21- Pink
Una princesa siempre está rodeada por gente importante.
Eso puso la reina en el mensaje de texto que me envió a las cuatro de la mañana. Me hizo pensar en el poco tiempo que ha de tener para haberlo enviado a tal hora. Quiero... no, necesito saber qué maquillaje usa, porque las ojeras no se le notaban ni un poco en su desayuno que por cierto, estaba siendo transmitido en las pantallas de la cafetería del refugio de topacio.
Salí de ahí con mi desayuno dietético que constaba en yogurt de fresa y cien miligramos de cereal de maíz con avena.
—Sabes, eso de ser princesa tampoco es lo mejor del mundo —dijo Auglia con una tostada entre los colmillos, los cuales no había notado que tenía—. Si fuera princesa, no podría comer una hamburguesa con carne de cordero.
—Hacer dieta no es cosa de princesas —dije mientras caminaba hacia la escuela, avanzando con el cuerpo todo recto y haciendo lo posible por verme apta para un comercial de princesas—. Se trata de tener hábitos alimenticios.
—Pues yo tengo hábitos alimenticios —respondió la rubia bebiendo su lata de bebida energética con gas—. Como cinco veces al día, mayormente carne de cordero.
—¿Eso no es algo costoso? —pregunté con algo de curiosidad, pero sin quitar la mirada del frente.
—De hecho, lo es.
—¿Como haces para pagarlo?
—Soy la guardaespaldas de la segunda princesa de cristal. Y antes de eso, fuí la guardaespaldas algunos hijos de millonarios. Y también antes de eso, mi padre conseguía el cordero.
—Pensé que era la primera vez que te contrataban como escolta —confesé.
—Pues no contratarían a alguien nuevo para cuidar a una persona importante. Así que pensaste mal, rosita.
—Sabes que no puedes llamarme así, plebeya.
—Oh, perdón. Su alteza Real —dijo con un tono algo estúpido. No le respondí.
La escuela del refugio de topacio tenía muchos menos estudiantes que el refugio de la capital. Pero los pocos que habían tenían la decencia de hacer una reverencia cuando hacían contacto visual conmigo. Recuerdo que a Jason ni siquiera lo miraban en la capital.
—Buenos días, princesa Pink —dijo Esther, la estrella de los Pasini en la ciudad de topacio.
—Igualmente, Esther.
Esther era solo Esther. No tenía apellido porque es una de los muchos destinados que son abandonados por sus padres al nacer. Sí, los poderes mágicos se manifiestan varios años después del nacimiento, pero algunos destinados nacen con ciertas peculiaridades que los hacen identificables, como cuernos, marcas de nacimiento extrañas, cabello que brilla en la oscuridad, entre otros.
En el caso de Esther. Ella tenía un código de barras justo en la mejilla. Si lo vieras, pensarías que es un tatuaje.
—Me dijeron que le notificara que su primera clase fue cancelada porque hay un problema con el profesor —dijo Esther jugando con uno de sus rizos azabaches.
—Solo es la clase de curación —dije—. ¿No hay un profesor suplente?
—Esto no es la capital —respondió Auglia—. Esta escuela no tiene tanto personal.
Me senté en una mesa para comer mientras fingía quejarme por no tener que estudiar esas dos horas y media.
—Pues debería. Hay muchos destinados adultos desperdigados por toda la nación.
Esther se sentó al frente y Auglia a mi lado. La azabache de ojos azules habló primero.
—Tristemente, la mayor parte de ellos se vuelven agentes, otros se van al sur y no vuelven jamás y el resto se unen a aquelarres de brujas de la zona salvaje.
—Sin contar que muchos prefieren irse a las ciudades del norte.
—De todas formas —defendí mi queja mientras abría el vaso donde tenía el yogurt para mezclarle el cereal—. Podrían enviarles un mensaje a los refugios de las ciudades del norte para que envíen profesores hacia acá.
—Sería muy complicado —dijo Auglia para después encestar su bolsa con envoltorios de la cafetería en el bote de basura.
—Pero podría funcionar —convino Esther—. Igual, les falta profesionalismo a toda esta escuela.
Un chico castaño de ojos verdes se sentó a su lado.
—A esta escuela —dijo el chico—, le falta una actualización, y a toda esta ciudad en general. Los automóviles se inventaron hace un siglo y aún no existen en esta ciudad.
Bastian Wistermoon. Hijo del dueño de una empresa de tecnología. Su padre es tres veces divorciado, así que él vive en la ciudad topacio con su madre.
—Hola, Bastian —le saludé.
—Buenos días, su alteza Real —dijo el haciendo una leve reverencia con la cabeza.
Bastian tenía un parecido de locura con mi novio de la tierra. Jared. Casi podría decir que son hermanos. Lo peor es que Bastián tiene seis hermanos de los cuales solo conoce a dos. Y dijo que todos son castaños de ojos verdes. Cuando me lo dijo, casi me desmayé.
Escuché una risita por parte de Auglia.
—Por lo menos dos de mis amigos tienen respeto por la monarquía.
—Y dos de tus amigos son estrellas de la escuela de topacio —respondió Bastian—. Aunque claro, Esther y yo ya éramos conocidos antes de ganar esas elecciones.
—Cierto —convino la pelinegra—. Yo por tener el rango vocal más alto y tú por tener el ego más alto.
—Exacto... espera. ¡¿Qué?!
Esther empezó a reírse y Bastián se puso rojo de vergüenza.
Mientras comía con toda la normalidad del mundo, no pude evitar pensar en lo complicados que estaban mis horarios desde que me volví princesa. Tenía entrevistas casi cada semana, al igual que mi ida al Spa semanal. Tenía que estar al pendiente de mis actividades caritativas, siempre verme bonita —mucho más de lo normal—, siempre maquillarme igual, nunca vestir de turquesa y ni hablar de las cosas que tenía prohibidas hacer por parte del castillo de topacio.
Mi reloj tenía más alarmas de las que podía escuchar. En parte, envidiaba al pequeño Jason porque no le exigían tanto a pesar de ser el supuesto heredero. Eso me hacía recordar que posiblemente mi primo el rubiecito acabe siendo el próximo rey.
—... ¡La tierra llamando a Pink! —exclamó fuertemente Auglia, sacándome de mis pensamientos—. Debes tener algo que hacer que no sea ir a tu clase de curación después de todo.
—De hecho, bestia canina, sí lo tengo. Puedo repasar los principios de la magia para mi examen de la segunda clase.
—Es lo más fácil —se quejó Bastian—. Estudiamos los principios de la magia cada año, varias veces al año.
—Pues es la segunda vez que me evaluarán en ese tema —solté mientras sacaba mi libro, para darme cuenta que los tres me miraban con extrañeza—. ¿Qué?
Esther se aclaró la garganta para hablar.
—Princesa, ¿en la escuela de la capital no estudian los principios de la magia?
—Claro que sí —contesté—. Pero yo no descubrí mi magia hasta finales del último verano. Por lo tanto, no había estado en una escuela de magia. ¿Por qué crees que veo algunas clases de nivelación?
Las clases de nivelación sirven para repasar conocimientos que se supone debí haber vistos en los primeros años de secundaria en la escuela. Abrí mi libro para comprobar que mis conocimientos eran exactos aunque obviamente lo eran.
Hay dos formas en la que la magia sale a flote, por impulso y por cálculo. La magia por impulso se basa en emociones y normalmente no tiene mucho que ver con lo científico, por lo que normalmente tratan de suprimirla. En la escuela de los refugios se enseña la magia por cálculo, con fórmulas matemáticas, físicas y químicas. La diferencia entre ambas formas de hacer magia es muy notable. Un fuego generado por impulso será simple fuego controlado simplemente por emociones inestables, mientras que el fuego generado por cálculo puede mantener una temperatura, color y forma según los átomos que hayas acomodado en tu cabeza antes de querer materializar los. Por eso la magia que enseñan aquí es tan compleja.
También existen formas "ancestrales" de hacer magia, como a través de pociones, runas, palabras, entre otras cosas que lamentablemente la ciencia no puede darles una buena explicación. Solo funcionan y por eso se nos enseña cómo emplearla.
***
A las tres de la tarde ya estaba en casa, cuando recibí una llamada de la reina Lidia.
—Buenas tardes, princesa —me saludó con su voz imponente.
—Buenas tardes, majestad —devolví el saludo con alto respeto.
—Puedes decirme tía ¿Sabes? No estamos en público.
—De acuerdo.
—En fin. Te llamo para avisarte que tendrás que venir al castillo mañana viernes. En la tarde un carruaje los pasará buscando a ti y a tu escolta.
—De acuerdo, pero... ¿Hay una razón específica?
—Sí. Mariah viene. Pasó algo que quiere contarnos y está bastante irritable. Quiero enseñarte un poco lo complicado que es nuestro sistema político.
En ese momento, las posibilidades pasaron por mi cabeza.
Normalmente mi hermano es el cerebro de la rebelión y yo los recursos. Esta vez me animaría a hacer algo de lo que ni él me creería capaz. Y para eso estaría Charles, para ayudarme.
—Esperaré el Carruaje entonces.
—Excelente, Pink. Cuento contigo, lo has hecho todo muy bien.
Y lo haré aún mejor.
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