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Capítulo 55

¡Se busca!
Joseph Arnett, acusado de asesinar a Walter Arnett y a Rose Cooper.
Es extremadamente peligroso, en caso de verlo, debes comunicarlo rápidamente a la policía.

El joven frunce ligeramente el ceño mientras estruja el papel entre sus manos, sintiéndose realmente furioso. Ni siquiera supieron redactar bien la nota; parece una burla. Se siente realmente molesto y ofendido a la vez, no puede creer que esa mujer a la que alguna vez llamó madre se atreviera a denunciarlo.

Esta vez fuiste muy lejos, Arnett— dice el jefe de policía a través de la bocina del teléfono celular—. Estás acusado de asesinar a Rose Cooper.

—Ni siquiera sé quién es ella— responde bufando.

Esta vez, cometiste el error de asesinar a una chica de la alta sociedad, sus padres no descansarán hasta encontrarte.

Joseph frunce el ceño, ¿cómo su madre ha sabido de esto? No, en definitiva, su madre no ha interpuesto esta denuncia, aunque, por lo de su padre supone que sí ha tenido que ver. Pero la principal de eso debe ser ella, Beatriz.

Esta vez, no te podré ayudar. Estás fichado, si viajas, no puede ser en los aeropuertos de la ciudad porque estarán pendientes de ti... ya no puedo hacer nada, lo siento Arnett.

—No, yo lo siento por ti— responde el joven.

Permanece unos segundos más al teléfono, disfrutando de la incertidumbre que ha causado en el hombre, quien no deja de preguntarle a qué se refiere, hasta que escucha el sonido hueco que provoca su cuerpo, estrellándose contra en suelo. Lo disfruta, disfruta escucharlo quejarse del otro lado de la línea hasta que luego de un disparo la llamada queda fuera del aire.

— ¿Y ahora qué hará?— cuestiona Jasón arqueando una ceja.

—Necesito drogas, y a una chica— responde con voz seca, mientras observa a la nada—. ¡Vayan ahora!

Ambos guardaespaldas se observan entre sí, antes de retirarse rápidamente para ir a cumplir los deseos del jefe, rogando al cielo que la chica que encuentren no tenga parientes que vivan de ella, ya que sospechan que no volverá a ellos con vida. Joseph lanza el periódico lejos de él; se siente realmente irritado, frustrado, enojado. Beatriz se ha metido con la familia equivocada. Esto, en definitiva, no se lo dejará pasar.

—Te gustan mucho esos dulces.

—Sí, también son los favoritos de mi mamá.

Escucha las voces de Megan y Katy, quienes acaban de regresar del supermercado. Enarca una ceja, realmente creyó que estarían más tiempo afuera. Permanece sentado en su silla, escuchando a la niña reír desde la cocina. Beatriz quiere recuperarla, esa es la razón por la que fastidia tanto... le dará una lección.

Se pone de pie con brusquedad y avanza hacia la cocina a grandes zancadas; al ingresar, la mujer y la niña dejan de empacar las cosas para observarlo un tanto confundidas.

— ¿Se le ofrece algo, señor Arnett?— cuestiona la mujer nerviosa al ver la expresión en el rostro del hombre.

—De ti no, Megan— responde seco, mientras acorta el espacio entre ellos—. Tú, ven conmigo.

Sin permitirle quejarse, Joseph sujeta a la niña del brazo y tira de ella, obligándola a bajar del banco en el que se encuentra de pie para alcanzar el mesón. Katy suelta un chillido de dolor, antes de frenar en seco intentando oponerse.

— ¡Tío, suéltame!— grita la niña asustada.

—Señor Arnett, la lastima.

—Tú, no te metas— señala a la mujer con advertencia—. Y tú, ven conmigo, a tu mamá le encantaría recibir algo de ti, tal vez un dedo o una oreja.

Megan amplía los ojos con horror al comprender lo que Joseph planea hacer. No quiere ni imaginar el dolor que sentirá la pequeña si le permite hacerle daño.

— ¡No! No quiero, suéltame— solloza la niña mientras golpea el brazo de Joseph con su mano libre, intentando conseguir que la libere—. Usted es malo, como su hermano.

—¡¡Cierra la maldita boca!!— grita exasperado, tira con fuerza del brazo de la niña y la saca arrastras de la cocina para dirigirse hacia las gradas. Está frustrado, no sólo no ha conseguido lo que tanto deseaba de la menor, ella le ha resultado peor que un puntapié en la entrepierna—. Hoy conocerás lo que es el dolor real.

