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❈ 11

Sen me llevó de regreso a mi habitáculo. Tras la amenaza velada de Reindek, el nigromante había apartado al otro de nuestro camino y me había sacado del comedor, dándome apenas unos segundos para echar la vista atrás y lograr distinguir la expresión ofuscada de Darshan entre los cuerpos que se movían de un lado a otro, presas de la excitación. El silencio se abatió tras nosotros al dejar el comedor a nuestras espaldas, internándonos de nuevo en aquellos pasillos oscuros y laberínticos; el sonido de nuestros pasos era lo único que se escuchaba a nuestro alrededor como música fúnebre.

Las consecuencias de mi espectáculo me golpearon cuando la quietud se tornó casi opresiva, haciendo que el rostro de Darshan volviera a repetirse en mi mente, provocándome un nudo.

Quizá había sido un error enfrentarme de ese modo al nigromante, pero el haber agachado la cabeza y haber permitido que se saliera con la suya podría haber complicado mi estancia allí, volviéndome un blanco fácil.

—No deberías haber entrado en el juego de ese nigromante —la voz de Sen me sobresaltó, pese a que no había hablado muy alto.

Contuve las ganas de poner los ojos en blanco ante sus palabras, ante el hecho de que no fuera la primera vez que las pronunciaba. Tanto él como el otro nigromante, Reindek, no se habían mostrado tan entusiastas como el resto por lo sucedido en el comedor comunitario.

—Es el único modo de poder sobrevivir aquí —repliqué.

Apenas habían pasado unas horas desde nuestra llegada y ya había podido comprobar de primera mano que los rumores que corrían sobre Vassar Bekhetaar solamente rascaban la superficie de la verdad. Aquel rincón era un infierno, ya no para las pobres almas condenadas que terminaban allí por sus delitos... si no para los otros que buscaban una salida a sus miserables vidas, convirtiéndose en Sables de Hierro, o los que eran obligados a viajar hasta ese lugar a causa del poder que corría por sus venas.

—Hay otras formas de sobrevivir aquí —me contradijo.

Me atreví a mirarle por encima del hombro. El comportamiento de aquel nigromante era, cuanto menos, sospechoso; nuestros caminos se habían cruzado por primera vez cuando intervino en el comedor, atajando la discusión antes de que las cosas se complicaran. Los motivos que le habían empujado a intervenir, cuando otros se habían limitado a reír y observar, todavía eran un misterio... Lo que despertó una leve oleada de recelo hacia Sen, hacia su inesperada ¿ayuda?

Detuve mis pies de golpe, obligando al nigromante que hiciera lo mismo.

—¿Por qué estás haciendo todo esto? —quise saber, apretando los puños con frustración.

Sen ladeó la cabeza.

—¿Hacer... el qué, exactamente? —respondió a mi pregunta con otra.

—¡Ayudarme! —exclamé, frustrándome con aquel estúpido juego.

Sen frunció sus labios y su mirada pareció enfriarse todavía más.

—No te equivoques conmigo, dhirim —cuando dio un paso hacia mí, me obligué a mantener mis pies clavados en el sitio. No me dejaría amedrentar por su amenazante presencia, por esos ojos que levantaban pequeños escalofríos en mi piel—: no podría importarme menos lo que suceda contigo.


La inesperada sensación de agua fría golpeando mi rostro me sacó del estado de duermevela en el que me había sumido tras horas encerrada en la completa oscuridad de mi celda, dejando que lo sucedido en el comedor se repitiera una y otra vez en mi cabeza.

Mis ojos se abrieron de par en par mientras sentía cómo el agua se colaba a borbotones por mi boca y nariz, asfixiándome. La noche anterior, tras su tajante aclaración, Sen me condujo hacia mi habitáculo y se aseguró de que escuchara cómo bloqueaba la puerta; en algún punto, después de dar vueltas como un animal enjaulado, había terminado por desplomarme en el camastro, rindiéndome a un inquieto sueño...

Hasta ahora.

Mi cuerpo se incorporó de manera inconsciente mientras tosía, notando cómo la garganta me ardía a causa de los estertores. A través de mis ojos llorosos pude distinguir la silueta de dos personas cercas del camastro, una de ellas portando entre sus manos un cubo de latón.

—Arriba, dhirim —me dijo una voz masculina terriblemente familiar—. No queremos que llegues tarde a tu primer día, ¿verdad?

Reindek me dirigió una sonrisa maliciosa y yo me incorporé con esfuerzo, goteando agua y con el único uniforme con el que contaba empapado. Me fijé en el nigromante que acompañaba al chico, la máscara que cubría sus facciones. ¿Por qué enviar a dos nigromantes que ya habían terminado con la instrucción a buscarme?

El vello se me erizó cuando una vocecilla susurró dentro de mi cabeza: «Fatou debe saber lo que sucedió con ese tipo... Y no permitirá que quede impune». ¿Qué otro motivo habría para que mis nuevos vigilantes aquella mañana fueran nigromantes entrenados que pudieran contenerme?

Aparté cualquier peligrosa idea de mi mente, limitándome a esperar la siguiente orden. Lo sucedido en el comedor me había colocado en una posición arriesgada y una parte de mí quería encontrarse con Darshan para disculparme por no haber sabido parar a tiempo.

Reindek me hizo un aspaviento con la mano, indicándome que me dirigiera hacia la puerta abierta. Cabizbaja, obedecí en silencio, sintiendo la presencia de ambos nigromantes siguiéndome a mi espalda; el estómago me dio un vuelco cuando me topé con otros dos más aguardando en el pasillo... y a Darshan con ellos. Mi aliado giró el rostro en mi dirección y yo estuve a punto de tropezar con mis propios pies al ver el magullón en su pómulo y la herida en su labio.

Alguien rió a mi espalda.

—Ayer no fuiste la única que decidió meterse en líos —comentó Reindek.

Observé los golpes que mostraba Darshan, el brillo de desafío que había aparecido en sus ojos grises, que apuntaban hacia el nigromante. ¿Qué podía haber empujado a Darshan a enfrentarse a otro...? El pulso se me disparó al valorar la posibilidad de que el muchacho se hubiera encarado con el tipo que había propiciado mi primer desencuentro en aquel lugar.

Con un nuevo aspaviento, Reindek hizo que la comitiva se pusiera en marcha, dejando atrás los habitáculos. Darshan y yo quedamos atrapados entre los cuatro nigromantes, caminando hombro contra hombro; su contacto hizo que recordara las heridas de su rostro y la voz de Reindek burlándose sobre lo que sucedió.

—Pensé que serías más inteligente, Jedham.

El molesto susurro procedente de Darshan me sobresaltó. Aún continuábamos escoltados por el grupo de nigromantes que lideraba Reindek, por lo que me limité a ladear la cabeza en su dirección, topándome con su expresión seria y sus ojos grises hirviendo de frustración.

—Yo...

—No podías controlar tu propio orgullo, ¿verdad? —sus hirientes palabras dieron en el blanco, logrando su propósito—. No podías ignorar a ese maldito bastardo, por supuesto que no... Tu estúpido alarde nos ha puesto en el ojo de mira, Jedham. Nos has convertido en un objetivo para todos ellos, has olvidado por completo nuestra alianza.

Retorcí mis manos con nerviosismo, sabiendo que no había defensa alguna para justificar el modo en que dejé que mi egoísmo y mi orgullo me cegaran, empujándome a enfrentarme a ese tipo sin pensar en las consecuencias que traería eso. Sin pensar en Darshan y nuestra alianza para sobrevivir en aquel lugar.

—Yo no...

Mi frase quedó en el aire cuando Darshan se detuvo abruptamente, girándose para darme un golpe en el hombro, desestabilizándome. Mis ojos se abrieron de par en par a causa de la sorpresa mientras el chico se enfrentaba a mí, sin importarle lo más mínimo que estuviéramos rodeados por cuatro nigromantes dispuestos a reducirnos de una forma bastante dolorosa.

—No, evidentemente tú no pensaste en lo que desatarías con tu inconsciencia —me espetó, dándome un nuevo golpe.

Paralizada, lo único que pude hacer fue mirar a Darshan increparme por mi propia estupidez.

—Tu egoísmo e ínfulas de heroína van a ser nuestra perdición —sus palabras escocieron y sentí una molesta presión en los ojos.

Darshan estaba siendo implacable conmigo y ¿acaso no tenía razón? Ataqué a ese cadete por una cuestión de orgullo, sin detenerme a pensar en que, con ello, arrastraría conmigo a Darshan. Me fijé de nuevo en los golpes de su rostro, contraído por la rabia. ¿Habían sido producto de mi inconsciencia? ¿Habrían aprovechado que Sen me había arrastrado fuera del comedor para vengarse con Darshan?

—No voy a permitir que me hundas contigo, Jedham —su tono fue definitivo, al igual que sus ojos grises—. Se acabó: de ahora en adelante estás sola.

La inconfundible figura de Reindek se interpuso entre nosotros, apartando a Darshan con un imperativo golpe en el pecho. Por encima del hombro del nigromante vi al que había sido mi aliado fruncir los labios como única muestra de descontento por la interrupción; el eco de su mensaje aún resonaba en mis oídos cuando me enfrenté a la mirada de Reindek.

—No es momento para una pelea de enamorados, dhirim —se burló.

Consciente de que Darshan parecía estar atento a mi reacción, casi esperando verme abalanzarme contra el nigromante, me limité a desviar la mirada, sin molestarme siquiera en responder a Reindek y caer en sus sutiles provocaciones.

Un coro de risitas ahogadas hizo que mi cuerpo se tensara de forma inconsciente. Reindek me guiñó un ojo con complicidad antes de darme un golpecito en la nariz con su dedo índice, como si fuera una niña pequeña, dirigiéndose de nuevo a la cabecera de nuestro grupo, retomando la marcha hacia nuestro desconocido destino.

Darshan no tardó en imitar al nigromante, dejando escapar un bufido bajo. Sus últimas palabras se repitieron en mi mente, resonando con fuerza.

«Estás sola...»


Tragué saliva al reconocer el último tramo del pasillo. Al fondo se encontraba la familiar entrada que conducía al comedor comunitario, la sala donde se reunían tanto nigromantes como Sables de Hierro; el trayecto hasta allí se había tornado incómodo después del repentino enfado de Darshan. El muchacho se había limitado a caminar a mi lado, ignorándome como si no estuviera casi con mi hombro rozando su brazo.

El pulso se me disparó al atravesar el umbral, internándome en la algarabía matutina de aquella enorme sala común. Las facciones continuaban separadas en dos grandes bloques, las voces se alzaban y se entremezclaban las unas con las otras; la sección donde se encontraban los nigromantes empezó a desviar su atención hacia nosotros. Pude sentir sus miradas, el peso de sus ojos sobre Darshan y sobre mí, el modo en que las conversaciones se transformaron en susurros.

Dejé que mi mirada vagara a lo largo de las mesas, sin detenerme en ningún rostro en concreto. Reindek se giró hacia nosotros en ese instante, con una viperina sonrisa formándose en sus labios; los otros nigromantes formaron una barrera a nuestra espalda, como si temieran que pudiésemos intentar huir.

—No desaprovechéis la oportunidad de llenaros el estómago por meteros en otra pelea —nos advirtió Reindek y mi garganta se estrechó—. No volveréis a probar un solo bocado hasta esta noche.

Una vez nos transmitió su mensaje, la advertencia velada que envolvía sus palabras sobre un nuevo enfrentamiento, hizo un gesto a los otros nigromantes. Todos ellos se apresuraron a encontrar un hueco libre, seguramente para compartir lo sucedido en nuestro camino hasta allí. De manera inconsciente mis ojos buscaron a Darshan, pero el muchacho ya estaba dirigiendo sus pasos hacia uno de los extremos más alejados de la mesa.

Le seguí.

Aunque no dijo una sola palabra, su expresión fue indicativo suficiente de que no encontraba en absoluto grata mi decisión de convertirme en algo parecido a su sombra. Sus labios se fruncieron mientras tomaba asiento, contemplando con sus ojos grises la poca comida que había a nuestra disposición; los nigromantes que estaban más cerca de nosotros permanecían en silencio, estudiándonos.

«Estás sola.»

Darshan había sido tajante en el pasillo y comprendía los motivos que le habían empujado a dejar bastante claro que no iba a continuar con nuestra alianza debido a mi inconsciencia.

—Darshan...

Un músculo de su mandíbula se tensó al escuchar la sombra de súplica en mi voz, pero no dijo nada: fingiendo que yo no había hablado, se incorporó lo suficiente para indagar en los ajados platos y coger algo de ellos.

Me mordí el labio inferior, intranquila. Había empezado a ver la crueldad que subyacía en Vassar Bekhetaar y, tras mi estúpido alarde de la noche anterior, sabía que me había colocado una enorme diana en la espalda. Quizá incluso en la de él; prueba de ello eran los golpes que marcaban su rostro.

Nos necesitábamos el uno al otro, la alianza que habíamos formado en las mazmorras del palacio del Emperador debía subsistir.

—Ya te lo he advertido, Jedham —la voz de Darshan sonaba tensa, su mirada estaba fija en algún punto de la mesa, esquivando la mía—: no voy a hundirme contigo. No voy a permitir que tu inconsciencia me arrastre y me aleje de mis propios planes. Te ofrecí una alianza y tú has escupido sobre ella, actuando de manera egoísta...

