XV. Bello durmiente
T.
Me sorprendió.
No sonreí, pero esa noche no pude dormir.
∞∞∞
Finalizar los bocetos le dio boleto directo para regresar a la Perla del Sur, en su vida escribiría en una oficina por más creativa que fuese. Decidió no avisar y llegar de sorpresa. Ya se imaginaba las reacciones de las chicas, la emoción de Sabina y la incredulidad de Tabatha. ¿Él? ¿Dejar el trabajo? Eran palabras que no se leían juntas cuando se trataba de su marido.
Sonrió para sus adentros, regodeándose del posible efecto de lo que haría.
«Ojalá ayude...»
∞∞∞
No solo la abuela Mimí estaba durmiendo cuando Luciano llegó, sino que Tabatha y Sabina no se encontraban en la casa. Ni aparecieron pronto. No cundió la decepción, tampoco avisó que ya había regresado. Su presencia era una sorpresa, así que se hizo un café con un extraño poder para adormecerlo. Antes de poder evitarlo, Luciano quedó completamente dormido.
∞∞∞
EL DIARIO DE TABATHA
Recorrimos el pueblo buscando una heladería que vendiera un helado de naranja que a Sabina le gustara. Todos eran deliciosos, naturales por completo. Pero no eran el helado de naranja que Sabina amaba y compartía con su padre cada miércoles por la tarde. Me hizo berrinche y se empecinó en encontrarlo, sin entender —quizá por su corta edad o mi incapacidad para darme a explicar— que ese exacto sabor no lo podría encontrar en ningún lugar, salvo allí.
Y ni de chiste regresaríamos, mucho menos para una bola de helado con conservadores.
Gracias al cielo, porque seguro terminaría en pelea con Sabina, si es que antes no se terminaba cansando de caminar, nos topamos a Caludette con sus mellizos y la nana. No se necesitaba mucha imaginación para darse cuenta de era una turista en la región. Nadie, absolutamente nadie —ni siquiera mi madre en sus años con más locura acumulada— se vestía con un vestido de flores tan bonito, y bastante formal, para un día común en el pueblo. Yo andaba en jeans desgastados y rotos, una blusa de tirantes y chancletas.
—¡Tabatha! —Saludó a lo lejos con un grito que atrajo la atención de todos en la cuadra, que por cierto estaba llena de tendejones, una panadería y un cafecito bien coqueto—. ¡Hola!
—Hola, Claudette. Te ves muy bien.
—¿En serio? Gracias —se pasó las manos por el vestido con cierta inseguridad—. No sabía si usarlo, está muy vistoso. Está muy ceñido al busto y la cintura, la falda se abre y se mueve menos rígido de lo que esperé, pero está bastante formal. ¿Ya sabes? Es de esos vestidos para ir a un desayuno con las amigas.
¿Me leyó la mente? ¿O lo dije todo con la mirada?
—Pero Adrian quería que usara el vestido aunque sea una vez en el viaje...
Dejé de escuchar cuando oí el nombre de su esposo. Adrian. Me ericé y sé que mi expresión facial estaba cerca de ser la más despectiva que tenía. Pero se trataba de Adrian, no podía evitarlo. Si a alguien no podía ver, era a él. Oh, Dios. ¿Cómo no me di cuenta antes? Él había dicho que tenía mellizos de la edad de Sabina, también dijo que se llevarían bien y no había errado. Debió ser una señal.
—¿Tabatha? ¿Dije algo mal? —Preguntó consternada.
«No lo arruines, no todavía. No andas en tus cinco sentidos», me dije recuperando la compostura.
—No, recordé que mi esposo quería comprar unas cosas para la excursión —solté sin medir mis palabras, obviamente pensando en lo mínimo, como que la oración tuviese sentido. Me sentí lo que le sigue a terrible por mentirle a una persona tan linda y terminé dándole en la torre a mi farsa—. ¿Les gustaría acompañarnos?