—Señor Arnett, por favor, se lo suplico— pide Megan, mientras corre tras él—. Es una niña, tenga piedad.

— ¡Que no te entrometas he dicho!

—Déjela ir, ¡no sea bestia!

La mujer toma su brazo, con el que mantiene sujeta a la niña, y tira de él en un absurdo intento por conseguir que la suelte. Joseph presiona los dientes con fuerza, sintiéndose realmente furioso ante el arrebato de la mujer. Suelta el brazo de la niña y con la misma mano le propina una fuerte bofetada a la mujer que la hace perder el equilibrio. Megan amplía los ojos al sentirse caer, intenta sujetarse de algo, pero no lo consigue y tropieza hasta que cae contra la pared, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza que hace crujir su cuello.

— ¡Megan!— grita Joseph, alzando su mano hacia ella con la intención de sujetarla, pero ya es muy tarde.

El golpe ha sido demasiado fuerte y la mujer que yace en el suelo inconsciente comienza a perder sangre por el golpe en su cabeza.

— ¿Megan?— solloza la niña, mientras se pone de pie e intenta ir hacia ella. Pero Joseph la detiene.

—Vete a tu cuarto...

—¡¡Megan!!— grita la niña horrorizada y rompe en llanto.

— ¡No te repetiré que te vayas a tu habitación!— grita alterado, mientras sujeta el brazo de la niña y la empuja—. ¡Maldición, obedece!

***

El médico avanza por los pasillos del hospital a pasos apresurados, bajo la mirada curiosa de cada persona que se cruza en su camino. Esto, debido a que la expresión en su rostro puede contagiar su preocupación a cualquiera.

— ¿Has visto a Roxanne?— les pregunta a algunas de las enfermeras.

Nadie la ha visto.

—Maldición, Roxanne, ¿Dónde estás?— se pregunta mientras estruja con su mano el papel que encontró en su escritorio.

El pedazo de papel tiene escrito, lo que traducido al español se lee "Gracias por todo". Maldice internamente mientras continúa su camino por los pasillos, rogando al cielo que a Roxanne no se le ocurra hacer ninguna tontería.

— ¡Caín!

—Doctor Smith— lo saluda el joven, quien ayuda a uno de los pacientes a ponerse de pie.

— ¿Has visto a Roxanne?

—Oh, sí. Iba muy apresurada hacia el área de observación.

Tras escucharlo, el médico frunce el ceño. ¿Por qué iría al área de observación? Amplía los ojos de manera exagerada y sin decirle ninguna sola palabra al joven enfermero, se apresura por los pasillos que dan hacia tal área.

—¡¡Roxanne!!— grita ingresando en la habitación en la que supone ella se encuentra.

—Marcus, ¡por Dios!— exclama Beatriz, colocando la mano en su pecho tras despertarse de golpe—. ¿Qué pasa?

—Roxanne— balbucea al ver otro mensaje, esta vez, escrito en la pared.

— ¿Qué es eso?— cuestiona Beatriz confundida.

—Doctor Smith, los sensores de movimiento indican que alguien subió a la azotea— le informa Caín.

Marcus amplía los ojos con terror.

—Tengo que ir por ella— se limita a decir antes de correr fuera de la habitación.

Beatriz frunce el ceño, observando los garabatos en la pared. Dirige su mirada hacia el joven enfermero, quien observa lo mismo que ella, antes de girar sobre su eje y correr fuera de la habitación sin darle ninguna explicación. Rápidamente se pone de pie y busca en la habitación la chaqueta que cuero, se la coloca sobre su ropa de hospital y sale tras ellos.

— ¡Roxanne! ¿Qué estás haciendo?— cuestiona el médico, aterrado al verla en el borde de la azotea del edificio.

Caín cruza la puerta y de igual manera se espanta al verla, mientras permanece de pie a una distancia muy prudente.

—No me iré de nuevo a Suecia yo sola— dice la mujer con tristeza.

— ¿Es Roxanne?— cuestiona Beatriz.

—Beatriz, vuelve adentro— ordena Marcus, señalando la puerta sin despegar su mirada de Roxanne.

—Vas a dejarme, Marcus. Y todo esto habrá sido en vano.

—Roxanne, esto es una locura. Piensa en tu familia.

