Llegó un momento en su vida en el que todo colapsó. No supo muy bien cómo empezó, puede que desde pequeña, puede que siempre haya estado un poco rota.

Pero se veía al espejo con lágrimas en los ojos. Lo que empezó por unos pantalones que le sacaban barriga, por ese comentario que le lanzaron para que dejase de comer, de todas las veces que la criticaron, terminó por ser una pesadilla, mirarse antes de meterse en la ducha. Esos pechos caídos que tapaba con las manos, esa tripa imperfecta que empezó a meter para dentro para disimular en las fotos, esos dientes horrendos con los que aprendió a sonreír con la boca cerrada.

No sé si alguna vez has sentido que la gente mira esa imperfección. Ella sí. Pero cuando todo en ti te parece horrible cualquier desvio de mirada te hace encoger.

Ella no fue atractiva aunque hubo una época en la que todo el mundo la miraba maravillado, siempre sintió que nadie la querría. Fue después de estar enferma, había adelgazado sin quererlo, llorando porque no podía tragar la comida. Todos empezaron a decirle que estaba guapa tan delgada, que tenía un cuerpo muy bonito.

Es curioso, eso la hizo más daño que cuando se vió tripa en el espejo. Porque, cuando la gente le aplaudía ella sentía que era insignificante. Porque ella no estaba bonita, estaba enferma. Y empezó a creer que, estando así, enferma y delgada, por lo menos, algo de ella la hacía atractiva. Muchas veces anhelaba tener unos ojos más grandes, que alguien le dijese que ella llamaba la atención por algo más que por ese cuerpo que ella tampoco veía perfecto, que alguien le dijese que esa voz que había empezado a apagarse era bonita, que tenía una frente bonita, unos hombros o unas orejas bonitas.

Pero no, todos sólo la veían esa parte de ella atractiva. Esa parte que había sufrido por una enfermedad, esa parte que cambiaría con el paso de los años, del tiempo y las circunstancias.

¿Si algo en su cuerpo cambiaba ya no habría nada atractivo en ella? Si la salía una marca, si aparecía una cicatriz, si la piel empezaba a arrugarse...Ella volvería a desparecer.

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La certeza de no ser merecedora de un amor. La certeza de que nadie te va a querer. La certeza de que todos te odian, que todos te repudian. La certeza de que nadie se molestaría si desaparecieses. La certeza de que la vida no es para ella. La certeza de que nunca podrá ser como a ella le gustaría ser. La certeza de que seguiría siendo invisible hasta que se atravesiese a pintar. La certeza de que nadie puede ayudarla, que sólo están ella y sus demonios. La certeza de que la espera vale la pena. Pero no lo hace, no merece la pena esperar a que esa certeza mute.