A veces me imagino a Cupido riendo malevolamnete, con su pequeño arco y su puñado de flechas de oro. Riéndose de esos dos enamorados porque él ya sabía lo que les iba a pasar, ese matrimonio que se daba el sí quiero a sabiendas que lo suyo no iba a perdurar, a esa niña que se encondía en el baño a llorar porque él se había aburrido un día y quiso clavarsela en el corazón. A veces, cuando se aburría lanzaba unas flechas al azar y juntaba para siempre a dos almas. Pero lo que nunca se llegó a imaginar era que un día, una chica de cabello azul le lanzaría una flecha con todas sus fuerzas y se enamoraría. Y se enamoró de una estatua de mármol y solo entonces entendió el verdadero dolor.

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Algunas personas han nacido para ser amadas, queridas con intensidad con locura. Otras, como yo, amar con todo su corazón, con cada átomo de su piel y cada centígramo de su alma. Y sólo unos pocos afortunados encuentran el amor de verdad.