21. Camino a la cueva
Kurjak me había llevado a cuestas por más de una hora, él ni siquiera sudaba, sin embargo, parecía que apenas respiraba, mientras tanto yo no dejaba de pensar en el plenilunio. Según Kurjak era el día, una vez al mes, en que la luna estaba en su máximo esplendor, brillante y redonda. Ese día los hombres y mujeres lobo pierden todo rastro de humanidad y son dominados por el espíritu de la bestia que habita en su interior.
—¿Eso que significa para mí? —pregunté con un poco de histeria en la voz— ¿Estaré en peligro? ¿Me comerán?
—No es probable —se detuvo— Tomaremos medidas de seguridad. En todo caso, Sylkar estará ahí, él te cuidará.
—¿Sylkar? —recordé al hombre de la llamada telefónica de cara cuadrada, cuello ancho y expresion feroz — ¿Y tú? ¿Por qué no puedes cuidarme tú?
—No estaré disponible —respondió seco.
No volví a preguntar, ni siquiera emití sonido alguno. Ya imaginaba que Kurjak no estaría más conmigo. Como él había dicho, yo solo era un favor y ahora que se deshacía de mí volvería con Levana.
Tenía que volverme fuerte para no necesitarlo, para sobrevivir sola. Pero, Kamisama, ir sobre su espalda inundándome de su exquisito aroma hacía que mis pocas fuerzas para no quererlo quedaran reducidas a popo de hormiga.
De repente un aroma más penetrante que el de Kurjak inundó mi nariz produciéndome arcadas. Olía a carne en descomposición. Tuve que bajarme de Kurjak y correr al arbusto más cercano para devolver mi desayuno de barritas de granola.
—¿Qué huele tan horrible? —pregunté antes de volver a vomitar.
—Es el aroma de la muerte —Kurjak me indicó que retrocediéramos unos pasos. El aroma desapareció súbitamente— Estamos cerca de la entrada a la cueva, si algún enemigo llega hasta aquí, el olor de los cadáveres les indica que somos depredadores y que no tendremos piedad. Ellos huelen la muerte.
Tragué audiblemente. Tal vez haber venido había sido un error.
—Ponte esto —Kurjak me dio un respirados antigás, bloqueaba todo rastro de olor.
En momento que volvimos al camino y traspasamos la barrera de olor putrefacto, la atmosfera cambió. El nauseabundo olor no se percibía gracias al respirador, sin embargo ambiente se cargó de una pesada bruma y algo en el aire decía que era peligroso estar ahí.
Tenía ganas de salir corriendo, pero no me detuve. A cada paso que daba, las piernas me temblaban y el corazón me latía descontrolado. El bosque se ponía cada vez más espeso y ni siquiera había rastros de vida en todo el lugar, era como si el bosque estuviera dormido, congelado o encantado.
Kurjak se detuvo repentinamente haciendo que chocara con su espalda, al verme de reojo sus pupilas doradas brillaron con intensidad. Se inclino sobre una roca del camino y limpió un poco el musgo que crecía sobre ella.
—¿Qué ocurre? —pregunté.
—Tenemos que seguir las instrucciones de la roca.
Me acerqué para observar mejor la piedra húmeda y cubierta de musgo verde, pero era una simple roca.
—Aquí no dice nada.
—Las palabras solo se muestran a alguien que viene en son de paz, que en su corazón no hay maldad para los lobos o que busca nuestra ayuda. Solo así encontrará la manada de los lobos del norte.
—Pero yo soy todo eso —dije un tanto ofendida de que la roca no me considerara digna.
—El miedo nubla tu vista —dijo Kurjak alejándose de mí y de la altanera roca —sigamos.
No tardamos en llegar hasta lo que parecía una enorme y solida pared de roca, Kurjak camino siguiendo el borde hasta que apareció una grieta. Me di cuenta de que en realidad era una acumulación de enormes rocas que formaban una pequeña montaña.
—Tenemos que subir —él ya comenzaba a escalar —ten cuidado al pisar. —Me quedé en el suelo, viendo como él se perdía en una grieta. Poco después volvió a salir con el ceño ligeramente fruncido —¿por qué no subes?
Fruncí los labios y señalé con ironía mi brazo vendado. Él no tuvo más opción que llevarme de nuevo a cuesta. Dentro, la montaña formaba una fortaleza en forma de cúpula, y era más profunda y con más túneles de los que se podía apreciar por fuera.
—No te separes de mí —dijo Kurjak tomando mi mano— los caminos son engañosos y la cueva misma intenta que te pierdas en su profundidad.
—¿Aquí esta tu manada? —pregunté esperando que Eowin o Eoghan salieran de una grieta.
—No, aún estamos a medio camino, nos falta cruzar el manantial.
—¿El qué? —pero no era necesario que él respondiera. La luz que se reflejaba sobre la superficie del agua me segó unos momentos. Era un manantial de agua cristalina en el centro del domo, pero era tan pequeño que sería ridículo cruzar al otro lado, es decir, simplemente podríamos rodearlo.
Kurjak comenzó a asegurar todos los cierres de su mochila, guardando la mía dentro. No sabía porque lo hacía hasta que se sumergió unos momentos dentro del manantial y volvió a salir para indicarme que entrara yo también. Con pasos indecisos metí un pie dentro, estaba helada. Apreté los dientes y me sumergí hasta el cuello, no tocaba el fondo.
—El tramo es largo, toma una buena bocanada de aire —dijo Kurjak colocándome de nuevo en su espalda— pase lo que pase, no me sueltes sino serás tragada por la corriente.
Asentí, apenas asimilando que íbamos a nadar en la profundidad del agua. Tomé tanto aire como mis pulmones me lo permitieron. A la cuenta de tres, nos sumergimos. Cerré los ojos sintiendo la fría agua como cientos de agujas lastimando mi piel. Kurjak comenzó a nadar por el laberinto de túneles acuáticos, que inexplicablemente tenían una fuerte corriente que intentaba azotarnos contra las rocas.
Kurjak nadaba con mucha fuerza y determinación, empujando contra la corriente, en cambió yo trataba de mantener el aire dentro, pero me era imposible, llevábamos demasiado tiempo bajo el agua. No podía resistirlo mucho tiempo más, la falta de oxígeno me empezaba a marear y mis manos al rededor del cuello de Kurjak comenzaban a perder fuerzas. Él lo sintió, comenzó a nadar más rápido, con desesperación, pero mis manos perdieron su agarre. Kurjak me abrazó y el agua nos arrastró a los dos, llevándonos directo a las rocas.
Tuve miedo, comencé a patalear buscando aire, pero todo lo que había era agua. Estúpida e instintivamente abrí la boca ¿Por qué? no lo sé, uno se vuelve estúpido cuando está a punto de morir. Pero Kurjak ni siquiera dejó pasar un segundo, pegó sus labios con los míos y me sopló oxígeno, llenando otra vez de esperanza.
La cabeza de Kurjak sangraba, pero él no le prestó atención. Hizo algunas señas con sus dedos indicándome algo que no entendí, asentí para no verme como estúpida. Volvió a ponerme sobre su espalda, asegurándome con sus mochila y comenzó a nadar con más energía que antes.
Después de un par de minutos tomé una gran bocanada de aire cuando emergimos en la superficie de un lago de aguas oscuras.
—¿Por qué demonios te soltaste— gruñó Kurjak apenas tuvo oportunidad. La sangre resbalaba por su frente pasando por sus ojos dorados y goteando por su barbilla.
—Lo siento... —Me aferré con fuerzas a él, rompiendo en llanto— Creí que moriría, tenía tanto miedo.
Él como cada vez que tenía contacto conmigo se puso rígido, pero después me abrazó con fuerza.
