Detuve mis pasos, había dicho algo importante, algo muy muy importante, sujeté el dobladillo de su camisa para que se detuviera él también.
—¿Qué quieres decir con quien hizo esto? ¿Quién hizo qué? ¿No lo hiciste tú? —mi corazón latía aprisa, podría estar frente al gran descubrimiento de que él no era el asesino— ¿te refieres a lo que estoy pensando? ¿No eres tú el que asesinó a mi familia? si no es así, no estoy entendiendo nada ¿En qué rayos estoy metida y por qué?
—Eso es lo que intento averiguar— respondio con frialdad.
—Pero, entonces ¿por qué tú...?
—Este no es el momento ni el lugar para dar explicaciones —cortó bruscamente y se puso en marcha— tenemos que llegar a la próxima ciudad a medio día y aun faltas 40 kilómetros, así que mueve tu trasero porque no comeremos hasta llegar ahí.
—No me moveré de aquí hasta que respondas— me mantuve firme.
—Como quieras —gritó a 2 metros de mí sin detenerse a mirar a atrás— pero recuerda, es mejor que lo hagas si quieres seguir... —dejó sus palabras al aire, ya sabía a lo que se refería, si quería seguir viviendo no tenía otra opción más que pegarme a él. Suspire resignada y corrí hasta alcanzarlo.
Caminamos un largo rato, estaba cansada, moría de hambre y sudaba como cerdo en el horno mientras arrastraba los pies. Kurjak iba a varios metros por delante de mí, de vez en cuando se detenía, miraba por encima de su hombro y fruncía el entrecejo, pero no decía nada. Él lucía casi fresco, como si llevara caminando sólo unos minutos, pero habían pasado horas y no veíamos ni siquiera un rastro de la ciudad.
—Podrías caminar más rápido— se quejó cuando aminoré aún más mis pasos.
—Descansemos un momento— jadeé limpiándome el sudor de la cara con la mano.
—No— respondió terminante— ya pasa de medio día y no hemos avanzado ni 20 kilómetros.
—¿20 kilómetros? —resoplé sintiendo que escupía mis pulmones— en mi vida había hecho tanto ejercicio— me senté en el pavimento— estoy que muero. Mira creo que hay buitres dando vueltas sobre mi cabeza.
Kurjak gruñó una palabra que no entendí, caminó hacia mí y me aventó una barra de chocolate.
—Come, esto servirá hasta que lleguemos, ahora levántate y camina si no quieres que te deje aquí y créeme que estoy tentado a hacerlo.
—¿Tenías comida? —lo miré molesta—¿Por qué no lo habías dicho?
—Era para caso de emergencia.
—Mírame, esto es una emergencia.
—No, no lo es, una emergencia es cuando tienes que pasar varios días oculto o encerrado sin nada que comer ni beber más que una simple barra de chocolate la cual tienes que racionar, comiendo un pequeño trozo para mantener la cordura.
—¿La tenía que racionar? rayos ya me la comí.
Él movió la cabeza con reproche y susurró algo que me parecieron maldiciones.
—A dos kilómetros hay un cruce —dijo evitando mirar como lamía los restos de chocolate de la envoltura— podemos hacer autostop y pedir que nos lleven a la ciudad. Será más fácil que llevarte a cuestas.
La barra de chocolate me dio la suficiente energía para llegar hasta el cruce, el cual era decepcionante porque pasaban menos autos de lo que esperaba. Habíamos caminado por una hora y solo habían pasado un par de autos que ni siquiera nos miraron.
—¡Ahí viene uno! —levanté mi pulgar en señal de ride, pero solo conseguí polvo en la cara— olvídalo, esto es inútil ¡Oh! Espera, ahí viene otro.
—Déjame hacerlo a mí— dijo Kurjak.
Inmediatamente se quitó la camisa e hizo señales con ella. Rodé los ojos. Era un pervertido... aunque tengo que admitir que cualquiera estaría tentado a echarle un vistazo a ese abdomen.
No, Diana, céntrate. Lo odias, recuerda.
El auto se detuvo a unos metros, retrocedió hasta donde estaba parado y bajo la ventanilla. Hice una mueca, era obvio que se habían detenido por su presumido y grosero cuerpo.
Kurjak se acercó tranquilamente y dijo: —voy a Rosevine.
