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Parte 2.


Los tres días siguientes fui yo sola a la sala de orquesta, Elliot por su parte no tenía intención de ir a ensayar conmigo. Tocaba durante dos horas por si le daba por aparecer en el último momento pero nunca lo hacía. Parece que tendré que aguantar yo sola el resto de la semana.

El quinto día en medio del violin romance de Beethoven escucho que la puerta hace el amago de abrirse dando a conocer al responsable, un chico de pelo rubio oscuro, labios perfectos y ojos color miel, dulces como una trampa mortal en la que caería cualquiera.

- Perdón, no sabía que hubiera alguien dentro.- dice él moviendo su boca de forma hipnótica.

- No pasa nada, ya me iba.- respondo avergonzada.

- ¿Eres violinista?

- Sí.- respondo con apenas un hilo de voz.

- ¿Te importaría mucho tocar conmigo una pieza?

- Para nada, sería todo un placer.- digo aún más avergonzada, es un chico amable y dulce, todo lo contrario a Elliot.

El chico se sienta al piano y empieza una preciosa interpretación de claro de luna y yo me sumo a él como si de una pareja de jóvenes profesionales se tratara. Las notas llenan la habitación de forma hermosa pero falta algo y cualquier profesional en el tema hubiera estado de acuerdo conmigo. La coordinación entre nosotros es buena pero no lo suficiente, es una interpretación perfecta pero sin sentimiento, no llegaría a nadie que la escuchara. Mis profesores anteriores me hubieran regañado por tal actuación.

Al terminar la pieza los dos nos quedamos en silencio por un segundo, tanto yo como este chico tan lindo y dulce nos hemos dado cuenta de que nuestra interpretación no ha sido del todo buena.

- Tienes muy buena técnica.- dice él con una gran sonrisa.

- Gracias, tú también has estado genial.- Respondo con una sonrisa tan grande como la suya.

- Eres muy buena para ir a primer curso, seguro que fuiste a una muy buena academia.

- No es para tanto, de hecho los primeros cuatro años fui autodidacta, nadie me enseñó a tocar el violín desde cero.

- Guau, eso es impresionante, lo normal es que te metieran en una escuela desde pequeña.- dice sorprendido.

Para ser sincera hay algo en sus ojos que se oscurece cada vez que me mira, pero decido ignorar esta horrible sensación cuando me sonríe abiertamente invitándome a algo en la cafetería.

De camino hacia allí nos encontramos con una presencia de lo más inesperada y desagradable, Elliot.

- Hola.- saluda mi acompañante a este ser desconocido del universo.

- Buenas Ethan.- le responde Elliot chocándole la mano.

Nunca había visto a Elliot tan amigable, aunque solo lo había visto unas tres veces en mi vida, pero aun así no pensaba que Elliot fuera el chico simpático que estaba viendo.

- ¿A dónde vas?- Le dice Ethan al señor pianista incomprendido.

- A ningún sitio en realidad, voy a tocar un rato. ¿Y tú?

- Voy a tomar algo con esta chica tan mona.- Dice Ethan señalándome.

Elliot se queda con los ojos muy abiertos al verme, parece que no hubiera notado mi presencia hasta ese momento. Yo por mi parte le dedico tan amplia sonrisa que se queda boquiabierto.

- Hola Elliot.- Le saludo sin perder mi encantador y amable gesto.

- Hola, aún no han pasado dos horas, ¿seguro que ya puedes irte?- me dice en proceso de recuperar la compostura perdida al verme.

- Claro, ya que no te dignas a aparecer por la sala no tengo que quedarme tanto tiempo, yo no soy la que necesita practicar.- le digo seca y rotunda.

- Bueno, em... será mejor que nos vayamos.- interrumpe Ethan.

- Sí, claro.- Respondo aferrándome al brazo de mi acompañante.

El resto del trayecto es de lo más pacífico, tomamos un té tranquilamente y acompañando con una charla animada sobre música y conciertos. Anécdotas sobre los nervios y la forma de sortearlos en nuestras interpretaciones. Las risas volaban por el ambiente.

- ¿Cómo te llamas?- me pregunta por fin mi acompañante.

- Elizabeth Greene, tu eres Ethan ¿verdad?

- Sí, supongo que estuviste atenta cuando nos encontramos con Elliot.

