Parte 4.
Ya era la hora de la clase de orquesta y como siempre llegué a tiempo y puntual. Lo sorprendente es que Elliot también había llegado puntual a la clase, de hecho había llegado antes que yo.
El profesor llegó poco después de mí y enseguida empezó la clase. Elliot lo hizo genial, nunca pensé que podría conseguirlo, todo el mundo estaba tan fascinado que paró a media pieza dejándonos solos a los dos. El aura mágica apareció de forma repentina y aún más fuerte que las veces anteriores, era una auténtica gozada tocar junto a él.
A terminar la clase el profesor vuelve a llamarnos a su lugar en el aula.
- Nunca pensé que pudierais lograr tal resultado en una sola semana, ha sido fantástico.- nos felicitó.
- Muchas gracias.- respondimos los dos al unísono.
- Ya que os podéis conectar tan bien quiero proponeros algo, ¿Qué os parece tocar juntos en el concurso entre escuelas?
Tanto Elliot como yo nos acabábamos de quedar de piedra, no sé qué pensará él pero yo he soñado toda mi vida con participar en ese concurso. Desde pequeña iba a verlo con mi padre, ya que él era el profesor de piano de una de las escuelas que participaban.
- ¿Lo dice enserio?- pregunté sin creerme nada de lo que estaba pasando.
- Sí, totalmente enserio, quiero que toquéis en el concurso, sería una buena experiencia para vosotros.
- Bueno, a mí no me desagrada la idea.- dijo Elliot para mi sorpresa.
- Entonces decidido, ensayad mucho y no me defraudéis.
Y así el profesor nos dejó solos en el aula por segunda vez desde que conozco al pianista incomprendido.
Nos pusimos a tocar un rato más antes de irnos. Cuando estábamos por el pasillo vimos a Ethan y si no me equivoco la expresión de Elliot cambió por completo, ahora parecía más serio.
- Eli, ¿Te apetece tomar algo conmigo?- me preguntó sin hacer caso a la presencia de mi acompañante.
- No puede, ella ya tiene planes conmigo.- le respondió Elliot secamente cuando yo aún estaba por abrir la boca.
- Oh, no me había dado cuenta de que estabas aquí.
Elliot no hizo ningún caso al comentario de Ethan, solo me cogió del brazo y me llevó hasta la cafetería. Me agarró tan fuerte que casi me dolía, pero en el fondo sabía que solo era porque estaba enfadado, sabía que no quería hacerme daño.
Una vez en la cafetería Elliot pidió un té verde con menta para mí y un té negro con extracto de fresa para él.
- Gracias Elliot, es mi té favorito.
- Lo sé, Eli.- me respondió con una sonrisa encantadora muy poco propia de él.
- ¿Cómo lo sabes?- le pregunté incrédula.
- Bueno, estoy atento a lo que bebes cuando estás por aquí.
La naturalidad con la que lo dijo me molestó, pero no quería hacer ningún comentario que pudiera arruinar todo lo que estaba pasando. Por una vez Elliot y yo estábamos hablando como gente normal, sin gritos ni nada parecido.
La molestia era sobre todo porque acababa de admitir que me observaba como si no importara nada.
Tras una charla animada y sonrisas de las que traen secretos oscuros y deseos insatisfechos "según mi madre" me acompañó hasta la puerta de mi cuarto donde se despidió como un caballero. De repente llamó mi atención pronunciando mi nombre como si le acariciara la lengua, en ese momento acercó la mano a mi oreja y con un movimiento rápido sacó una flor ¡DE MI OREJA! De esa manera y con una gran sonrisa en la cara le despedí.
Mientras intentaba abrir la puerta, pensaba en todo lo que había pasado en la última semana cuando alguien me tocó la espalda. De la impresión me giré rápido para descubrir a Ethan a pocos centímetros de mí.
- Hola.- me dijo con una sonrisa diferente a la de siempre.
Esta sonrisa era mucho más oscura y muchísimo más tenebrosa que la que me dedicaba normalmente. Lo único que se me ocurrió en el momento fue devolverle la sonrisa como si no hubiera notado nada raro, aunque en el fondo estaba algo asustada.
- ¿Qué haces aquí Ethan?- le pregunté haciéndome un poco la loca.
- He venido a verte, ¿no es suficiente razón?
- En realidad no pero...
- Pero nada Elizabeth, por lo menos ahora puedo hablar sin que Elliot esté de por medio.
