17- Pink
A veces las cosas pueden ser más turbias de lo que imaginan nuestras mentes humanas.
Unas horas antes del ataque al laboratorio tuve otra de esas noches, soñando con volver a la tierra. El olor del expreso de mi cafetería favorita, en mi mesa favorita, riendo con Jared, Kira y Alek.
—¿En serio tienen un primo tan insoportable? —se reía Jared mientras que yo le contaba de Charles— Yo tengo amigos engreídos, pero tu primo los sobrepasó a todos.
Jared y yo manteníamos nuestra conversación mientras que Kira y Alek mantenían la suya, como en los viejos tiempos.
La ilusión se acabó bastante rápido, pues desperté cuando el sol me dió directo en la cara. Cosas que pasan cuando vives en el castillo y la regla número 11 de las princesas es despertar al amanecer. Escuché el «Toc Toc» en la puerta de mi habitación seguido de la voz de la sirvienta asignada a mi área.
—Buenos días, princesa —saludó—. ¿Puedo pasar?
—Por supuesto, Celine.
Entró rodando un estante móvil en el que traía tapado lo que claro era mi desayuno. Regla número 32 de las princesas: el desayuno debes comerlo en tu habitación, el almuerzo en el patio trasero y la cena en el comedor del castillo junto con los demás miembros de la familia real. Me levanté de la cama y fuí directo a cepillarme los dientes. El baño tenía paredes de espejo y tanto el retrete cómo el lavamanos estaban hechos con piezas de cuarzo blanco unidas con oro fundido. Todavía no entiendo de dónde sacaban las cantidades industriales de cuarzo que se requería para realizar tales cosas. Después de lavarme la cara con jabón de rosas —literalmente hecho con pétalos de rosa y otros veintisiete ingredientes desconocidos— salí para finalmente comer mi tostadas con mermelada de fresa y una taza de un té azul fluorescente que también suelen ofrecer en las cafeterías de los refugios.
—¿Quién autorizó el té de flores de aurora? —le pregunté a Celine la sirvienta.
—La reina Lidia lo permitió ya que el príncipe Jason y usted están residiendo en el castillo y hoy es un día especial. En realidad el té no fué preparado en el castillo, fué traído ya procesado desde el refugio Topacio.
—Gracias por la información.
—Princesa —dijo y sacó un papel de su bolsillo—, el príncipe Charles me pidió personalmente y que le entregara esto de forma discreta.
Me lo entregó para que leyera lo siguiente:
"Pink, me adelantaré para no levantar sospechas. No es necesario que vuelvas en la noche al castillo ya que mamá estará muy borracha cuando caiga la noche, y el tío Leroy y la tía Lidia salieron de madrugada. Seguro que planean llegar a la ciudad de Lapislázuli al anochecer, siempre pasan el fin de año allá. Al fin y al cabo, es un día de parejas. Te esperaré en la estación de rapiesferas de la ciudad abandonada de rubí a las 3:00pm."
—Celine, saldré en media hora —dije con determinación.
—¿Quiere que le avise a sus caballeros escoltas? —se paró firme como militar.
—No. Llamaré a mi escolta del refugio.
Después de un baño rápido con líquidos y ungüentos de princesa, me vestí muy normal. Casi ni parecía princesa, porque sí; Regla número 21: siempre debes hacerte notar como una princesa. Aunque no le veía tanto sentido si ese día la reina no me estaría supervisando y la tía Gwendolyn de seguro estaría muy ocupada como para notar que me fuí. Vestía unos shorts, un suéter rosa y un muy llamativo abrigo de piel de oso. Me puse aros en las orejas y recogí mi cabello en una coleta. Le envié un mensaje a Auglia que por suerte leyó bastante rápido, gracias al universo esa mujer prácticamente no dormía.
Me detuve en plena puerta del castillo porque la verdad había algo azotando mi consciencia. Y ese algo era Jason. El realmente no querría que lo dejara solo en el castillo y mucho menos en un día como este. Me volví de nuevo hacia adentro y busqué a Jason que sorprendentemente apareció ya vestido y con las maletas hechas. No saben la felicidad que sentí cuando ví a ese hombre trajeado con esa insignia de escudo en el corazón, rodando las maletas de Jason.
—¡Trevor! —me sorprendí—. ¿Que haces aquí?
—El rey me bajó de mi puesto de mayordomo, dijo que lo cuido demasiado. ¡Solo le dije que las galletas de chocolate no eran buenas para su diabetes!
—Vaya, supongo que el tío Leroy no reconoció a su ángel de la guarda. ¿Cuál es tu trabajo ahora?
—La cuidadora del señor Jason en la ciudad de cristal está siendo muy requerida para las nuevas misiones de exploración de Mariah Olson, de manera que me las arreglé para conseguir una autorización que me permita ser el cuidador del señor príncipe Jason dentro del refugio de cristal.
—Pero, se supone que solo los mágicos pueden residir en el refugio.
—Pues tendré que volverme mágico de alguna manera, porque la autorización que solicité solo estará vigente hasta primavera.
