C U A R E N T A Y T R E S
Uno pensaría que empacar la vida en una maleta e irse lejos tarda más de tres días pero en mi caso, y encontrando así la única ventaja de no tener nada, el tiempo es más que suficiente, incluso sobra. He aprendido de todo esto que sin importar las señales que da la vida, los amigos, el subconsciente y tu mascota, hasta que no te das de cara con la realidad y duele, no crees.
Ayer renuncié a BurgerBoy y Andy me dijo palabras de apoyo muy lindas, todo eso de que me desea suerte a donde llegue y de que fui buena empleada el tiempo que duré. Gia me hizo aguar los ojos con su manera de decirme que me quiere y que me va a extrañar.
—Es increíble que pasaran tantas semanas —dijo— y te convertiste en una muy buena amiga. Eres fuerte, Cinthya y sé que te va a ir bien. Lástima lo que pasó con tu vecino pero si él no te apreció, alguien más lo hará, no tienes idea de lo mucho que te haces querer. Cuando vengas alguna vez a visitar o algo, debes avisarme.
—Y a mí también —repuso Julián, metiéndose en la conversación.
A Gia la llamaron para que limpiara no sé qué y Julian se quedó unos minutos más conmigo. Me sonrió con mucha dulzura y tomó mi mano.
—Eres de esas chicas que dejan huella por donde pasan —aseguró— y siempre es una buena huella. Gracias por todo.
Y les di un abrazo rápido a cada uno con la intención de que no me dieran más ganas de llorar de las que ya tenía. Por la noche le escribí a Kevin un mensaje de texto y quedó de pasar a hablar conmigo.
Suenan unos golpecitos en mi puerta y me levanto del suelo para abrir. Kevin entra sin que se lo pida y tras cerrar la puerta, me abraza.
—¿Es cierto que te vas? —inquiere cuando echa un vistazo al suelo donde un par de cajas y bolsas ya están empacadas—. Pensé que estabas en uno de tus dramas anoche o algo.
—No es uno de mis dramas, en serio me voy.
—Pero, ¿qué pasó? Hace días que no hablo contigo pero la última vez estaba todo bien y reías y soltabas flores por los ojos. ¿Qué ha pasado? Ahora hasta.... —mira en todas direcciones y entonces Luna sale de detrás del baúl. Kevin abre mucho sus ojos— ¿tienes un perro?
—¿Tienes tiempo? Es una historia larga.
Como buen amigo oyente, asiente y se recuesta en mi cama. Me ubico en los pies de la misma y comienzo a relatar. La última vez que lo vi fue en mi cumpleaños y de eso a acá siento que ha sido una eternidad. Kevin siempre ha estado para mí y sin embargo fui yo la que me alejé, pero como buen chico que es ha escuchado todo con calma, pasando por el rollo de Adriana, conocer a Theo, lo de Luka, la muerte de Adam. Me ha dado un par de apretones de consuelo, una que otra sonrisa de apoyo y un abrazo cuando pasó la parte de Adam.
—Siempre supe que ese rubio no era de confiar —espeta una vez mi relato llega a lo sucedido el jueves—, tiene una cara de mujeriego con la que no puede y además también de mentiroso.
—No me lo restriegues en la cara, ya lo sé.
—Pues a mí eso no me entristece tanto —formula—, el que te haya hecho eso. Sí, no me mires así. Me alegra que haya dejado ver su verdadero ser antes de que empezaras algo con él, así te alejas a tiempo.
—¿Piensas que todo lo que me dijo fue una mentira? —cuestiono en un susurro herido. Kevin lo piensa un poco antes de responder:
—No. Cinthya, como yo lo veo, él te quiere, sí, pero no por eso va a cambiar. Y tú no mereces lo poco que él te ofrece y si no desea cambiar, lo que debe hacer es hallar a alguien que encuentre eso suficiente, pero no tú. No, Cinthya, no tú. ¿Tienes idea de las veces que he pensado en lo mucho que mereces? Te conozco de hace mucho y sé cuánto vales, eres como una hermana para mí y es incluso frustrante ver que no ha llegado nadie lo suficientemente merecedor de ti.
—Hay personas que no fuimos hechas para las historias de amor —respondo.
—Las historias de amor no se hacen para las personas; las personas hacen su propia historia solo que no siempre debe ser de amor. Tú estás haciendo la tuya, Cinthya. La tuya es una historia de fuerza, de superación, de la capacidad de hacer latir un corazón hecho pedazos, ¿qué más quieres? Tienes una historia mucho más real y duradera que la que muchos poseen, el amor te llegará en otro capítulo, pero la historia ya la estás haciendo y ¿sabes lo mejor? La estás haciendo sola, construyendo cada pedacito con los trozos de un alma quebrada. Date cuenta de una vez que tu felicidad está en ti, no es que la sientas, es que eres felicidad. Siempre lo has sido.
—Si viniste hasta acá para hacerme llorar, mejor no hubiera venido —digo cuando la lágrima osa salirse. Con mucho disimulo Kevin seca su propia lágrima también.
—Esto de las tristezas no es lo mío, ¿qué tal si salimos por ahí? Llevemos a... —Señala a mi perrita, que parece responder poniéndose en pie y llegando a él.
—Luna.
—Luna. Bien, vamos a comernos un helado de despedida.
—Yo invito —ofrezco.
Kevin asiente y pone la correa a Luna. Cuando tomo las llaves y me dispongo a salir, Kevin se atraviesa y con la correa aún en la mano, me envuelve en un abrazo.
—Te voy a extrañar muchísimo, Cinthya —susurra en mi oído—. Siempre que me necesites, llámame, para lo que sea.
Si todas las personas tuvieran a alguien como Kevin en sus vidas, el mundo sería un lugar mejor.
Sábado. Ya tengo todo empacado, solo falta lo que tengo puesto y un par de cositas que necesito para arreglarme mañana antes de irnos.
He querido siempre verme a mí misma como alguien que se inclina más hacia el lado bueno de la vida, en ser bondadosa y no guardar rencores. Los rencores son raíces que se instalan en el corazón y de dejarlas crecer, se vuelven árboles llenos de negatividad que con el tiempo pueden consumir todo el ser y por eso mismo he decidido llamar a Dylan para que hablemos. Le sorprendió bastante mi llamada pero accedió a vernos en el parque cerca del edificio donde vivo, de paso saco a pasear a Luna así que todos ganamos.
Cuando llego, veo a Dylan en una de las bancas junto a los juegos de los niños y me acerco. Me siento a su lado y le suelto la correa a Luna que se va a la parte de arena a revolcarse.
—Hola, Dylan.
—Admito que tu llamada me tomó por sorpresa —responde—, pero acá estoy y...
—No voy a ser tu fachada si de pronto piensas que es que cambié de parecer —atajo. Su mirada deja claro que eso es exactamente lo que esperaba.
—Miralo así... —comienza y sabiendo que va a empezar con sus razones positivas para el engaño, lo interrumpo.
—No, Dylan. Escúchame ahora tú. Yo me voy a ir de la ciudad y no quiero irme guardándote rencor... —suelto. Dylan abre mucho sus ojos pero se queda sin palabras, así que sigo—: Cuando te conocí hace tantos años y pasó lo que pasó, te odié. Te odié muchísimo por lo que hiciste porque mi mamá me culpó siempre de todo.
—Yo... no tenía idea de eso. De lo de tu madre.
—Con todo lo que pasó, creo que pudiste darte cuenta de la manera en que mi mamá idolatra a tu familia y cuando pasó eso, ella dijo que era mi culpa por no ser yo suficiente para ti.
—Lo siento mucho...
—No estoy haciendo el reclamo. Ya me he perdonado por todo eso y te he perdonado a ti. Lo que sucedió con tu novia y con todo ese rollo, no me sentó bien. No me atraes en lo más mínimo, eso te lo aseguro, pero me sentí injustamente usada por ti y te aseguro de que si me hubieras dicho todo desde el día en que llegaste a mi casa a pedirme salir contigo, yo te habría ayudado.
—Sabía que me odiabas y por eso no te lo dije. Supuse que me delatarías o algo peor...
—Jamás habría hecho eso. Yo no disfruto de arruinar la vida de los demás... Pero ese no es el punto. El punto es que quiero que sepas que no llevo rencores conmigo y quiero desearte suerte con lo que sea que vayas a hacer con todo el lío de tu novia.
Dylan calla unos segundos, procesando lo que le digo. A diferencia de lo que supuse de mí misma, no tengo realmente resentimiento con Dylan. La verdad esperaba que mi corazón dijera las palabras con escepticismo y sarcasmo, pero no, todo me sale del corazón y sin tener miedo, ira o vergüenza.
—¿A dónde irás?
—A Hudrey... es una larga historia que no vale la pena repetir —digo—, pero estaré bien y espero que tú lo estés, Dylan. Espero que sepas recibir las nuevas responsabilidades de padre que te va a dar la vida y que lo hagas muy bien. Y a modo de consejo, Dylan, no dejes que el miedo de lo que piensen los demás te consuma, busca la estabilidad por y para ti y tu hijo, no pienses tanto en la reputación porque habladores hay miles.
—Hija.
—¿Qué?
—Tendré una niña —repone con orgullo. Le sonrío ampliamente.
—Felicidades. Les deseo lo mejor.
Dylan se inclina en su lugar, ladeando el cuerpo en mi dirección y me abraza. No es un abrazo como el de Kevin, Julián o Gia que duró una eternidad emocional y significó algo, este es más uno de esos protocolarios que le das a tus tías fastidiosas en las reuniones, que dura un segundo y es medio incómodo. No obstante, una sola palabra lo hace más personal:
—Gracias.
Y diciendo eso, se levanta y se va por el camino contrario por donde yo llegué. No estoy segura de si algo de lo que le dije le ha servido o no, pero espero que se reconcilie con sí mismo para que pueda hacerlo con el mundo.
—Yo quiero el primero —demando. Theo muerde su labio.
—Yo quería ese —masculla entre dientes—, pero supongo que no tengo muchas opciones, ¿verdad?
—La verdad, no —respondo risueña—. Tú tienes el segundo piso. He subido escaleras toda mi vida y creo que es momento de vivir en un primer piso.
En víspera de nuestra partida, Theo está acá en mi apartamento luego de ayudarme a organizar las cosas que quedaban. Ordenamos comida china que ahora es nuestra cena sentados en mi cama; Luna se ha acomodado a sus pies.
—¿Te falta empacar algo? —comento. Theo niega con la cabeza.
—No tengo muchísimas cosas, es más, creo que tú tienes más que yo y eso ya es decir mucho.
—¿A qué hora llega el camión de la mudanza?
—A eso de las ocho llega, para organizar todo se nos va un rato, así que si todo sale bien, a eso de las nueve estamos arrancando y llegaremos a Hudrey sobre el medio día.
—Quizás un camión es mucho. Con un auto hubiera bastado, si dices que tienes pocas cosas.
—Ya qué. Igual como es de un amigo, lo dejó económico.
—Me siento mal de que lo pagues todo.
—Tú pondrás tu casa y me darás un mes gratis, es lo mínimo que puedo hacer.
—Supongo. —Meto la comida en mi boca y mastico, ya que nunca compré un televisor, el silencio se acentúa entre nosotros, siendo apenas audibles las masticadas. Cuando bebo un poco de soda, hablo de nuevo—. ¿Ya te despediste de todos?
—Solo de Adriana ayer y a mamá la llamé hoy. No es que le interese realmente, me desprendí de ella hace mucho. Te dije: no hay nada por lo cual quedarme acá. ¿Y tú?
—Yo sí. No quise despedirme de mamá en persona porque no quería sus dramas así que también la llame. Del resto ya me despedí.
—¿Y de Luka?
Un suspiro que me recorre, me tensa los hombros ante la mención de Luka. Luego de lo que sucedió el jueves estuvo llamando y no contesté ni una vez, he intentado no toparmelo en el pasillo y hasta el momento ha funcionado. Puede ser solamente que ya perdió el interés y a pesar de que eso lastima, no moriré por ello.
—No creo que sea necesario.
—Oye, ¿estás absolutamente segura de querer irte?
—¿Cambiaste de opinión, Theo? Porque...
—No, para nada. Pero... solo quiero asegurarme de que realmente te quieras ir para que más adelante no me odies por proponerte irte.
La mirada de Theo es una mezcla de comprensión y expectativa. En realidad mirando el panorama general es bastante peculiar nuestra situación, considerando que nos conocemos hace menos de un mes pero teniendo en cuenta las circunstancias...
—Lo propones tú pero soy yo la que acepta, Theo. ¿Quieres que te diga la verdad? Tengo miedo de qué pasará de ahora en adelante porque no conozco a nadie ni nada allá.
—Me conoces a mí.
—Que tampoco conoces a nadie allí, es más o menos estar igual. —Theo ríe de mi afirmación y se reacomoda en mi cama, dejando el cartón de la comida de lado.
—Es cierto, pero conoceremos. Cinthya, todo va a ser nuevo, pero me reconforta un poco saber que tengo una amiga conmigo.
—Y mira el lado positivo, pase lo que pase no nos quedaremos en la calle porque la casa es mía —bromeo.
—Descubriste el motivo de que te quisiera llevar.
—Yo sí sabía que tanta amabilidad no era gratis. —Niego con la cabeza y Luna se pasa a mi lado de la cama—. ¿Theo?
