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Capítulo 2

Cuando el reloj marca las cinco treinta de la mañana, la habitación es inundada por molesto sonido de un despertador, capaz de arrebatar de su sueño a la agotada mujer que se remueve en la cama, gruñendo con irritación.

Luego de presionar el botón de apagado, y sin apartar el antifaz para dormir de sus ojos, se gira en la cama palpando la superficie del colchón, hasta que siente bajo su tacto la cálida piel de la persona que duerme a su lado. Esboza una pequeña sonrisa, en tanto aparta la tela de su rostro y estira ambos brazos para atraerla hacia ella y abrazarla con ternura, mientras besa su mejilla reiteradas veces.

Como respuesta, solo puede sentir los bracitos de su hijo intentando apartarla, mientras balbucea algo que ella no logra comprender. Suelta una pequeña risa, dándose cuenta de que ni siquiera un terremoto podría despertar al niño en ese momento, y sabe que, si lo intenta, él terminará llorando e impidiéndole avanzar en sus quehaceres, por lo que decide dejarlo dormir por más tiempo, y se levanta de la cama para dirigirse hacia el baño a darse una ducha.

Tiene una cantidad exagerada de cosas que hacer, y entre ellas está el presentarse en la empresa para una importante reunión con sus socios. El tema es tan importante para todos, que incluso está a punto de volver a encontrarse frente a frente con el señor David Wilson de Londres, a quien solo ha visto de frente unas cuatro veces en los últimos seis años.

Su vida ha cambiado por completo durante todo el tiempo trascurrido, y la verdad es que jamás imaginó que llegaría a tener tres hijos que mantendrían su vida de cabeza. Tampoco es que reniegue de ello, adora a sus tormentas, son su mundo entero, y ya no puede imaginar una vida sin ellos, sin Katy y sin Marcus.

Continúa de pie bajo la regadera, permitiendo que el agua fría empape cada centímetro de su cuerpo, cuando escucha la puerta corrediza ser removida. No se inmuta, sabe que su hijo aún no alcanza las manijas, ni tiene la fuerza suficiente para arrastrarla, por lo que solamente puede sonreír hasta sentir unos fuertes brazos rodear su cintura.

—Buenos días, Johnson.

Escucha la voz del hombre murmurando en su oído.

—Buenos días, doctor Smith —responde, antes de girarse en sus brazos para quedar de frente. —. ¿Qué tal su día?

—Ahora acaba de mejorar —responde, para luego hundir la nariz en su cuello, y empujar suavemente su cuerpo, acorralándola contra la pared. —. Sí, y mucho mejor ahora.

—Oh —esboza una pequeña sonrisa maliciosa. —. Pero, nuestro hijo se encuentra en la habitación.

Su cuerpo entero se estremece al sentir los labios del hombre besar la piel de su cuello, rozando ligeramente sus dientes contra ella, y tiene que sostenerse de sus hombros cuando las piernas comienzan a temblarle.

—Marcus. —gime, antes de morderse el labio.

—Tranquila, llevé a Alexis a su habitación. —aclara, antes de inclinarse y tomarla de los muslos, para levantarla hasta que sus pies ya no tocan el suelo.

—Muy astuto —ríe, mientras enrosca las piernas alrededor de su cintura, y envuelve su cuello con los brazos. —. ¿No estás agotado?

—Ahora lo comprobamos.

Él esboza una sonrisa lasciva, antes de inclinarse hacia ella para atrapar sus labios en un apasionado beso que la deja sin aliento. Era algo que realmente extrañaba. Debido a una serie de cirugías programadas desde hace meses, el medico ha tenido que ausentarse de casa durante prolongadas horas, especialmente en la noche.

Entre el trabajo y atender a sus inquietos hijos, las horas dedicadas a ambos son casi nulas. Pero eso no es algo que le moleste del todo, ya que vuelve realmente mágico los momentos como ese que viven en ese preciso instante, en el que pueden disfrutar el uno del otro con amor, e intensa pasión.

Su espalda choca contra la pared, el agua fría moja su cuerpo, y sus manos se mantiene aferradas al cuello del hombre que en ese momento la invade con ferocidad realizando un vaivén que hace su cuerpo estremecer. Siente como poco a poco el calor se va acumulando en su vientre bajo, y la tensión se apodera de su cuerpo, anunciando que está próxima a llegar al clímax. Dejar caer su cabeza hacia atrás, apoyándola contra la pared, y sus gemidos comienzan a inundar la habitación cuando de pronto son acallados por los labios del médico.

—Te oirán —murmura contra sus labios, con voz ronca, antes de comenzar a acelerar sus movimientos.

—Marcus —gime, cerrando los ojos con fuerza al sentir el calor extenderse desde su vientre bajo hasta el resto de su cuerpo.

Sus piernas le tiemblan, y siente como sus paredes vaginales se contraen alrededor del miembro del hombre que también comienza a jadear.

Se observa fijamente en el espejo, terminando de vestirse para poder emprender su viaje camino a la empresa. Tiene menos de una hora para llegar a la reunión con los socios, ya que sabe que el llegar tarde hará que éstos cuestionen su capacidad para dirigir sus empresas. Desde que se convirtió en madre de tres, no han dejado de cuestionar cada uno de sus actos o decisiones, y eso es algo que le irrita en gran manera.

—¿Vas retrasada? —cuestiona Marcus, mientras se acerca sigilosamente por atrás y la abraza.

Cierra los ojos por cuestión de segundos, disfrutando de ese círculo de ternura, calidez y protección que estar entre sus brazos representa. Desearía poder quedarse ahí por más tiempo, pero el deber llama.

—Muy retrasada, y es tu culpa —señala, en tanto se aparta de él para ir en busca de su bolso. —. ¿Qué harás hoy?

—Bueno, primero avisarle a Susan que debe estar muy al pendiente de mi paciente, y que al mínimo cambio en su presión me llame. Luego de eso dormiré una siesta, necesito descansar antes de esta noche.

—¿Hoy también trabajas? —cuestiona, volteando el rostro en su dirección. —. Creí que... no, olvídalo. —toma sus llaves. —. Creo que Eloísa ya ha preparado el desayuno, y los niños ya deben estar sentados a la mesa en este momento... ¿nos acompañas?

—¿No vas retrasada? —cuestiona, mientras se viste con un pijama a rallas color azul cielo.

—Sí, pero creo que deberíamos ir a desayunar con ellos.

Espera pacientemente a que él se decida, aunque sabe que terminará cediendo. Y, una vez que se coloca sus pantuflas, ambos salen de su habitación para dirigirse hacia el comedor. Tal y como supuso, el ama de llaves ya tiene todo organizado, y sus hijos disfrutan de un delicioso desayuno, ya listos para irse a la escuela.

¡Papi!

Exclaman los tres al unísono, antes de ponerse de pie y correr hacia Marcus, quien en ese momento extiende los brazos para recibirlos a todos con en gran abrazo de oso que hace que la risa de los niños resuene en toda la estancia.

Beatriz observa la escena, embelesada ante la imagen que sus ojos aprecian, deseando poder guardarla eternamente en su memoria. Marcus es un gran padre, y todos sus hijos lo adoran, incluso ha llegado a sentirse celosa de la cercana relación que mantiene el médico con Katy, ya que pareciera que él es el padre favorito. Pero no es un sentimiento al que le de mucha importancia, ya que sabe que se trata de su nena, y que pase lo pase siempre la elegirá a ella por sobre todas las cosas.

—Niños, terminen de comer para irse a la escuela —ordena, con una pequeña sonrisa plasmada en sus labios, mientras se aproxima hacia ellos. —. No querrán llegar tarde.

—Pero...

Pronuncian los tres, haciendo pucheros.

—Papi, queremos quedarnos contigo hoy —dice Aylen, inclinando la cabeza y observándolo a través de sus frondosas pestañas. —. ¿Nos dejas?

Marcus sonríe enternecido, observando a la pequeña con adoración, antes de volver su rostro hacia ella y verla con suplica. Sabe lo que piensa, y no está de acuerdo.

—¡Por supuesto que no! —advierte. —. Tienen que ir a la escuela, Stephan llegará pronto, y tú —lo señala, mientras se acerca y toma al pequeño varón en sus brazos, sin apartar la mirada de Marcus. —. Necesitas dormir.

—Pero, cuando volvamos papi ya no estará aquí —se queja Destiny, mientras extiende los brazos hacia Marcus, pidiéndole que la cargue y, una vez que lo hace, envuelve sus pequeños brazos alrededor de su cuello, para aferrarse a él. —. Papi, queremos jugar contigo.

Marcus mantiene una sonrisa en sus labios, en tanto le corresponde el abrazo a la pequeña. La expresión en su rostro es capaz de decirlo todo, y ella sabe que se siente un tanto culpable por el hecho de que lleva casi un mes siendo un padre ausente, los hospitales han consumido su tiempo y apenas ha podido, durante ese tiempo, darles un beso de buenas noches a los niños cuando va de camino al trabajo, o un beso de buenos días cuando va de camino a su habitación para poder descansar un poco antes de volver a las instalaciones.

—Les prometo que hoy, cuando regresen, yo estaré aquí y nos divertiremos mucho mientras vemos películas y comemos palomitas y dulces.

—¿De veritas?

Cuestionan los tres, al unísono, y cuando éste asiente ellos chillan con emoción en tanto comienzan a vitorear, mientras Aylen y Alexis revolotean a su alrededor para reflejar la emoción que sienten en ese momento.

—¿Los despides tú? —le pide a su esposo. —. Tengo que irme ahora.

—Claro, ve —dice, antes de inclinarse hacia ella para dejar un tierno besos sobre sus labios. —. Conduce con cuidado, te amo.

—Y yo a ti.

Fija la mirada en la niña que éste sostiene en los brazos, y cuando sus ojos grises la observan con curiosidad por saber lo que dirá, siente un ligero escalofrío al recordar lo ocurrido en aquel almuerzo. Recuerda cómo se sentía mientras reñía a Marcus por no haberle advertido que la niña tomaba clases de piano, e incluso aún se siente algo culpable de haberle prohibido a la menor el continuarlas. Pero, en lo que más pueda, quiere evitar que ella sea como su padre biológico.

. —Te veré luego, cielo.

Deja un rápido beso en su frente y se despide de los otros dos de igual manera, para luego dirigirse hacia la cochera. Trata de ignorar los mil y un pensamientos que bombardean su mente cada vez que entra en ese lugar. Y la verdad es que, pese a que Marcus decidió remodelar todo en aquella mansión para que ella se sintiera más cómoda, los sucesos ahí acontecidos todavía le atormentan, aún después de años.

Luego de un tranquilo trayecto en su auto, llega a su empresa y saluda con amabilidad a algunos de los empleados mientras teclea con rapidez en su teléfono un mensaje de buenos días para su hija mayor.

—Beatriz, vas llegando tarde. —le advierte Alex, quien se encuentra con el brazo apoyado sobre el mesón de la recepción mientras bebe un sorbo de su café.

—¿Crees que no me he dado cuenta, pequeño Al? —cuestiona, acercándose a él para tomar la taza plástica de sus manos y beberse el contenido. —. Marcus llegó temprano.

—¡Mmm, comprendo! —exclama, sonriendo con malicia.

—¡Basta! —ríe igual, y lo observa entornando los ojos. —. Mejor dime qué tan mal están las cosas.

—Creo que el consejo tendrá mucho que decir, especialmente porque ya es tarde —responde, tomando nuevamente su taza. —. ¿Entramos ya?

—Tú dímelo, abogado corporativo. —ríe.