Apreté los puños, presionándolos contra mis muslos. Sabía que mi temperamento era un problema, que mi inclinación a golpear y preguntar después no sería de ninguna ayuda si queríamos sobrevivir a Vassar Bekhetaar; me recordé que era mi culpa que le hubieran atacado, que yo había empujado a sus agresores a convertirlo en su objetivo... Pero sus palabras seguían escociéndome del mismo modo que en el pasillo, cuando se enfrentó a mí.

—Tienes razón —la garganta se me estrechó ante el esfuerzo que me costó pronunciar aquella sencilla concesión.

Sorprendido, Darshan giró el cuello para poder mirarme de frente. Ignorando el público que teníamos frente a nosotros, atentos a cada uno de nuestros movimientos, tomé una bocanada de aire, armándome de valor para recuperar a mi aliado.

—Debí hacerte caso, Darshan —bajé la voz, sosteniéndole la mirada para que viera que estaba hablando con absoluta sinceridad—. Y... y lamento muchísimo haber provocado que te vieras inmerso en todo esto... —señalé con un gesto de barbilla su rostro. Los moratones que oscurecían aún más su piel dorada—. Yo no... yo no soy como tú. No soy capaz de mantener el control del mismo modo que haces tú. Te necesito a mi lado. Ahora, más que nunca, necesito que trabajemos juntos. Somos nuestra única posibilidad de salir adelante aquí.

Darshan ladeó la cabeza, estudiándome con sus ojos grises. Había sido testigo de su habilidad para mantener la calma en cualquier situación desfavorable y... y le envidiaba. Envidiaba cómo era capaz de arrastrar a sus enemigos a su propio terreno sin ceder a sus impulsos, controlando cada segundo y cada una de sus reacciones.

Era evidente por qué había sobrevivido todo aquel tiempo, convirtiéndose en el espía perfecto y en un...

Corté de golpe esa línea de pensamiento, sabiendo que nada bueno me traería recordar quién era en realidad Darshan; todo lo que había provocado. El chico de ojos grises y multitud de secretos era mi esperanza en Vassar Bekhetaar y yo debía recuperar ese pequeño hilo que parecía habernos unido en las mazmorras, la dulce promesa de contar con alguien que me respaldara.

Dejé que Darshan continuara con su escrutinio, manteniendo una expresión sincera y casi suplicante. Recé para que la poca humanidad que tenía jugara a mi favor y le hiciera reconsiderar su decisión de romper nuestra alianza, abandonándome. No sabía qué era lo que le había empujado a hacerme esa generosa oferta en la oscuridad de la celda que compartíamos, pero no podía permitirme quedarme sola en aquel nido de monstruos.

—Por favor —susurré.

El silencio de Darshan se alargó unos segundos, haciendo que mi pulso se disparara ante la posibilidad de que mi arranque de forzada sinceridad hubiera sido en vano. La expresión del chico era tan hermética como siempre, impidiéndome tratar de adivinar qué estaba pasándosele por la cabeza.

—No habrá una próxima vez, Jedham —me advirtió, desviando la mirada de nuevo a la mesa—. No soy como Perseo: mi cupo de buenas obras ha llegado a su límite contigo.


* * *

HOLA HOLAAAAAA

Siéntense, pónganse cómodes y traigan unas palomitas PORQUE ESTO ESTÁ QUE EXPLOTA. Si ya hemos visto que Vassar Bekhetaar parece ganado a pulso la fama que tiene en la capital (y en el Imperio entero), esto no es nada de nada.

Pero ya lo iremos viendo, así que vayamos al granito...

¿Alguien tiene alguna teoría sobre Sen y su papel? 

¿Impresiones sobre nuestro nigromante salvador? 

¿Por qué ha decidido intervenir a favor de Jedham?

Y ahora es cuando quiero ver el mundo arder hasta los cimientos: tenéis que elegir bando en el encontronazo entre Darshan (quien tampoco perdió el tiempo en su primer día, al igual que Jem, cuya regla no escrita que todes sabemos es que si hay una pelea, hay algo en su naturaleza que le empuja a participar en ella) y Jedham

Team Darshan (inserte su respuesta)

Team Jedham (justifique su respuesta)


Antes de despedirme, sembrando un poquito el caos como es costumbre, dejaros caer que el próximo capi es desde el POV de Darshan, je.

Portaos bien hasta entonces <3

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