—Dime.
—Prométeme algo.
—Creo que saldré perdiendo con esto, pero, ¿qué es?
—No me vayas a dejar sola —pido—. Al menos hasta que tenga algo más arreglado en mi vida.
—¿O sea que cuando consigas novio, amigos, estudio y trabajo me vas a echar de tu casa?
—Exacto. ¿Lo tomas o lo dejas? —Theo comparte una sonrisa cómplice conmigo, que trato de guardar la seriedad aunque es obvia la verdadera naturaleza de mi petición—. Es un ofertón.
—Claro, ¿qué tengo que perder? Te lo prometo.
Tomo los dos recipientes de la comida y los pongo en la enorme bolsa negra que usé cuando empaqué todo para sacar lo que no sirve y me levanto de la cama. Hago un nudo en la bolsa y Theo también se levanta.
—Bueno, supongo que la cena acabó, así que me voy —anuncia—. ¿Te das cuenta de que dentro de 24 horas estaremos en Hudrey en una casa casi vacía y posiblemente durmiendo en el suelo mientras conseguimos las camas?
—Si esa es tu manera de hacerme pensar que es buena idea, fracasas. —Theo abre la puerta y salgo tras él con la bolsa en la mano—. Voy a dejar esto en el depósito de basuras.
En el elevador Theo se despide pidiendo encarecidamente que a las 8 de la mañana ya esté lista para no retrasar nada. Cuando se abre y Theo se dispone a entrar, Gabriel sale de él, con unas cartas en sus manos y unas bolsas de supermercado. Dejo la basura en el canal de la pared y lo saludo.
—¿Cómo vas, Gabriel?
—Nada ni tan bueno ni tan malo como para destacar. —Pasa su brazo por mi hombro mientras caminamos.
—¿Cómo está Denny?
—Estudiando y extrañándome, pero bien. Oye, el otro sábado me invitaron a un cumpleaños y solo voy a ir por compromiso pero no quiero ir solo porque si lo hago, me convencen de quedarme más, ¿vas conmigo? No es nada formal y...
—No puedo, Gabriel.
—¿Por qué? Vamos, solo es un rato y no vamos a beber mucho.
—La otra semana ya no voy a estar acá.
Estando aún a dos puertas de su apartamento, se detiene en seco haciéndome frenar a mí también.
—¿Qué? No me digas que volverás con tu mamá.
—No, ni hablar de eso. Me voy... de la ciudad —susurro tan bajito que sale entre dientes.
—Lo siento, no escuché.
—Me voy de la ciudad —repito con más fuerza.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿A dónde?
—Que me voy de la ciudad, mañana, porque... porque sí, es lo mejor y a Hudrey —respondo a cada una de sus preguntas.
—¿A Hudrey? Allá vive Denny —informa. No recordaba eso, aunque creo que nunca me lo dijo—. Espera, ¿ya le dijiste a él? ¿le contaste a él de tus planes y a mí no? Eso es...
—No, ni siquiera sabía que Denny estaba allá. Mi abuelo me dejó una casa allá y me voy a probar suerte.
Gabriel me analiza un momento con la mirada y como si leyera mis pensamientos, da con el clavo central del motivo de mi partida.
—¿Es por Luka? ¿Qué sucedió entre ustedes? Luka ha estado raro y cuando le pregunté no me quiso decir nada.
—¿Raro? ¿Cómo que raro?
—Ha estado decaído y de más mal humor del normal, pero no me respondiste.
—En parte es por él, sí. —El tono de mi voz baja considerablemente al hablar de eso hasta un susurro apenas audible—. Pero igual, es un re-comienzo de todo.
—¿Qué pasó con Luka? —repite. Suspiro con tristeza y niego con la cabeza—. La cagó, ¿cierto? Típico de él, mete la pata y luego se pone como un tote que nadie le puede hablar. Culpa a todo el mundo de sus errores.
—Según eso entonces supongo que debe de cagarla muy seguido.
—En términos generales, sí. Por impulsivo le pasan muchas cosas —cuenta. Gabriel se acerca más a mí y de nuevo pasa uno de sus brazos por mi hombro—. Pero en cuestiones de mujeres, no le pasa tan seguido. No es que no la cague, porque eso es de su naturaleza, sino que usualmente no le importa. La última vez que pasó por ese decaimiento por una mujer fue en el colegio, en el último año.
—No me interesa realmente saber de sus ex novias, ¿sabes? —argullo. Gabriel sonríe.
