Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

VII. Por ella

T.

El dinero no era problema.

Ni su cariño.

O el amor que nos teníamos.

Pero el trabajo... Dios. No era mi rival.

∞∞∞

El corazón cambia, pero no siempre se transforma en algo mejor. Se torna gris, se marchita, se vuelve frágil y se fragmenta. Cae y se destroza. Se lo lleva el viento. Lo olvidan. Víctima no es el usuario, el pobre desgraciado que ha perdido su corazón, cómplice de su destrucción sí. Rey de nada porque ya no tiene a qué servir, a qué sostenerse, ya no tiene un motivo para seguir. ¿De qué te sirve la vida si en tu interior ya no habita esa flama que mantenía latiendo a tu corazón? ¿Es acaso vida? Sin un poco de corazón, de emociones, lo racional también sucumbe y cual mecanismo te mueves por el mundo, un robot. Un ser sin corazón, frío y mecánico.

¿Entonces? ¿Vale la pena ignorar lo que grita, lo que suplica tu corazón? ¿Le quitarías su voz?

«Autodestrucción.»

¿Quién?

«Yo.»

Fue involuntario.

«Reversible.»

∞∞∞

Cinco escalones permitían el acceso a la terraza delantera de la casa, Sabina estaba parada en el de arriba. Esa mañana llevaba un vestido blanco de flores, su cabello rubio lo tenía recogido en trencitas francesas y, como ya era bastante común, iba descalza. Observaba en silencio a su padre, quien acomodaba —lo poco que poseía— en la camioneta. Sabina pasaba la mirada a su madre cuando ésta hablaba.

Tabatha estaba apoyada en el barandal de las escaleras, no podría mantenerse en pie por mucho tiempo y debía guardar sus energías para cuando estuviese sola con Sabina, la balita de la familia. ¿Podría seguirle el paso? Rogaba poder imponerse sobre los mareos y los escalofríos. Había tomado unas pastillas, se dijo que no tardarían en hacer efecto. Mientras tanto, puso su mejor cara —pálida— y se esforzó por hacer una plática trivial con Luciano.

La miró detenidamente y estrechó los ojos.

Tabatha conocía esa mirada desnudante.

—¿Estás bien?

—No, pero no he estado bien desde hace meses —soltó, de inmediato se mordió la lengua. Luciano alzó las cejas, sorprendido. Tabatha negó con la cabeza—. Cansancio.

—¿Segura?

—Sí...

«¿De cuándo a la fecha te preocupas?»

—Adiós. —Dijo sin más con ese tono seguro y cortante que cimbró a Luciano.

Algo golpeó su corazón con intensidad, una advertencia. Detente. Pero no escuchó, hizo caso omiso a la señal. Le dio un beso en la frente a su hija y respetó la distancia psicológica que Tabatha mantenía entre ellos, sin saber que con un beso de despedida pudo cambiar la historia.

Tabatha hervía y nadie lo sabía.

∞∞∞

Ese día Luciano no hizo todo el recorrido en carretera, a media hora de la Perla del Sur había una pequeña ciudad con un aeropuerto modesto. Allí intercambió la camioneta por un asiento de avión y en menos de dos horas llegó a su destino, directo a la sala de juntas del estudio en el que trabajaba. Leerían el guion y se vería el avance en el diseño de personajes.

Jim caminaba alrededor de la sala, era un sujeto sumamente inquieto, siempre llevaba una libreta y un bolígrafo pegados a sus manos por si una idea se le cruzaba por la cabeza. Asentía con la cabeza, cuando se detenía era para decir cosas respecto a los diálogos o las acotaciones, aunque no faltaron especificaciones de las escenas, como la posición de tal o cual personaje.

En realidad, no era necesaria la presencia de Luciano en la reunión. Hacía comentarios, sí, pero nada más. Si había asistido se debía a la importancia que le daba Jim a sus opiniones. Y el guion ya lo conocía, así que nadie se sorprendía de verlo reclinado en su silla con los ojos cerrados, sumido en sus pensamientos...

Sobre Tabatha y la molesta sensación —acerca de la peor decisión— que albergaba en su pecho. Yacía intranquilo, sintiendo sobre su piel el tic tac del reloj, ese suave martilleo que en su época de estudiante lo retaba a practicar su paciencia. Una vez más era víctima de ese ruido. Sólo estaba en su cabeza.

—Profundiza en esa parte —dijo al reconocer una escena que consideraba de importancia—. Necesitas hacer que el espectador sienta esa escena, es clave.

Jim asintió con la cabeza.

—Gracias, Luca.

Luciano asintió con la cabeza antes de regresar a su estado anterior de aislamiento del mundo. Tan sólo que en esa ocasión no se encontró solo. Cerró los ojos y la vio con todos los signos de estar enferma, quizá un poco exagerado por ese temor en su interior. Se conocía tan bien que sabía a dónde lo llevaría esa preocupación: a ninguna parte, hasta que solucionara la situación.

—Lo siento, Jim. Necesito irme con urgencia. —Anunció levantándose de su silla, toda la atención se dirigió a él.

—¿Sucede algo?