— ¡En ellos pienso!— grita alterada remarcando más su acento sueco—. Imagina la vergüenza que sentirán al verme volver sola, sin ti y saber que todo esto nunca fue real, que solo me hacías un favor.

Beatriz observa la mujer y posteriormente a Marcus, luciendo realmente asustada ante la idea de que no pueda convencerla de bajar de ahí.

—Les causarás mucho dolor. Por favor, Roxanne.

—También se los causará el saber que seré deportada y que la única razón por la que te casaste conmigo fue para que consiguiera papeles. ¡No por amor! ¡skam för min familj!, ¡Vergüenza sobre toda mi familia!

Beatriz y Caín amplían los ojos con sorpresa ante la confesión. Para la primera, ahora todo tiene sentido; el que su amigo se casará de un día para otro con esa mujer.

—Estoy sola, Marcus; no tengo a nadie. Mi familia pasará de mí, solo seré el gran fracaso para ellos. No quiero darles esa decepción, prefiero morir.

— ¡Roxanne, detente!— grita Beatriz, asustada, al verla inclinarse hacia el vacío. Un fuerte dolor la invade, en la zona de su vientre. Rápidamente lo presiona con fuerza mientras se inclina un poco, esperando a que se le pase pronto. Caín se apresura hacia ella e intenta sostenerla sujetándola por los brazos.

—Beatriz, ¿estás bien?

—Es una contracción— dice Roxanne, con voz quebrada, viendo fijamente a la nada—. Debes llevarla adentro, que descanse. Se supone que en esta etapa del embarazo las contracciones son casi imperceptibles.

Marcus dirige su mirada hacia Beatriz y ella lo observa con mucha angustia, pero no por ella, sino por la mujer al borde del precipicio.

—Caín, llévala adentro.

—Estoy bien— responde, mientras se incorpora nuevamente, con una mueca de dolor plasmada en su rostro—. Marcus— hace una seña con la cabeza, en dirección a Roxanne.

—Roxanne, no te dejaré desamparada. Al divorciarnos te quedarás con la mitad de todo lo que tengo, conseguirás tus papeles y...

— ¡Yo no quiero tu dinero, Marcus! ¡Av gud! No quiero nada de lo que tienes.

—Roxanne...

—Ya no quiero estar sola, no más— solloza mientras aferra sus manos con fuerza—. Cinco años trabajando en este hospital, y sintiéndome cada vez menos viva. Ya no quiero estar sola, sin esposo, ni familia a quien volver.

—No lo estarás... siempre estaré para ti, al igual que Sara e Ivy.

La sola mención de los nombres de las niñas consigue llamar la atención de la mujer, quien rápidamente dirige su mirada hacia Marcus por primera vez; dejando a la vista de todo su rostro manchado con lágrimas y marcado con ojeras.

—No podré adoptarlas— solloza—. No si no estoy casada, y el hecho de no tener papeles lo empeora.

—Yo te ayudaré a adoptarlas, a ambas. Ellas tendrán mi apellido, y tanto tú como ellas tendrán sus pensiones alimenticias... lo prometo, Roxanne. Por favor, baja de ahí.

La mujer baja la mirada hacia el suelo, reflejando el debate interno que hay en su cabeza. Vuelve su mirada hacia el vacío y muerde su labio inferior mientras se aferra con más fuerza. La sola idea de que eso sea posible hace que un calor se pose en su pecho. Ya no estaría sola, y tendría personas a quienes cuidar, personas que la amaría de verdad.

—Debes bajar, si alguien te ve no podrás adoptar a las niñas.

—Sería maravilloso poder adoptarlas— dice mientras suelta una de sus manos para limpiar las lágrimas que ruedan por sus mejillas—. Pero, quiero que sean mías, solo mías. Mis hijas. No quiero que lleven tu apellido— dice la mujer volteando hacia él, con una sonrisa torcida en sus labios.

—Voy a fingir que eso no me ha ofendido, mujer— dice el médico, mientras se aproxima hacia ella—. ¿Vas a bajar?

—Seré mamá, tengo que dejar de hacer estupideces— dice con dificultad la última palabra a causa de su acento.

Marcus sonríe satisfecho de poder escucharla ya más tranquila. Roxanne frunce ligeramente el ceño mientras intenta girar su cuerpo hacia la azotea, pero justo en ese momento pierde el equilibrio.

— ¡Por Dios!— grita Beatriz despavorida.