—Lo siento. Jamás dejaría que... —sus ojos dorados brillaron con más intensidad— Lo siento.
Nos arrastramos hasta la orillas con los dientes castañeando de frío. Kurjak instaló la tienda de campaña rota y, mientras yo me hacía un capullo con los dos sacos de dormir, él buscaba leña para hacer una fogata. Regresó poco después con musgo sobre su herida para detener la hemorragia.
—¿Te sientes mejor? —preguntó mientras encendía la hoguera.
—Sí. Ponte ropa seca y déjame ver esa herida.
Cuando quité la plasta de musgo y limpié la herida, vi en su cabeza tenía una horrible abertura, semejante a la de una alcancía de cerdito. Empapé de agua una camiseta y con mucho cuidado limpié la sangre que aún manaba, cubrí la herida con una media a modo de torniquete.
—¿Falta mucho para llegar? — pregunté preocupada al ver que la media se llenaba de sangre.
—Cuatro kilómetros— respondió Kurjak sin importancia— ¿Podrás continuar?
—¿Tú podrás?
Sin responder, Kurjak se puso de pie y comenzó a recoger nuestras cosas. Un par de minutos después volvimos a ponernos en marcha, pero esta vez el bosque lucía diferente, tal vez el casi morir hizo que las cosas se vieran más bonitas.
El bosque era brillante por la luz del sol que atravesaba la copa de los árboles, dándole al musgo, helechos y demás arbustos que crecian sobre el suelo un vivo tono verde. A nuestro paso conejos, ciervos y zorros se detenían a mirarnos con curiosidad y sin miedo alguno, también había aves revoloteando por los árboles y pequeñas ardillas pasando de rama en rama.
—¿Este es el bosque de Disney? —pregunté sin ocultar mi emoción al ver tantos animalitos en su vida natural. Kurjak no respondió, de hecho, caminaba más despacio. —¿Te ocurre al...
No pude terminar de hablar, cubrí mi boca con mis manos al ver la mitad de la cara de Kurjak bañada de sangre. Había perdido mucha sangre y estaba a punto de desmayarse.
—Tenemos que parar —hice presión en la herida con la esperanza de detener un poco la hemorragia. Kurjak había perdido el color de su rostro.
—No, falta poco para llegar —se recargó sobre un troco para mantenerse en pie— tenemos que llegar antes...
—Lo sé, tenemos que llegar antes del anochecer —dije exasperada por su terquedad —pero te estas desangrando, apenas puedes mantenerte en pie.
Él no me hizo ningún caso y siguió caminando con un ligero zig zag.
—Apóyate en mí— pasé su brazo sobre mis hombros. A pesar de eso, no era de mucha ayuda, ya que en vez de ser un fuerte apoyo era más bien un endeble bastón. Mi 1.67 quedaba en ridículo frente a su 1.98.
Con él, un poco mareado por la pérdida de sangre y con mi brazo en recuperación apenas pudimos avanzar en la ligera cuesta, pero conforme subíamos, los claros entre el bosque se hacían más luminosos hasta que se terminó el bosque súbitamente y a lo lejos, en la cima, vi un pequeño pueblo de casas antiguas como en las películas medievales.
—¿Es aquí? —pregunté jadeando por el esfuerzo.
—Ya falta poco —dijo Kurjak enderezándose y tratando de caminar por sí mismo.
En cuanto estuvimos a poca distancia de la entrada del pueblo medieval, vi a un montón de gente reunida con antorchas. Di un paso atrás, insegura de que fueran una trifulca o linchamiento como el monstruo de Frankenstein, solo que la ejecutada hoy sería yo.
—¿Qué ocurre? —preguntó Kurjak— ¿Por qué te detienes?
—Es que... ellos no se ven muy felices —dije entre dientes— ¿seguro que seré bienvenida?
No escuché la respuesta de Kurjak porque un griterío de gente nos recibió, abalanzándose sobre nosotros.
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