O sea... intentaba zafarme de ella —por quién era su marido— pero los invitaba —porque hablé en plural— a esa excursión inexistente. Lo más importante: acababa de invitar indirectamente a Adrian a una excursión. Okay, si no puedo ni escuchar su nombre, ¿cómo se supone que pueda soportar esto? Por si no me quería dar ya un balazo, al segundo siguiente deseé que me partiera un rayo, ahí, con Sabina a mi lado.
—¡Oh! Claro, dime que llevar y nos ponemos de acuerdo si se necesita coche.
Era demasiado linda, me quise morir. Otra vez.
—Me parece perfecto, pásame tu celular y te mando los datos en la noche que vea a Luciano. Él sabe de excursiones —en eso sí no estaba mintiendo, él estaba mucho más preparado que yo.
Le mandé un mensaje a su WhatsApp, en cuanto me agregó pude ver su imagen de perfil. Mentira sería decir que mi mente no entró en conflicto por la imagen, más bien, por cómo salía Adrian. Para empezar, estaba disfrazado del Príncipe Encantador. En mi vida lo vi acceder a ponerse un disfraz, que éste fuese de príncipe sería un sueño imposible. Y sonreía, pero no esa sonrisa socarrona de mirrey prepotente con un cheto en el cerebro. No, era una sonrisa real, plagada de ese Adrian que no existía. Abrazaba por la cintura a Claudette, su disfraz era de Blanca Nieves... matching costumes. Ni siquiera Luciano había accedido en Carnaval... o Halloween.
—Ese —le mostré su imagen de perfil— no es el Adrian que yo conozco.
—¿En serio? Pero...
—No, no. Me refiero a su forma de ser...
Claudette sonrió con ese cariño que se tienen las personas incluso cuando no están presente la otra.
—Eso me dicen.
Nos volteamos al oír el inicio de una pelea, se trataba de los mellizos... y Sabina del lado de Porscha. La nana intentaba separarlos, pero los mellizos eran bien escurridizos y se metían en los espacios más pequeños. Claudette soltó un suspiro, bastó con que levantara la voz una vez para que Porscha y Adriano se quedaran estáticos. Seguro eran unos mellizos muy cómicos, pero con su genio.
Sabina pasó la mirada de Porscha a Adriano, con la boca en trompita y el índice siguiéndola hacia donde viera. Me partí de risa. Ella era otro chiste.
∞∞
Luciano dormía en el sillón de la sala principal, ¿y yo? Ni cuenta me di. Subí las escaleras cargando a Sabina, se había dormido en mis brazos mientras subíamos del pueblo.
«Madre Santa, de tanto subir y bajar quedaré buenísima, en serio, en unas semanas hasta modelar en bikini sin pena o inseguridades. Pero eso no lo puede saber Luciano, bien le gustan las curvas... solo no se ha dejado ver en realidad.»
Acosté a Sabina en la hamaca, no me había dado tiempo de bañarla, no la despertaría y desarrolló un gusto por dormir allí sus siestas. Así que... ¿por qué no?
—Bibi... —Di un brinco al oír mi nombre ser pronunciado por aquella voz masculina que hacía yo a kilómetros de distancia. Roté sobre mis talones y me sorprendí al verlo más cerca de lo que esperaba—. Lo siento, yo... estaba abierta la puerta de la cocina y entré.
—No hay problema —me encogí de hombros—. ¿Estás bien? Te ves... ¿cansado? ¿No ibas a trabajar toda la semana?
—¿Qué haces si te digo que no podía dejar de pensar en regresar?
«No sé.»
Pero mi corazón... era otra historia.
Junio 2016.
∞∞∞
¡Holaaa! Ya casi es año nuevo :O ¿lo pueden creer? Nosotros en diciembre y ellos en en junio...
¿Qué les pareció el capítulo de hoy? ¿Qué opinan de nuestras chicas? ¿Y de Adrian disfrazado?
AVISO PARROQUIAL: Subí nueva historia, se titula "Cartas de amor y un Romeo desesperado". Algunos reconocerán el nombre, otros no pero igual se pueden pasar y leerla :) no tiene nada qué ver con "El juego de Artemisa", ya que se desarrolla en el mes que Romeo pasa en Berlín... es un intercambio de cartas amorosas entre Romeo y Elena.
Esperen verlo citar a Sabines ;)
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