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Capítulo único

El hedor a alcohol delató a los clientes del lugar, eran las doce de la noche; había amanecido y Natalia seguía bebiendo de su cerveza con nostalgia, como si las horas fueran un espejismo para ella.

“Las mariposas” así decía el letrero fosforescente color violeta del burdel, en donde toda clase de personalidades tenían sus encuentros con las larvas, como eran llamadas las vírgenes y también con las mariposas que eran las mujeres de mayor experiencia “laboral”.

Natalia no era de ninguna clase, era la esposa de Juan, el dueño; era hombre de edad avanzada y con muchas cartas ocultas, que ella ya conocía de antemano dado el tiempo que ha pasado junto a él.

Ella observó a las mujeres más jóvenes acercarse a su marido y ya le daba igual, su expresión no cambió en absoluto después de todo ella era su esposa, así que por más que las putas se le atravesarán e intentarán “algo”, él tenía una responsabilidad con su mujer y la tenía que cumplir. La rubia de cabello corto sabía todo de su hombre y con la basta cantidad de cuernos que le plantó desde que su relación empezó, ella se convirtió en alguien más discreta, menos histérica, más relajada y menos pendeja; perdió el poco afecto que le tuvo desde que entró a su vida y que la sacó de la miseria y aprendió a vivir con ello.

—Natalia vete para la casa —le ordenó el hombre al llegar a la barra por unas botellas de ron —Asegúrate de llegar o si no... Tú ya sabes preciosa —le susurró tocando su barbilla con una sonrisa frívola que hizo notar su falsa dentadura hecha a la medida.

Asco.

Esa fue la sensación que tuvo la mujer al sentir el leve toque de Juan.

Luego de terminar su cerveza acató la orden del viejo y regresó a casa, en el camino hacia su residencia pensó sobre las caminatas en pareja debajo de la nieve, el decorar el árbol, las compras en familia para la cena y los regalos, pero todas esas cosas no las podía hacer, por más que las deseara. Era triste, pero era su realidad, su desolada realidad llena de altibajos, más bajos que altos a decir verdad...

En fin, al llegar a su mansión abrió con la llave que tomó de su bolsillo y entró... Las paredes color carne, la peculiar decoración navideña hecha por sus sirvientas y el silencio adueñándose de todo el lugar ponían triste a la rubia; pero si no fuera por ella su familia hubiera estado en serios problemas con la ley y los bancos reclamando deudas causadas por un padre y una madre podridos en la corrupción.

Ella se salvó y se liberó de esa carga, no sabe en donde están sus padres y no deseó saberlo desde que decidió separarse de ellos, “mientras más lejos mejor para mí”, solía repetirse años atrás y aún se lo repite constantemente, día tras día...

No quizo despertar a sus mucamas, y se preparó un café para alejar el olor cerveza y brandy que se tomó en el burdel disfrutando de la fragancia que emitió la bebida de color obscuro.

La mujer bebió el café recostada en la meseta de la cocina y dijo en un tono burlesco e irónico:

—Tantos lujos para nada; bueno al menos no pasó hambre y frío como antes.

Tomó su teléfono y comenzó a enviar mensajes a Esteban, su amigo, confidente y en algunas ocasiones su espía, dada su profesión en el burdel como jefe de los meseros y de los encargados de preparar las bebidas, desde que su vida cambió hace diez años el castaño ha sido ojos y oídos, contándole los chismes y rumores que circulaban cuando ella no estaba.

Ella preguntó por novedades y Esteban le contestó:

—El viejo aún está aquí con dos putas, va ser una noche larga ¿crees que podrás resistir esta noche? —Recibió la rubia desde su móvil último modelo, junto a unos emoticones de tristeza y copas de bebidas.

—No te preocupes —envió tras leer el mensaje luego de haber dado el último sorbo de su café —Si lo he resistido tantos años es por algo ¿lo sabes verdad? Y como van su negocio clandestino ¿alguna novedad? —escribió en un nuevo mensaje.

—Esta bien —contesto al primer mensaje —Y si, el cargamento ya salió de la ciudad, lo más probable es que llegue al amanecer —informó el chico tras la pantalla del teléfono.

Los negocios del señor Juan eran prósperos, pero Las mariposas no era su única inversión; ya que hace unos cuatro años atrás empezó con la creación, distribución y comercialización de la droga, más específico la mariguana y el crack, cual de la dos perjudiciales para la salud.

Natalia descubrió el negocio desde su fundación, y le encargó a Esteban en ese entonces uno de los matones de su esposo a investigar, desde ahí aquella relación de amistad más parecida a un par de hermanos empezó.

Sin que su marido lo notara, ella se encargó de gestionar su pequeño negocio, y desde entonces, ha usando a Esteban de intermediario para manejar lo que creó el señor Juan.

Después que ella recibió un informe más detallado sobre todo lo que aconteció por nota de voz de su informante, desde la producción hasta la distribución y venta del producto, le dió nuevas órdenes al hombre y finalizó la conversación; se estiró un poco dada la posición en la que estuvo todo ese tiempo, dejó la taza en el lavabo de la cocina y subió por las largas escaleras rodeadas de adornos dorados y verdes debido a la época festiva.

Llegó a su habitación y con uno de sus muy costosos y provocativos camisones se durmió...

Al día siguiente encontró a su esposo al lado de la cama, lo miró como si fuera un insecto desagradable y fue al baño; luego bajo a desayunar y le indicó a una de las sirvientas lo que le apetecía, espero y una voz insoportable a su sistema auditivo se hizo presente:

—Buenos días bella —escuchó saludar a Juan aún con la ropa de ayer —Tenemos que celebrar una fiesta de navidad está noche ¿tienes todo listo? —anunció acercándose a su oído —Por cierto quiero que uses ese vestido —concluyó haciendo énfasis en la prensa de vestir.

Ella lo miró, asintió y se concentró a morder el pan con mermelada que degustaba. Él como ya la conocía no le hizo nada, está vez; ya que en otras ocasiones la mujer había acabado con fracturas graves gracias al “entrenamiento” que su supuesto compañero de vida le daba.

Natalia tenía una debilidad, y estaba atada a ella, su nombre era Elisa, y tenía ocho años estaba en un internado de otro país desde sus seis años, y como era la única hija de Juan siempre fue protegida desde la sombras incluso antes de nacer. Por su pequeña ha estado soportando toda clase de cosas durante años; y sus escapes a su sufrimiento siempre erann los mismos; el alcohol, las llamadas que le hacía a Elisa y las compras.

Como mujer del dueño de Las mariposas ella siempre le tocó realizar las fiestas y actividades para atraer a la clientela y vaya que lo hacía bien, después de todo contaba con un título de administración y contabilidad que adquirió con arduo sacrificio, aunque la tacharon de perra muerta de hambre ella podía encontrar un trabajo si quería, pero el esposo se lo impedía y siempre la consideró inferior a él.

Para Juan las mujeres siempre fueron un juguete con el cual pasar el rato, su atracción a Natalia se debió a su temperamento agresivo y astuto y porsupuesto a su esbelta figura que dejaba boquiabiertos a la muchedumbre, lo único que hizo él luego de hacerla su esposa fue pulirla y con el tiempo recibió el título de “La abeja reina” sensual y letal.

Después del desayuno, ella comenzó a gestionar la organización vía teléfono con los decoradores y encargados de los bocadillos, mientras se arreglaba para la noche de pies a cabeza y luego de un par de arreglos en la celebración organizada por ella llamó a Elisa...

—Hija ¿cómo te ha ido? ¿ya decidiste que quieres para esta navidad? —habló desde su móvil siendo tratada por un manicurista.

—No mamá, no quiero nada, solo quisiera estar contigo y papá —contestó con la voz con poco nostálgica.

—Sabes que aún no son las vacaciones tesoro, yo también deseo estar contigo y jugar con la nieve, patinar y preparar tus galletas preferidas —añadió la mujer aparentando alegría.

Separada de su hija y en un matrimonio que nunca deseó, luchaba para proteger lo único valioso para ella, Elisa.

La mujer tardo unas largas horas para terminar de arreglarse, después salió en el carro plateado guardado en el garaje hacia el Las mariposas.

Ese día el letrero brilló más que nunca y una larga fila ansiaba entrar al burdel; cuando llegó Natalia, en la puerta estaba Juan mirando a las mujeres con su galas; la rubia bajo del auto y lo parqueo enfrente...

—¡Cariño estás radiante! —exclamó el viejo emocionado al verla, siendo atrapado por la apariencia de su mujer.

Y es que era de esperar, ese escote tan tentador le robó muchos suspiros a todo el sexo masculino que estaba presente, y una vez más Juan se sintió afortunado de haberla elegido.

Ya dentro del establecimiento la celebración estaba en su apogeo, las personas de élite en el bajo mundo hacían su entrada y la pareja principal hizo la suya... Las miradas envidiosas por parte de hombres y mujeres era abrumadora, Juan con el traje más costoso y su adorno más preciado; Natalia, con un vestido rojo brillante, tacones altos, su cabello arreglado, uñas delicadas y labios provocadores; en fin, una abeja que atrajo a todas las larvas apenas entró al panal.

La navidad de un burdel, un lugar lleno de trampas, codicia, mentiras y muchas luces de navidad alumbrando el rostro falso de las personas; Natalia tuvo una aburrida y monótona noche en donde fue exhibida como si fuera antigüedad de museo, donde lo único que quería era una cena de navidad normal con su hija, sin muchos lujos, en una casa humilde con un trabajo estable y encontrar tal vez otro hombre, pero eso son solo son ilusiones, fantasías, sueños que vió aquella dama mientras degustó la champagne en la barra, agotada de su vida y con el anhelo de tener aunque sea una vez, una navidad en familia normal como cualquier persona común, con regalos, comida y sobre todo amor, un sentimiento inexistente en el mundo que habitaba.

Fin.

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