—¿Entonces... se dirigen a la estación de tren?
—¡Así es! —Jason se veía feliz de dejar el castillo al fin—. Buenos días, Pink.
—Pues tomemos el carruaje ya mismo, mi escolta me espera en el estacionamiento.
Auglia efectivamente se encontraba ya en el estacionamiento siendo perseguida por una docena de guardias del castillo con sus lanzas y espadas en el aire.
—¡Alto! —les ordené y sin querer expandí un aura blanca de mí, haciendo que todos se detuvieran—. Ahora, explíquenme qué está pasando.
—Esta refugiada no tiene ninguna autorización para entrar a los terrenos del castillo y no quiso pasar por revisión.
—Pues... guardias, les presento a Auglia. Es mi escolta. Y sí, es mágica. Que tengan un buen día. Nos vamos.
Y me marché, pero no sin antes enviarles una mirada asesina a todos los guardias, que muy avergonzados volvieron a sus puestos.
—Gracias, Prince —exhaló Auglia—. Si no hubieras aparecido ellos me habrían atravesado una lanza o yo les habría clavado las garras.
—Por suerte, eres la guardaespaldas de la princesa. Y prefiero tenerte a ti de guardaespaldas que a un montón de tipos magifóbicos.
—La verdad es que no entiendo por qué te asignan un guardaespaldas mágico —cuestionó ella— si muy fácilmente podrías tener a diez caballeros.
—Eso es una ley que dictó el consejo real después de que el señor Jason naciera —explicó Trevor—. Resulta que a la mayoría de los caballeros les disgustaba la idea de cuidar a un destinado aunque fuera de la familia real. Yo no veía el problema. A mi parecer, la magia de los destinados viene de la naturaleza, y la naturaleza no tiene por qué rechazarse. La magia es una herramienta, son las personas quienes eligen usarla para el bien o el mal.
Auglia se sorprendió.
—Muy pocos humanos de cristal se refieren a nosotros como personas. Se ha ganado mi respeto, señor...
—Mi nombre es Trevor Longfrey.
—Era el mayordomo del rey —le conté—, luego de Jason y ahora será su cuidador.
—Entonces siempre ha estado entre la realeza.
—Exactamente. Me honra ayudar a gente importante.
Íbamos todos en el mismo carruaje hacia la estación de tren. Es extraño que no hayan autos en ciudad Topacio. Es como si se hubiera quedado paralizada en el tiempo mientras que las otras ciudades evolucionaban cada una a su manera. Hasta ahora solo había visto tres de las cinco ciudades que forman parte de la nación de cristal. La capital que normalmente es llamada la ciudad de cristal era conocida por estar sobrepoblada y porque en su refugio residían más destinados que en los otros refugios. En la ciudad Rodonita habían evolucionado sin dejar atrás las máquinas de vapor, tienen autos que usan agua como combustible a diferencia de los de la capital que funcionan con electricidad y el refugio para mágicos se encuentra en una montaña, por lo que se tuvo que construir un sistema teleférico para poder enviar los suministros básicos como la comida. En cuanto al agua, en la montaña construyeron un muy complicado sistema de tuberías que iba conectado con sus manantiales. En la ciudad de Topacio no teníamos carruajes, ni edificios altos, ni siquiera buenos avances en tecnología. Todo era muy... antiguo.
Finalmente llegamos a la estación de tren, subimos por el ascensor algo apurados. Las pocas personas que estaban en la estación de nos quedaban viendo. Solo habían dos líneas en la estación, una para los trenes que iban y otra para los que venían. Los trenes solo transitaban entre las ciudades Rodonita y Topacio. Aún era muy temprano, lo cual me alegraba. Entramos todos al tren que para nuestra suerte, saldría en solo cinco minutos, por lo que no esperaríamos mucho tiempo.
Jason no tardó mucho en ponerse sus audífonos, Trevor sacó un libro y Auglia dudaba en si sentarse con nosotros era buena idea, al parecer era la primera vez que le daban trabajo de escolta y tenía sentido, aún era una estudiante y su trabajo de escolta era más bien como una pasantía para el servicio de agentes.
—Puedes sentarte —le permití—. El vagón está vacío.
Soltó un suspiro y se sentó. El tren comenzó a moverse.
—Sonará raro, pero es la primera vez que iré a otra ciudad así que quizá me veas un poco perdida.
—¿Es en serio? —quedé estupefacta con lo que acababa de oír— ¿No has visto más que solo ciudad Topacio?
—Fuí a los campos varias veces pero nunca a otra ciudad. He vivido toda la vida en el refugio ¿Que esperabas de una mestiza?
—Pues, no lo sé. Pensé que tal vez habías ido a ciudad Rodonita alguna vez. No es tan caro el boleto de tren.
—No es caro, pero no tengo nada que hacer en Rodonita. Está vez saldré solo a escoltarte porque salir con diez caballeros luciendo sus armaduras sería una pesadilla y me pagarán bien por esto.
Me reí. Era muy loco que de verdad ella no conociera otra parte de la nación. Aunque claro, la nación eran solo cinco ciudades y el resto era solo campo, bosques y áreas silvestres como montañas. Ahora que lo pensaba bien, yo había visto tres ciudades en cuatro meses, más que ella en sus diecisiete años. También había visto parte de los campos.
—Cuentame —le dije—, de alguna pieza de la historia de la nación. Viví en otra hasta el verano pasado, por eso no sé nada de aquí.
Noté la mirada de reojo que me echó Trevor. Le acababa de revelar algo importante, era normal que se asombrara.
—Pues, te puedo hablar de la guerra civil de hace veinte años.
—Claro. Soy toda oídos.
—De acuerdo. Mariah Olson ya había ganado bastante poder, así que se decidió que la realeza y la dictadura tendrían un trato bien fundamentado para mantener el orden en el país. Entre las nuevas leyes de la nación, se incluyó que todos los miembros de la familia real deben tener un nombre legal además de su nombre dentro de la nobleza, lo que asume que la familia real tendría un peso legal al igual que el resto de las personas en la nación. Tu padre, que en ese momento era llamado su alteza real el príncipe Jela Li Cisarus aprovechó esto.
—¿De qué manera lo aprovechó?
—Es sencillo. El rey Valdis Li Cisarus había fallecido de una enfermedad unos años atrás y la reina Samira estaba teniendo unos fuertes problemas de salud, por lo que se esperaba que el príncipe heredero a la corona, más presuntamente tu padre, asumiera el trono. Pero no sucedió. Cuando se eligió el apellido para la realeza se decidió que sería el apellido Kingsman, pero el príncipe Jela prefirió cambiar el suyo y también su nombre. De pronto se llamaba Niko Prince, el ex miembro de la familia real y ahora líder del movimiento que promovía el uso de magia para ciudadanos comunes.
—¿Y eso causó la guerra? Es una tontería.
—Eso no fué lo que ocasionó la guerra exactamente —explicó con una cara sombría—. Lo que desencadenó la guerra fué el incidente FIRE.
—He oído mencionarlo varias veces pero, ¿Qué rayos fué el incidente FIRE?
—Debería saberlo, princesa —dijo Trevor quitando la vista de su libro—. Aunque comprendo que no lo sepa si vivió fuera de la nación casi toda su vida, además que ese tema es un tabú para casi todo el mundo.
—Hubo un incendio masivo en una ciudad del norte, la ciudad de Amatista, el cuál afectó también a las ciudades vecinas y parte de los campos. No se supo qué lo ocasionó, pero el fuego era color rosa, además de que solo perseguía y quemaba humanos, por lo que se asumió que los destinados tenían la culpa. De repente mucha gente empezó a firmar cartas para que se dictara un decreto de eliminación absoluta y total para todos los destinados. Pero también había un grupo de personas que los defendían.
—Fueron épocas oscuras para la familia real —aseguró Trevor—, porque la reina Samira murió en los mismos días en que hubo el revuelo. El príncipe Leroy se volvió el rey y eso también generó la desaprobación de las personas, que creían que la princesa Gwendolyn era la más adecuada para el puesto, pero la familia real sabía que no.
—¿Y qué pasó con papá? —pregunté toda inocente.
—Aquí viene lo importante —dijo Auglia—. Mariah Olson hizo una conferencia junto con la familia real, pero invitó también a Niko Prince, que para ese entonces ya era el director de los refugios de destinados, el papel que cumple la dictadora en este momento. Esto generó una ola de odio, porque Niko Prince tuvo argumentos realmente sólidos para asegurar que el incendio no fué causado por un destinado. Primero que nada, explicó que el refugio de ciudad Amatista apenas se había empezado a construir y que el incendio vino de las tierras que le pertenecían nada más y nada menos que a la familia real.
—En ese momento todo se arruinó —pude ver cómo la cara de Trevor se entristeció—. Los destinados fueron quienes lucharon en la batalla con la Nación del mar, por lo que el príncipe Jela les tenía un profundo respeto.
—¿Tú lo conociste, Trevor? —le pregunté asombrada.
—Por supuesto, éramos amigos. Estudié con él y era la única familia que tenía, además de la reina Samira. Pensé lo peor cuando desapareció.
—¿Y cuando sucedió eso?
Auglia suspiró.
—Después de esa conferencia, los destinados no fueron destruidos, o al menos no en su totalidad. Los ciudadanos comunes hicieron una revuelta, tomaron armas y dardos llenos de sustancias venenosas, entraron a los refugios y comenzaron a disparar. Todo fué un caos porque los destinados huyeron a los campos y la gente de los campos los aceptó. Los refugios parecían habitados por fantasmas. Los destinados no huyeron porque temieran que los de cristal los mataran, si no porque temían matarlos a ellos.
—El número de destinados ya estaba bastante reducido después del contraataque contra la nación del Mar. Por eso casi no quedan destinados mayores de treinta años. Los ciudadanos hicieron algo horrible después.
—Ya me preocupa preguntarme que fué.
—Quemaron los campos —afirmó la rubia—. Y el incidente FIRE se repitió, pero está vez a manos de los humanos de cristal. Fué horrible porque los pueblos de los campos desaparecieron. Solo quedaron algunas cabañas y tardó varios meses que los campos fueran habitables de nuevo. Se perdió también mucha fauna, y entonces los Téras comenzaron a aparecer.
—¿Las bestias? —me extrañé—. Pensé que eran una mutación por una falla genética o algo.
—Pues sí, eso es lo que se cree hasta ahora. Tampoco es que se haya investigado mucho sobre los Téras.
La conversación ya me hacía doler la cabeza.
—Yo creo que solo he visto uno.
***
Ya era un poco más de mediodía y apenas llegábamos a la estación de rapiesferas de la capital.
—Adiós, Pink —dijo el pequeño Jason abrazándome por la cintura. De verdad, me dolía dejarlo aunque lo conociera de hacía poco, me recordaba a alguien que también era muy cerrado en su niñez—. Te extrañaré.
No me resistí de hacerle un promesa.
—Nos veremos de nuevo en primavera ¿Sí?
—¿En serio? —sonrió— ¿Vendrás a la capital en primavera?
—No en realidad. Te llevaré a mi graduación.
—Oh, cierto. Alek también se graduará en primavera. Bueno, ahora sí. Adiós.
Y se fué casi corriendo con su cabello tapado por un gorro que lo protegía de la nevada de invierno.
—¿Sabes conducir una rapiesfera? —le pregunté a mi escolta.
—Pues no. No sabía que debía saber hacer eso.
Una voz suave y masculina le respondió.
—Descuida, nosotros tampoco lo sabíamos.
Al voltear pude ver qué se trataba de Azael y un grupo de destinados, tanto agentes como estudiantes. Los de los estudiantes sí me ponía nerviosa, y más cuando pude ver bien de quienes se trataba.
—Buenas tardes, princesa —dijo Alek, seco y con la expresión más fría que podías ver en el multiverso. Hizo una reverencia junto a los demás.
Eran diez en total, y solo había tres estudiantes. Alek, Vanessa y nada más y nada menos que Zahira, la chica del fuego demoníaco.
¿Cuál es la diferencia entre los Élino y los Aramus? Los Élino tienen poderes asociados a los cuatro elementos de la naturaleza y algunos de ellos tienen manifestaciones muy específicas de ello, así como lo era el fuego azul de esta chica; mientras los Aramus tienen habilidades más asociadas a la vida en la naturaleza. Por eso Azael hablaba con los árboles. También que los Élino tienen poderes en su mayoría destructivos.
—Hola, Prince —saludé a mi frío hermano—. ¿Cómo has estado?
—Bastante bien. Aprendí algunos hechizos nuevos ¿Verdad, Vanessa?
La albina traía el cabello recogido en una coleta. La mirada tan fría y apagada que casi no distinguía entre su vibra y la de mi gemelo.
—Aprende bastante rápido —convino Vanessa.
—En fin. No estamos aquí para charlar —dijo Zahira cortando la tensión en el aire de un golpe—. No me uní a esta causa por razones familiares. Lo hice porque no quiero ser usada como arma militar en una próxima guerra.
Sonreí sin quitar la mirada de mi hermano para después hablar.
—¿Cuántas rapiesferas tenemos a disposición? —pregunté.
—Tu primo nos consiguió tres tarjetas y en una rapiesfera de estas no caben más de cuatro personas —señaló un grupo de rapiesfera azules como las que ví en mi primer día en la nación de cristal—. Hay que organizarnos. Kory, tú llevarás a Vanessa, Luna y Neil. Strike, tú irás con la princesa, la escolta y Eric. Alek y Zahira vienen conmigo.
—Un momento —se confundió Auglia—, no entiendo nada.
—Te explicaré en el camino. Tendré un par de horas para explicarte.
Subimos todos a las rapiesferas azules en el orden acordado y nos pusimos en movimiento. Cuando las rapiesferas se movían hacían un sonido muy parecido al de las espadas lazer de Star Wars. Yo iba sentada detrás con Auglia mientras Strike conduciendo y el otro agente llamado Eric iban adelante.
—Ahora, princesa color salmón, me debes una gran explicación de lo que está pasando justo ahora —dijo la rubia—. A mí nadie me informó de esto.
—Te explico, Auglia —suspiré mientras ella me clavaba la mirada como si de cuchillos se tratase—. Yo soy la hija legítima del principe Jela, quien renunció al trono por ayudar a los destinados, el pelinegro de hace rato es mi gemelo, supongo que notaste el parecido.
—De hecho es igual a tu padre. Y te creo, pero aún así me tienes que explicar más.
—Mi hermano y yo nacimos fuera de la nación. Nuestra madre no era de aquí.
—Entonces no son destinados —dijo la rubia cruzándose de brazos.
—Por supuesto que sí, somos mágicos.
—No dije que no fueran mágicos, dije que no son destinados. Los destinados son mágicos descendientes de ambos padres de cristal. Si tú madre no era de cristal, no eres una destinada, eres una mestiza y tu hermano también.
—Pero... entonces... ¿cómo es que soy mágica?
—Señorita —me llamó Strike en los controles—, lo que dice la chica es cierto, pero no tengo una explicación precisa para eso.
—Mi madre no era mágica. Y según lo que sé, mi padre tampoco.
Dijo el agente Eric entrando en la conversación.
—Pero el principe tenía los genes de cristal. Y ya hay personas que teorizan que todos los humanos de cristal podrían hacer magia en pequeñas cantidades. Al fin y el cabo, todos tienen las mismas células mágicas en la sangre, solo que los destinados nacen con las células activas. Somos... ¿Cómo decirlo...? Superdotados. Por eso entendemos las ciencias de una mejor manera. Digamos que usted es una mestiza que pudo activar esas células en su sangre.
—Estuvieron inactivos. Hasta que llegué a la nación, a finales del último verano. Entonces, los activé aquí.
Eric frunció el ceño.
—Pero... eso es muy difícil. ¿Dónde estaba antes no había ningún tipo de magia?
—Así mismo —respondí—. De dónde vengo ni siquiera hay magia.
—Un lugar sin atmósfera mágica —pronunció Eric la idea distopica—. Suena muy curioso.
—En fin, ¿cómo se conecta eso con esta situación? —cuestionó Auglia.
Yo estaba todavía bastante congelada para hablar, pero de todos modos el cabello de plata se me adelantó.
—Al igual que su padre, la princesa Pink y Alek Prince quieren luchar por los derechos de los destinados. Justo ahora estamos en una misión en la que investigaremos un laboratorio en una de las ciudades abandonadas.
—¿El laboratorio Zeta? —preguntó sorprendida la rubia.
—No en realidad. Ese laboratorio está destruido y ya lo confirmamos. Investigaremos uno que está en la ciudad abandonada de rubí. Le pertenece nada más y nada menos que al gobierno. Más concretamente a la dictadora.
Auglia levantó las cejas.
—¿Mariah Olson? ¿No que ella luchaba también por los derechos de los destinados?
—¿Eso crees? —le cuestioné— Si en serio ella lucha por los derechos de los destinados, ¿por qué no ha hecho nada para que puedan salir del sistema de agentes?. Quiere mantenerlos como un ejército militar.
—Además tenemos información que nos dice que la dictadora muy probablemente es descendiente de vampiros —agregó Eric.
—Eso me lo creo —respondió Auglia—, esa mujer no ha envejecido nada desde quién sabe cuándo. No sería extraño que tuviera algunos poderes vampíricos. Pero entonces te pregunto, princesita ¿Cómo haremos está misión sin el equipo adecuado?
—Descuida —puse una mano en su hombro—. Charles nos espera con el equipamiento. Trajes especiales y unos pequeños tanques con oxígeno para media hora. Será rápido, solo debemos entrar, grabar todo lo que se vea importante y salir.
—Perfecto. El príncipe se puede quedar afuera supervisando la operación desde lejos. Esta misión no es para gente que vive con sirvientes besándole los pies, sin ofender.
—No me ofendo. ¿Cómo sabes tanto?
Ella soltó una carcajada.
—No es la primera vez que me infiltro en un sitio privado y puedo decirte que sin el equipo adecuado te atrapan muy rápido.
***
—¡Finalmente! —expresó Charles al vernos bajar de las rapiesferas—. ¿Que tal el viaje?
—Largo —respondió Auglia sin importarle que me lo habían preguntado a mí—. ¿Nadie aquí sabe un hechizo de teletransportación?
—Oh, yo sí —contestó Azael—, pero, es realmente agotador, necesito dientes de león en tierra para poder hacerlo y como puedes ver —señaló a un ventanal—, estamos en invierno.
—Genial —dijo Auglia totalmente sarcástica y con expresión molesta.
Podía entender su frustración. La había traído hasta aquí sin avisarle nada y sin darle ninguna explicación sino hasta entrar en la rapiesfera.
—Debemos alistarnos —dijo Azael—. Por suerte tenemos todo a una ciudad abandonada semi destruida en la que podemos buscar sitio.
—¿No hay cámaras en las vías y en esta estación? —pregunté.
—Ni una —me contestó Charles—. Esta ciudad es como un cementerio, siempre está bastante inhóspito. De vez en cuando vienen algunas personas a dejar flores frente algún edificio, pero normalmente esto está muy vacío. Y ya confirmé que todos los que estaban en el laboratorio se fueron esta madrugada.
Salimos de la estación caminando tranquilamente. No se oía prácticamente nada. Ningún ruido que pudiera servir como indicio de que había gente en ese lugar. La nieve cubría la parte superior de los edificios y unas flores azules salían de ella. Ya había oído de una flor que solo crecía en la nieve, pero verla era extraño. Alek estaba sacando fotos y balbuceando como un tonto. Vanessa arrancó una de las azules flores del suelo y se la guardó entre los pechos. La nieve se derretía cuando Strike caminaba sobre ella, mientras que Azael hacía crecer más flores azules cuando caminaba. Así mismo el chico de cuernos azules caminaba en el aire como si estuviera subiendo una escalera. Los demás conversaban mientras caminaban. De alguna manera todos exploraban la ciudad abandonada de alguna manera.
—Nunca pensé que está ciudad fuera tan tétrica y tan bonita al mismo tiempo —dijo Auglia suspirando como con pesar—. Y pensar que murieron unas tres mil personas aquí.
—Mi padre era de aquí —contó Zahira—. Se fué a la capital a estudiar la universidad y por eso no estuvo cuando sucedió el incidente FIRE. Pero mis abuelos paternos murieron aquí. Vine aquí a mis diez años con él a dejar un ramo de flores frente a su antigua casa. Junto ahora nos e ven por la nieve que los cubre, pero hay varios esqueletos tirados por el suelo y dentro de los edificios. Nadie nunca vino a enterrarlos.
Me sentí horrorizada al imaginar que la roca que había pisado unos segundos atrás era la cabeza de algún difunto niño. Y creo que todos se sintieron igual ya que se pusieron tan serios, que fácilmente podrían ser imitadores de los hombres que aparecían en las pinturas renacentistas; excepto Azael, él mantenía su sonrisa intacta de alguna manera, no supe si sentir agrado o envidia. Normalmente yo soy la que sonríe todo el tiempo.
—Quizá debería firmar unos cuantos papeles para venir a quitar los cuerpos —dijo Charles algo triste—. Podríamos abrir un cementerio cerca para repoblar la ciudad. Sería mejor que solo dejar los esqueletos ahí.
—Después de todo si piensas en algo además de ti mismo —reí propinandole un puñetazo amistoso a Charles en el hombro—. Lo lograremos pronto.
Charles no respondió, pero pude ver qué tenía las orejas rojas.
Después de caminar por cinco minutos más llegamos a lo que alguna vez debió haber sido un centro comercial, específicamente nos quedamos en el estacionamiento. Habían algunos autos viejos estacionados ahí. Los autos de la nación de cristal eran diferentes a los de la tierra. Los de la tierra eran muy variados en sus formas y tamaños, en cambio, todos los autos que había visto en el planeta vida eran más bien como cubos de colores con ruedas y los paneles de vidrio que tenían por ventanas. Y los autobuses eran como una versión más larga de los autos de golf en la tierra. Usaban solo electricidad para funcionar, por lo que no producían ese humo tóxico que sí tenían casi todos los carros de la tierra.
Aunque ya Zahira nos lo había contado, nos sorprendimos al ver a dos esqueletos sentados en una esquina al fondo del estacionamiento, tomados de la mano. A juzgar por mis conocimientos sobre la anatomía humana, eran dos chicas que debían haber tenido no más de quince años cuando el fuego las alcanzó.
—Creo... que están descansando en paz —dijo una de las chicas que venían a la misión. Si no me equivoco, se llama Luna—. Sus almas no están aquí. De hecho no hay tantos espíritus en la ciudad como creí que habrían.
—Han pasado veinte años —respondió otra chica—. Seguro ya se han ido.
Los hombres fueron a otro sitio y nosotras nos quedamos ahí. Todos nos pusimos el equipamiento que constaba en una máscara con mangueras que se conectaban a un pequeño tanque transparente de oxígeno. Dentro de cada tanque había una plantita que era como un árbol en miniatura. También llevábamos audífonos comunicadores, guantes, botas, abrigos con capuchas y pantalones ajustados y elásticos, hechos de piel sintética. Todo en color negro. Charles había considerado buscar armas pero no tendría sentido ya que teníamos suficiente con toda nuestra fuerza mágica y estábamos seguros de que el sitio estaría solo.
Ya el sol se había ocultado cuando salimos del lugar. Estábamos usando hechizos de luz para poder ver algo. En invierno solo hay como cinco horas de luz de sol. De hecho, el cabello de Azael estaba tan castaño que pude identificar que estaba marchito. En cuanto llegara la primavera aparecería con flores en la cabeza. En ese caso... ¿mis flores estarían marchitas también? Era mejor no averiguarlo. Estoy seguro que cualquiera reconocería mis flores y no debíamos dejar evidencia de haber estado aquí. El único que se quedaría afuera era Charles. Pero el vería todo desde su móvil conectado a una cámara que llevaba Strike sobre el parche de su ojo.
Ya afuera, con la oscuridad y el cómo íbamos vestidos, no podía ver nada.
—Es extraño que hayan tantos cadáveres pero la ciudad esté intacta —solté.
—El fuego color rosa... —dijo Strike con el ceño fruncido— era como si rastreara a los humanos para consumirlos, no se movía hacia otro sitio. Por eso se creían que era obra de algún laminub. Luego con lo del laboratorio, cambiaron a los Dafis.
—De cualquier forma, siempre buscaban de culparnos a los mágicos —explicó mi compañera rubia.
—¿Cómo es tu poder principal? —le preguntó Luna.
—Soy una mestiza —rió la rubia—. Mitad cristal, mitad licántropo. Lo más cercano a un poder principal sería el hecho de que puedo controlar el tamaño del can en el que me transforme. También una vez pude escupir fuego. La verdad llevo meses sin estudiar hechizos nuevos, solo quiero graduarme.
—¡Fascinante! —dijo Eric—. En el viaje que hicimos al sur hace poco, conocí a un mestizo bastante curioso. Su padre pertenece al otro continente.
—¿La nación de la tierra? —pregunté.
—Él habló sobre eso. Dijo que en realidad no se llaman así. Más bien son pueblos y sociedades bastante diversas que están por todo el continente pero bastante alejadas unos de otros.
—Suena lindo —suspiró Vanessa—. Parece más pacífico que la pesadilla de sociedad que tenemos aquí.
La verdad, sentí compasión hacia la albina. Ella estaba siempre al margen de los sitios públicos y era bastante consciente de las miradas que le ponían encima por su cabello blanco y lo muy pálido de su piel. Ni siquiera entre los destinados era muy bien aceptada porque el color de su uniforme no encajaba con sus poderes. La pobre Vanessa era una anomalía entre anomalías. De repente pude entender el por qué se llevaba tan bien con mi hermano. Él también era una anomalía entre anomalías, de alguna manera. Primero en la primaria, luego en la secundaria para cerebritos, porque aunque estuviéramos juntos, Alek siempre se mantenía lejos de las fiestas y las actividades que incluían interacción social, en su lugar se estaba metiendo de lleno en la investigación sobre el linaje Prince.
Si mi hermano fuera heterosexual, muy fácilmente podría shippearlos. Ambos eran unos nerds marginados y se la pasaban investigando alguna ciencia al mismo tiempo que intentaban soportar el monstruo que era sociedad. En alguna parte de mi mente, ellos eran unos tortolitos muy tiernos a su modo, tirándose piropos de cerebritos.
—Si nos sigues mirando así —se quejó Alek—, comenzaremos a pensar mal.
Desvié la mirada con una sonrisa que claramente ellos no verían detrás de mi máscara. Debí haber sido más disimulada pero no me sentía avergonzada de nada. Sí, soy el ser más bondadoso del universo.
Antes de que me diera cuenta, ya nos encontrabamos caminando por un callejón largo oscuro, en el cuál había un basurero que de seguro tenía veinte años de antigüedad. Al igual que toda la ciudad, se veía viejo, pero al analizarlo pude ver que estaba demasiado limpio. Ni siquiera estaba la gruesa capa de nieve que sí cubría el resto de la ciudad. Al final del callejón había una alcantarilla. Strike levantó la rejilla con las manos prendidas en fuego. Sus guantes echaron humo pero no sé veían dañados. Había una escalera de mano que descendía hacia abajo.
—Esta es la entrada trasera —explicó Charles—. Ustedes bajarán por ahí. Yo me comunicaré con ustedes desde acá arriba.
—De acuerdo, te veremos en media hora —asentí—. ¿Quién irá primero?
Nadie dijo nada. No me había dado cuenta, pero todos estaban muy nerviosos.
«Probablemente no confían en Charles —pensé—. Ya verán que es más que un tonto príncipe clasista»
Me encogí de hombros y fuí bajando por la escalera vertical. No fué hasta descender como diez metros que pude sentir el suelo bajo mis pies, estaba en la total oscuridad. Hice un chasquido con mis dedos e hice aparecer una luz pequeña pero lo suficiente para ver cuatro metros del túnel que se extendía hacia adelante. Totalmente oscuro.
—¡Está vacío! —les grité— ¡No hay cámaras!
Rápidamente el resto de los soldados comenzaron a bajar. Caminamos por el túnel durante un par de minutos hasta que me hice muy consciente de la gran subida de temperatura y comencé a marearme.
—El aire está muy tenso aquí abajo —dijo Strike tocando el botón de su audífono.
—Por eso les busqué el oxígeno, inútiles —dijo Charles a través del comunicador.
Abrí la llave del tanque de oxígeno y respiré profundo. Los demás al parecer hicieron lo mismo. Seguimos avanzando por el túnel que de vez en cuando iba hacia la derecha y luego hacia la izquierda, a veces también descendía más hacia abajo. La verdad no estoy segura de cuánto tiempo llevábamos ahí abajo, pero después de caminar lo suficiente, llegamos hasta una puerta.
—Atrás —dijo Strike con determinación—. La derribaré.
Azael giró la perilla de la puerta sin ningún problema.
—Está abierta —se rio—. La violencia no es la solución a todo, capitán Strike.
El Aramus empujó la puerta suavemente y todos temimos encontrar otro túnel. Pero exhalamos al unísono cuando pudimos ver aquellas luces ultravioletas que hacían resaltar los químicos que pasaban por unos tubos de ensayo en una mesa.
—Príncipe Charles —llamó Azael por el comunicador.
Se oyó una interferencia que deformaba la voz de Charles, supongo que se debía a la gran profundidad en la que nos encontrabamos. Había aire acondicionado, por lo que cerramos los tanques de oxígeno. Los necesitaríamos para salir de allí. Aunque creía que ya no duraría demasiado, la plantita en el tanque ya no estaba tan viva como en el momento en que comenzamos a bajar.