Al ingresar en la oficina junto a Alex, se topa con treinta personas sentadas alrededor de una enorme mesa rectangular de vidrio. Todos se encuentran distraídos, pero al notar su presencia se incorporan hasta quedar erguidos en sus asientos. Saluda amablemente, con voz firme, mientras se encamina hacia su respectivo asiento en el extremo derecho, desde donde puede ver de frente a cada uno de los hombres ahí sentados.

—Señora Johnson, luego de la caída que sufrieron las empresas Johnson, hace siete años, con los desfalcos hechos a la empresa por parte del señor Arnett y la señorita Jones, dinero que nunca se recuperó totalmente, la empresa ha tenido dificultades para recuperarse y poder volver a tener la gloria de la que alguna vez gozó.

Asiente con la cabeza, animando al actual Director Ejecutivo a proseguir.

—Con el dinero del seguro se ha logrado estabilizar un poco las cuentas y pagar las deudas, pero los estragos causados por la señora Styles cuando tomó control de las empresas aún repercuten y...

—¿Qué sugiere usted? —lo interrumpe de pronto. —. Por algo es el Director General, ¿no?

—Así es, y sé que le sonará a locura, pero...

Beatriz observa al hombre con una expresión estupefacta plasmada en su rostro, antes de comenzar a negar con la cabeza, en total desacuerdo.

—No utilizaremos materiales que dañen el medioambiente, aunque sean más económicos. Esos actos a largo plazo traerán consigo muchas consecuencias —observa a sus socios, quienes al parecer discrepan de su opinión. —. Esos materiales pueden enfermar a los vecinos y sus tierras, asesinarán a muchos.

—Señora Johnson —habla otro. —. No esperamos perder tanto dinero cuando invertimos nuestro capital en esta empresa.

—Me disculpa, señor Bonnet —lo interrumpe. —. Pero le recuerdo que usted, miembro del consejo, fue uno de los que decidió que la empresa debía pasar a manos de la señora Styles —señala. —. No pretendo ser grosera, sé que atravesamos por momentos difíciles y yo aún pago cada uno de mis errores, como el haber confiado en mi ex marido y amiga para dirigir estás empresas. Pero eso no significa que no tenga la capacidad para levantarla de nuevo, han sido años difíciles, y ya hay mucha competencia, pero siempre hemos sido una empresa comprometida con la sociedad y con cuidar el medio ambiente. Mi padre, Alexis Johnson jamás habría aceptado esta opción y yo tampoco lo haré. —concluye, inclinándose un poco para posar las manos sobre la mesa, mientras observa a las personas sentadas a los costados.

—Yo estoy de acuerdo con la dama —dice el hombre de acento inglés, alzando la mano. —. El que el resto lo haga, no significa que nosotros también debamos hacerlo. Quizás no lleve tanto tiempo aquí como el resto, sé de muchos que incluso llegaron a tratar directamente con el señor Johnson, pero si hay algo de lo que estoy seguro, es de que confío plenamente en que ese hombre, en el que ustedes creyeron, dejó más que capacitada a su hija para tomar el control de sus empresas.

Ella esboza una pequeña sonrisa de agradecimiento al señor Wilson, y de igual manera a Alex, quien se encuentra simulando que aplaude.

—Jamás tomaría una decisión que afecte a esta empresa —recalca. —. Mi vida entera está aquí, mi patrimonio está aquí, y de igual manera el legado que quiero dejarle a mis amados hijos. Y, es por eso que les pido que lo reconsideren.

Minutos más tarde, Beatriz avanza hacia la salida junto al hombre inglés, quien le felicita por su arduo desempeño y la vehemencia con la que ha defendido su punto. Ambos deciden ir por un café y sentarse a platicar para ponerse al día.

—¿Entonces Katy se prepara para dirigir todo esto algún día?

—Así es. —responde, sonriendo con orgullo.

Justo en ese instante su teléfono suena con un mensaje entrante. Abre el chat y una hermosa sonrisa se extiende en su rostro cuando ve una bella imagen de buenos días, acompañada de muchos emojis de corazones y rosas, enviadas por su amada hija.

—Mi nena está destinada a grandes cosas, de eso estoy segura.

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