Marcus, quien por suerte ya se encontraba cerca, rápidamente la sujeta de ambas manos para que no caiga de espaldas y tira de ella hacia él, cayendo ambos en la azotea, al mismo tiempo que la envuelve con sus brazos.

— ¡Santo cielo!— exclama Beatriz colocando su mano sobre su frente y cerrando los ojos con fuerza—. Caín, necesito volver a mí habitación— dice al sentir que sus piernas flaquean y nuevamente otra contracción.

Marcus permanece sentado en el suelo, abrazando a Roxanne, quien entre llanto le pide perdón una y otra vez.

Tras volver a la habitación, Caín ayuda a Beatriz a meterse a la cama para que pueda descansar. Ya han sido muchas emociones por un día, incluso él se encuentra nervioso, y aún debe ayudar a Alex en su último día dentro del hospital.

—Señora Johnson, tiene una llamada— una enfermera ingresa en la habitación con mucha prisa.

— ¿De quién?— cuestiona sin darle mucha importancia al creer que posiblemente sean los del banco nuevamente. Ni siquiera en el hospital una persona puede estar tranquila.

—Dice que es su suegra... la señora Arnett.

—Pásala— frunce el ceño mientras se incorpora hasta quedar sentada—. Tal vez tenga alguna noticia.

La enfermera asiente con la cabeza, entregando el teléfono inalámbrico del hospital. Beatriz suspira profundo antes de contestar.

—¡¿Cómo pudiste demandarlo?! Estás demente— se escucha una voz muy enojada otro lado de la línea.

—Erika, estoy desesperada, esperé una maldita semana a que revisaran todas las cosas de Jared en busca de esa dirección, y nada. Estoy angustiada por ella, quiero que vuelva.

—Pues ahora sí, en definitiva, puedes ir olvidándote de tu maldita huérfana. Joseph se pondrá como loco y cualquiera que esté a su alrededor corre grave peligro.

—Señora Arnett, su tiempo ha terminado. Vuelva a su habitación.

Se escucha una voz, que Beatriz supone debe hacer alguno de los encargados del centro de rehabilitación.

—Ruega para que esa niña tenga algo que logre conmover a ese demonio. O de lo contrario... adiós, Beatriz.

Beatriz permanece observando fijamente a la nada, con el teléfono celular contra su oreja mientras sus ojos se le llenan de lágrimas. ¿Qué ha hecho? Erika tiene razón, ¿y si Joseph se molesta tanto que daña a la niña para vengarse de ella? Si algo malo le pasa a su pequeña, jamás se lo perdonará.

—Beatriz.

Alza la mirada en dirección al médico y sin permiso alguno, las lágrimas se dan riendas sueltas, mojando su rostro.

— ¿Qué ocurrió? ¿Estás bien?

—Marcus, creo que he cometido un error— solloza—. Yo solo quiero que vuelva a mí, Dios te pido que me la regreses sana y salva, por favor— rompe en llanto.

—Beatriz tranquila... te aseguro que no le pasará nada, José no le hará nada malo. Estoy seguro— dice mientras se acerca con cautela—. Yo sé que mi ahijada estará bien.

***

Susan ingresa a la habitación de Alex, lo observa por cuestión de segundos y luego procede a escribir. Sus manos le tiemblan y su corazón bombea con fuerza de solo pensar en que él irá a saber dónde, y nunca podrá recordarla.

—Señor Wesley, ¿está listo para salir?— cuestiona luego de aclarar su garganta, temiendo que su voz la traicione.

—Sí, o eso creo— responde algo inseguro.

— ¿Eso cree?

—No recuerdo cuál era mi casa, ¿tú sabes cuál era? Por alguna razón mi madre tampoco sabe. ¿Qué clase de persona no lleva a su madre a su casa?

—Uno que pasa muy ocupado, pero al menos se toma un tiempo para visitarla en el lugar en el que ella vive— responde esbozando una pequeña sonrisa cálida.

Lo piensa unos segundos, recuerda claramente la dirección del chico. Varias veces tuvo que llevar a Mell a verlo porque la niña lo extrañaba.

—Y respecto a tu dirección— hace una mueca—. Lo siento, no me la sé.

—Pero, ¿cómo es posible? Dijiste que éramos muy cercanos.

—Sí, tú ibas a mi casa a diario para vernos... y, es por eso que te invito a quedarte ahí mientras localizamos tu departamento.

El joven deja caer la almohada que mantenía entre sus manos con una expresión estupefacta en su rostro.

