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La Narradora


Día 52;

Ya casi no duermo, estaré paranoico? Estoy completamente seguro de que es una mujer la narradora. Solo una mujer daría tantos detalles inútiles en su discurso. Pero aún no puedo imaginarme quien tendría una mente tan retorcida como para planear algo así.

Ya abandoné todo lo que me daba placer. No fumo, no tomo mate, ni consumo nada que pueda afectar el funcionamiento de mi cerebro, ni siquiera café, aunque ya no lo necesite; ahora es otro el motivo de mis desvelos constantes. Tengo miedo hasta de comer. Tengo la extraña sensación de que alguien me envenenará y hará que cuente todas mis vivencias, y vuelva a ocurrir todo. Pero pese a mis intentos, pese al confinamiento solitario en mi habitación al que me he atado, la narradora prosigue con mi historia, como riéndose desde el silencio de mis intentos. Como si desde lo lejos, me susurrara que puede encontrarme donde sea.

Mi cuarto empieza a parecer cada vez más pequeño. La luz de sol empieza a agotarse y mi mente empieza a hablar de nuevo. No quiero hacer, ni decir, ni siquiera pensar nada, pues todo eso, será material de su nuevo relato; pero me resulta imposible. Desde que apareció en mi vida 52 días atrás, todo se ha vuelto un infierno. La desesperación me consume.

Aquella mañana oí el celular sonando, pero mi estado no me permitía moverme de la cama. Dormí las horas que pude, unas dos y media más y me levanté sintiendo el peso de cada vaso de whiskey barato que había tomado la noche anterior, sobre mi cuerpo, claro que decir "la noche anterior" era un eufemismo para las 9 de la mañana y mientras me acercaba a los tumbos hacia el rincón del cuarto donde la ropa se amontonaba y el celular sonaba enchufado a la pared, hice las mismas promesas vacías sobre abstinencia de siempre. El mensaje era de un número desconocido, al que no le di mucha importancia, pero el contenido del mismo llamó poderosamente mi atención: visita lavidadeemilio.com

Intenté espabilarme lo más que pude, busqué mi computadora y entré a la desdichada página. No ha pasado un día desde entonces, en que no me pregunte, que tanto mejor sería mi vida si ese mensaje no hubiera despertado mi curiosidad y simplemente lo hubiera eliminado. Allí, en aquella página, había solo un texto llamado "Día 1."

Al leerlo, no podía creer lo que estaba pasando. El texto era una narración precisa, o mejor, exacta, de mi día anterior hasta la noche. De cómo había despertado encima de los libros, cansado, pero con la satisfacción de haber alcanzado a cumplir con todo lo que debía hacer para el instituto. De el dolor de cabeza que sentí cuando el sol golpeó violentamente mis ojos cuando salí apurado para no perder el ómnibus, incluso detalles simples como que busqué en ambos bolsillos para juntar la cantidad de monedas suficientes para el boleto. Utilizó también varias de mis expresiones más usadas, y hasta mencionó a las personas con las que estuve hablando. La chica del bar, la canción que sonaba cuando me fijé en su diminuta falda por primera vez.

Leer aquello, fue como sentir el ojo de un lente haciendo foco en mi todo el día, como la respiración en mi cuello de algo que no podía ver; me habían seguido a todas partes, y por alguna razón, alguien había tenido acceso a mi mente.

No supe cómo reaccionar. Lo primero que pensé fue que se trataba de una broma de muy mal gusto hecha por alguno de mis amigos y los maldije con pocas palabras hasta notar el problema de mi teoría: ¿Cómo cualquiera de ellos podía saber todo sobre mi día, si ninguno había estado más de 3 horas conmigo? o mejor aún, ¿cómo podría saber cualquiera de ellos sobre ideas, que solo pasaron por mi cabeza, pero que jamás llegaron a mis labios? Así como la descarté, llegó la segunda: alguna droga, ¿quizás? No podía ser alguna de las que consumí voluntaramente. Las consumo desde los 16 años y jamás me sucedió algo así. Así que debía ser algo que pusieron en mi comida o en mi bebida. Pero ¿quién? ¿Tal vez la chica? ¿Cómo carajo se llamaba? No podía recordar entonces. Tampoco puedo recordarlo ahora.

No sabía por qué alguien querría hacer algo así, pero supuse que se trataba solamente de eso. Alguien estúpido intentando asustarme. Me dormí confiado, aunque algo asustado, intenté persuadirme de que para el día siguiente todo eso sería un mal recuerdo. Para mi pánico, al día siguiente mi celular volvió a sonar con un nuevo mensaje, igual al anterior. Entré a la página nuevamente, en ella encontré un nuevo relato: "Día 2."

Una vez más, mi suerte se repetía. Desde entonces, he limitado mis acciones a tal punto que pueda tener conciencia de cada acto, cada hecho, cada pensamiento, cada palabra. Nada se me escapa a mí, ni a la narradora, quien parece estar dentro de mí, sin estarlo.

Hoy recibí mi mensaje del día, exactamente igual a todos los demás. Entré a la página, pero hay algo diferente. Esta vez hay dos textos. Uno de ellos dice "Día 51." Ayer. El texto que me contará que pase el día encerrado en mi cuarto, teorizando sobre conspiraciones que pueden tener que ver con todo lo que está pasando en mi vida, y como las refuto del mismo modo que las creo. Pero además, hay otro. "Día 52". ¿Qué significa esto? ¿La narradora ha cambiado su estrategia para torturarme?, ¿ahora narrará el futuro día y se divertirá viendo como intento actuar deliberadamente de manera diferente a lo que ha predicho? No me he atrevido a leerlo. Sé que si lo hago, desencadenaré otra serie de sucesos desafortunados.

Las voces de mi cabeza reclaman libertad y las paredes se encogen sobre mí. Ahora no tengo teorías que salven la poca cordura que me queda. Demonio o bruja, la narradora lo sabe todo y ya no lo resisto. No soporto el cuarto un segundo más. La opción de la cuerda que cuelga fuera de mi cuarto se ha hecho mucho menos dura y más amable de lo que la muerte puede parecer, en la mayoría de los casos. Cuando sienta que abraza mi cuello, y me vista la parca, me sabré libre de la narradora.

...


Día 52;

La obscura pequeñez del cuarto de Emilio, empieza a hacerlo rayar la locura. La paranoia y el miedo se apoderan de su cuerpo en un último acto de desesperación por libertad.

La tarde se aleja, el sol comienza a fundirse en el charco de sangre del ocaso, y Emilio cuelga lánguido del árbol fuera del dormitorio.

Guidaí


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