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Parte 3.


Por la mañana me sentía agotada, era la primera vez que no quería levantarme de la cama para ir a clase. La noche anterior le había gritado a Elliot antes de darle un portazo en las narices. Durante las primeras clases pensaba en los porqués de las advertencias que Elliot me había hecho sobre Ethan, en por qué se odiaban, etc.

Según se iba acercando la hora del ensayo, más pensaba en lo que había dicho Elliot el día anterior. ¿Vendría a este ensayo cuando se había saltado tres? Da igual, lo único que tenía claro es que tenía que sacarme su imagen de la cabeza, que tenía que acabar con ese pelo negro como la noche que enmarcaba de forma ilegal esos ojos azules como el mar del Cabo.

Ya era la hora y yo estaba frente a la puerta de la sala de orquesta, increíblemente no quería entrar, tenía miedo de lo que pudiera pasar dentro. Al final reuní el valor suficiente y atravesé la puerta para encontrarme un Elliot sentado al piano esperando mientras interpretaba tristesse de Chopin de forma hermosa y un tanto melancólica, solo de escuchar un poco ya estaba derramando lágrimas mientras recordaba mis momentos más tristes.

Al darse cuenta de que estaba siendo observado, Elliot paró de tocar y se dio la vuelta para encontrarme en medio de un sollozo.

- Lo siento, no me había dado cuenta de que estabas aquí.- me dijo casi con voz dulce.

- Tranquilo, ha sido una interpretación muy buena de Chopin.

- Caray, no sabía que las violinistas supieran de autores que no compusieran para su instrumento.

- Mi padre era pianista así que crecí con sus interpretaciones como nanas para dormir.

- Interesante, ¿te apetece ensayar o prefieres seguir hablando?- dice él de forma tranquila, aunque sus ojos están divertidos, como si se riera de mí.

- Toquemos algo, te dejo elegir primero.- le digo en señal de paz.

Y así por una vez pude tocar con Elliot más de una pieza seguida, dos horas en un concierto que ojalá nunca terminara, notas hermosas de piezas que elegíamos para que todo fuera perfecto. Primero tocamos verano de Vivaldi seguida de la fuga de Bach y luego Caprichos de Wienawski.

Cuando ya los dos no podíamos tocar más y estábamos agotados empezamos a hablar como si nunca nos hubiéramos odiado.

- ¿Puedo preguntar una cosa?

- Claro, dime Elizabeth.- dice él mirándome con curiosidad.

- ¿Por qué eres tan distinto cuando tocas solo conmigo que cuando nos vemos fuera del aula?

- Bueno, no es que sea distinto, es que cuando toco el piano me olvido de los problemas y me concentro en lo que de verdad llevo dentro. Además tú también cambias cuando tocas, eres más dulce con el violín.

- No soy más o menos dulce, lo que me ocurre a mi es que tocaba cuando me sentía sola y ahora toco sobre todo cuando tengo algo que expresar y no tengo a quien decírselo.

- Vaya, parece que los dos tocamos para desahogarnos más que por gusto.

- Quizás ningún buen músico toque por que sí, sino por algún motivo oculto de su vida.- le dije en un ataque de filosofía musical.

- Es posible, oye Elizabeth, ¿de verdad te cae tan bien Ethan?- pregunta después de una pausa más que notable.


- Bueno, no es mal chico. ¿Qué tienes en su contra?

- Pues que lo conozco bien, ¿Qué te parece si hoy entro a tu cuarto?

Mi cara podía expresar todo lo que sentía, no entendía por qué había dicho eso y tampoco como iba a entrar a mi cuarto si siempre tenía todo cerrado con llave.

- No podrías entrar ni aunque te lo propusieras.- dije con más confianza de la que sentía.

- Pruébame.- me contestó con una sonrisa maliciosa de esas de las que ya me estaba acostumbrando.

Cambiamos de tema y tras una charla que varió desde música hasta mis zapatos de dormir color malva pasaron las dos horas y Ethan apareció para llevarme a tomar algo por tercera vez consecutiva.

Esta vez acepté que me llevara hasta el pasillo de mi habitación pero no le dejé entrar, puede que sea inocente pero no soy idiota. Además corre la posibilidad de que Elliot se haya colado tal y como dijo hace unas horas.

Cuando Ethan se marcha más bien enfadado y murmurando algo por lo bajo entro en mi habitación con intención de registrarlo todo por si Elliot ha cumplido lo que dijo en la sala de orquesta. Después de un rato dejé la búsqueda dando por hecho que Elliot no estaba dentro, por lo que me preparé y me puse el pijama para irme a dormir de una vez.

Tenía mucha sed y de una manera que se podría describir como la de un zombie, me levanté para comprar agua en la máquina dispensadora del fondo del pasillo. De camino a la máquina tropecé contra algo duro pero blando, algo como una persona con abdominales duros como piedras. Recuerdo mirar hacia arriba y ver una sonrisa, también recuerdo haber pedido agua antes de que todo se volviera negro.

Al despertar estaba en mi cama, pensando en la última vez que me había pasado algo así. Cuando era pequeña era sonámbula y hacia mucho que no volvía a pasarme. En el momento de salir de mi cama noté que alguien me rodeaba con su brazo desde la espalda y al darme la vuelta encontré a Elliot agarrándome mientras roncaba plácidamente.

Pegué el grito más grande hasta la fecha despertándolo de su sueño de forma poco agradable, de un salto se me puso encima y me tapó la boca pero le mordí y así nos calmamos un poco.

- ¿Qué coño haces aquí?- le dije todavía con la voz elevada a más no poder.

- Te traje a tu cuarto porque te encontré en el pasillo medio zombie, creo que ibas a por agua.

- Aah bien y ¿Cómo es que estabas en el pasillo?

- Bueno, yo...

- Estabas saludando a tu amiga ¿no?- le digo en tono de falsa inocencia, pues ya había hablado lo suficiente con las de académica de la fama que tiene Elliot con las chicas.

- Más bien te estaba esperando a ti, te dije que me colaría en tu cuarto ¿no?

- Serás cretino, ¿acaso no sabes hacer las cosas de forma más normal?- le dije aun cabreada sin motivo.

- Bueno, si por más normal significa colarme por la ventana como hago para saludar muchas veces pues avísame que lo hago.

- Eres idiota.- respondí como si fuera un punto y final en la discusión.

Me levanté de la cama dispuesta a tomar una ducha pero no encontraba mi toalla de ositos amarilla y marrón. Cuando por fin la encontré era vagamente consciente de que Elliot seguía en mi habitación. Fui a la ducha con lo necesario para vestirme en el baño o eso pensaba hasta que me disponía a vestirme, se me habían olvidado mis braguitas a juego con mi sujetador talla 100 copa C. de todas formas salgo con el uniforme puesto aunque sin ropa interior abajo, cuando me encuentro con mi acosador, más conocido como el pianista incomprendido veo que me regala una sonrisa cómplice de una travesura.

- ¿Se te ha olvidado algo Elizabeth?- me dice haciendo aún más perversa su sonrisa.

- Sabes bien que sí.- le respondí atravesándolo con la mirada.- dámelas.

- Toma, toma, no hace falta que te pongas así.

- Mira, me da igual si le haces esto a tus "amigas" pero a mí ni se te ocurra hacérmelo de nuevo.

- Vale, braguitas de seda.

Me tomé un momento para mirarlo antes de que la ira se apoderase de mí por llamarme de ese modo. Su pelo alborotado seguía enmarcándole la cara de una forma ilegalmente sexy y sus ojos azules estaban clavados en los míos. Por otro lado su cuerpo parecía relajado aunque tenso, duro pero suave, ser así de perfecto debería estar penado por ley. Su boca era el paraíso de toda chica, labios tersos y carnosos, perfectos para un pequeño mordisco juguetón por cualquiera de las partes y cuando hablaba era como un sueño ya que movía los labios de forma hipnótica como si cada palabra estuviera medida para sonar así. Era increíble que hasta el movimiento de su pecho fuera motivo para desconcentrarme.

Le arranqué mi ropa interior de las manos y me apresuré a ponérmela sabiendo que no me veía ya que estaba mirando su teléfono móvil.