Algo iba mal, no sabía el qué, pero algo iba mal. Él no era el Ethan de siempre, no estaba sonriendo ni siendo del todo amable. Cada vez me daba más miedo, lo único que sabía es que Elliot era un tema delicado y que Ethan había estado esperando a verme a solas.
- Lo siento Ethan pero ahora no es un buen momento, tengo sueño y no creo que sea buena idea hablar aquí donde cualquiera puede oírnos.- no sé qué era lo que estaba intentando hacer pero por ahora parecía funcionar, ya que Ethan estaba considerando la idea de dejarme marchar por ahora.
De repente algo pareció iluminarse en la mente de Ethan, dándose cuenta de lo que tramaba yo. Negó bruscamente la cabeza y expiró fuertemente en señal de frustración, en ese momento un aliento fétido a base de alcohol llegó hasta mí dándome ganas de vomitar.
- No vas a darme la espalda por Elliot.
- ¿Pero qué dices Ethan?
Cada vez entendía menos lo que pasaba y cada vez tenía más ganas de que Elliot estuviera aquí. Sabía que si Elliot estaba Ethan se achantaría y dejaría este sin sentido... por el momento.
- He dicho ¡que no vas a darme la espalda por Elliot!
- Tranquilo Ethan, nadie te está dando la espalda ahora, soy toda oídos.- dije en un intento de tranquilizarlo y que dejara de gritarme.
Desde pequeña había aprendido dos cosas: la primera es que a un borracho hay que tranquilizarlo e intentar que no sepa que le tienes miedo (mi padre era un borracho de ojos verdes, los cuales yo había heredado) y la segunda es que siempre que me gritaban acababa llorando desconsoladamente.
- Más te vale que estés atenta. Lo único que quiero de ti es que tengas lo que quieres. Llevas pidiendo a gritos que alguien te dé lo que quieres que ni siquiera puedo soportarlo.
Esto era el colmo. ¿Qué se supone que es lo que él cree que quiero? No puedo ni pensar que es lo que se le está pasando por la cabeza a esta persona a la que apenas reconozco. Ya no estoy tan segura de que este sea el Ethan que conocí en la sala de orquesta, que sea el mismo chico que toca el piano de forma mediocre pero apasionada.
- Lo único que quieres es que alguien te folle como nunca has imaginado joder. Llevas pidiendo a gritos un buen polvo desde que te conocí tocando sola en la sala. Esa carita de niña buena se te da bien, pero lo que eres de verdad es una calientabraguetas.
¡PERO QUE ESTÁ PASANDO! Esto no es para nada lo que me había imaginado. ¿Cuándo he dado yo esa imagen de la que me habla? Espero que solo sea el alcohol el que habla.
- ¿Pero qué es esto Ethan? ¿Una broma?
- ¡No estoy para bromas ahora Elizabeth! Vamos, solo uno y ya mañana seremos los mismos de siempre, deja que te de lo que quieres y ya está.
- Yo no quiero esto.- dije. Y lo decía totalmente en serio, yo no quería nada parecido.
- No seas mentirosa Elizabeth.- dijo agarrándome del brazo con fuerza y malicia suficiente como para que ya se me saltaran las lágrimas.
En cuanto se disponía a hacer algo de lo que posiblemente se arrepentiría el resto de su vida algo lo detuvo por la espalda. Al levantar la vista por encima de la cara de Ethan vi a Elliot con una expresión que nunca había visto en él, era una mezcla de rabia y miedo, pero sobre todo ganas de matar a la persona que tenía a su alcance. Ethan se había detenido del todo, casi temblando se giró, justo a tiempo para que la mano de mi salvador/pianista incomprendido le marcara una buena bofetada. Ethan me soltó pero se encaró a Elliot salvajemente, dispuesto a matarlo si hacía falta.
Yo por mi parte no sabía que estaba pasando ni por qué había ocurrido esto, me encontraba totalmente perdida, sin saber que hacer más que sollozar sentada en el suelo de espaldas a mi puerta.
Volví en mí cuando Ethan estaba en el suelo casi sin poder hablar, ya derrotado por los golpes que mi caballero de pelo negro y ojos azules le asestaba sin ninguna compasión.
Al darme cuenta, de repente, de que Elliot no se detendría por si solo me levanté y lo agarré en un intento desesperado de que parara. Mi caballero de pelo negro paró en seco y se giró rápidamente cegado por la rabia del momento que acababa de presenciar.
Al verme llorar y negar con la cabeza se alejó por completo de Ethan, aunque aún no se decidía por darle la espalda.