—Tabatha —Jim sonrió con malicia. Así que preocupándose por esa mujer... vaya, vaya. Nadie, con conocimiento de los sucesos de los últimos seis meses, lo podría creer. Sin embargo, Jim era de los pocos que estaban convencidos del error que estaban cometiendo—. Se veía enferma cuando me fui. Qué estúpido soy. —Se dijo dándose un golpe en la frente.

—Bastante. Ve, luego te paso todo y me das retroalimentación.

—Gracias, Jim.

—Lo que sea para que sigas casado con esa mujer.

—No es eso —tomó su saco, que colgaba del respaldo, y salió disparado al tomar el primer taxi que pasara e ir directo al aeropuerto.

∞∞∞

¿Caminar? Luciano no podía caminar o fijarse al andar. Si no murió atropellado por un coche, bicicleta o motocicleta, fue por pura suerte. Iba al ritmo de su corazón y éste no iba lento, todo lo contrario. Jadeante llegó al mostrador, una larga bocanada de aire después, pidió un boleto en el siguiente vuelo a Santa Clara.

—¿Dos horas? —Preguntó. Miró el reloj detrás del señor que lo atendía, llegaría alrededor de las siete u ocho de la noche, si se presentaba el mejor escenario.

—Sí, señor.

—Pues...

«Ni manera.»

—Uno, por favor.

∞∞∞

Esperó con el celular pegado a la oreja hasta el último segundo, cuando lo más probable era no recibir respuesta. Durante esos instantes, el mesero le llevó su té de menta y Luciano le agradeció con una tenue sonrisa, diminuta, pero sonrisa al final de cuentas. Ya iba a finalizar el intento de llamada cuando oyó un murmullo del otro lado.

Luciano se incorporó tan rápido que la cabeza le dolió. Apoyó su mano en la rodilla izquierda y se esforzó por reconocer los sonidos.

—¿Tabatha?

¡Papá!

—¿Sabina?

—¡Sabina, yo!

Luciano se imaginó a la pequeña mostrando todos sus dientecitos de leche al sonreír y esas chispas de alegría viajando en sus ojos celestes. Deseó estar allí para abrazarla y llenarla de besos como no había hecho en mucho tiempo. Luciano se sonrojó. ¿Pero qué le pasaba? Ese pensamiento no era común en él.

—Sabina, tú. ¿Está mamá por ahí?

—¡MAMÁÁÁÁÁÁ! —gritó Sabina. Luciano se alejó el celular, esperó que terminara de gritar y se lo volvió a pegar. Suspiró—. Mamá se siente mal —susurró Sabina con un deje de preocupación en su voz—. Papá, ¿dónde estás?

El corazón se le encogió a Luciano.

—En el aeropuerto. En unas horas estaré contigo.

¿De verdad? —Preguntó incrédula.

—Sí.

«¿Qué has hecho, Luciano?», se dijo sintiéndose más pesado y culpable que nunca. La discusión más reciente con Tabatha regresó a su mente, seguida de un "te lo advirtieron". No salieron las palabras exactas de la boca de Tabatha, pero consideraba que el mensaje estaba implícito. Sabina lo buscaba, sin embargo, las personas se cansan de buscar y no hallar respuesta alguna.

¿Acaso estaba entrando su hija a esa etapa?

«Chinga. No me estén jodiendo», le dio un trago a su té sin prever que estaba caliente. Hizo una mueca y lo dejó en la mesa.

—¿Sabina? ¿Hija? —Preguntó cuando se dio cuenta que no había ni el sonido de la respiración de Sabina.

Escuchó el teléfono caerse, luego los ladridos de Calixto... y como lo mordisqueaba.

Demonios.

∞∞∞

Las luces de la casa estaban apagadas, menos las auxiliares del cuarto de Sabina. La niña ya dormía y Tabatha... ¿también? Luciano se acercó, recogiendo todos los juguetes a su paso, para comprobar que Morfeo se la había llevado. Se sentó en la punta del colchón —a centímetros de Tabatha— y recargó su espalda en la cabecera. Dejó que la tensión se le bajara, mientras observaba la luna llena a través de la ventana a su derecha.

Tabatha se movió y dejó salir un quedo gemido, entonces Luciano centró su atención en ella y se percató de la capa de sudor sobre su piel y los mechones pegados alrededor de su cara.

—Tabatha —le dio una pequeña sacudida del hombro—, Tabatha. Despierta. Tabatha.

—Mhm.

—Despierta, no puedes dormir con esta fiebre —le movió un poco más fuerte y por fin entreabrió los ojos—. Vamos, Bibi. Necesitas ducharte, estás toda sudada, te va a hacer peor.

«Porque en definitiva estás mal.»

Ayudó a Tabatha hasta el baño de su habitación, una vez allí se apresuró a abrir las llaves de la tina, mientras ésta se quitaba la ropa poquito a poco. Estaba drenada de energía, por completo. ¿Sería un resfriado? La veía sumamente mal.

«De salud.»

—Ya está —tendió su mano por impulso, era poco probable que Tabatha necesitara ayuda para pasar una bardita de menos de diez centímetros.

