11- Pink
El primo Charles no es tan malo como parece.
Iba saliendo de la escuela, decidida a irme a casa y prepararme para salir al parque de diversiones con Vanessa. Pero algo me detuvo, había uno de los guardaespaldas de la realeza en la entrada. Lo reconocí porque iba vestido igual a Trevor con el escudo en el corazón. En cuanto me vió, se dirigió hacia mí.
—Señorita Prince, tengo que pedirle que me acompañe.
Me asustaron un poco esas palabras. Pero lo seguí por las estrechas calles del refugio para salir a la ciudad de cristal. Lo que hicimos en el internado se difundió demasiado rápido. Salió en las noticias y aquel portero fué denunciado por maltrato. Ya muchos de ellos habían vuelto a sus hogares y varios habían sido entrevistados por investigadores conocidos y reporteros de las noticias. Hablaron muy bien de las personas que los sacaron de ahí y preguntaron el por qué no dijeron nada acerca de los maltratos que sufrían ahí dentro. La respuesta fue simple: no les habrían creído.
Cuando salimos del refugio me subí a la limosina negra que se encontraba aparcada, ocupando tres espacios de estacionamiento. Al estar dentro, me desconcertó ver quién estaba en frente de mí. Sus rizos rubios y sus ojos grises llenos de altivez.
—Hola, Pink Prince.
—¿Charles?
—Así es —sonreía casi de forma burlona mientras me veía. Pero también notaba que la situación no le emocionaba—. Mamá me dijo que tenía que tomarme el tiempo para conocer a "la familia".
—Si es un truco para que convenza a mi hermano de volver al castillo, pues no funcionará.
—Para nada. De hecho pensé en invitarte con tu hermano, pero no creo que quiera volver a verme nunca. Además, tú te vez mucho mas... Amigable, por no decir otras palabras.
No me dió buena espina la manera en que se expresó.
—Entonces —apunté—, principe Charles ¿A dónde iremos?
Se quedó pensativo por un instante.
—Iremos a comer en algún sitio, supongo.
—Eso es lo que haces cuando quieres ligar con alguien.
El puso una cara de asco.
—Se supone que eres mi prima, por lo que es aún más asqueroso —levantó las cejas, suspirando—. ¿Que sugieres tú?
—Hoy, se supone que me divertiría con mi amiga Vanessa.
El me examinó de pies a cabeza como si me estuviera evaluando en escala de diez.
—Ok, pero... ¿Irás vestida así?
—No. Iba a ducharme y cambiarme en casa pero tú guardaespaldas me detuvo. Puedes ir conmigo y esperar en la sala mientras me preparo.
Suspiró una vez más, ya algo consternado.
—Está bien.
—Excelente, supongo que tendré que ponerme ese vestido blanco otra vez.
—¿Te pondrás algo que ya usaste? —se quejó—. Mejor ven conmigo. Jeffrey, vamos al Spa Oasis imperial.
La limosina avanzó por las calles haciendo fila con los demás autos hacia el centro de la ciudad. Le envié un mensaje a Vanessa de a qué hora nos encontraríamos en el parque. Paramos en frente de un edificio blanco con plantas decorativas en la puerta. Entramos acompañados del guardaespaldas hasta que Charles lo detuvo.
—Jeffrey, puedes retirarte. Te llamaré cuando debas venir a buscarme.
El hombre asintió y salió a paso relajado. Llegamos a la recepción.
—¿Charles? —dijo la chica recepcionista—. Hace un tiempo que no pasabas por aquí. ¿Cómo has estado?
—Hola, Georgina —pronunció Charles sin mostrar emoción con la chica—. Un baño con especias aromáticas y si es posible, un corte de cabello por favor.
La chica comenzó a teclear en el ordenador.
—Listo, piso dos —luego me miró a mí—. ¿Tú qué quieres amiga?
—Oh, lo malentendiste —explicó el rubio—. Yo vengo con ella.
—Nunca te había visto venir con una chica. ¡Espera! No me digas que... —articuló la chica preocupada.
—¡Ew! No, eso es asqueroso. Ella es una... casi conocida. Además, es una destinada. Si Jason no podrá ser rey por ser uno de ellos, esta chica tampoco podría ser princesa.
Después de eso, la chica no respondió y subimos por el ascensor a pesar de que eran muy pocos escalones hasta el piso dos. Al parecer primero tendría el corte de cabello, luego el baño con especias aromáticas y por último, el masaje. El piso dos del spa era más bien como una peluquería.
—Lindo cabello —dijo el chico que se encontraba lavando mi cabello. La verdad era bastante lindo. Tenía el cabello negro azulado, perfectamente peinado hacia atrás y los ojos azules. Estaba algo maquillado con base, iluminador y un bálsamo labial muy suave color rosa—. Muy pocas veces veo a chicas con el cabello tan cuidado. El tinte rosa suele dañar mucho las hebras bastante rápido.
—Bueno, la verdad es que gasto mucho dinero en productos de belleza. Y con un poco de magia, es más fácil cuidar mi cabello.
Los ojos le brillaron de admiración.
—No pensé que la magia se pudiera usar así. De todos modos es... peligroso —terminó envolviendo mi cabello con una blanca toalla.
Típico ciudadano promedio de la nación de cristal. Ven la magia como a un arma nuclear. El chico me llevó hasta un espejo para que me viera después de secar mi cabello. Me gustó lo que ví. Tenía el cabello perfectamente cortado en capas y se veía realmente hermoso con ese color. En la tierra había mantenido mi cabello corto después de empezar a ser una figura pública. Era para llamar la atención de los medios con mi estilo. Pero nunca pensé en volver a usar el cabello largo de esta manera. Supongo que empezaría a dormir con el collar de rubí bien puesto para no arruinar el trabajo del estilista.
Charles vino hacia mí, también con el cabello rubio ya rebajado de los lados y menos esponjoso arriba. Se veía mucho mejor que con la melena rubia y rizada de antes.
—Ya te ves mejor. Ahora, vayamos al séptimo piso, por el baño de especias aromáticas. Aún es bastante temprano.
—Un gusto servirle, su majestad —se despidió el estilista.
Charles solo lo vió despectivamente y me hizo un gesto con la mano para que lo siguiera. Mientras que estábamos en el ascensor, fué decidió dirigirme la palabra de nuevo.
—Tarde o temprano llegará el momento en que te incorpores en la realeza —afirmó Charles—. Regla número uno, nunca te rebajes.
—Eso ya me lo dijo alguien una vez, pero no recuerdo quién.
—Quien quiera que sea, esa persona es sabia —las puertas del ascensor se abrieron marcando el piso siete—. Notarás que el sitio está algo vacío. Este spa tiene un filtro antipobres, es increíblemente caro. Y me encanta eso.
En realidad, si te fijabas, te dabas cuenta de eso. En la recepción no había nadie además de nosotros y la chica que atendía el ordenador. En el piso dos solo habían dos estilistas y ahora en el piso cuatro solo estaba otra chica aparte de nosostros dos.
—Buenas tardes, alteza —saludó la chica haciendo una reverencia.
—Sheryl —se quejó Charles con una pequeña risa—. Déjate de tonterías.
Yo me quedé atónita al ver el como la chica reía con él. Casi parecía que eran... ¿Amigos?
—Hola, lamparita —rectificó Sheryl, una chica castaña de ojos verdes como esmeraldas. Solo traía un bikini blanco que dejaba ver su cuerpo bien cuidado. Se veía de la misma edad que Charles, es decir, unos veinte años—. ¿Quién es tu amiguita? Se ve... —de repente puso una mueca al examinarme de pies a cabeza— bonita, pero... lleva el uniforme de la escuelita de los infectados.
Charles disimuló no haber escuchado nada.
—Ella es Pink, y es mi... pariente. Por no internalizar más en el tema.
—¿Con que por fin decidiste salir un poco con la familia de tu padre? —preguntó la chica con una risa burlona.
—Algo por el estilo. Ahora, si me disculpan, voy al vestidor de hombres a ponerme un traje de baño. Te sugiero que hagas lo mismo, rosita —eso iba para mí—. Sheryl, acompañala. Es su primera vez y no creo que sepa usar la sala.
—Como digas, lamparita.
Caminamos por un pasillo que daba con tres puertas. Una con el símbolo de Marte, otra con el símbolo de Venus y otra que supuse, era el cuarto de baño. Sheryl y yo entramos por la puerta con el símbolo de Venus.
—Debes quitarte los zapatos, antes de avanzar —dijo Sheryl.
—Oh, ya voy.
Me desaté las trenzas blancas de mis zapatillas color mostaza para poder sacar los pies. Dejé los zapatos en unos cubículos junto a unos tacones rojos que intuí que eran de Sheryl. El piso era un blanco bastante pulcro con un diamante azul dibujado en el centro, bajo una especie de escáner por lacer. A pesar de que ella intentaba disimularlo, pude ver qué intentaba mantenerse lejos de mí.
—Parate encima del diamante. La sala hará el resto.
—Bien, tecnología avanzada, supongo —la verdad, solo hablé porque sentí que estaba bastante callada y quería sacar algún tema de conversación.
Me puse de pie sobre el el diamante azul, que se iluminó de repente y el escáner se activó pasando luces de lazer por todo mi cuerpo. Dos brazos robóticos salieron del suelo y comenzaron a quitarme la ropa. Quisieron empezar con mi amuleto de rubí.
—Oh, esto se queda —articulé con una sonrisa cálida.
—Hablame de ti —soltó Sheryl—. No pienso quedarme viendo como la sala de desviste estando aburrida.
—La verdad, no tengo mucho que decir. Tengo un gemelo, soy una destinada promedio, y hace muy poco conocí a Charles.
—Debiste tener una terrible impresión de él. Yo también la tuve al principio.
La pregunta se generó en mi cabeza de forma natural.
—¿Como lo conociste?
—Fué hace bastante tiempo. Cómo doce años para ser más precisos. Él estudiaba en el castillo y mi padre era su maestro. Era un dolor de cabeza decirle a Charles que dos más dos no era tres, pero el dinero valió la pena.
—¿Por cuánto tiempo tu padre le dió clases?
—Buena pregunta. Básicamente, desde siempre hasta que culminó lo que para ustedes sería el último año. Luego le ofrecieron a mi padre dar clases en tu escuelita, pero el sueldo era una miseria. Así que ahora da clases en la escuela privada de Topacio.
Cuando ya estuve desnuda, apareció una pantalla flotando en frente de mí.
ELIJA SU ESTILO DE TRAJE DE BAÑO, dijo una voz automática en la sala.
Me decidí por un bikini sencillo como el de Sheryl. Los brazos robóticos salieron de nuevo para ponerme el traje de baño pero.
—Puedo sola —le dije a la inteligencia artificial—, gracias.
Después de colocarme el traje de baño, salimos del vestidor y entramos en el cuarto de baño. El olor a fragancias naturales se hizo muy intenso de repente. Había una enorme piscina con vapor y pétalos de madreselva flotando. Charles se encontraba acostado tomando la luz solar que entraba por el tragaluz. Al vernos puso los ojos en blanco.
—Ya era hora.
—Fue como un minuto —articuló Sheryl secamente—, no exageres.
—Como sea, entren ya. El agua tiene la temperatura perfecta y huele delicioso.
Sumergí mi cuerpo desde mis pies lentamente hasta quedar con el agua hasta la cintura. Charles cerró los ojos para volver a tomar su bronceado. Sheryl dudaba de entrar a la piscina. Ese no era el problema, el problema era el por qué lo dudaba.
—No te crecerán cuernos porque yo sea mágica, Sheryl. ¿Verdad Charles?
—No sé casi nada sobre ti, pero yo vine aquí con Jason un millón de veces y no me convertí en una estatua de oro.
Sheryl asintió y se metió a la piscina sin decir nada. Yo decidí no mencionar que el agua era el antídoto del toque de Midas. De repente surgió un silencio incómodo por un minuto. Hasta que Charles decidió romper el hielo.
—Pink. ¿Tienes novio al que deba conocer?
—No. Digo sí... Digo... ¡Ah! —respiré profundamente antes de dar la explicación—. Sí tengo novio, pero vive lejos así que...
—Relación a distancia —se burló Sheryl—. Eso sí es deprimente.
En ese momento, Charles me vió a los ojos con su penetrante mirada. Cómo esperando una respuesta de mí.
"Regla número uno —repitió su voz en mis recuerdos—, no te rebajes"
Charles ya se esperaba este comportamiento de su probablemente enamorada que quería quitarse de encima. Decidí hacerle el favor de espantarla. Ya después pediría algo a cambio.
—Por lo menos no vivo del sueldo de profesor de segunda de mi padre. Me mantengo sola —dije cerrando los ojos, imitando la pose de Charles.
—Y yo por lo menos no vivo con condiciones como las de cualquier enfermo de los refugios —intentó justificarse.
Ay cosita. Si hay algo que aprendí esos años en la escuela para niños superdotados es que la gente como tú busca de sacar las debilidades de los demás. Y yo no tengo debilidades que puedas usar en mi contra. Solo cosas que puedo mejorar aún más.
—Yo no elegí ser mágica. Fué obra del destino y aunque no lo creas, mi familia tiene más dinero de lo que tu padre podrá ganar en toda su miserable vida dando clases a niños de primer grado.
Charles solo asintió sin cambiar la expresión de su rostro. Eso bastó para que Sheryl se saliera de la piscina.
—Me voy —soltó intentando disimular la molestia en su tono con altivez—. Aquí apesta a destinada sin dignidad y a niño mimado. Eso arruina el olor a naturaleza —avanzó hasta la puerta pero se detuvo un momento para soltar una última cosa—. La próxima vez que estés solo, Charles, llámame.
El rubio esperó varios segundos a que la castaña se alejara para poder darme los elogios que me merecía.
—Lo hiciste bien, para ser tu primer día como casi princesa.
—Tendrás que darme algo a cambio. Esa mujer estaba babeando por ti y tú me trajiste para espantarla.
—La verdad es que resultaste ser más inteligente de lo que pensaba. Bien, dime qué es lo que quieres. Te daré lo que quieras pero ni pienses que me acostaré contigo. No es que no seas bonita sino que...
—¡Ew! —le interrumpí—. No seas asqueroso. Era cierto lo de que tengo novio.
—Lo decía por si acaso. Ahora, explícate.
La verdad es que ya tenía planeado lo que quería pedir.
—Verás. ¿Supiste lo que pasó con el internado de Topacio?
—Obvio, estuvo en los noticieros y soy el heredero al trono. Obviamente estoy al tanto de todo. Aún los niños encontrados no quieren decir en donde están los demás. La gobernadora Mariah no quiso tomar acciones en el caso. Su reputación a decaído con el asalto a la torre de agentes y ahora esto.
—Yo sé dónde están.
El rubio levantó una ceja pensativo.
—¿A qué viene todo esto?
—Necesito que te unas a mi organización. Y a cambio yo me encargaré de convencer a mi hermano de aceptar la propuesta de tu madre.
—¿Y que ganaría yo con todo esto?
Oh, Charles. Yo soy la jefa de las negociaciones.
—Se supone que Jason no puede ser rey por ser un destinado.
—Así es.
—Pero tú tampoco puedes ser heredero al trono sin la aprobación del resto de la familia real. Y eso es algo que tú, primito, no tienes. Por lo que independientemente de lo que piense el reino. Jason acabaría heredando el trono de cristal. Jason Kingsman, hijo de Leroy y la reina Lidia.
—Supongamos que tienes razón. En todo caso, ¿Que cambiaría si Alek y tú se vuelven principe y princesa de cristal?
—Cuando llegue el día de tu cumpleaños número dieciocho, es decir, en cinco meses. Se hará la votación, si Alek y yo votamos porque tú seas el próximo rey, seríamos cuatro contra dos. Está más que claro que Jason no quiere ser rey, por lo que también votará por ti.
Charles sonrió. Era más que obvio que no podía rechazar una oferta como esa.
—Entonces... cuentame de tu organización.
—Eso quería oír.
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