- ¿Estás bien Eli?- me dijo mirándome atentamente, como si me registrara en busca de heridas o magulladuras.
En ese momento no podía articular ni una palabra por lo que simplemente asentí con la cabeza mientras daba gracias a Dios sabiendo que gracias a Elliot esto solo quedaría en un susto.
- Entra a tu cuarto, cierra la puerta y espérame, volveré en un segundo, ¿de acuerdo?
Yo volví a asentir con la cabeza ante su voz algo más serena que antes, intentaba tranquilizarme diciéndome que volvería y no me dejaría sola en un momento así.
Elliot se alejó tirando de Ethan por el pasillo mientras yo abría la puerta y entraba rápido en mi habitación. No podía creerme lo que acababa de ocurrir, no podía hacerme a la idea de que aquel personaje era el simpático y agradable Ethan, pero sobre todo no podía imaginarme que empujaría a ese chico a pensar y decir eso de mí.
Al poco rato y todavía sin tiempo suficiente como para calmarme del todo, sonó el teléfono. Mi madre me estaba llamando y no sabía se responder ahora era buena idea debido a lo alterada que estaba pero respiré hondo y descolgué la llamada.
- Hola mamá.- saludé cerrando los ojos mientras rezaba por que no se diera cuenta de lo que me pasaba.
- Hola cariño, ¿Cómo va todo?
Era la primera vez que la voz de mi madre me tranquilizaba tanto. Normalmente ella me presionaba para que me concentrara en la música y en ninguna otra cosa más, pero ahora estaba encantada de oír su voz.
- Todo bien mami, el profesor quiere que participe en el concurso entre escuelas con un chico de segundo que toca el piano.
- ¿Enserio? Eso es genial mi niña, ¿y ese chico te gusta?
- Bueno, es simpático y me cae muy bien, pero yo no diría que me gusta.
- Ya me contaras como va con él, te llamo otro día que ahora tengo una reunión, deséame suerte.
- Suerte mamá, te quiero.- le dije antes de que me colgara.
Estaba más tranquila debido a la llamada inesperada de mi madre, pero aún no lo suficiente como para dejar de pensar en todo lo ocurrido. Cuanto más pensaba en todo menos entendía de repente una pregunta cruzó mi mente como un relámpago... ¿Cómo sabía Elliot lo que estaba pasando si ya había tenido tiempo de abandonar el edificio cando llegó Ethan?
Mientras pensaba en una respuesta coherente tocaron en mi puerta. Antes de abrir pregunté quién era y una voz muy familiar respondió:
- Soy yo Eli, abre.
Abrí la puerta despacio y con toda la calma de la que era capaz en ese momento mientras la figura de Elliot iba apareciendo tras la entrada.
- Pasa Elliot.- le dije con la cabeza baja para que no viera mis ojos llorosos y enrojecidos.
Pasamos un rato en silencio. Yo cada vez estaba más calmada y segura ya que la presencia de mi pianista incomprendido ejercía ese efecto sobre mí.
- ¿Seguro que estás bien?- preguntó él rompiendo el silencio por fin.
- Sí, muchas gracias por aparecer siempre en el momento oportuno.
- No hay de que, cualquiera hubiera hecho lo mismo en mi lugar.
- Sabes que eso no es verdad Elliot.- le dije con una pequeña pero sincera sonrisa.
- Por fin sonríes.- dijo él regalándome una sonrisa mucho más amplia que la mía.
Me senté en la cama y él me siguió con la mirada, algo le preocupaba y yo lo sabía, pero no estaba segura de querer saber lo que pasaba por su cabeza.
Empezamos a hablar de los acontecimientos recientes, cobre todo de lo que sentía sobre ellos, cuando la pregunta volvió a aparecer en mi cabeza.
- Elliot, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Claro, lo que quieras nena.
- ¿Cómo sabías lo que estaba pasando en el pasillo?
- Bueno, conozco bien a Ethan y sabía que algún día pasaría esto, aunque normalmente sucede a la quinta vez que lo rechazas.
- Aah, claro.- le dije sin creérmelo del todo.
Sabía que Elliot había tenido tiempo de sobra para salir antes de que Ethan llegara, por lo que algo no cuadraba, pero me daba igual.
Esa noche también la pasé con Elliot, esta vez sí que fui consciente del brazo de mi pianista incomprendido desde el principio. La fuerza y ternura con la que me agarraba, no me agobiaba pero tampoco me dejaba ir. En definitiva era una manera inconsciente de decir que no quería que me fuera de su lado.
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