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Capítulo 22.

[Narra Evan]

-- Me has echado de menos, ¿cierto? - dijo con una sonrisa pícara mientras que se quitaba un guante de tela con los dientes de una de sus manos.

Dije que si con la cabeza mientras que mordía mi labio inferior.
Estaba tumbado sobre la cama de mi habitación con las manos debajo de la cabeza sin dejar de observar cada detalle de su cuerpo y de cada gesto que realizaba.
Llevaba puesto un abrigo que le llegaba hasta las rodillas y unos tacones de color negro. En la cabeza tenía un sombrero el cual se quitó con sensualidad  hasta dejarlo tirado en el suelo. Cuando al fin se deshizo de los dos guantes , estos acabaron sobre mí.  Estaba disfrutando del momento. Del baile sensual que me estaba regalando. Se giró dándome la espalda y empezó a deshacerse del moño. Su pelo calló suavemente por su espalda tras mover su cabeza ligeramente de lado a lado. Me miró por encima del hombro y observé que en una de sus manos sostenía el mando del reproductor de música, al cual le subió un poco más el volumen. Se lo metió en el bolsillo del abrigo y empezó a desabrocharse éste   lentamente.

-- ¿Estás disfrutando? - preguntó.

-- Mh.. muchísimo.

El abrigo empezaba a deslizarse por su cuerpo a la vez que movía su cintura en círculos . Cuando el abrigo calló al suelo observé su ropa interior de encaje color rojo. Apenas le tapaba la parte de atrás. Me excité.

-- ¿Por qué no vienes? - sonreí retirando las sábanas.

-- Aún no he terminado, cariño.

Suspiré sonriendo. Me acerqué al borde de la cama hasta que logré agarrar su muñeca con suavidad y la tiré hacia a mi.

-- De eso ya me encargo yo.

-- ¿Si? - arqueó las cejas riéndose sin ponerme el trabajo difícil de tumbarla  en la cama y posicionarme encima de su cuerpo.

Cogí  sus dos manos con el fin de entrelazar  ambos dedos y apretar suavemente. Abrí sus piernas con la ayuda de las mías y me pegué a su cuerpo semidesnudo. Empecé a besar su frente. Su mejilla. La punta de su nariz. Hasta que llegué finalmente a la comisura de su labio. La besé mientras que bajaba mis manos hacia su cintura y la acaricié.

-- Eres mía... - susurré.

Noté su sonrisa tras mis palabras por lo que yo también sonreí. Empecé a bajar con mi boca por todo su cuello, sin dejar besos en el recorrido. Introducí mis manos por debajo de su cuerpo hasta llegar al broche del sujetador y deshacerme de él. Besé cada parte desnuda con delicadeza intentando encontrar el fresco olor que ella siempre había conservado. Pero no olí nada. Me detuve y entonces comprendí que eso era un sueño y que tenía  que despertarme. Necesitaba oler el fresco aroma de Vanessa. Decirle que estoy vivo. Decirle que sentí su mano agarrando la mía aquel día en la habitación. Que también sentí el abrazo de mi padre. Que sentí ambas preocupaciones y escuché las palabras que me dijeron.

Era algo imposible abrir los ojos y averiguar cómo era la sala. Qué aspecto tenía y quienes eran las personas que estaban intentando salvar mi vida. Estaba débil, pero si mis ojos respondieran en este mismo instante y mis piernas  reaccionaran, saldría corriendo hasta encontrar a mis familiares. Deseaba abrazar a Vanessa. Tenía ganas de decirle "Te quiero, mi vida" o cariño, o preciosa. La vida se me había hecho muy corta y no podía morir sin despedirme. No podía morir sin dejarle unos pequeños regalos a mi novia. Luché contra todo. Escuchaba las voces de las enfermeras que pasaban por mi habitación y observaban las máquinas y los líquidos. A una de ellas la notaba más preocupada. Era la misma voz que le dijo a Vanessa que no se preocupara. Quiero mover mi boca y pedirles que le digan a mi novia que estaba bien, que estaba luchando por ella. Por que quería verla. Empecé a llorar y a gritar por dentro. Me hundía en un hoyo sin fondo y me creaba ansiedad e impotencia de no poder despertar.

-- Ahora volveremos a controlarlo. - dijo la enfermera.

-- Espera... mira esto. Una lágrima.

-- Uau.

-- ¿Es buena señal?

-- ¡Es genial! - exclamó. -- ¡Nos está escuchando!

-- Voy a avisar a sus familiares.

Escuché los pasos alejándose de la habitación pero seguía sintiendo a una persona cerca de mi camilla. No estoy solo y me alegra saber que van a informar de que estoy mejorando. Sé que mi padre se echará las manos a la cabeza de alivio y Vanessa vendrá a verme en cuanto pueda y aunque yo no pueda responderla me gustaría escucharla.

-- Estamos haciendo todo lo posible. Tiene que ser jodido estar así,  Evan. Me alegra que me escuches. ¡Estamos haciendo buen trabajo!

Quería sonreír pero mis labios apenas se movían. Quiero despertar.

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Estoy cansado. Cansado de tener los ojos cerrados. De hacer fuerzas para despertarme. Llevo veintiún días en coma y cada día me siento más débil. Tengo sueños con Vanessa y es lo único que me queda de ella. Los sueños. Es difícil sentirla cada día en la silla de al lado como se lamenta. Puedo oler su fragancia cuando me da un abrazo pero no es lo mismo si no la abrazo yo. Quiero ver su cara, con qué ropa a venido a verme, si se ha maquillado o si viene sin maquillar. Está  mucho más  guapa sin maquillar y con la bata puesta. Así es como me la imagino en un futuro. Si salgo vivo de aquí  quiero hacer que sea la chica más feliz del mundo entero. Desearía que me tocase la lotería y con ese dinero aprovecharía para comprar una casa para los dos, un coche... No sé que pasará el día  en el que por fin despierte. Tendré que dar explicaciones y casi no me acuerdo que hice para estar metido en este lío y preocupando a los demás. Soy el chico más idiota de la historia.

-- Vanessa, ¿estás bien? - esa voz la reconocía. Era mi viejo amigo Matt.

"Tío, no está bien. Por favor,  dale un puto abrazo" Quise decir. Siento el aliento de Vanessa sobre mi mejilla en la cual me besa suavemente. Suspira. Está destrozada y desde aquí lo percibo.

-- Mira, he traído unas patatas de la máquina y un poco de café.

-- No tengo mucha hambre.

-- Llevas días sin comer apenas. Haz un esfuerzo.

Oigo el suspiro de Vanessa y después un pequeño crujido de la bolsa cuando se rompe.

-- ¿Es verdad que vieron una lágrima suya? - preguntó Matt.

-- Eso nos dijeron.

-- ¿Nos estará escuchando?

"Claro que sí, capullo. Y me alegro de oír  vuestras voces, pero no pienso llorar de nuevo." Dije para mí mismo.

-- Sí. - respondió finalmente Vanessa.

Vanessa había estado cada uno de los veintiún días recordándome lo mucho que me quería  y que quería un futuro a mi lado. De hecho, me contó lo que se imaginaba. Todo aquello me emocionó. Nunca pensé que le importaba tanto a la gente. Chelsey la había apoyado y también las había escuchado de hablar de un tema relacionado con una prueba de no se qué... Eso me preocupó bastante y me intriga saber que es lo que le pasaba a Vanessa. Desde entonces empezó a leerme libros y revistas relacionados con familias numerosas y bebés. Ella quería tener un bebé en un futuro. Quería casarse  y vivir tranquilamente con su trabajo e independizarse de Chelsey  y su madre.
Todos estos días de oscuridad me han servido para darme cuenta de muchas cosas. De cómo empezó nuestra historia. Tenía que haberla cuidado más y no tenía que haber sido tan bruto con el sexo. A veces tenía solamente que hacer una cosa; preguntar. Cómo estaba, cómo se sentía conmigo, qué sentía. ¿La enamoré? Ahora ella está aquí y sus hechos me están demostrando mucho más que todas las palabras. Al principio era una fantasía sexual, ahora esto ha llegado aún más lejos y ahora me importa más de lo que pensaba, por eso quiero luchar para salir vivo de esta mierda de habitación que solo huele a antibióticos y a muerto.

Vanessa de nuevo vuelve a dormir conmigo en la habitación. Está sentada en la silla y agarrándome la mano con suavidad.

-- ¿Sabes, Evan? Creo que este artículo está muy interesante. - tosió levemente, cogió aire y empezó a leer.- "El día de hoy nos hemos enfocado en publicar artículos relacionados con las casas y viviendas prefabricadas, viviendas modulares y casas al estilo japonés. Además hemos tratado los temas sobre los hogares, hogares familiares, y hogares adaptados para personas ancianas e inválidos." Tenemos que ir a Japón. - mencionó por último.

Se podía pasar horas leyéndome todo tipo de cosas por que  sabía perfectamente que la estaba escuchando. Me encantaría decirle que sí iríamos a Japón y a Tailandia y a Rusia y a Londres. A donde ella quisiera. Ella seguía leyendo mientras que yo la escuchaba atentamente y sin dejar de intentarlo una y otra vez quise mover los dedos de mis manos. Se me hacía  duro estarme tan quieto y en esa camilla tan incómoda. Eso, y las vías.
Suspiró.

-- Quiero salir ya de aquí contigo, Evan... - noté su tristeza en cada una de las palabras. -- Quiero noches contigo, abrazandonos. Quiero hacerte el amor cada noche y hacerte feliz. Aún no sé por qué estás aquí... - volvió a suspirar y esta vez sentí un mechón de pelo sobre mis dedos. -- Vuelve... todos te echamos de menos.  - apoyó su cabeza sobre mi mano y escuché como lloraba.

Vanessa se quedó dormida con la cabeza sobre la camilla sin soltarme y yo también decidí descansar un poco. Las fuerzas se me agotaban cada vez que intentaba mover algún músculo.

_________________________________________

[Flashback]

-- Hey, cariño. Es hora de ir al cole. - dijo mi madre murmurando mientras que notaba su mano acariciando mi cabello. -- No vayas a llegar tarde.

Ni si quiera hice el intento de moverme cuando la escuché. Simplemente sonreí por debajo de la sábana  para que no viese mi rostro supuestamente dormido. Nunca tuve la emoción de ir al colegio y mucho menos de levantarme pronto todas las mañanas. Mi madre levanto la persiana tirando de la cuerda por lo que toda la luz solar penetró mis ojos incluso estando cerrados.

-- ¡NOOOOO! ¡MAMÁ! - grité tapándo mi cara con la sábana.

-- Te espero en la cocina con tu desayuno. - dijo antes de marcharse por la puerta.

Tras unos costosos minutos intentando despegar mi cuerpo del colchón, llegué al fin a la cocina dónde mi madre estaba sentada en una de las sillas que rodeaban la mesa.

-- Desayuna rápido que si no vas a llegar tarde. - dijo con su taza de café sobre sus manos.

-- ¡Ya, ya! - exclamé entre cerrando los ojos.

Me senté en la silla, justo a su lado. Me había preparado unas tostadas con mermelada y un vaso caliente de leche. Movía ésta con la cuchara.

-- ¿Qué tal has dormido? - preguntó.

-- La pregunta es "¿Que tal te has levantado?" Y mi respuesta sería "Bueno, el sol me cegó gracias a mi madre preferida, pero estoy bien. "

Mi madre soltó una pequeña carcajada y dejó sobre la mesa su taza vacía del café.

-- Cuando seas padre entenderás cuanto cuesta despertar a tus hijos.

Me encogí de hombros y seguidamente  empecé a desayunar.
Me deshice del pijama rápidamente y me puse unos pantalones vaqueros junto una sudadera. Hacía frío y no podía evitar estarme quieto. Mi madre hizo sonar el claxon del coche y yo grité por la ventana.

-- ¡YAAAAAAA!

-- ¡Vamos, Evan! Ya vas con retraso.

-- Joder... - murmuré sin que mi madre me escuchara y por fin cogí mi abrigo y mis libros.

Me metí rápidamente en los asientos traseros y me puse el cinturón. Mi madre aceleró el coche hasta alcanzar la velocidad máxima de la carretera. Me peiné con los dedos rápidamente unos segundos antes de entrar en el aparcamiento del colegio.

-- Portate bien y recuerda darle esto a Matt. - dijo dándome una pequeña maletita de color azul.

Asentí y corrí hacia la entrada donde me esperaba mi mejor amigo con su mochila sobre los hombros.

-- Esto es tuyo. - dije con mi voz de niño.

-- Gracias,  tío. Soy un poco despistado.

-- Ya veo.

[Fin Flashback]
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Mientras que estoy tumbado sobre esa camilla recuerdos de mi infancia se me pasan por la cabeza. Matt y yo somos como uña y carne desde que eramos unos críos. La mayoría de todas las tardes quedábamos en su casa o en la mía para echar unas partidas a la play. Hasta hace  poco seguíamos siendo unos críos pero muchas cosas nos han hecho cambiar. Creo que  algo maduros ya somos. Me ha alegrado soñar con mi madre. Ya casi no recordaba su estatura,  su rostro y su voz. Vuelvo a escuchar pasos en el interior de la habitación.

-- ¿ Sabes qué me acabo de pillar de la máquina?  - hizo una pausa. -- Un sandwich. Un sandwich que no tiene si quiera buena pinta... - dijo Vanessa decepcionada. -- Ojalá despiertes pronto para que me lleves a una pizzería.

Sus últimas palabras me hicieron gracia por lo que me reí y esta vez sentí que me había reído de verdad. Empecé a mover los dedos y a abrir mis ojos lentamente.

-- ¡Evan! - gritó y corrió hacia la camilla para abrazarme.

Casi no podía mover mis brazos debido a que se me habían dormido. Me dejé abrazar por ella. Por fin pude descubrir en la habitación en la que me encontraba y también pude ver a mi novia y oler  el fresco aroma que siempre había conservado.

-- Hey... - dije con la voz ronca y el rostro escondido sobre su cuello. -- estás aquí...

-- Sí,  nunca me marché.

Era maravilloso verla de nuevo después de estar tanto tiempo con los ojos cerrados. Me sentí muy cómodo y olvidé la cama, las vías y el sonido de las máquinas.

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