Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

VI. Atención

L.

Estaba perdido, ciego.

Buscaba la felicidad en el lugar equivocado, en las personas equivocadas, en los lugares equivocados.

∞∞∞

Su trabajo no lo absorbió de inmediato, fue un proceso paulatino y sin retorno. Empezó como pasante en el estudio de animación para ir ascendiendo. Había estado en el equipo de animación, revisó las primeras etapas de los storyboards e incluso revisó un par de guiones en todas sus etapas posibles. Y justo hacía eso aquella mañana caminando alrededor de la casa, con el guion en la tabla de apoyo y una pluma de tinta morada en la mano contraria.

No tienes novio, Elena —leyó en voz alta. Elevó la mirada al cielo, suspiró y siguió leyendo.

Movía la mano marcando el ritmo, además le ayudaba a hacer los tonos. Cualquiera que lo viera se moriría de risa por sus expresiones, excepto Tabatha.

Había despertado por los rayos de luz que se filtraban entre las cortinas, justo sobre sus ojos. Era a propósito, durante esa estación del año siempre despertaría a las siete y media de la mañana. Por supuesto, siempre podría entrar Sabina en escena antes y arruinarle sus horas de sueño, por eso debía aprovechar que la niña seguía durmiendo después de un día lleno de emociones.

Se puso la bata encima y fue al baño para empezar su rutina de belleza, que incluía varias visitas al balcón. Durante la primera, cuando se cepillaba los dientes, lo vio sereno como siempre. Caminaba con largas zancadas, se detenía, anotaba, seguía caminando.

«Un día... sólo un día. No por mí, por tu hija», pensó, una vez más, decepcionada.

∞∞∞

Abrió silenciosamente la habitación de Sabina, escuchó un movimiento en el interior, un juguete caer y un gritito de sorpresa. Rápido terminó de abrir la puerta, de inmediato reparó en Sabina, que estaba parada en una silla pegada al estante forrado de peluches y unas cuantas muñecas.

—Ten cuidado, Sabina. —Advirtió Tabatha apresurándose a llegar hasta la pequeña, no quería accidentes.

—Sí, mamá —dijo la niña parada de puntitas, mientras se apoyaba con ambas manos en el estante—. No puedo —decía con el brazo estirado, abriendo y cerrando la mano—. ¡No puedo! —Insistió, su voz la delataba, estaba a punto de caer en desesperación. Lo que significaba llanto.

Tabatha llegó hasta ella.

—¿Cuál quieres? —Preguntó con cariño y una inmensa sonrisa.

—¡Ese! ¡El cochinito! —Señaló un peluche en el tercer nivel, ni de chiste conseguiría alcanzarlo por sí misma. Se le fue iluminando la cara cuando Tabatha lo agarró y empezó a mover los pies emocionada—. ¡Ah!

Sabina abrazó dadivosa al peluche y le dio un beso, lo acunó en sus brazos como buena madre.

—¿Cómo se dice, Sabi?

—¡Gracias, mamá!

∞∞∞

Para cuando Tabatha se internó en la cocina a hacer el desayuno, Luciano ya se había apropiado de una banca a la sombra de uno de los árboles que marcaban el final del terreno. No necesitaba moverse para observarlo, o ver a dónde iba Sabina, las amplias ventanas de la cocina estaban exactamente en esa dirección.

—Pregunta a papá si ya desayunó.

—Mhm. —Dio un brinco de la silla y corrió al jardín, donde fue interceptada por Calixto.

—¡Con cuidado, Calixto! —Gritó Tabatha apoyándose en el borde del lavatrastos.

Luciano levantó la vista del guion e hizo contacto visual con Tabatha, al siguiente segundo estaba atento al perro, así que Tabatha se movió con mayor tranquilidad. A comparación del San Bernardo, Sabina era una pulguita.

—¿Ya comiste?

—Ya —Sabina hizo un puchero—, pero dile a mamá que me haría bien un poquito de lo que haga de comer.

—¡Sí!

Y corrió de regreso a la cocina. A Luciano le causaba gracia su forma de andar, movía todo su cuerpo... los brazos y la cabeza.

«Boogie boogie bam bam», se decía Luciano cada ocasión. Divertido, negó con la cabeza y regresó a su trabajo.

∞∞∞

Lo veía... lo veía.

Él leía y escribía, leía y escribía.

—¿Jugamos, papá? —Preguntaba Sabina con las muñecas entre sus brazos y Calixto detrás de ella.

Primero había llegado con una sonrisa, pero conforme iba regresando ésta iba menguando.

—En un ratito, linda, estoy trabajando. —Respondía apenas mirándola unos segundos, le daba una sonrisa comprensiva y seguía.

Tabatha veía pasar a Sabina con la mirada en los zapatos y los labios fruncidos, entonces pasaba la mirada a Luciano, quien seguía con el guion como si nadie lo acabara de interrumpir. Después de verla pasar tres veces, Tabatha no pudo con la tristeza reflejada en los ojos de su hija y se la llevó a su cuarto a jugar. Ya hablaría con Luciano... otra vez.

