mala persona, Dylan... pero en cuanto a mí refiere, no quiero ser más que una conocida en tu vida.

Si me libro de los prejuicios de mamá, puedo liberar también algunos rencores del pasado. Pasaron ya varios años pero aún me resiento con él por su rechazo y quizás es momento de dejarlo ir.

—Cinthya, por favor...

—Debo trabajar —sentencio—. Por favor, retírate o mi jefe puede molestarse.

Suspira, rendido.

—Solo piénsalo, Cinthya. Te dejaré varios días para que lo consideres, es un favor y ya. —Guardo silencio, conmovida por su necesidad—. Tienes mi número, si necesitas algo no dudes en llamarme.

—Gracias.

—No lo digo como el integrante de la iglesia, Cinthya sino como un amigo. Irse de casa no es fácil, pero tienes mi apoyo.

Es imposible saber si dice la verdad o no pero tampoco es que cuente con él. Se retira y mis labores continúan. Da la hora de salida y Julián se acerca; escasamente se hablan con Gia y eso me inquieta pero tampoco se lanzan miradas de odio así que no sé qué pensar. El día está soleado y no tengo realmente apuro por llegar a ningún lado hoy. Ni siquiera sé si Gabriel o Luka están en el apartamento.

—Mira. —Julián blande dos papelitos frente a mis ojos. Los tomo para curiosear qué es. Son entradas—. Las regalaron en la empresa de mamá, son entradas para el parque de diversiones.

Mis ojos se iluminan pero se apagan al recordar el estado en que está mi relación con Julián. Es tan buena persona, no es justo eso.

—Qué amable, Julián, pero... tú y yo... no...

—¿Conoces el significado de la Friendzone? —pregunta. Su tono deja claro que es una pregunta retórica que no espera respuesta positiva así que niego con la cabeza—. Es un estado psicológico en el que tratas a la persona que te gusta como un amigo o amiga.

—¿Bien...?

—Nadie te deja en la friendzone, Cinthya. Tú te metes solo al cambiar el trato con esa persona —explica.

—Pero dicha persona puede sentirse mal y eventualmente terminar con la amistad —rebato.

—Eso ya no depende de mí —dice con tranquilidad—. Escucha, Cinthya. Sé que no te gusto y está bien pero eso no significa que vaya a tratarte diferente. No intentaré nada contigo si es que te preocupa que me vuelva un acosador —Reímos al tiempo— pero no dejaré de ser dulce contigo. Vamos al parque, es una cita pero sin que tengas que esperar qué sucede al final. Me seguirás gustando y tu seguirás no correspondiendo.

—¿Qué ganas tú? No se oye muy justo.

—Tu compañía. Eso es todo. Y me debes comprar algo de comer allá.

Me he evitado preguntar por mi amiga del trabajo pero creo que el momento ha llegado. Después de todo, Julián pasó varios días sin dirigirme palabra y ahora parece que nada pasó pero algo tuvo que haber pasado.

—¿Qué hay... de Gia?

Sus ojos se entristecen y mete las manos en sus bolsillos. Llegamos al paradero por la mera costumbre y nos sentamos en la banca.

—No lo sé. No le he preguntado nada y finjo que nada ha pasado.

Pienso que pedirle algo como «Hey, sal con ella» no es prudente y más si soy yo la causante de todo. No obstante, sea como sea no puedo salir con Julián así no más.

—¿Conoces el significado de la amistad? —cuestiono con el mismo tono que él usó hace un poco. Parece notar el hilo de mis pensamientos y suspira—. Es un estado emocional y psicológico en el que sin palabras juras lealtad y cariño incondicional. No puedes alejarte de Gia y no puedo salir contigo. Lo lamento, Julián. Solo puedo ofrecerte una amistad igual a la que le ofrezco a Gia y a la vez no puedes tratarme así, hieres a una hermosa chica que siempre ha estado para ti.

No responde nada de nada y se levanta cuando ve su ruta aproximarse. Se sube a su bus y quedo sola, disfrutando de estos momentos de pensamientos solitarios. La soledad también puede ser una buena aliada.

Recuerdo que debo ir a casa, ex casa, a recoger mis cosas pero primero debo buscar un lugar para meterlas. Considero muy confianzudo pedir una segunda noche en el apartamento de Luka pero no veo demasiadas opciones así que tendrá que ser.
Paso cerca de una hora acá sentada solo mirando cómo persona tras persona se suben a su bus y se van. Mi celular suena y contesto de inmediato.

¿Dónde andas, Colibrí?

—Estoy... en un paradero de bus.

¿En cuál? ¿Vas a algún lado?

En el de siempre, cerca a BurgerBoy. No, no voy a ningún lado.

Pensé que me llamarías cuando salieras. Ya llego allá, estoy cerca.

Y efectivamente, ocho minutos después lo veo acercarse con un par de bolsas en sus manos. Se sienta a mi lado a descansar y me saluda con un beso en la mejilla.

—¿Qué es todo eso? —curioseo, señalando las bolsas.

—Cosas para el apartamento, frutas y... muchos víveres que Denny encargó. Debemos aprovechar que él está y cocina. Cuando no está, Gabriel y yo vivimos a punta de comida chatarra y atún enlatado.

—Pobre Denny. Lo tienen de empleado del servicio.

—Pues ama a Gabriel y lo hace por él pero como vivo ahí, debe hacerlo por mí también. Es un acto de amor y correlación de amistad.

La relación que ellos tres tienen es envidiable. Son parte de un todo de maneras diferentes pero... viven bien y felices. Luka dijo en algún punto que solo se tenían entre ellos pero yo pienso que es más que suficiente. Guardamos silencio unos minutos y Luka saca una manzana de la bolsa y me la tiende.

—Gracias.

—De nada. Bueno, vamos.

—Sobre eso... ¿puedo pedirte alojamiento unos dos o tres días? De aquí al domingo ya habré solucionado algo, lo prometo. No quiero ser abusiva pero...

—¿Piensas que vine por ti para decirte que pases por tu mochila y te largues? —inquiere—. No te estoy pidiendo que te vayas, puedes quedarte cuanto necesites.

—Solo esta semana, te lo juro.

—No pido fecha. Además, Mateo casi brinca cuando le dijimos que estarías con nosotros unos días —confiesa—. Para que no te sientas mal, ya asimiló que eres como una hermana así que ya no está enamorado.

—Ojalá los adultos tuviéramos esa capacidad de superar un amor.

Juro que he intentado no mirar a Luka como más que un amigo pero... no se puede. En términos prácticos, no puedo estar más arriba en mi nube ahora, es como que ya llegué al tope por cada acción que el rubio tiene conmigo por mera amabilidad.

Luka tiene razón en cuanto a las habilidades culinarias del chico de ojos azules y cenamos amenamente todos sentados en la sala. Lavé los platos aún cuando Denny insistió en que no lo hiciera y luego de nuevo, se metieron todos en algún partido de algún deporte en el televisor.

Al final del pasillo de la habitación de Gabriel hay un pequeño balcón, creo que es más decorativo que nada porque su extensión hacia afuera es de unos treinta centímetros pero igual se ve la ciudad desde acá y por el barandal puedo sacar las piernas aprovechando que no hay viento fuerte hoy.
Mis piernas cuelgan del barandal y mis manos se aferran a sus frías varillas de metal apoyando mi cabeza en el dorso externo de mi mano, pensando.

De amplitud horizontal, el balcón sí es grande. Ambas puertas se abren hacia adentro dejando un metro y medio de espacio. Suficiente para que Luka llegue a mi lado y se acomode en la misma posición que yo, sacando sus piernas por las varillas.

—¿En qué piensas? —dice.

—Preguntas eso muy seguido.

Mi cabello hace una cortina entre ambos. No levanto mi cara para nada, por debajo de mis manos puedo ver la calle y los autos transitando y esa vista se me hace bonita. Aquí arriba parece que nada importa pero a la vez todo es relevante.

—Quiero saber qué piensas muy seguido.