— ¿E-Eso estaría bien?

—Sí, Alex, es como tu segunda casa. Y sólo será temporal.

Alex titubea, desviando su mirada para ocultar sus mejillas sonrojadas. No sabe qué responder, pero tampoco es que tenga muchas opciones. No tiene memoria de cuál es su dirección y tampoco tiene dinero, la mansión se encuentra cerrada... en definitiva, esa es su única opción.

—Acepto. Te lo agradezco.

***

Joseph permanece sentado en el suelo viendo fijamente a la mujer que yace sin vida sobre el piso de porcelana. Por primera vez en la vida ha asesinado a alguien por accidente. Nunca antes ha sentido ese sentimiento de culpa que justo ahora lo invade. Observa en dirección a las gradas; la niña debió haberse quedado dormida de tanto llorar.

Escucha la puerta principal ser abierta, rápidamente lleva sus rodillas hacia su pecho y las abraza, luciendo como un niño asustado. Escucha los pasos de las personas que acaban de ingresar, entre ellos sobresale el ruido de unos tacones; entonces recuerda lo que había ordenado a sus guardaespaldas.

Aguarda paciente hasta que las personas llegan a su campo de visión. Su mirada griseada se clava principalmente en la chica que han traído a su casa, una joven de tez tan blanca que podría parecer albina, cabello rojizo y un hermoso rostro con pecas en sus mejillas.

— ¡Mamá!— exclama Joshua con terror mientras corre y se tira de rodillas junto a la mujer. —. ¿Mamá?

Joseph aparta la mirada de la chica, para fijarla en el hombre que observa con terror el cuerpo de su madre. Suspira profundo, pensando en qué decirle.

—Cuando la encontré, ya estaba así— se atreve a hablar al ver el dolor reflejado en el hombre, quien se inclina sobre el cuerpo de la adulta en busca de algún signo de vida—. Debió tropezar, mira la sangre en la pared, debió golpearse al caer.

—No, no. Mamá— solloza el hombre como un niño pequeño, mientras coloca su rostro contra el pecho de la mujer—. Por favor, no.

—De verdad lamento tu pérdida, Joshua. Era una buena mujer— concluye, mientras se pone de pie y avanza hacia la chica que observa la escena, luciendo desconcertada—. Tú, por otro lado, debes acompañarme a mi habitación. Tengo planes para ti.

Jasón observa con ojos amplios a Joshua, quien luego de que Joseph se retira con la chica, rompe en llanto. Lamenta su pérdida, en gran manera, Megan era una buena mujer.

—Estoy aquí, hermano— dice mientras se aproxima hacia él para posar la mano sobre su hombro.

—Esto no puede ser real— exclama el hombre, mientras se pone de pie, sorbiendo su nariz y negando frenéticamente con la cabeza.

Toma a su madre en brazos y avanza con ella hacia el sofá para depositarla sobre este con sumo cuidado. Observa a su alrededor aturdido, sin saber qué hacer.

— ¿Dónde está la niña?

Sin esperar respuesta de su compañero se apresura hacia las gradas para luego subir corriendo. Ya en la planta alta, corre hacia la habitación de Katy y abre la puerta de golpe, encontrándose a la niña acostada en posición fetal, hecha un mar de lágrimas.

El verla llorar hace que la realidad lo golpee nuevamente, su madre está muerta. Debió haber estado ahí para ella, debió protegerla, pero no lo hizo. Fue el peor de los hijos con esa mujer que se desvivía por él.

Cae de rodillas con su rostro oculto entre sus manos, y rompe en llanto. Sus sollozos se escuchan cada vez más altos, al igual que los de la niña... aun así, ninguno de ellos opaca los gritos de dolor provenientes de otra de las habitaciones, en donde una joven pelirroja está viviendo la peor de sus pesadillas.

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Lamento mucho que el capítulo navideño sea tan triste 😭😭❤.

¿Creen que logre terminar el libro antes de 2019? Pues, estoy convencida de que sí 😊❤

Feliz navidad chic@s, espero la pasen de maravilla junto a sus seres queridos. 💕❤

🎉🎊🎉🎊 ¡Y a mi a1999a24! Te deseo un Feliz cumpleaños mi amor bello, que cumplas muchos años más de vida  🎉🎊🎉🎊 Te I Love You 😂😍😘💕💕💕



Voten y comenten qué les pareció el capítulo, se acerca el final así que denle mucho amor 😭❤

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