Alek comenzó a grabar, los demás lo copiaron al verlo. El espacio era tan grande como una estación de metro. El suelo estaba tan limpio que podía jurar que lo habían esterilizado con alcohol. Los antes mencionados tubos de ensayo se encontraban en una mesa junto a cajas llenas de químicos brillantes de varios colores. Habían máquinas extrañas y lo que parecían piezas de tecnología. La luz ultravioleta venía de linternas en forma de línea que pasaban por las paredes y el techo, trazando una especie de telaraña luminosa. Habían un pasillo hacia la derecha, por el que pasamos Alek, Vanessa, Zahira, Auglia y yo. Es decir, todos los estudiantes.
El pasillo nos llevó a un espacio todavía más grande, pero lo que vimos nos dejó pasmados a los cinco.
¿Alguna vez han ido a un acuario? Sospecho que la mayoría no, pero probablemente han visto como son en películas e internet. Ahora imaginen una combinación entre un acuario y un zoológico, ubicados bajo tierra, divididos en cubículos, algunos pocos llenos de algún líquido artificial transparente y otros completamente secos y con un terrario. Ahora imagina que en cada cubículos hay una criatura diferente brillando bajo la luz ultravioleta. Mi hermano fué el primero en moverse por el lugar, grabando con la cámara de su reloj tecno-mágico hacia cada hábitat artificial. Cada cubículo tenía una pared de cristal templado que no permitía la salida a los Téras. Cada cubículo tenía una etiqueta que ponía: prueba #.
La prueba #31 era un gatito con una llama roja en la cola, en su hábitat artificial solo había unos cuantos juguetes de gato chamuscados y un plato metálico en medio. El gato lo tocó repetidas veces con la patita hasta que algo de comida fué expulsada por un tubo de arriba. La prueba #54 era una piraña enorme de color azul que al vernos nadó hasta chocar con el vidrio, echando chispas eléctricas. Si no fuera por el botón de "buscar" que tenía el hábitat la prueba #27, no lo habría encontrado. Toqué el botón sin pensarlo mucho y se eliminó una luz roja en un camaleón que se asustó emitiendo un brillo naranja y de repente fué como si la gravedad no existiera para él y quedó flotando en el aire. Así mismo habían otros quince cubículos con más bestias mágicas.
—¡¿Que mierda?! —gritó Auglia.
Temí que todos los Téras la escucharán y se volvieran locos, pero al parecer el cristal cancelaba el ruido.
Al final habían unas puertas que daban a otra habitación. Pasamos a allá y lo que vimos fué a un más aterrador. Había una gran cápsula de incubación: pruebas #235, #236, #237. Sentí un espasmo y varios escalofríos al ver la perturbadora imagen que se mantenía frente a mis ojos. Los demás soldados entraron a la habitación quedándose atónitos y pude ver indirectamente que Luna se había desmayado junto a mí.
Zahira habló. La capucha a penas y tapaba un poco sus cuernitos rosados.
—Ellos crearon a los Téras y...
Vanessa continuó la oración con la voz quebrada.
—Ahora están intentando crear...
Alek dijo la palabra final.
—Quieren crear destinados.
Seguido de eso fué hasta adelante y se quitó los guantes. Puso su mano derecha en el collar bajo su abrigo y la izquierda en la cápsula de el medio. Un aura oscura salió de su mano y paso a través del vidrio, matando a los tres fetos que se encontraban dentro.
***
Antes de irnos. Alek extrajo toda la información de las computadoras del laboratorio y la guardó en un dispositivo que identifiqué como una memoria que sería la versión planeta vida de un USB portátil. También Eric se infiltró en el sistema de seguridad para borrar la grabación de que estuvimos allí, un Dafis con poderes de programación bastante guapo por cierto. A los días siguientes vendrían los trabajadores del laboratorio y creerían que los fetos murieron de forma natural.
Todos fuimos a la capital después de eso y entramos directo al refugio, pasando desapercibidos. Las calles estaban muy llenas de gente celebrando. Después de todo, era fin de año. Llegamos hasta el departamento de Vanessa que al parecer ahora vivía sola, de nuevo.
Alek con ayuda de Eric hizo una especie de computadora mágica que hechizaron para poder cargar los archivos de la memoria que guardaba los gemelos. Tardamos varias horas hasta que se escuchó a los destinados hacer la cuenta regresiva desde todo el refugio.
10... 9...
TERMINANDO ANÁLISIS DE DATOS
8... 7... 6...
ANÁLISIS TERMINADO
5... 4...
DATOS CARGADOS CORRECTAMENTE
3... 2... 1...
INGRESE SU CONTRASEÑA:
__________________________
—¡FELIZ AÑO! —gritaron todos desde afuera.
Alek se dejó caer en el sofá de Vanessa.
—Feliz año —dijo irónicamente.
—Feliz año —repetí sonriente, ya sin saber por qué sonreía.
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