La vida para Cinthya ha sido... buena.

Sí, esa es la palabra correcta: buena. Algo decepcionante pero buena al fin y al cabo.
Demasiado buena.

Pero ella quiere más que eso.

Quiere un día de locura, bailar hasta no poder más, huir por unas horas de su sosa realidad aún cuando es consciente de que no podrá hacerlo. A sus veinte años no ha visto la luz de la juventud ni disfrutó de su adolescencia y se siente frustrada al respecto.

Una adulta atrapada en las reglas de sus padres.

Un alma rebelde que desea salir a la luz pasando sobre las «normas de señorita».

Quiere hacer tantas cosas... Pero más que nada, quiere enamorarse.

Su vida se resume a sus fantasías de lo que desea con un chico sin rostro que habita en su imaginación y que quiere conocer en la vida real a como dé lugar.

Se propone una pequeña lista de metas para cumplir. Para ello necesita un compañero perfecto, así no sea el amor de su vida, debe ser el compañero perfecto.

Lejos de dar con uno y estrellándose una vez más con la realidad, se cruza con Luka, un niño encerrado en un cuerpo adulto que cierra todo sentimiento con chistes y burlas.

Dicen que el pasado siempre te persigue y que a pesar de que no puedes cambiarlo, puede ser una parte importante de lo diferente que eres hoy en día.

Él le demostrará eso.

Ella le enseñará que es imposible ver la belleza de una persona hasta que cierre los ojos y perciba con el alma.