Miró a la muchacha lo que le pareció un buen rato. Tenía las mejillas sonrojadas por la fiebre y una mancha roja subía por su pecho, oculto debajo de la toalla que sostenía, hasta su cuello. La mirada nublada, lo veía pero sin la intensidad y viveza de todos los días. No había muros entre ellos, Tabatha se sentía demasiado mal para rechazar a Luciano, no se podía dar ese lujo.

Tomó su mano, le dio un suave apretón. Cruzó la mirada con Luciano y dio un paso al frente, saltó la bardita que contenía el agua que se desbordaba de la tina. Antes de entrar a la tina, le pasó la toalla a Luciano, haciendo lo posible para ignorar el hecho de ser observada. Tenía una bonita constelación formada de lunares y pecas que era difícil de ignorar.

«El hombre no deja de ser hombre», pensó con una sonrisita ladeada.

Finalmente entró a la tina, se sumergió para dejar que su cuerpo se envolviera con el agua fría, con la esperanza de bajar la temperatura. Acechó antes de acomodarse. Agradeció que Luciano había corrido la cortina, no era de color sólido, pero tampoco era transparente. Le brindaba suficiente protección.

«Una cosa es estar casados y conocer la desnudez del otro, y otra muy distinta es estar de exhibicionista.»

Luciano diría que no estaba de exhibicionista, pero Tabatha nunca lo sabría.

Después de limpiarse, Tabatha se enfundó en un pijama delgadito que Luciano le había llevado para vestirse. Fue difícil encontrar un conjunto que no fuese grueso, pues de esos Tabatha tenía toda una colección.

Los efectos de esa ducha veloz se mostraron rápido, para empezar, Tabatha ya se veía despejada y más despierta. De todas formas, Luciano la acompañó todo el camino a la habitación y vio que se recostara antes de bajar a preparar uno de los remedios que conocía: una infusión con muchas plantas —como Luciano le decía— y polvos mágicos. Regresó con una cosa apestosa, casi burbujeante.

—Tómatelo todo, Bibi. —Pidió tras unos minutos de insistir, ya tirando la toalla.

—No. Eso ni siquiera es bebible, Luciano —dijo acompañando sus palabras con gestos y muecas.

Tabatha se pegó a la cabecera y colocó dos almohadas entre ellos, pronto tendría a Luciano rodilla con rodilla. Lo sabía, ya estaba sentado en su cama, y lo conocía. Insistiría hasta que ella diera su brazo a torcer, aunque eso significara darle en jeringa el líquido o inmovilizarla. Pero por el bien de su paladar, Tabatha mantendría su boca cerrada hasta que Luciano se cayera de sueño.

«Porque también tú tienes que dormir, Luci.»

—Sí lo es —para probar su punto le dio un trago—. ¿Ves?

—Te veo —susurró. Se le cruzó una pregunta por la cabeza y no se la guardó, es más, sonó a disparo—. ¿No te habías ido?

—Me fui y regresé —de poquito a poquito se comenzó a acercar a su esposa pronto no esposa—. No te veías bien, Bibi. Siento si quieres que no me involucre más allá de Sabina, pero tu salud... tu salud... —repitió sin poder terminar su oración.

—Siempre te has preocupado por la salud de todos, Luci. No tienes que justificarte... sólo no me des esa cosa.

Sin darse cuenta, como bien pensó, ya estaba rodilla con rodilla. Podía apoyar la cabeza en el hombro de Luciano sin moverse, también, probablemente, Luciano podía ver los colores subir por su pecho por segunda vez en el día. En esta ocasión él sería el culpable y no la fiebre.

«Tabatha...»

Claro, Luciano se había dado cuenta. Esto solo hizo que Tabatha se sonrojara aún más.

—No me lo voy a tomar. —Insistió, su voz tembló y de inmediato miró un punto fijo a su izquierda, lejos de la mirada de Luciano.

—Okay.

—¿Okay? —Regresó su atención a Luciano, con las cejas arqueadas y la duda rondando por todos lados.

Y cometió el error de centrarse en los ojos de Luciano, por los que jamás se detendría la electricidad que viajaba entre ellos. El corazón de Tabatha latió y los engranajes del corazón mecánico de Luciano se movieron. A veces, muy de vez en cuando, retrocedían en el tiempo.

¿Qué sucedía?

Ese era un secreto de doble filo.

∞∞∞

EL DIARIO DE TABATHA

Mañana me arrepentiré de ese beso tan lento, tan necesitado, tan lejano a nuestra realidad. Por un momento me permití olvidar que partiríamos en distintas direcciones, que él ya no era mío y yo no podía dejar de ser suya. Lo besé como la estúpida enamorada que soy, porque negarlo sería engañarme, porque guardarlo hace que las raíces profundicen. Lo besé y lloré porque en el fondo sabía que eso —él aquí desviviéndose por nosotras, él tocándome con cariño— no duraría.

Mañana me arrepentiré de haberlo besado.

Mañana desearé seguir delirando.

Junio 2016.

∞∞∞

            ¡Holaaa! 

¿Qué opinan de mis niños? ¿Cómo va Luciano en sus corazones?

¡No olviden dejar sus comentarios para que hablemos un ratín! :3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro