El invierno llegó, pintando el paisaje con tonos blancos y grises, pero el pequeño refugio en el jardín de Mateo permaneció cálido y acogedor. Rocco, Luna y Nube, junto con Mateo y su familia, se prepararon para la llegada de las bajas temperaturas, asegurándose de que todos los animales rescatados estuvieran protegidos del frío y la nieve.

Mateo, con la ayuda de sus padres, construyó un cobertizo adicional para el refugio, añadiendo más espacio para los animales y protegiéndolos de las inclemencias del tiempo. Rocco, Luna y Nube ayudaron a transportar mantas, comida y juguetes para los nuevos inquilinos del refugio.

A pesar del frío invernal, el ambiente en el refugio era cálido y lleno de vida. Los animales rescatados, protegidos del frío y alimentados con cariño, se mostraban más tranquilos y confiados. Rocco, Luna y Nube se encargaban de vigilarlos, jugando con ellos y ofreciéndoles su compañía.

Una noche, durante una fuerte nevada, un pequeño cachorro, tembloroso y desnutrido, apareció cerca del refugio. Rocco, con su agudo olfato, lo detectó inmediatamente y lo guio hasta el cobertizo, donde Mateo y su familia lo recibieron con cariño. El cachorro, al que llamaron "Nieve", se acurrucó junto a Rocco, encontrando consuelo en su calor y su protección.

Esa noche, mientras la nieve caía suavemente sobre el jardín, Rocco sintió una profunda sensación de satisfacción. Había encontrado su lugar en el mundo, un lugar donde el amor y la compasión florecían. Su pasado en las calles era solo un recuerdo lejano, un recuerdo que lo había fortalecido y lo había preparado para la alegría y la felicidad de su nueva vida, una vida dedicada a ayudar a otros animales necesitados. El invierno, que antes había sido sinónimo de frío y soledad, ahora era sinónimo de calor, de amor y de esperanza.