—Ni te voy a contar tampoco. Mi punto es que se comporta de esa manera solo cuando realmente le interesa. Luka es un idiota en muchos aspectos, pero hay cosas que también sé de seguro sobre él: uno, que es un excelente amigo, dos, que es un muy buen hermano y nieto y tres, que te quiere —confiesa.
—Tiene una manera muy peculiar de demostrarlo —objeto.
—Es que no sabe demostrarlo. Pero bueno...
—Sí. La verdad ya no importa. Ya es un hecho que me voy y si bien son muchas las razones para hacerlo, una de las principales es alejarme de él.
—No soy quien para llevarte la contraria, así que espero que te vaya muy bien. Cuando llegues allá llama a Denny, quizás vivan cerca.
—Claro que lo haré —afirmo—. Gabriel, muchas gracias. Por acogerme en su casa, por apoyarme, por estar ahí.
—Y por seguir estando. Porque cuando visite a Denny debemos repetir la ida al karaoke.
—Suena genial.
—Te quiero mucho, Caro, no se te vaya a olvidar eso.
—Solo dame un abrazo y ya, no quiero ponerme sentimental de nuevo.
Obedece y me apretuja fuerte, dejando clara su diferencia de estatura y de fuerza conmigo. Gabriel pasa con dulzura su mano por mi cabello y deja un beso en mi mejilla. Cuando ya va a entrar a su apartamento, recuerdo de repente una cuestión sin resolver.
—Oye, ¿ustedes conocen a Dylan de algún lado? —Gabriel ríe.
—No directamente. Ni sabía que se llamaba Dylan. Denny y yo conocimos a su novia Melinda y a su hermano hace como dos años en una fiesta. Nos vimos un par de veces más, en fiestas y en eventos; el hermano de ella, Andy, no me agrada mucho porque miraba mucho a Denny, pero Melinda es un amor de persona y llevó a Dylan alguna vez a una salida, donde lo vimos. Nunca nos agradó mucho, lo consideramos hipócrita y cuando yo supe que ese era el que se hacía pasar por tu novio, lo confirmé. En la pista de patinaje Luka me lo señaló antes de encontrarnos contigo y por eso supe que era él y él debió de recordarme y por eso no objetó cuando Luka te llevó de ahí. Luka estaba seguro de que no iba a decir nada, porque si te metía en problemas, yo iba a hablar del embarazo de Melinda, que supongo ya sabes, ¿sí?
—Sí, me enteré. Pero ¿por qué nunca me lo dijeron?
—Porque nosotros sí no somos hipócritas y supusimos que eso era algo que él debía de contarte. Luka me dijo que se iba a asegurar de que no temieras por el tema de que Dylan te delatara pero que no iba a ponerse de metiche a contar cosas ajenas.
Asiento solemnemente en silencio tratando de repasar los eventos en la pista de patinaje. Trsa unos segundos, levanto la vista de nuevo al moreno y le sonrío.
—Bueno, por eso también, gracias.
—Las gracias a Luka.
Entra a su apartamento y camino hacia el mío con rapidez.
Hay personas que llegan a nuestra vida para quedarse y acompañarla siempre y hay otras que solo van de paso, dejan huella y se retiran, dejando el bonito recuerdo. Personas como Gabriel, como Denny, como Theo, como Kevin, son aquellos que llegaron a la mía para quedarse, en la distancia, a través del tiempo, a través de todo y hay otros como Dylan, como Andy, como Gia y como Julián que pasan a dejar huella y un bello recuerdo, no sé si volveré a verlos pero sí sé que lo que iban a hacer en mi vida, ya lo hicieron.
Luego hay personas como Luka. Personas que pensamos y sentimos que llegan para quedarse pero que en realidad solo llegan a dejar su paso, como un huracán en medio de un día soleado. Esos dejan el desastre en medio de la calma que había y luego se van para que organices de nuevo todo tú sola.
Pero no todo es malo. Los huracanes prueban la resistencia, enseñan qué tanto se puede aguantar y da la confianza de la fuerza que se cree no existe antes de su paso.
Kevin tiene razón en algo: puedo no ser la protagonista de una historia de amor, pero sí soy la protagonista de mi historia de vida. Soy la dueña de cada parte, de cada fracaso y de cada éxito; de cada decisión y de cada lucha.
Con todo lo que me ha traído hasta acá, solo puedo llegar a la conclusión de que soy dueña de mí misma y de que nadie me puede quitar eso.
¿Y saben algo? Por sobre todo el miedo y la incertidumbre, es maravilloso decir que mi vida me pertenece.
Hola <3
¿Qué les pareció el capítulo? 7u7
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