—Pienso en... nada y en todo. En ustedes, en mi madre. En Adam, en Kevin. En mí misma...

—¿Y qué conclusiones tienes? —pregunta. No Puedo verlo por mi posición pero tampoco la cambio. Siento que puedo contarle a Luka todo, como... a un amigo.

—De mi madre... que ni siquiera me ha llamado, me pregunto si se preocupa por mí o no le importa, aunque eso no cambia mis decisiones. —Tomo aire y lo suelto en un soplido amplio y sonoro—. De ustedes... me acogen muy bien y no tengo cómo retribuirles... De Adam, que lo amo...

—¿Y de ti? —susurra—. ¿Qué piensas de ti?

—Estoy orgullosa de haberme ido de casa —formulo en voz baja—, pero no sé qué será de mí. Nunca he sido responsable de mí misma y...

Callo de repente sintiendo las palabras atascarse tras el paladar. No me es fácil mostrar mi debilidad aunque a cierto nivel, Luka ya ha visto la más cruda de mis debilidades. Aún así, es duro admitirlo.

—¿Y...?

—Y me aterra no lograrlo —confieso—. Me aterra fallar y ver la cara de mi madre diciendo que no pude.

—Eso no va a pasar.

—No... no me conoces bien, Luka... Te conozco apenas de unas semanas y no sabes gran cosa de mí. Mi vida no ha sido mía y ahora que la tengo no sé qué hacer con ella. Estoy...

—¿Perdida? ¿Desorientada? —completa. Acomodo mi cabello tras mi oreja y finalmente levanto la vista, él hace lo mismo y me sonríe.

—Sí. Perdida y desorientada.

—Te diré un secreto, Colibrí: todos estamos perdidos y desorientados. No sabemos qué pasará mañana y eso está bien, las sorpresas de la vida mantienen encendida la esperanza de algo mejor.

—Claro que no. Tú tienes tu vivienda fija, estudias y trabajas. Tienes todo en orden y yo...

—No es cierto. No tengo nada seguro; pueden despedirme mañana, puedo morir mañana, puedo no tener para pagar el siguiente semestre... puede pasar de todo, Colibrí, y estar perdido es parte de la experiencia de crecer.

—Suenas como Adam. —Río sin gracia y Luka toma mi mano—. ¿Y si no puedo?

—Vuelves a empezar. Dijiste hace un tiempo que tenías fe en que algo mejor te llegaría, no vas a encontrar ese algo si no pruebas. Te arriesgas y ganas o pierdes, pero debes arriesgar.

—Supongo que tienes razón.

—La tengo —asegura—, ¿sabes por qué? Hace unas semanas me levanté en un día normal con Mateo que quería comer hamburguesa y yo lo llevé a darle el gusto y esa misma noche me acosté pensando en una chica que me dio mal lo que pedí y que se puso como un tomate cuando le hablé.

—Te burlas de la gente —digo, enamorada de sus palabras—. Pobre chica.

—Sí, pobre chica —conviene—. Pude pasar de largo esos sonrojos anormales pero me daba curiosidad conocerla, sinceramente pensé que estaba loca pero era diferente a la gente que me rodea así que dije: ¿Por qué no? Si está chiflada solo me alejo, apenas y sabe mi nombre.

No puedo mantener su mirada por que mis colores atacan de nuevo haciendo equipo con mis corazoncitos imaginarios alrededor de mi cabeza.

—¿A qué vas con eso?

—A que así es la vida, Colibrí. Los eventos o personas llegan así, de repente y depende de ti aceptar o ignorar lo que aparece. Acabas de tomar esa decisión de irte así que ya arriesgaste, ahora falta que intentes.

Acaricia mi mano con dulzura y la sube a sus labios, dejando un suave contacto en el dorso.

—¿Y la chica de los colores anormales? —pregunto.

—Efectivamente, sí está loca; pero es inofensiva y acepté arriesgarme a conocerla.

Se pone de pie de un tirón y elevo mi cuello para observarlo.

—¿Y?

—Por ahora las fichas apuntan a que gané.

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