- Nena, si no apuras llegaremos tarde a clase y al ensayo.

- ¿Cómo acabas de llamarme?- dije con una sonrisa que ni yo reconocí en mi propia cara.

- ¿Nena?- dijo él, cauteloso, dándome una respuesta y una pregunta a la vez.

- No sabía que fueras un sentimental, Elliot.

Y así recogí mis cosas y empujándole lo saqué de mi habitación por delante de mí.

En ese momento la puerta de la habitación, situada al lado de la mía, se abrió y de allí salió una chica de tercer curso, lazo verde en el uniforme. Ella abrió mucho los ojos al ver a Elliot saliendo del cuarto de una chica de primero, pero aun así lo saludó con una sonrisa radiante.

- Hola Natalie.- la saludó él cortésmente.

- Hola Elliot, veo que tienes buena compañía.- dijo ella antes de dirigirse a mí.- Soy Natalie.

- Elizabeth, un placer conocerte.- me presenté de buena manera sabiendo que tener una conocida de tercer curso podría serme de utilidad más de una vez.

Y así la chica se fue sin mirar atrás pero con una sonrisa que rozaba la complicidad en un acto travieso pero agradable del que yo no me daba cuenta.

Elliot y yo seguimos caminando tranquilamente y en completo silencio mientras mi cabeza analizaba todo lo que acababa de pasar en el pasillo. De repente me di cuenta de todo, la fama de Elliot con las chicas, sumada al hecho de que siempre que me lo había encontrado en el pasillo estaba "saludando a una amiga" y por último el hecho de que conocía a la tal Natalie.

- ¿estás saliendo con Natalie?- le pregunté de sopetón antes de dudar y arrepentirme de ello.

- No, pero nos vemos de vez en cuando.- respondió él evitando mirarme a los ojos.

Desde este ángulo y viendo a Elliot de perfil me di cuenta de los tres aritos de su oreja, el primero estaba en la parte superior y los otros dos lo seguían de cerca. No me había dado cuenta de los piercings hasta ahora ya que lo normal es que me perdiera en su mirada, pero en este momento estaba evitando mirarme y yo lo estaba observando mejor que nunca.

- Vamos, que te acuestas con ella ¿no?

Mi acompañante se queda con los ojos como platos y mirándome con extrañeza, posiblemente le sorprende que una chica educada y amable como yo acabe de decirle algo así.

- ¿Eso a qué viene?- me suelta en un tono en el que se distingue algo de enfado pero sobre todo ¿diversión?

- Bueno, tengo mis contactos... las chicas de la parte académica de la escuela pueden ser muy instructivas.- le dije sonriendo tristemente.

- ¿Con qué clase de gente te juntas?

- Bueno, me junto contigo ¿no?

La tensión entre nosotros podría haberse cortado con un cuchillo en ese momento, ni siquiera me había dado cuenta de que la semana en la que Elliot y yo deberíamos haber ensayado se había acabado. Hoy a última hora era orquesta y deberíamos demostrar al profesor que habíamos aprovechado bien el tiempo.

- Intenta hacerle saber al profesor que sabes tocar como tocas conmigo a solas ¿vale? No quiero estar otra semana tocando sola.- le dije antes de tomar mi camino hacia la clase de violín.

A la hora del almuerzo fui a la cafetería en busca de algo que comer, estaba muerta de hambre y como cualquier chica estoy de mal humor si no como. Un chico que se encontraba delante de mí me empujó y casi me caigo al suelo de no ser por el caballero que me acaba de agarrar. Me di la vuelta para agradecerle la buena acción cuando vi a Elliot justo a mi espalda. No podía imaginar que hubiera sido él pero ¿quién si no?

- Gracias Elliot.- le dije dedicándole mi más bonita sonrisa.

- De nada Elizabeth.

- Llámame Eli de una vez, sé que te mueres de ganas.

- Vaya, de haber sabido que de este modo podría llamarte Eli lo habría hecho hace tiempo.

Le dediqué la última sonrisa antes de pedir mi comida y la suya, la cual le di justo antes de marcharme.

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