—Sube, Dios de las montañas— dijeron a coro un par de chicas, él abrió la puerta y me indicó pasar primero.
—¿Ella también viene?— preguntó una de ellas al verme.
—¿Algún problema?
—No, para nada, es lo que pensamos que venias solo— decepción, pura y clara decepción dibujada en sus rostros. Antes de arrancar, la conductora me miró por el retrovisor y pregunto— ¿es tu novia?
—Sí, —dijo él rápidamente y con la mirada me advirtió que me mantuviera callada— es mi novia.
—Vaya chica —dijo la pelirroja— surte que tienes, cuando lo vi pensé "Un Dios perdido en las montañas" ¿o no Thania?
—Sí —respondió la castaña con un marcado acento sureño— pensé más o menos lo mismo, "un sensual modelo sin camisa" —ambas rieron, yo rodé los ojos y Kurjak permaneció indiferente— ¿Y qué hacen en medio de la nada?
—Tomando fotos, —respondió Kurjak como si ya hubiera planeado toda la historia— tomamos fotos de la naturaleza para un blog.
—Wow, sorprendente, nosotras tenemos un canal de YouTube, tal vez ustedes podrían aparecer como invitados.
—No creo que sea posible, somos tímidos. Nos gusta permanecer en el anonimato— las chica pusieron mala cara pero no insistieron.
—¿y a dónde van? —preguntó Thania después de un rato— digo, Rosevine es tan pequeño y aburrido, supongo que solo van de paso.
—Vamos a Alaska, a tomar fotos de ballenas.
—¡Eso es increíble! —dijo la pelirroja y contempló a Kurjak por el retrovisor, después su mirada viajó a mí— de verdad chica, te envidio ¿Cómo conseguiste uno así?
Kurjak me miró recelosamente, esperando una respuesta adecuada. Lo pensé, la primera opción: podía pedirles ayuda, final: todas muertas. Segunda opción: seguir el juego de Kurjak, final: ellas vivas, yo atrapada.
—Ya sabes— respondí con una sonrisa— los hombres se vuelven locos con las curvas, desde que me vio no he podido alejarlo de mí— le di una palmada en la mejilla— tratarlos como perros y como perros vendrán.
Kurjak aspiró furioso, yo sonreí triunfante. Si Kurjak quería jugar, yo también iba a jugar y a ganar. Pero él no se dejó vencer, sonrió maliciosamente y pasó una mano alrededor de mi cuello y me pegó a él. Se me cayó el alma ¿Qué pensaba hacer?
—No imaginan lo cansado que me tiene, llevo días pegado a ella sin poder dormir— sujetó con fuerza mi barbilla para que lo mirara y pasó su pulgar en mis labios, me quede de piedra— me vuelve tan loco que apenas puedo mantener mis manos alejadas de ella —aguanté la respiración mientras se acercó a mi cuello y susurró— ten cuidado, humana. Yo no soy un inofensivo perro.
Ambas chicas nos miraban por el retrovisor y soltaron un agudo gritito, emocionadas por lo mucho que nos amábamos ¡Ja!
Llegamos sin contratiempos a la ciudad y tal como habían dicho, Rosevine era un muy pequeño pueblo con una oficina de gobierno, un motel y una diminuta estación de autobuses. Los lugareños, poco acostumbrados a ver turistas, nos miraban curiosamente y más de una se comió con la mirada a Kurjak, él sin notarlo se paseó con el ceño fruncido oliendo disimuladamente el aire cada vez que podía.
—¿Es verdad que vamos a Alaska?
—No —respondió sin mirarme.
—¿Entonces a donde vamos en realidad?
—Ya te lo dije, con mi... —se detuvo y miró fijamente a un anciano que iba pasando— ...familia.
—Sí, ya lo sé— él continuó caminando, rastreando algo en el aire— ¿pero dónde es eso?
—Lejos, —nos estábamos alejando de la ciudad— en Europa. —Se detuvo frente a un gigantesco árbol, miró al rededor y salto a la primer rama que estaba a 3 metros de suelo— paso por aquí hace 2 días.
—¿Quién? ¿Quién paso por aquí? —pregunté mirándolo desde la base del árbol.
—La cachorra que puse para que te espiara —respondió distraído y se puso a susurrar palabras que apenas entendí.
—¿Pusiste a alguien a espiarme? —pregunté molesta— ¿Por qué? —él no respondió— ¡Contéstame! ¿por qué me espiabas?
Me miró irritado.
—Cierra la boca —ordenó— trato de hacer cálculos.
Enfadada, recogí una piedra y se la lancé, él la atrapó en el aire.
—Deja de jugar, esto es importante.
—Responde —tomé un montón de rocas y se las lance de una por una— necesito respuestas— las esquivó todas y de un salto quedó frente a mí.
—Deja de jugar— vociferó sobre mi cabeza— de esto depende que vivamos las siguientes horas— retrocedí, levante mi cabeza para mirarlo y con el ceño fruncido exigí respuestas— te las daré, pero no aquí, no ahora. Necesito saber si podemos quedarnos aquí al menos unas horas— volvió a subir al árbol.
—¿Y cómo lo sabrás?
—La cachorra que va delante de nosotros va dejando un rastro, ella se asegura de que el camino esté libre y podamos avanzar sin problemas.
—¿Y cómo sabrás que el lugar no es seguro?
—Ella se encarga de registrar cada rincón y si no es seguro, ella obviamente morirá y su sangre me lo dirá— lo dijo como si fuera lo más natural del mundo— por ahora nos lleva un día de ventaja— dio un salto y cayó a unos metros de mí— descansemos.
Entramos a un viejo restaurant donde una anciana camarera nos tomó la orden. Moría de hambre, así que pedí varios platos del menú, él hizo lo mismo. Mientras comía noté que él me miraba fijamente.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué no comes? — él movió la cabeza como despertando de un trence.
—La primera vez que te vi fue en un lugar como este— dijo pensativo— desde entonces te... desprecié. ¿Me preguntaste por qué puse a alguien a espiarte? Esa es la respuesta, porque eres un oprobio.
—Me odias lo sé —sus palabras no me afectaron y me importaban como un cacahuate podrido— ¿pero entonces por qué me proteges? no tiene sentido.
—No tengo elección, es difícil de explicar.
—Si lo intentaras... —puse una mano sobre la suya, si no había funcionado la forma directa, ni la ruda tal vez la amable si lo hiciera. El inmediatamente retiro su mano como si yo tuviera estiércol en la mía.
—No me vuelvas a tocar —tembló de rabia— ponte de pie y vayámonos.
Él alzó una mano para pedir la cuenta. Repliqué.
—Pero dijiste que podíamos quedarnos un tiempo, además ya está atardeciendo, quedémonos en el motel.
—No.
—Su cuenta —interrumpió la anciana, repasó su vista entre ambos— Si me permite joven, no debería tratar a su novia así, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde y díganme eso a mí —sonrió con sus pocos dientes.
Kurjak la ignoró, sacó un fajo de billetes y depósito unos cuantos sobre la mesa, después me jaló violentamente de la mano. A medio camino de la puerta la anciana añadió: —Jovencita, si tienes problemas podrías hablar, pedir ayuda.
Me detuve, miré a la anciana después a Kurjak que estaba rígido.
—No es nada —sonreí y rodeé con mi brazo la cintura de Kurjak, él se tensó pero no me apartó— mi esposo y yo no podemos decidir a donde ir de luna de miel, típicos problemas de una pareja recién casada— eso pareció tranquilizar a la anciana.
—Deberían tener consideración el uno con el otro. Tú, chico, deberías tener más paciencia a tu esposa, ella aún es muy joven.
—Sí— respondió Kurjak seco y para mi sorpresa me rodeó con su brazo— gracias por el consejo.
Mientras salíamos la anciana le contaba a otra camarera de los muchos matrimonios que había tenido y que ninguno había funcionado porque ella era un espíritu libre, pero si se encontraba un marido como "el de esa chica" (o sea yo), se volvería a casar.
—¿Por qué lo hiciste? —me preguntó Kurjak cuando estuvimos fuera— pudiste haber pedido ayuda.
—Tú la habrías matado y no quería eso, además hizo lo que cualquier persona haría al ver a una chica tan linda como yo —lo fulminé con la mirada— en compañía de alguien como tú, por eso dije lo de estar casados, para que creyera que estaba atada a ti.
—Ya lo estas.
—Sí, pero no por elección propia.
***
Nota de la autora
Hola (^-^)~
¿Ya saben quien es la cachorra a la que se refiere Kurjak?
No olvides votaaar~
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