∞∞∞

EL DIARIO DE TABATHA

Lo más difícil no era verlo en la casa todo el tiempo como cuando todo era miel sobre hojuelas, porque definitivamente no lo era. Lo difícil era ver a Sabina deseando la atención de su padre, un adicto al trabajo de primeras que la mantenía en segundo plano cada vez que tenía un proyecto entre manos.

La mejor época era cuando el estudio acababa un proyecto y al equipo de Luciano no le tocaba nada del próximo. Entonces se dejaba ver...

Eso no sucedía seguido.

No cenó con nosotras, así que me vi obligada a ir a incordiarlo a su habitación.

Toqué dos veces.

—¿Podemos hablar?

Casi pude verlo cerrar los ojos y soltar una maldición. Desde meses atrás eso era señal de problemas y solía terminar en discusiones muy acaloradas.

—Pasa, pasa.

Acababa de salir de la ducha, iba en camisa sport y boxers. Desvié la mirada sintiéndome una adolescente hormonal, esa soñadora que quería a su príncipe prometido. ¡Gran mentira! Lo último que llegará es un príncipe en brillante armadura cabalgando en un unicornio. No sé de dónde saqué que los verdaderos príncipes, esos que vienen envueltos en un papel de felicidad y amor eterno, sólo llegan en unicornios...

Los unicornios no traen príncipes, no existen.

—¿Qué sucede, Bibi? —Preguntó después de ponerse unos pants. Lo había alertado mi mirada perdida en el espacio, pintada, seguramente, con las emociones reprimidas que no le podía gritar.

—Sabina —le dije buscando sus ojos azules con necesidad, quería saber que me prestaba atención a mí. Que sus orbes azules me veían y no estaban perdidos en todo lo que tenía pendiente. Estaban más transparentes y despejados que nunca, más brillantes. Mi perdición. Miré la habitación para no ser víctima de sus encantos.

«Qué débil eres, por Dios.»

Luciano guardó silencio esperando el resto.

—Quería jugar contigo, Luci, y la ignoraste sucesivas veces —dije rendida. ¿Qué cambiaría? Probablemente si existiera una solución a este asunto de su devoción al trabajo, no estaríamos al borde del divorcio—. Haz lo que quieras, pero no la dejes en segundo plano, menos ahora. ¿No la ves? —la voz se me quebró—. Te busca, Luciano. Sabina necesita a su papá.

Lo miré y terminé de romperme frente a él. Toda esa serenidad, todo lo que vi unos segundos atrás en él, ese hechizo que pudo haber puesto en mí, se había esfumado. De nuevo tenía esa expresión dura que me destruía porque no podía hacer nada para pasar más allá de esa pared que levantó entre nosotros. El corazón me dolía, bien sabía que en el fondo lo seguía queriendo porque nuestro problema no era de sentimientos, no era haber dejarnos de amar...

—No te pido que me bajes las estrellas, te pido que se las bajes a ella. —Susurré con la mirada fija en mis manos, el cabello rubio me caía cual cortina sobre la cara alejándome de él.

—Necesito terminar de revisar el guion. —Fue lo único que dijo. De inmediato levanté la mirada, los ojos más abiertos y llorosos imposible.

—¡Luciano!

—Perdí mucho tiempo estos últimos días.

—¿Fui yo la que te mandó a rescatar a esa princesita en Siete Venados? ¡No! ¡NO! —me pasé la mano por el cabello en un intento de soltar la energía que burbujeaba en mi interior—. Dios mío —limpié unas lágrimas que amenazaron con rodar. No le daría el lujo de verme llorando—. Es tu hija, Luciano. Y un día ya no vas a estar cerca para verla cuando quieras. Es un día de viaje. Piensa bien cómo gastas tu tiempo aquí.

—Bib...

—¡No te atrevas, Luciano! —Advertí antes de que terminara de llamarme con ese apodo tan íntimo. Levanté el índice y fruncí el ceño.

Cuando cerró los ojos supe que la discusión había terminado. Yo era la gritona, no él. Luciano se callaba en cuanto se sentía a punto de explotar y no volvía a hablar hasta regresar a su nivel de serenidad, si es que retomaba el tema.

Eso ya no sucedía con nosotros.

«¡Wow! Buenísima nuestra comunicación», pensé saliendo de la habitación.

Junio 2016.

∞∞∞

Y aquí tenemos una  muestra de que el diario de Tabatha puede ser muy largo o muy corto. ¡Espero les haya gustado! Prometo que habrá romance, dejen que estos terminen cayendo redondito 😉

¿Qué piensan que podría suceder? ¿Qué quieren ver? 😇

¿Han visto la nueva portada? ¿Qué les parece? 🌚

¡Hablamos en los comentarios! La dedicatoria va para una de las personas que comente (a mi elección)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro