Capitulo 2
El niño, que parecía no tener más de seis años, se quedó mirándolo un momento, con una expresión que Rocco no supo descifrar. Era una mezcla de asombro, preocupación y... ¿ternura? Algo que Rocco no había experimentado en mucho tiempo. El niño extendió una mano, lentamente, con una galleta en la palma.
Rocco retrocedió, instintivamente. No estaba acostumbrado a la gentileza. Los humanos, en su experiencia, eran seres impredecibles, a veces crueles, a veces indiferentes. Recordó un momento sombrío de su pasado, una mano que le había ofrecido comida antes de alejarse riendo mientras él, hambriento, se quedó solo. La comida, en especial, era un bien escaso y preciado, y no se podía confiar en nadie que la ofreciera.
El niño no insistió. Mantuvo la mano extendida, la galleta a la vista, sin moverse. Sus ojos, grandes y expresivos, seguían fijos en Rocco, transmitiendo una extraña calma. Rocco se quedó observándolo, indeciso. El hambre le apretaba el estómago, pero el miedo aún era más fuerte.
El frío, sin embargo, era un enemigo implacable. El viento helado seguía soplando, penetrando hasta sus huesos. El hueco entre los contenedores ofrecía poca protección, y Rocco sintió un nuevo tipo de hambre, una necesidad de calor y de refugio. Recordó las noches interminables en la calle, los gritos lejanos, y una traición que lo había dejado profundamente marcado.
El niño, como si leyera sus pensamientos, habló en voz baja: "Tengo frío también... ¿Quieres la galleta?"
La voz del niño era suave, casi un susurro. No tenía el tono áspero o amenazante que Rocco esperaba de los humanos. Era una voz que, por extraño que pareciera, le transmitía una sensación de seguridad. Rocco se preguntó si realmente podría confiar en él. ¿Y si esta vez era diferente?
Rocco se acercó cautelosamente, olfateando la galleta. El aroma a dulce y a canela le hizo agua la boca. La tentación era demasiado fuerte. Lamió la galleta, lentamente, con precaución. Era deliciosa. El sabor dulce le recorrió la lengua, un sabor que no sentía desde hacía mucho tiempo.
El niño sonrió, un gesto pequeño pero significativo. Era una sonrisa cálida, genuina, que llegó al corazón de Rocco. Por primera vez en mucho tiempo, Rocco sintió algo más que frío y hambre. Sintió... esperanza. Una pequeña chispa de esperanza en la fría noche de Navidad.
Tal vez, pensó Rocco, había algo más allá de la soledad y el dolor. Quizás, solo quizás, la Navidad podría ser diferente este año. En un rincón de su corazón, una nueva posibilidad comenzaba a florecer, como una pequeña luz en la oscuridad.
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