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14. ¿Mejor?... no tanto

—¿No le has dicho? —lo chica miró molesta a Kurjak. Él entrecerró los ojos, en una clara señal de advertencia.

Mi curiosidad se hizo más fuerte, ¿quién era ella? ¿Era la chica que había enviado a espiarme, a la que llamaba cachorra?

De repente me dio un poco pánico. ¿Cómo se supone que tenía que reaccionar si me decía que ella era su novia o peor, su esposa?; ¿Tendría que decir algo como: gracias por dejar que tu novio/marido me salvara la vida?, ah, y disculpa, pero me vio desnuda, y espero que no te moleste, pero no me alejaré de él hasta que averigüe que pasó con mi familia, por cierto me gusta su aroma... ¿Con que detergente lavas su ropa?

Tranquila Diana, tienes que relajarte y preguntar. Pero por favor, kamisama, que no sea su esposa.

—¿No me ha dicho qué? —pregunté fingiendo calma— ¿tu eres a la que envió a espiarme?

—¿Espiarte? ¿Andros la espiabas? —la cara de Kurjak se volvió de un rojo intenso furioso y ella soltó una carcajada, en medio de la risa dijo— eres patético.

Kurjak había enrojecido más, me miró con odio.

—Yo no he caído tan bajo para espiar a nadie —dijo ella arrogante— aunque si me hubieran encargado el trabajo a mí— miró a Kurjak de reojo— tal vez no hubiera pasado lo que paso. Hubiera matado de un tajo a todos esos malditos Wampir.

—¿Estas insinuando que no obré bien? —la miró encolerizado y la chica se encogió en el asiento, aterrada— ¿Cuestionas lo que hice?

Toda la vitalidad y seguridad de la chica se esfumó, bajo la mirada y se apresuró a decir:

—No, hermano, disculpa mi impertinencia, es solo que yo quería ese trabajo en lugar de estar en la empresa— Kurjak exhaló furioso. Ella se alejó un poco de él y se pegó más a mí, se presentó— soy Eowin Kurjak, un gusto.

—¿Eres su hermana? —pregunté tratando de ver el parecido. Ambos tenían el mismo tono de piel, los mismos ojos y el cabello de un color que no decidía si era castaño oscuro o negro.

—No —respondió Kurjak seco— ¿a qué has venido Eowin?

—Yo solo quería ver como estaba.

—Ya la viste, márchate.

—Pero...

—Estas ocupada, vete.

—Como imagine, todos están aquí— irrumpió la pomposa voz de Eoghan.

Su principesco rostro tenía una expresión despreocupada, estaba entrando por la puerta cuando se detuvo al ver la expresión aterradora de Kurjak y la cara de preocupación de Eowin.

—¿Qué ocurre? —sus ojos viajaron a mí, cruzo la habitación de una zancada —¿se puso mal otra vez? —se apresuró a tocar mi cara y mis brazos, buscando alguna nueva señal de enfermedad— ¿Que te duele?

Me quité sus manos de encima, pero él era muy insistente, como un pulpo pegando sus tentáculos.

—Podrías dejarla— pidió Kurjak irritado— no le duele nada. Tú y tu hermana son una molestia, váyanse.

En la cara de Eoghan se dibujó una sonrisa pícara.

—¡Ah! ya sé lo que pasa, la quieres toda para ti solo, loquillo— Kurjak exhaló indignado ante tal acusación— Alexandros eres un egoísta— le dio un golpecito juguetón. A mi parecer era como hacerle mimos a un perro rabioso. Eoghan se sentó a mi lado y me rodeo con su brazo— yo también quiero estar cerca de ella.— Su voz sonó ridícula e infantil.

Eowin hizo lo mismo, me apretujó contra ella, convirtiéndome en el jamón de un sándwinch. Esto no podía ser más raro e incómodo.

—Hermano, no nos vamos a alejar de ella— dijo Eowin resuelta aunque también parecía un niño emberrinchado— por eso pedí que trajeran el trabajo aquí.

Andros, digo, Kurjak se levantó y empezó a pasear furioso, de vez en cuando nos lanzaba una mirada asesina y los dos hermanos se pegaban más a mí para abrazarme con más fuerza. Estaba abrumada por su comportamiento, ni siquiera me conocían para apegarse a mí de un modo casi caprichoso.

—Yo... —comencé a decir, pero fui interrumpida por el timbre.

Kurjak abrió la puerta estrepitosamente y gritó a quien quiera que fuera el pobre infortunado que se cruzó con su mal genio.

—Los archivos que pidió la señorita Kurjak— se escuchó una voz entre asombrada, indignada y aterrada.

Kurjak un tanto desconcertado dio un paso atrás para que la pequeña figura pasara. Abrí los ojos como platos al ver al hombrecito de cara redonda y con cabello apelmazado entrar a la lujosa habitación. Esa cara de tonto nunca la olvidaría, era el hombre de la camisa y el café: el troll.

