Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❈ 24

—Estás distraída...

La voz de Sen me sacó de mis propias cavilaciones. Darshan me había dejado a solas después de aquel último y demoledor consejo, permitiendo que el recuerdo de nuestra conversación se repitiera en bucle en mi mente. Y yo me entretuviera desmigajando cada pedazo de información que el nigromante me había brindado, aunque fuera bajo la apariencia de respuestas incompletas.

Cuando me giré hacia él, me topé con su expresión circunspecta... pero era su mirada la que delataba lo que el nigromante estaba intentando ocultar bajo la máscara de plata. Sus ojos estaban nublados, lo que me hizo sospechar que su visita a la zona de los prisioneros no había sido en absoluto agradable.

La revuelta en las celdas me hizo olvidar durante unos segundos la conversación que había mantenido con Darshan. El estómago se me encogió al pensar en todos los que habían participado en ella, en el horror que les depararía cuando Fatou decidiera su destino.

Estaba segura que haría de ello otro horrible espectáculo con el que lanzar un mensaje a todos los que estábamos atrapados en la prisión.

El gesto de Sen pareció suavizarse, como si hubiera leído el hilo de mis pensamientos. Aquellos días que había pasado en la enfermería, siendo su paciente, nos habían permitido empezar a conocernos mejor el uno al otro... Lo que me hizo recordar, con una punzada de culpa, en lo ciega que parecía haber estado en relación a Sen y Perseo.

El nieto de Ptolomeo había compartido conmigo algunas partes del tiempo que estuvo en Vassar Bekhetaar. Me habló de lo estrictos que eran los instructores, de sus retorcidos métodos para moldearlos a su semejanza... Me confió lo complicado que resultaba en ocasiones, lo difícil que era intentar forzarse a apagar ciertos sentimientos cuando conseguían encontrar un círculo de personas afines en aquel infierno. Un apoyo para intentar sobrevivir.

Perseo nunca mencionó ningún nombre, ninguna persona que hubiera significado tanto para él.

De nuevo, no pude evitar echar la mirada hacia atrás y rememorar todos los momentos que habían compartido Sen y Perseo. Darshan podría estar equivocado en sus sospechas y realmente Sen se movía por ambición pero... pero el maldito nigromante de ojos grises había logrado sembrar la semilla de la duda en mí. ¿Cuál sería la historia que compartirían?

—Yo... —la voz me falló, incapaz de terminar una sencilla frase.

Maldije de nuevo a Darshan, a la última advertencia que me había lanzado antes de desaparecer. ¿Debería hacerle caso? ¿Sería un nuevo truco por parte del nigromante para desestabilizarme, para alejarme de Sen?

Al percibir mi titubeo, Sen se acercó más. Recorrí su silueta, intentando encontrar algún rastro de la redada de los prisioneros, pero su larga túnica negra parecía impoluta... Al igual que su piel. Mi cabeza se había convertido en una batalla campal, con el eco de la voz de Darshan resonando en mis oídos y el corazón encogido por todos aquellos que habían osado desafiar la autoridad de Fatou, organizando aquel intento de fuga.

Apreté los dientes mientras intentaba poner algo de orden en mis pensamientos. ¿En qué le beneficiaría el modo en que actuaba Fatou? ¿Cuáles eran los intereses que había mencionado Darshan?

—Si es por lo sucedido en el ala de los prisioneros...

Me encogí sobre mí misma, sintiendo el primer ramalazo de culpabilidad. La voz de Darshan se había impuesto, haciendo que sus sospechas e insinuaciones no dejaran de repetirse en bucle dentro de mi mente.

—Necesito que me digas la verdad —en aquella segunda ocasión mi voz sonó atropellada, al igual que mis palabras. El nigromante se detuvo en seco al escucharme y yo le dirigí una mirada casi suplicante—. Necesito que seas sincero conmigo, Sen: ¿qué tipo de relación te une a Perseo?

Una expresión de recelo y ¿miedo? apareció fugazmente tras su máscara, delatando que no se había esperado esa pregunta por mi parte. En el tiempo que nos conocíamos, desde que decidiera intervenir la primera noche en el comedor para detener la pelea en la que me vi inmersa, jamás había querido indagar más allá de las respuestas que me había dado. En especial después de que supiera que aquella preocupación por mí estaba motivada por el acuerdo desesperado que le había ofrecido Perseo al saber que tanto Darshan como yo íbamos a ser enviados allí.

Su postura cambió, volviéndose algo defensiva.

—¿Qué tipo de relación debería unirme? —respondió mi pregunta con otra, lo que hizo aumentar todavía más mis sospechas.

Me erguí hasta que nuestras miradas chocaron a través de la poca distancia que nos separaba.

—Eso es lo que quiero saber —insistí.

Sen pareció mascullar algo para sí mismo, frustrado en aquella ocasión y apartando la mirada.

—¿Todo esto es cosa de Darshan? —quiso saber, evitando responder de nuevo a mi pregunta.

Fruncí el ceño. ¿Habían tenido ellos aquella misma conversación? ¿Habría sido por ello por lo que el nigromante había decidido dejar en el aire todas aquellas respuestas, obligándome a confirmarlas con el propio Sen?

—Maldito sea —blasfemó en voz baja, luego sus ojos buscaron los míos de nuevo—. ¿Qué es lo que te ha contado?

—Que no has sido del todo sincero conmigo —opté por responder con una media verdad. El hecho de que creyera que el nigromante se había ido demasiado de la lengua podría servirme como baza para obtener las respuestas que necesitaba y que podrían confirmar las sospechas de Darshan—. ¿Qué relación te une a Perseo? —repetí.

Sen suspiró con derrota.

—¿Ahora? Ninguna —respondió, masajeándose las sienes—. En el pasado... —entrecerró los ojos en mi dirección—. ¿Estás segura de que quieres saberlo?

Alcé la barbilla, sintiendo cómo el pulso se me aceleraba.

—Habla.

—Éramos lo único que teníamos el uno del otro aquí, en este infierno —sus palabras sonaron ahogadas y mi corazón se encogió al comprender que, de nuevo, Darshan había tenido razón. Y para Sen todavía era una herida abierta—. Cuando Perseo puso un pie en Vassar Bekhetaar se convirtió en el objetivo de los reclutas más jóvenes, los que estaban ansiosos por destacar de algún modo... De formar parte de los grupos de más poder. Los perilustres con el don no son habituales, como has podido ver por ti misma. Los nigromantes que quedamos, la gran mayoría, procedemos de familias humildes... familias que servían a las grandes gens de nigromantes o tenían algún tipo de vinculación con ellos; pocos hay que pertenezcan a sus ramas secundarias —el horror se abrió paso al leer entre líneas por qué los nigromantes habían logrado sobrevivir a pesar de la purga que se llevó a cabo—. Aquel niño rubio y de ojos claros que fue conducido hasta aquí en un carruaje de su abuelo, temblando de pies a cabeza..., representaba lo que envidiaban muchos de los que estábamos aquí atrapados. Fue una presa sencilla.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo a imaginar a un Perseo mucho más joven en Vassar Bekhetaar, asustado y completamente solo... Sin saber que iba a convertirse en el objetivo de muchos de los que iban a ser sus compañeros en los próximos años de instrucción.

—Nuestras habitaciones estaban la una al lado de la otra —continuó Sen su relato, con la mirada ensombrecida y perdida en el pasado—. Aquella primera noche que pasó en la prisión... podía escuchar sus lloros a través de la pared. Al contrario que otros, sentí lástima por aquel niño perdido que se encontraba completamente solo en un lugar como este.

»Durante los primeros días mantuve las distancias con Perseo, observando su mirada triste y actitud cabizbaja. Tal y como había previsto, no tardó en ser el centro de las bromas y comentarios malintencionados; luego vinieron los golpes... las palizas innecesarias bajo la atenta mirada de nuestros instructores. Ninguno movimos un dedo por él, algunos por miedo y otros por pura maldad —tomó una trémula bocanada de aire—. Hubo un episodio especialmente desagradable que me hizo dar un paso adelante e involucrarme... Perseo terminó en el suelo, boqueando sin aire porque su rival había aplicado demasiada fuerza en sus pulmones. De no haber detenido el enfrentamiento, quizá hubiera acabado con él.

»Nuestro instructor nos envió a un par de nosotros para que condujéramos a Perseo a la enfermería, donde los sanadores se ocuparían de sus heridas. Aun estando malherido, no dijo una sola palabra al respecto... no emitió ni un solo sonido; estaba aprendiendo la lección poco a poco y sabía que, de hacer algo, podría ser considerado como una muestra de debilidad —mi cuerpo estaba congelado y notaba un dolor en el pecho. Mi resentimiento hacia Perseo pareció quedar olvidado por unos segundos; el nigromante había compartido conmigo a rasgos generales su vivencia en Vassar Bekhetaar, pero nunca había entrado en detalle, quizá por temor a remover viejas heridas del pasado. ¿Cómo había permitido Ptolomeo que su nieto fuera enviado a aquel nido de monstruos siendo apenas un niño? Mi corazón parecía estar sangrando al imaginar al hijo de Roma completamente solo, siendo víctima de la crueldad de los otros por el simple hecho de su origen... y de ser una presa fácil, una vía para encontrar una oportunidad de ser aceptado por los grupos más poderosos allí—. Fui el único que se quedó en la enfermería, viendo cómo el nigromante que estaba destinado en esa zona de la prisión se encargaba de sus heridas. Fui el único que vi cómo todo lo que llevaba guardándose dentro por fin explotaba cuando nos dejaron a solas. Fui el único que estuvo a su lado, ayudándole a secarse las lágrimas.

»Aquel fue un punto de inflexión entre nosotros. Ahora, años después, soy consciente que fue la soledad lo que nos empujó a acercarnos el uno al otro, la desesperación por tener a alguien a nuestro lado que nos ayudara a lidiar con la oscuridad y maldad que envuelve este lugar. Apenas éramos unos niños a los que habían despojado de sus vidas...

Sen sacudió la cabeza y la tristeza se abrió paso en su expresión, alertándome que lo que se venía a continuación era un episodio que no había logrado cerrar, a pesar de los años que habían pasado. La primera parte de su relato me había dejado con el corazón encogido y las comisuras de los ojos llenas de lágrimas; era posible que su amistad naciera de la desesperación, como el nigromante me había confesado, pero algo debía haber cambiado entre ellos con el paso del tiempo.

—Sin embargo, cuando alcanzamos la adolescencia... —hubo un instante de silencio mientras en mis oídos podía escuchar el eco de la voz de Perseo hablándome de cómo intentaban los instructores reprimirlos, haciéndoles creer que estaba mal. Que los sentimientos eran una debilidad y que, si los mostraban, debían ser castigados por ello.

—El látigo —dije a media voz.

Sen no pareció mostrarse sorprendido por el hecho de que yo lo supiera, simplemente asintió a modo de confirmación.

—Aprovechando nuestra juventud e inexperiencia, somos moldeados al antojo de nuestros instructores —se cruzó de brazos y la línea de su mandíbula se endureció cuando giró la cabeza—. Tú misma has podido comprobar lo sencillo que les resulta, cómo saben qué palabras usar para tenernos en la palma de su mano... Pero ellos no podían controlarlo todo, nuestro poder no nos permite manipular las emociones; por lo que tuvieron que encontrar otro método para tenerlo todo bien atado. Para tenernos a nosotros bien atados y bajo control.

¿Y qué mejor modo encontraron para controlar aquel aspecto? Una férrea persuasión y hacer que relacionaran cualquier sentimiento como algo negativo, algo que terminaba en un doloroso castigo.

—La adolescencia nos alcanzó a los más jóvenes y, con ello, los primeros problemas —retomó Sen su historia, sacudiendo la cabeza—. Y mi amistad con Perseo... mi amistad con Perseo empezó a transformarse en algo más.

Sus ojos azules buscaron los míos tras su confesión, como si temiera mi reacción. Recordé el momento exacto en que Perseo se abrió a mí, en la soledad de las termas con las que contaba la hacienda familiar, respecto a los años que pasó en Vassar Bekhetaar; recordé cómo su expresión había cambiado levemente al mencionar los métodos que los instructores empleaban para obligarles a reprimir sus propios sentimientos. Ahora era capaz de comprender que estaba hablando de sus vivencias personales, aunque nunca mencionara a Sen.

El nigromante seguía observándome en silencio, esperando. Pero ¿qué podía decir al respecto? Perseo nunca había dado muchos detalles de su paso por Vassar Bekhetaar y yo nunca me había atrevido a indagar más, sabiendo que era un tema complicado para el nieto de Ptolomeo. Y Darshan... Darshan había estado en lo cierto al averiguar que Sen no había aceptado la oferta por lo que suponía de cara al futuro saber que Perseo tendría una deuda con él.

—A pesar del tiempo que ha pasado... sigues sintiendo algo por Perseo —dije a media voz.

—No en el sentido que tú piensas, Jedham, pues eso terminó en su momento por una decisión que tomamos los dos —me corrigió—. Por encima de cualquier cosa, consideraba a Perseo un amigo... y todavía lo hago. Si acepté vigilarte fue por lo que significabas para él, por lo que todavía significas.

Pese a lo que Darshan me había aconsejado sobre en quién debía depositar mi confianza... decidí desoírlo en aquella ocasión. Decidí creer en el nigromante, en la versión que había compartido conmigo.

—Aquella noche... —la voz se le trabó a Sen cuando habló de nuevo—. Aquella noche lo único que intentaba era protegeros, a los dos.

Noté una presión en el pecho que pareció quitarme el aire de los pulmones. La única persona con la que me había permitido hablar de lo sucedido fue con Darshan, quien se encargó de secar mis lágrimas y darme el empujón que necesitaba en ese momento; durante las semanas que había pasado en la enfermería, bajo el cuidado de Sen, el nigromante no había hecho mención alguna a aquel episodio.

Sus palabras, no obstante, estaban llenas de culpa, como si el nigromante hubiera tenido algún tipo de responsabilidad más que intentar hacer las cosas bien. Sabía que Sen había permitido a Perseo encontrarse conmigo en aquel mismo lugar, creyendo que el que había sido su amigo tomaría la decisión correcta y me diría la verdad, el hecho de que estaba prometido con la hija del Emperador. Sin embargo, nada había salido conforme hubiera deseado Sen y, cuando fue consciente del riesgo que corríamos ambos, trató de adelantarse a Fatou para advertirnos. Para protegernos, tal y como había dicho.

No fui capaz de decir nada.

* * *

Después de esta revelación me gustaría saber cómo van esas teorías

y también deciros que el primer arco de la historia está muy cerquita (más o menos finaliza en el cap 31)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro