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10- Pink

Me siento como una vieja.

Después de la "reunión familiar", la tía Gwendolyn y el tío Leroy estuvieron insistiendo por mensaje para que convenciera a mi hermano de acudir a nuestra coronación. No tengo idea de cómo consiguieron mi número. Cómo sea, la respuesta era NO.

Nosotros no queríamos fama de nuevo. Ser famosos en la tierra ya era mucha molestia. Tener que ir con guardaespaldas a todos lados y que todo el mundo te vea como si en cualquier momento los pudieras mandar a matar. Yo solo quería seguir con el plan para reconstruir el portal y volver a la tierra para siempre. Ya habíamos cumplido nuestro propósito en la nación de cristal que era conocer a nuestros parientes y no había resultado bien. Y para colmo, ahora mi cabello llegaba a mis rodillas cada vez que despertaba y, siempre tenía flores enredadas en él. En parte es porque me quitaba el amuleto protector antes de dormir.

Decidí plantar las flores en pequeñas macetas en la ventana del departamento. Con suerte, no sé morirían. Yo no era buena cuidando plantas.

Alguien tocó mi puerta. Había llegado el momento.

—¿Lo tienes todo? —le pregunté a Azael, quién traía un bolso enorme que se veía lleno.

—Claro —me respondió casi susurrando—. Vamos.

Era viernes, y había pasado casi una semana desde que habíamos vuelto de la ciudad de Topacio. Casi no dormimos esta semana organizando todo para nuestro primer ataque como rebelión. Teníamos que sacar a esos chicos del internado. Azael tenía un plan para llevarnos allá de nuevo por una ruta alternativa. Pero tendríamos que atravesar parte de los campos.

Eran las 8:36 PM. Pronto se cerrarían las rejas por un mecanismo automático. Así que salimos del edificio a paso rápido, rumbo hacia las puertas.

—¿Dónde nos están esperando los demás?

—Fuera de la ciudad —explicó él—. Los alcanzaremos. Tu hermano va en el escuadrón de Morenyt con otros cuatro agentes. Tú y yo iremos con los de mi escuadrón. Ya los conocerás.

El no tenía auto. Los destinados no pueden tener carro. Tuvimos que pagar un taxi hasta la salida de la ciudad hacia el sur. Dónde por cierto, también estaba la pista de rapiesferas. La salida hacia los campos. Era de noche por lo que se supone que sería muy peligroso caminar por ahí. Sin embargo, confiaba en Azael.

Hacía bastante frío. A él también parecía afectarle. Su cabello verde de verano ahora era un naranja marchito casi llegando al marrón. La tela del traje que él llevaba era muy resistente pero también muy delgada. Yo traía suéter y aún así sentía frío. Después de todo, él era como una planta con forma humana. Lo había visto hacer fotosíntesis, ví como se marchitaban las microplantas que cubrían su cabello e incluso aveces de echaba el agua encima en vez de beberla. Me preguntaba si siempre había tenido esas inclinaciones mágicas.

El taxista se puso nervioso unos doscientos metros antes de llegar al límite de la ciudad. En cuanto llegamos ni siquiera tuve tiempo de pagarle cuando ya había arrancado el auto a toda prisa. Fuimos trotando porque se suponía que haríamos el asalto cerca de la media noche. El arco que daba la salida a la ciudad estaba sin vigilancia y a unos quinientos metros de cualquier persona que nos pudiera ver. Era prácticamente perfecto para transitar entre los campos y la ciudad. Si tuviera vigilancia, tendríamos que escalar los noventa metros de la muralla de cuarzo que separaba los campos de la ciudad. Los campos estaban completamente a oscuras. La luz de la luna solo daba un pequeño manto de iluminación digno de una película de terror.

Azael pareció darse cuenta de nerviosismo.

—Hablemos mientras caminamos —dijo suavemente—. No alces la voz, puede atraer bestias. Y aunque podríamos contra ellas, no quiero matar a nadie hoy ¿Ok?

—Entendido —estuve pensando en un tema de conversación por varios segundos hasta que se encendió mi foco cerebral—. ¿Cómo fue tu niñez como destinado?

—Hum. ¿Mi niñez? —pensó— De bebé mis padres me dejaron en el refugio con solo unos días de haber nacido. Por lo que no tuve tiempo de conocerlos. Fuí criado con la segunda generación de destinados. Morenyt es mi amiga desde casi siempre. Ella llegó al refugio cuando yo tenía seis años. En esos tiempos los poderes de los destinados se hacían fuertes desde mucho antes.

—Debió haber sido muy duro.

—No demasiado. Morenyt y yo nos teníamos el uno al otro. ¿Sabes? En ese tiempo ni siquiera se nos permitía ser adoptados, y si no tenías padres, no podías tener apellidos. Y nuestros nombres son más bien apodos que nos pusieron por nuestras características. Azael por las azaleas. Morenyt porque es morena y es radiactiva.

—¿Y Strike? El me cae muy bien.

—Sí. Lo conocimos cuando teníamos unos catorce años. Es un par de años mayor a nosotros. Él nos recibió en su escuadrón cuando nos graduamos. Y luego fuimos nombrados agentes de Élite. Siempre ha sido muy reservado. No sabemos nada acerca de su pasado aparte de que sus padres murieron durante la segunda guerra de cristal y que él fue sobreviviente del incidente FIRE. Tiene sentido. Strike es cien por ciento a prueba de fuego. Nadie sabe cuál es su nombre original. Lo llaman Strike porque la muerte siempre falla al batearlo.

—Suena muy interesante —una nueva pregunta hizo un hueco en mi mente—. ¿Que edad tienen ustedes? Se ven bastante jóvenes para haber vivido tanto.

—Morenyt y yo tenemos veinticuatro. Strike debe tener veintiséis. Soy ocho años mayor que tú —sonrió—. Es tu turno.

No entendí a qué se refería.

—¿Mi turno? —pregunté.

—Sí. Cuéntame de ti y tu hermano. Casi no sabemos de ustedes además de que el principe los considera mejores amigos y que el rey tiene un trato con ustedes.

—¿Cómo saben eso? —me sorprendí.

Normalmente yo soy la que investiga a los demás.

—Solo observación y no olvides que Morenyt es la tutora temporal del principe Jason. Al pequeño no le gustan los secretos.

Pensé un momento. No sabía cómo contarles acerca de nosotros sin que suene a que venimos de otro planeta. Decidí empezar hablar sin demasiada redundancia.

—Mi hermano y yo tampoco conocimos a nuestros padres. Fuimos criados por nuestra tía hasta que ella falleció y su esposo nos adoptó como sus hijos sin cambiar nuestro apellido, Prince. Estudiamos en una escuela muy costosa, tuvimos problemas y ahora estamos resolviendo unos problemas con nuestra familia paterna. No les agrada que seamos mágicos. El rey nos tiene un trato especial porque Alek sacó a Jason del almacén y Jason es muy insistente con su padre. Es una ternura.

—No te dejes llevar. Recuerda cuál es su poder.

Mi mente retrocedió hasta el día que asaltamos aquel rascacielos de agentes casi vacío. Los ojos dorados de Jason brillando en la oscuridad desatando demencia combinando con el tacto de su mano. Creo que el difundir el caos es cosa de familia. La tía Gwendolyn era la prueba.

—Tiene muchos poderes —hice la vista gorda.

—Sabes que me refiero a su hipnosis —dijo sin sonar molesto ni sarcástico—. Solo funciona cuando lo miras los ojos y estás muy cerca de él. Hasta ahora solo lo he visto hacerlo dos veces. Es un poder muy difícil de controlar para un niño y aún así no le ha causado ningún mal a nadie.

Preferí cambiar de tema. No quería dañar mi visión sobre Jason.

—Hablame de tu poder —sugerí sin darme cuenta de lo tonta que soné.

—¿No es bastante obvio? Soy literalmente mitad planta. Mi cabello cambia con las estaciones; Hago fotosíntesis y ni hablar de la comunicación que tengo con otras plantas. También puedo hacer que crezcan plantas del suelo de la nada y usar las propiedades mágicas de otras plantas, de maneras que pueden parecer extrañas para otros destinados. Aún más para humanos de cristal.

—¿Hay muchas plantas mágicas? Yo tengo unas en casa, pero no sé cómo usarlas. ¿Sientes dolor cuando ver morir a otra planta?

—Estamos pisando grama, Pink. Y no es como que estén gritando de dolor. Es más bien como que sé que pueden escucharme, sentirme y yo puedo sentirlas a ellas. Es más fácil cuando toco sus raíces. La mayoría de las plantas solo piensan en crecer, luz y agua.

—Sé que casi todos los destinados tienen otras habilidades que están unidas a su poder principal. Conozco a una chica que pudo intuir fuego en un dragón —comenté refiriéndome a Zahira—. Yo aún no he podido encontrar mi sentido mágico.

—No te fuertes —me aconsejó—. Todo se desarrolla con el tiempo y es extraño que quieras tanto el sentir más la magia en tu vida. La mayoría de los destinados desearían borrarla para siempre de su cuerpo.

—Sí, me he dado cuenta. Pero no sé siente bonito el ver cómo los demás comparten algo en común que tú no puedes tener.

—Pequeña Pink, piensas de una manera bastante peculiar. Yo no querría tener algo que causa mal a la mayoría de las personas. Mis padres me abandonaron por ser mágico. Los padres de muchos destinados dejan a sus hijos por ser mágicos a pesar de que ellos no eligieron eso.

—También hay personas NO mágicas que no conocieron a sus padres. Eso yo lo sé más que nadie.

—¡Tres guerras, Pink! —exclamó alzando la voz en tono alarmado—. Yo presencié dos de ellas y luché en una. Mucha gente murió. En su mayoría los destinados porque fuimos usados como arma militar. Incluso los que aún éramos adolescentes. Muchos pueblos ya no existen y solo sobrevivieron tres ciudades además de la capital. Incluso los campesinos fueron afectados por eso.

—¿De qué manera fueron afectados? —pregunté ya asustada.

Su silencio y la manera en que miró alrededor me hizo callarme. Un sonido que acariciaba mis oídos. Ví hacia la derecha tratando de seguirlo y ahí lo ví. Acechando en la oscuridad una enorme silueta que no lograba esconderse en las hierbas altas. La luz de la luna no era suficiente para identificar que tipo de animal raro era. Pero sus gruñidos me indicaron que no era amigable.

Azael abrió la boca para sugerir algo en un susurro.

—Corre.

Y no lo pensé dos veces. Los bajos gruñidos ahora eran fuertes y grandes rugidos acompañados de unas fuertes pisadas que se acercaban rápido. No quería voltear a ver qué clase de monstruo me había traído el planeta vida, pero lo hice porque me dí cuenta de que Azael no iba corriendo a mi lado. Giré la cabeza para encontrarme con la escena.

La criatura era tan grande como un camión. Unos tientes frontales demasiado grandes y con un pelaje gris con líneas negras horizontales en la espalda. Su pelo cubría todo su cuerpo excepto por su nariz, sus patas y su larga cola rosada. Estaba viendo lo que alguna vez fué una zarigüeya, y era horrible. Azael la detenía las patas con las enredaderas que ahora salían del suelo, pero no aguantaría mucho tiempo.

—¡No te detengas! —me ordenó— ¡Solo sigue hacia el sur!

Ese chico era demasiado bueno, y estaba muy loco.

—Ni pienses que te dejaré aquí con esa cosa.

Pensé en como ayudar en la situación. Traté de pensar en Alek rompiendo el cofre de oro de mi padre o en Zahira haciendo fuego con solo respirar. Pero no sabía cómo desatar mi poder de esa manera. Apenas y tenía idea de cuál era mi poder. Me quité el collar y mi preocupación hizo su trabajo haciendo crecer mi cabello junto con las flores blancas en el. Cada una con sus seis pétalos puntiagudos. Mi cabello alcanzó el suelo en unos cinco segundos y decidí hacer lo que me dijo el profesor Dimas. Y le puse las flores en la cabeza a Azael simulando una corona.

Raíces crecieron bajando por su cuello y enredándose en sus brazos. Las enredaderas fueron rodeando y enrollando todo el cuerpo de la zarigüeya hasta que se escucharon sus huesos crujir y dejó de moverse. Su sangre se cristalizaba entre las enredaderas hasta que ya era irreconocible. Azael sacó un cuchillo de su mochila y me cortó el cabello a la altura de los hombros.

—Vamonos —dijo con una triste sonrisa.

—Lo siento —me disculpé comenzando a caminar.

—No es tu culpa. Yo debería agradecerte por ayudar a vencerlo. Era bastante grande.

—¿No todos son así? —inquirí.

—Son grandes pero... No siempre son TAN grandes. Y mucho menos siendo una zarigüeya.

Seguimos caminando por otros veinte minutos hasta que avistamos unas luces a lo lejos con un grupo de unas diez personas. Nos acercamos hasta estar todos juntos bajando una colina tan oscura como el resto de los campos. El viento soplaba y la colina estaba llena de dientes de león, por lo que las semillas se movían el el aire, aunque casi no podías sentirlas.

—Hola, Ali —saludé a mi hermano.

El estaba tan inexpresivo cómo siempre, pero se atrevió a darme un muy corto abrazo. La verdad es que casi no habíamos tenido tiempo para hablar sobre nosotros, ni para salir con nuestros amigos esa semana. Él tenía unas ojeras de mapache y el cabello despeinado. Todos íbamos vestidos de negro con capuchas y mascarillas porque no podíamos arriesgarnos a ser reconocidos.

—Hacía mucho tiempo que no me llamabas así —comentó Alek levantando una ceja—. Ahora, ¿trajeron el equipo?

—Porsupuesto que sí —dijo Azael— ¿Y ustedes?

—Eso no hace falta preguntarlo —respondió Morenyt con una risa burlona—. ¿Cuál es tu plan para llevarnos al sur en media hora?

—Será mucho más rápido que eso —sonrió el de pelo verde.

Los demás permanecían en silencio listos para escuchar cuál era el haz bajo la manga de Azael.

—En mi última expedición por los campos, me perdí y fuí a parar a un sitio como este. Con dientes de león y mucho viento. Y descubrí que estas condiciones me permitían teletransportarme a cualquier sitio de la nación en el que haya visto dientes de león.

—Jefe —dijo una chica junto a Alek—. ¿Me está diciendo que puede teletransportarse a prácticamente cualquier sitio de la nación de cristal?

Azael se rascó la nuca.

—Tecnicamente. El problema es que no he intentado llevar a nadie conmigo. Hasta ahora.

Morenyt suspiró.

—Es decir, que hay posibilidades del cincuenta por ciento de que fallemos.

—Sería así, si no hubiera visto algo hace un rato —comentó Azael señalandome—. Pink tiene una habilidad que me permitiría amplificar mi poder.

—Un momento, florecita —le advertí—. Lo de hace rato solo fué un accidente. Esas flores son muy peligrosas. Estoy segura que alguno de esas se le enredó a mi compañera el día de deportes y terminamos con una zanja profunda en el campo de la escuela.

Él no cambió de opinión.

—Necesitamos que produzcas más de esas flores justo ahora, si de verdad quieres rescatar a esos chicos esta noche.

La situación no me inspiraba tranquilidad. Pero miré al suelo y volví a quitarme el collar de rubí. Está vez mi cabello no creció, porque no estaba nerviosa, ni tenía ninguna emoción fuerte. Me senté en el suelo para concentrarme. De la nada aparecieron raíces y brillaban flores blancas con seis pétalos junto a los dientes de león formando aros. Seguí por varios segundos hasta que ya eran dice y me volví a poner el amuleto. Me sentí muy exahusta. Pude sentir perfectamente la gota de sudor que bajaba por mi sien.

Alek posó su brazo encima de mis hombros.

—¿Estás bien? —me preguntó.

Se me hizo raro el que me lo preguntara. Mi hermano ni siquiera solía decir "¿Cómo estás?" cuando saludaba. Asentí para que dejara de mirarme de esa manera. Me hacía sentir... inferior. Y sí, él era el hermano mayor pero él siempre me había visto como igual a él.

—De acuerdo —anunció Morenyt—, hay once aros más uno en el centro, son doce. Azael irá en el centro y los demás alrededor. No dejen sus mochilas afuera ni intenten ningún hechizo, por favor.

Todos asintieron y obedecieron a las indicaciones de Morenyt. Realmente se le notaba que había nacido para liderar. Aún no la había visto hacer magia pero estaba realmente segura de que debía ser una increíble destinada. Por algo era agente de élite junto con Azael, Strike y los otros cuatro que aún no conocía. Todos eran de la segunda generación de destinados y eran considerados los más poderosos de su categoría zodiacal.

Todos se sentaron cruzando las piernas dentro de sus círculos, asegurándose de llevar todo. Con todo me refiero a las armas —innecesariamente necesarias—, las cuerdas, las granadas y otras cosas que no recordaba. Azael cerró sus ojos clavando sus dedos en la tierra. Los dientes de león relucieron y el viento se hizo más fuerte formando un remolino a nuestro alrededor. En un abrir y cerrar de ojos ya no estaba en la colina.

Ahora estaba en un jardín muy organizado que se me hacía muy familiar. A unos metros veía un piso hecho con ladrillos tallados en cuarzo blanco y una estructura no tan alta que aún así era enorme a mi alrededor. Mi mente hecho chispas hasta que recordé. El valle de los templos. El viento estaba igual de fuerte pero en el sur no hacía tanto frío. Busqué a mi alrededor a los otros agentes. Solo ví a uno fuera del templo del dios Zanamo. Me acerqué a él porque este sitio daba miedo durante la noche, y el día que lo visité escuché historias sobre vampiros y brujas que venían a hacer sacrificios. Yo aún era muy joven como para que unas brujas me robaran la belleza.

—¿Se encuentra bien, señorita Prince? —preguntó el chico castaño con cuernos azules, levantándose del suelo.

—Sí, gracias por preguntar. Pero solo llámame Pink.

Solo los reporteros de la prensa de la tierra solían llamarme señorita Prince. Ni siquiera los profesores de la escuela me llamaban así. Incluso los tontos que intentaban invitarme a salir me llamaban Pink.

—Los demás deberían estar cerca —dijo examinando los alrededores—. Quédese detrás de mí. No estamos fuera del templo, estamos en el patio de atrás. Hoy es luna llena, deben haber brujas de sangre aquí dentro y no trajimos nada contra veneno.

Era bastante amable de su parte. Pero no me permitiría sentirme como un estorbo o alguien a quién necesitaban proteger.

—Sé dar golpes —dije comenzando a adentrarme en el templo de Zanamo.

El joven avanzó a paso rápido antes de que me alejara más de cinco metros. Estaba aún más oscuro que los campos con la muy traslúcida luz de luna. El ambiente era muy pesado y se escuchaba el agua que corría por las fuentes dentro del templo.

—¿De casualidad sabe hacer luz con magia? —me preguntó el castaño. Era mucho más alto y robusto que yo. Debía de medir 1.90— Soy más de combatir.

Me concentré hasta que logré conjurar una luz pequeña que no iluminaba más que una vela. Pero de algo serviría.

—Solo piensa en cosas bonitas e intenta manifestarlas con magia. Es la manera más fácil de hacer luz.

—Sería más fácil si tuviera cosas bonitas en las qué pensar —me respondió en voz baja mientras que avanzamos por un pasillo muy estrecho.

—¿Tienes novia? Piensa en ella —le sugerí suavizando mi voz para no sonar muy dura.

—No tengo novia.

—¿Padres? —insinué.

—Muy pocos destinados tienen a sus padres.

—¿Alguien especial a quién quieras ver?

—Ni siquiera eso. La mayoría de mis amigos murieron en la guerra hace unos años y los que sobrevivieron se distanciaron bastante. Desde entonces solo he estado de misión en misión hasta ahora.

—¿Por qué te uniste a la rebelión? —necesitaba preguntar eso.

—Porque me dijeron que quizá tendría más derechos si triunfabamos. Yo no tengo ganas de seguir siendo un arma militar del gobierno de cristal. Mariah Olson fué quien inició ese proyecto. La primera generación de destinados era enviada a los pueblos en los campos después de graduarse en el refugio. Pero todos murieron en el incidente FIRE. Nadie les mostró alguna simpatía. Ni siquiera los destinados más influyentes en nuestro gobierno.

—Es deprimente ver cómo tu propia gente se aleja de ti por ser diferente.

Unas risas al final del siguiente pasillo me hicieron callarme y borré la luz antes de llegar a él. Además se comenzaba a acentuar un olor a quemado.

—Shh —susurró mi compañero agachándose para poderse acercar al lugar—. Detrás de mí.

En esta ocasión decidí obedecer. Las voces se hicieron más audibles a medida que nos acercabamos. Eran unas siete mujeres alrededor de una fogata cocinando a alguna persona de seguro. Era posible atravesar esa sala sin que se dieran cuenta de nuestra presencia. Pero debíamos de guardar un absoluto silencio.

Mi compañero comenzó a gatear pegado de la pared mientras que las brujas estaban de espalda cantando en algún otro idioma. Sus voces se volvían más graves y sus largas cabelleras canosas se elevaban en el aire. El fuego se apagó de repente junto con la voz de una de las brujas.

—¿Alguna de ustedes ha visto a Aretha? —preguntó la vieja rompiendo la concentración de sus compañeras— Iré al patio a buscarla.

Aproveché la falta de luz para avanzar antes de tener a la vieja en frente. Llegamos al final del siguiente pasillo sin ningún problema y ya podíamos ver la salida. Salimos sanos y salvos. Los demás estaban esperándonos en una fuente. Tenían a una jóven bruja amordazada y atada de manos y piernas.

—Menos mal —exhaló Azael—. Por un momento pensé que los había enviado al otro lado de la nación. Vean la hora.

Saqué mi reloj de bolsillo. Eran las 11:53 PM.

—Es hora —anuncié avanzando en dirección a la ciudad.

Atravesar las calles sería pan comido. No había mucha gente de noche. Supongo que les daba miedo por estar completamente cubiertos por áreas silvestres sin tener sus propias murallas de cuarzo. No había nada de iluminación además de unos pocos postes con faroles cada diez metros. Me tomé un momento para mirar el castillo a lo lejos.

¿Realmente Alek y yo hacíamos lo correcto alejándonos de ellos? Es cierto que la familia real no nos trató de lo mejor en un principio, pero ahora nos estaban ofreciendo un puesto como parte de la realeza. Y aunque ni Alek y yo teníamos el mínimo interés en gobernar, seguro era increíble ser de la realeza. Ver que la gente muestre respeto a dónde quiera que vayas y sentirte importante para ellos. Los ciudadanos veían a los Kingsman cómo la familia perfecta. Y a mí me fascinaría darles la idea de la princesa perfecta. Solo piénsalo: Princesa Pink Kingsman.

Así es. Suena excelente.

Finalmente llegamos al internado. Estábamos escondidos pensando en si volar la puerta principal era buena idea.

—Podrían haber estudiantes cerca —dijo Azael.

Alek fingió tener tos para después hablar.

—A menos que te atrevas a subir ese muro y atravesar el alambre con púas que además está electrificado, no tenemos otra opción. De todos modos los estudiantes son encerrados en sus habitaciones a las nueve. Ya son como las doce con treinta.

Morenyt no le dió tiempo de responder a su amigo. Solo lanzó la granada que emitió un no tan grande pero sí muy sonoro estallido. De inmediato empezó a sonar una alarma y comenzaron a aparecer hombres con trajes blancos en dónde antes había una reja. Esos tipos ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar. Azael y Morenyt entraron a toda velocidad junto a otros cuatro. Unos cinco hombres de blanco entraron a perseguirlos y los demás venían hacia nosotros con espadas. Espadas hechas de algún cristal de color negro. No sé mucho de minerales además del cuarzo.

—Ni piensen que sacarán a un solo estudiante de aquí —dijo el portero dando un paso al frente—. Retirense y no tomaremos acciones en contra de ustedes.

—Eso no es una opción —le respondí en tono autoritario—. Al amanecer, ya no tendrás idea de en dónde estarán estos chicos.

—Entonces menos charla, más acción.

Vino hacia mí blandiendo la espada con mucha rapidez. Logré esquivar los primeros dos tajos pero los demás hombres también estaban avanzando muy rápido y habían salido dos más. Una de las chicas que venía con nosotros hizo salir una estalagmita del suelo que golpeó a uno de los tipos dejándolo fuera de combate. No estaba muerto, pero tenía un gran chichón en la frente. Muchos se apartaron.

—Son mágicos —dijo uno—. ¡Deben ser brujas!

—Que asco —chilló otro—. Yo me voy.

Salió del sitio corriendo y un gran grupo lo siguió. Pero aún quedaron muchos dentro.

—Nosotros no somos tan cobardes como esos novatos —afirmó el portero con una sonrisa diabólica y los ojos muy abiertos—. Ya hemos peleado con muchos de ustedes antes. Esto no nos detendrá.

El tipo estaba tan centrado en nosotros que no se dió cuenta de que ya todos los estudiantes estaban detrás de él, encabezados por Morenyt, Azael y los cuatro que venían con él.

Morenyt habló primero.

—Puedes pelear todo lo que quieras —respondió ella, haciendo voltear a los tipos de blanco—. Pero si uno solo de estos chicos sale lastimado, tendrás muchos problemas.

—Sabemos lo que hacen con muchos de ellos —dijo Azael tratando de contener su ira—. Si no nos dejas irse y cierras el internado para siempre, nos aseguraremos de que ellos no denuncien nada.

Pude sentir desde donde estaba, la ira y el gran estrés que se creaba dentro de ese hombre. Un Jared imaginario en mi mente dijo: Ese tipo tiene demasiados problemas.

Los de blanco abrieron paso. Los estudiantes salieron corriendo de ese sitio siguiendo a Azael, rumbo a los adentros de la ciudad.

Solo quedamos un escuadrón de seis contando a Morenyt. Empezamos a avanzar a seguirlos, pero algo me detuvo. Alguien sostuvo mi brazo derecho con una fuerza descontrolada. Creo que intentaba romperlo. Me volví hacia atrás para entender quién era y me encontré con la cara del portero que preparaba su espada para cortarme el brazo. Grité por instinto aunque no sentía mucho dolor, entrando en pánico. Los demás voltearon para ver que sucedía.

Mi mirada chocó con la de Alek. De repente pude sentir el lazo que nos unía. Pude ver un hilo escarlata que salía desde el centro de mi abdomen hasta el suyo. Creo que solo yo y él pudimos sentirlo. Ya lo había experimentado alguna vez en situaciones traumáticas cómo estas. Cerré mis ojos preparándome para el desprendimiento hasta que escuché un grito del portero y el alivio en mi brazo. Cuando abrí los ojos me dí cuenta de tres cosas.

Uno, ya no me sostenía el brazo y me sentía mejor. Dos, el portero ahora tenía un sarpullido púrpura extendiéndose desde una cuchilla clavada en la mano con la que sostenía la espada —su mano derecha—. Tres, mi hermano había lanzado esa cuchilla.

—Nadie toca a mi hermanita —dijo Alek fríamente desde donde estaba.

Aprovechamos el momento para marcharnos corriendo.

Avanzamos hasta los campos. La ciudad tampoco era demasiado grande y no creo que la gente se haya dado cuenta del gran grupo de niños de doce en adelante que fueron corriendo por media ciudad llevando solo pijama. Descansamos un poco cuando ya estábamos alejados de la ciudad. Hicimos una gran fogata para darles calor a los niños y que no murieran por el frío de las últimas noches de otoño. El escuadrón de Azael decidió hacer la primera guardia aunque se les veía bastante cansados. Entre ellos estaba la chica que hizo crecer la estalagmita desde el subsuelo del internado.

Alek y yo nos quedamos con ellos porque también necesitábamos hablar un poco. Morenyt y su escuadrón descansarían unas dos horas y tomarían la segunda guardia hasta el amanecer. En cuanto a los niños, estaban algunos durmiendo alrededor de la fogata y los demás estaban muy pegados unos a otros hablando entre ellos. Uno moreno de ojos claros se acercó a nosotros abrazándose a sí mismo.

—Gracias —dijo a Alek con una gran sonrisa de felicidad los ojos vidriosos—. Cumpliste tu promesa.