Él miraba a todos lados como si acabara de entras a una dimensión diferente, sus ojos repararon en la sala donde estábamos sentados. Al ver a Eowin se apresuró a decir: —señorita, lo que pidió.

—Ponlo en la mesa— respondió Eowin soltándome y dirigiéndose al hombrecito que creí que se pondría a temblar en cualquier momento.

Él nos miraba a Kurjak y a mí como si no diera crédito a lo que veían sus ojos, claro, a diferencia de unos días atrás, estábamos limpios y Kurjak vestía una costosa camisa y pantalón a juego, sin mencionar sus caros zapatos.

—¿Qué tiene este tipo? —preguntó Eoghan con una sonrisa burlona en el rostro— parece que se va a cagar en los pantalones.

Eowin lo presentó, tal vez pensando que eso relajaría al hombrecito.

—Él es Alexandros Kurjak, un socio de la empresa —el chico abrió tan grande los ojos que se le desorbitaron y palideció, yo hice lo mismo ¿Cómo que socio? —Andros, él es el nuevo chico de los recados, su nombre es... emm...

—Donosso— terminó Kurjak— nos conocimos hace unos días.

—¿Ah, sí? —Eowin miró al pobre hombre que era más que seguro que quería que se lo tragara la tierra. Su cara se había puesto tan roja como un tómate, acentuando más su redonda cara.

—Sí— afirmó Kurjak —fue un incidente gracioso, ¿no es así Donosso?— el troll asintió rígido— espero que llegues lejos en esta empresa —Kurjak palmeó su espalda— valoramos la lealtad y el buen servicio, también la apariencia, claro —creí que Donosso se desmayaría, pero se sostuvo de la mesa— Por eso quiero pedirte un favor. El tiempo que este aquí, estarás bajo mis órdenes y no dirás nada a nadie de lo que pasa en esta habitación entendido. —El hombre asintió tan energético que temí que se desnucaría —bien, compra ropa para esa chica, algo cómodo por favor.

Donosso salió a prisa sin decir nada.

Kurjak tomó algunos papeles de la pila que estaba sobre la mesa y comenzó a hojearlos, Eowin tomó otro tanto y los llevo a la sala. Los tres se dedicaron a revisar papeles, marcándolos y lanzando uno que otro gruñido mientras yo me moría de aburrimiento.

Cuando me di cuenta, el sol de la tarde se filtraba por los grandes ventanales, afuera seguramente debía haber mucho ruido, pero adentro reinaba una paz que poco había experimentado los últimos días. A lo largo del día había tomado varias siestas mientras que ellos no habían apartado los ojos de los documentos que pasaban por cada una de sus manos.

—Esto tiene que solucionarse antes de volver —exclamó Eoghan despertándome de mi letargo— tenemos que hablar con Sylkar, él puede completar el panorama de esto.

Eoghan sonó como una persona sería y profesional en los negocios, no como el tonto, infantil y patoso que yo había visto. Kurjak estaba sentado meditando con los codos apoyados en las rodilla y los dedos entrelazados a la altura de su barbilla, pareció no oírlo.

Eoghan repitió haciendo extraños gestos: —Andros, Sylkar, contactar, ahora.

Kurjak tranquilo, miró el reloj de su muñeca y después a mí.

—Es hora de tu medicina, además pronto será hora de comer —Se dirigió al cuarto donde estaba la medicina.

—Andros— dijo Eowin seria, como una mujer de negocios — voy a contactar a Sylkar, tenemos que...

—Sylkar puede esperar— respondió Kurjak en el mismo tono serio— ella tiene que tomar su medicina— ambos me miraron y Eowin soltó un ligero suspiro.

—Entendemos— dijo poniéndose de pie, Eoghan lo imitó— nosotros resolveremos esto.

—Pero yo me quiero quedar —balbuceo emberrinchado Eoghan. Kurjak lo ignoró monumentalmente, Eowin hizo lo mismo.

—No digan nada a Sylkar de lo que pasó, ni de ella o de mí —dijo Kurjak en tono sombrío.

Yo los miraba de una a otro. Me sentía como una niña pequeña oyendo la plática de los adultos, comiendo palomitas, enterándome del chisme. Pero era tan mala chismoseando que todavía no me enteraba quien era Sylkar ni porque Kurjak no quería que supiera lo que había pasado.

—Sylkar ya lo sabe. —respondió Eowin— A estas alturas, todos lo saben —Kurjak no dijo nada, pero una mirada asesina cruzo por sus ojos.

Ambos hermanos se despidieron amablemente de mí y se fueron del departamento con la pila de documentos en brazos.

Kurjak se arrodillo a mi lado y destapó el tarro de baba verde que tenía un olor a diversas hierbas de la que sólo pude identificar eucalipto y hierbabuena. La untó cuidadosamente en mi muñeca, fue una sensación refrescante. Después tomó la amarilla que olía a caño, me dieron ganadas de vomitar, pero Kurjak que había tomado una generosa cantidad en sus dedos, no se inmuto. En cuanto aplicó la repugnante sustancia sobre el resto de mi brazo sentí que era como hierro caliente sobre mi piel. Siseé y apreté los dientes.

—Valiente niña— susurró. ¿Me había mirado un poco orgulloso? no lo sé, me soltó tan rápido que apenas tuve tiempo de sostener mi brazo. Antes de alejarse dijo— prepararé algo de comer.

Durante toda la cena Kurjak permaneció pensativo y distante, levantó y lavo los platos, después nos quedamos otra vez en silencio en la sala, pero para mi suerte mis piernas ya no estaban tan aguadas como en la mañana, así que me aventure al gran ventanal para contemplar la vista nocturna.

La luz de los rascacielos iluminaba la noche como si fueses fuegos artificiales en los festivales. Todo era calma y tranquilidad dentro y fuera del penthouse, estábamos tan alto que apenas podía ver nada abajo. —Suspiré— Me pregunte que estaría haciendo si nada hubiera pasado: estaríamos de vacaciones. Mis últimas vacaciones antes de la universidad.

Si no hubiera pasado nada... estaríamos a punto de cenar, papá estaría viendo las noticias en el televisor, mamá en la cocina, Kyara en su cuarto leyendo un libro o tal vez en un campamento de estudios, Joshy también estaría en su cuarto armando nuevos rompecabezas y yo, yo estaría hablando con mis amigas por teléfono, planeando ir a alguna fiesta o de vacaciones las tres juntas.

Las gotas de lluvia que comenzaron a caer sobre el cristal del penthouse me hicieron regresar, por más que me lo imaginara eso ya no era mi realidad, eso se había acabado para mí y nunca volvería.

Aparte la vista de la ventana y de mi reflejo. Ya no me reconocía a mí misma. Aunque por fuera perecía ser la misma chica que había salido de casa semanas atrás: con el mismo largo cabello rubio y los ojos grises, la expresión era diferente, ahora mi rostro reflejaba la tristeza y la miseria que había vivido, mi cuerpo estaba mal trecho y había perdido peso, eso en otro tiempo me hubiera alegrado, pero ahora sólo era el recordatoria de los duros días que había pasado huyendo. Ahora no sabía hacia donde iba, ni cual era mi destino.

—Kurjak— di media vuelta para mirarlo, él seguía perdido en sus pensamientos.

—Mmmm —fue lo que respondió, sin mirarme.

—¿Kurjak, que hago aquí?

Lo que fuera que estuviera en la mente de Kurjak se fue. Me miró, poniéndome toda la atención posible.

—¿Qué hago aquí? —volví a preguntar. Me miró extrañado.

—Recuperándote— contestó con obviedad.

—No, me refiero a ¿qué hago aquí, viva? Se supone que yo debía morir. Debería estar muerta —dije convencida —¿Cómo puedo volver a la normalidad después de todo lo que pasó? ¿Después de perder a mi familia? ¿Después de saber que existen criaturas sobrenaturales?

—No lo sé —su tono era sereno, pero en sus ojos había tristeza.

Reí con amargura.

—Si ni siquiera tú lo sabes, ¿Cómo se supone que voy a hacerlo? ¿Cómo voy a recuperarme de eso?

—No lo superas. El dolor nunca se va, no del todo —lo dijo tan sinceramente mirándome a los ojos que sentí un pinchazo en el corazón. Bajé la mirada, porque sabía que era verdad. Nunca me recuperaría, no del todo. —El vacío que dejan la personas que se fueron nunca se llena, los recuerdos te invaden por momentos, unas veces te hacen llorar otras veces te hacen reír, pero las personas aprenden a vivir sin ellos. Simplemente continúan porque saben, muy en el fondo, que tienen que seguir viviendo, por ellos.

—Creo que yo no —dije en voz baja— cuando los perdí yo... ya no quiero seguir. Ya no tengo motivos para vivir.

Él se levantó del sofá y se paró junto a mí, contemplando la ciudad a través de la ventana. Yo lo contemplé a él.

—Todo mundo tienen un motivo para vivir, si no lo tiene ahora vive un poco más hasta que lo encuentres: El motivo por lo cual quieres vivir.

Eso por la cual quiero vivir.

Dentro de mi interior nada luchaba por vivir, al contrario, me decía que debí morir esa noche junto a mi familia.

Hubo un tiempo, en el pasado, que no había tenido nada ni a nadie, pero en ese entonces no sabía que tan triste era porque no había conocido la felicidad, pero ahora que la había tenido y la había perdido, sentía que no volvería a ser feliz nunca y entonces, si ya no iba a ser feliz ¿para qué vivir?

Contemplé a Kurjak por un rato, él parecía cansado y maltrecho igual que yo, incluso infeliz igual que yo.

—¿Qué es por lo que tú quieres vivir? —pregunté.

—Por ti.

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