—No me agradezcas, Lionel —le dijo Alek abrazándolo con un brazo—. Solo hice lo que creí mejor.

Se me hacía muy extraño ver a mi hermano siendo simpático con los demás. Era muy nostálgico y algo doloroso el verlo así. El estaba cambiando. El planeta vida lo estaba cambiando. No estaba mal pero no me hacía sentir bien. Era como si... realmente le agradará estar ahí. Y eso no me gustaba.

Probablemente mi sonrisa se había congelado por lo que estaba pensando, porque Lionel me vió con preocupación y se apartó de mi hermano.

—Iré a dormir. La verdad estoy algo cansado por haber marchado esos cuatro kilómetros.

—Ve tranquilo —le dijo Alek.

Ví como el chico caminaba con sus zapatos beige. Me recordaba un poco a su hermano. Pero Lionel tenía un ambiente distinto. Cuando Cecil estaba con nosotros, normalmente se ponía a molestar a Vanessa, o, a coquetear con las chicas que veía, exceptuando a mí por ser la hermana de su compañero de piso. Lionel se veía muy inocente como para hacer eso.

—¿Te hiciste daño? —me preguntó mi hermano refiriéndose a mi brazo.

—Hace rato me dolía un poco, pero ya estoy bien. Gracias por salvarme.

—No te imagino sin tu brazo. Además, nadie puede lastimarte así en mi presencia.

Me quedé callada por varios segundos. No porque no supiera que responder, sino porque estaba recordando el momento en que mi brazo casi deja mi cuerpo para siempre.

—Alek, recuérdame porque vinimos a aquí.

—Porque le había prometido a Lionel que lo sacaría de ese...

—¡No eso! —le interrumpí levantando la voz— ¡¿Por qué vinimos al planeta vida?!

Los presentes alrededor me vieron como a una loca por un momento.

—Yo quería saber más de mi padre y quería saber si todo lo que retrataba era real o él estaba mal de la cabeza. Tú viniste por lo mismo.

—No —respondí bruscamente, ya algo enojada sin saber por qué —. Yo vine porque no quería dejarte solo.

—Pink. Kira quería venir conmigo, no iba a estar solo. Pero la verdad agradezco que seas tú en su lugar.

La sonrisa que hizo viendome era demasiado bonita. Pero me generaba violencias mentales el verlo tan feliz. Él nunca había estado así en la tierra. Cuando les digo nunca, me refiero a que NUNCA en mi vida lo había visto sonreír de esa manera.

—Deja de sonreír de esa manera —le ordené—. Últimamente no eres tú. Es como si te alegrara el estar lejos de Jared, de Kira y... ¡John! Es como si no los echaras de menos.

—Pink, eres tú la que está actuando muy extraño. Porsupuesto que los extraño mucho, pero no puedo rendirme por eso. Tenemos que seguir adelante con esto para poder tener suficiente como para encontrar la gente y lo que necesitamos para construir el portal y volver a casa. El que los extrañe tampoco quiere decir que no pueda hacer amigos aquí.

—Este no es nuestro sitio Alek. Somos terricolas.

—Pink. Por primera vez en todo lo que tengo de vida, tengo a personas que me aprecian y me conocieron a mí primero antes que a ti.

—Eso es mentira —intenté ganarle la discusión—. También tuviste amigos en la tierra.

—¿Enserio? —dijo sarcásticamente— ¿Quienes? ¿Tu novio, el cual solo decidió darme una oportunidad por ser tu hermano? ¿Kira, que solo nos aprecia por haber metido a su padre corrupto a la carcel de por vida?

—¿Que tal Simon?

Sus ojos se volvieron vidriosos y se enrojecieron un poco. Creo que no debí haber mencionado el tema fuerte. Mi hermano, se alejó sin decir nada hacia los oscuros campos.

—¿A dónde va, compañero? —preguntó el castaño de cuernos azules que habló conmigo en el templo de Zanamo.

—¡Solo iré a dar una vuelta, Azulis! —respondió Alek sin detenerse ni girar un poco la cabeza.

Probablemente quieran una explicación ahora. Creo que les he ocultado un par de cosas sobre mí y mi hermano. Volvamos a cuando Alek y yo teníamos catorce y estudiábamos en esa escuela para chicos súper dotados de inteligencia.

Les diré la verdad. El tener mil terabytes de conocimiento, no nos volvía más maduros, ni tampoco quitaba el hecho de que éramos adolescentes. Llegó un momento en el que se difundió el rumor de que mi hermano era gay. Simon era un chico de la escuela, estaba interesado en mi hermano o al menos eso es lo que todos creían, incluyéndome. Simon invitó a mi hermano a salir y yo lo convencí de aceptar. Y salieron durante un mes, hasta que un día Alek llegó enojado al departamento en el que vivíamos aunque la escuela tenía dormitorios apartados. No sabíamos por qué estaba enojado, pero días después vimos que él ya no hablaba con Simon. Simon un tiempo después intentó disculparse con mi hermano. Todavía recuerdo sus palabras.

—Alek. Te pido disculpas, porque me doy cuenta de que lo que hice estuvo mal y no debí tratarte de esa manera. Espero que algún día puedas perdonarme. Ya tengo una novia y también espero que tú puedas conseguir a ese alguien especial para ti.

Eso se lo dijo por teléfono, y mi hermano sabe que pude oírlo. Yo pensé que pudieron quedar como amigos después de eso. Y nunca supe qué hizo Simon para que mi hermano se quebrara tanto. Pero en esos tiempos Alek tenía un carácter bastante frágil. Por eso creí que no era algo tan grave. Sentí el haber nombrado a Simon, pero no quería disculparme con Alek.

Mi propio ego me impedía disculparme con él.

***

Finalmente amaneció. Caminamos un poco más hasta llegar a un campo de dientes de león como el de antes. Igual harían falta mis flores para poder teletransportar a doscientas personas hasta el campamento que había montado el escuadrón de Strike durante la noche.

—¿Crees que puedas hacer más aros de tus flores? —preguntó Azael—. O por lo menos uno. No importa si tengo que transportarlos uno por uno. Los necesito para extender mi poder.

—Puedo intentarlo —le dije.

Extendí mis brazos hacia el suelo y pensé en flores. Pero no sucedía nada. Tenía sentido, estaba cansada, molesta y hambrienta. Mi estómago hizo un ruido algo sonoro.

—Será más difícil si tienes hambre —explicó Azael levantando su mano—. Morenyt, ya sabes que hacer.

La de pelo azul sacó un cuchillo y le cortó la mano. No había sangre. En su lugar salía un fluido muy parecido a la miel pero menos espeso y con un olor tan dulce como el chocolate. Azael puso una botella bajo la herida para atajar todo el líquido ámbar. Luego me dió la botella.

—Debes beberlo —dijo, pero yo estaba viendo a su mano sobre el suelo, él se dió cuenta de eso—. No te preocupes, volverá a crecer en media hora. Una vez Morenyt me voló una pierna y tardó solo unas horas en crecer. Y soy comestible. Suena turbio, pero es la verdad.

Me llevé la botella a la boca y lo bebí lentamente saboreando el nectar. Me sentí mejor de inmediato. Probablemente el nectar tenía algún efecto mágico. Volví a extender mis manos al suelo pensando en flores y de inmediato comenzaron a crecer flores formando grandes aros hasta que ya fueron veinte.

—Creo que es todo lo que puedo hacer por ahora.

—Es más que suficiente —agradeció Morenyt—. Con dos viajes, ya estaremos todos allá. Rápido —le dijo a los chicos que rodeaban el sitio—, cinco en cada circulo de flores.

Obedecieron sin rechistar.

Azael se puso en medio y se sentó en el suelo sacando raíces de su única mano que se enterraron. Unos segundos después todos los que estaban rodeados por las flores desaparecieron, dejando semillas de dientes de león en su lugar. En el segundo viaje nos fuimos el resto.

Aparecimos en otro campo de dientes de león. No tan lejos pudimos ver aquellas siembras de trigo en las que comenzó todo. Nos adentramos hasta llegar al gran lago de agua cristalina. Habían unas diez cabañas algo grandes hechas de madera a varios metros del lago. Strike estaba esperándonos con su escuadrón de diez.

—Misión cumplida —dije con satisfacción al ver a los chicos entrando en las cabañas.

Entré a una de ellas a ver qué tenía. Había trigo amontonado para que pudieran dormir. Traer camas habría sido algo complicado pero el trigo se veía cómodo y cálido. Teníamos un plan para traer comida. Cerca había un gran molino y estaban rodeados por kilómetros de trigo. Por alguna razón, el trigo crecía a pesar del frío, probablemente era algo natural en el planeta vida o quizá este trigo estaba muy modificado genéticamente para soportar el frío. Podrían hacer pan y también tendrían que ayudar a criar ganado con las granjas más cercanas. Que por cierto, eran muchas y eran enormes. La semana siguiente les llevarían libros para que no dejen de estudiar y les explicamos que podían irse cuando quisieran.

La mayoría prefirió darse su tiempo antes de volver con sus padres.

Esto pronto estaría en las noticias y ya seríamos conocidos con algún nombre raro de rebelión. Era mejor que la gente nos eligiera nombre a que lo hiciéramos nosotros. Así les dejaríamos conocernos desde su propio punto de vista. Y cuando estos chicos volvieran a las ciudades, hablarían muy bien de nosotros. Teníamos ya medía guerra ganada y apenas estábamos comenzando.

Estás más que hundida, Mariah.

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