- Claro que estuve atenta, ¿de qué os conocéis?- le pregunté realmente llena de curiosidad.

- Vamos juntos a la clase de piano, estamos casi al mismo nivel en habilidad.- dice haciendo una pausa bajando la cabeza- no entiendo por qué dicen que es uno de los mejores cuando no es la gran cosa. ¿De qué lo conoces tú?

- Vamos a la clase de orquesta juntos y se supone que tengo que enseñarle a coordinarse conmigo, pero si no viene no lograré nada.

- Bueno, la culpa no es tuya así que no creo que pase nada malo.- me dice dedicándome otra vez esa sonrisa tan encantadora que hace que casi se me derrita el corazón.

Al terminar nuestra bebida y siendo ya la hora de que vaya a mi habitación para prepararme y dormir, me despido de Ethan.

- Deja que te acompañe hasta tu cuarto.- dice ofreciéndome su compañía.

- No gracias, puedo ir sola.

Cuando llego al pasillo en el que se encuentra mi habitación veo una figura, que para nada parece de mujer, viniendo hacia mí.

- Vaya, dos veces en el mismo día.- dice la figura con una voz más que familiar para mí.

- Hola Elliot, ¿acaso me persigues?- le digo seca y sin ánimo en la voz.

- No te creas tanto, estaba saludando a una amiga.

La sonrisa estúpida de Elliot me enfría la sangre y hace que de alguna forma no soporte estar delante de él.

- ¡Genial! Espero que tu amiga te soporte mejor que yo.

- Ala, si la pequeña Eli tiene dientes.- Dice casi al borde de un ataque de risa.

- Solo mi madre me llama Eli, no te creas tanto como para poder llamarme así.

- Vale, vale, no hace falta que saques las garras, ¿te llevas bien con Ethan?

Admito que la pregunta me desconcertó, no me esperaba tal nivel de interés viniendo de él, alguien a quien en apariencia, al menos, no le interesaba nadie.

- Pues sí, me llevo bastante bien con él, le conocí hoy y la verdad es que me sorprende que alguien como tú pueda tener amigos tan agradables.- le dije sin pensar, algo de lo que me arrepentí al ver la expresión maliciosa y oscura que se formó en el rostro de Elliot.

- Créeme, no somos amigos, solo respetamos el terreno del otro.

- ¿Terreno?- pregunte con tanta inocencia como cabía en mi voz.

- Digamos que él tiene su grupo y yo el mío.- dijo con total naturalidad como si estuviera hablando de algo tan trivial como su helado favorito.

- Ah, bien, si no te importa estás contra la puerta de mi cuarto.- le dije haciendo un gesto para que se apartara.- Buenas noches Elliot.

- Buenas noches Elizabeth. Por cierto, no te conviene andar con él.

Esas fueron las últimas palabras que oí ese día y que no comprendía para nada. ¿A él que le importa con quien ande yo? En todo caso no importa, solo me preparé restándole interés al tema y me fui a dormir con mi conciencia e inocencia tranquilas.

El sexto y penúltimo día al llegar al ensayo, siempre puntual, saqué mi Stradivarius. En el momento en el que me disponía a tocar la op. 35 del concierto para violín de Tchaikovski, escuché la puerta abrirse dando paso de nuevo a la imagen más agradable que puedo imaginar.

Ethan apareció tras la entrada y se precipitó hacia la sala para regalarme su sincera y austera compañía.

- Vaya, hola de nuevo.- le dije con una media sonrisa, ya que sospechaba que hoy había venido sabiendo que yo estaba aquí.

- Hola. ¿Te apetece volver a tocar algo conmigo?

Me daba algo de cosa volver a tocar junto a él puesto que nuestra actuación conjunta de ayer no había sido nada del otro mundo, haciéndonos quedar como músicos mediocres.

- Siempre será un placer, Ethan.

- Elige tú la pieza, ayer empecé a tocar yo y ni siquiera te había preguntado.

- ¿Te apetece un ave María?- le pregunté amablemente.

- Mm... me parece genial, es una pieza increíblemente hermosa.

Y así empezamos una más que mediocre interpretación, esta vez aun peor que la anterior, Ethan se des coordinaba de mí y a veces incluso se equivocaba, acabando con la magia que pudiera contener la hermosa pieza de Schubert.

Al terminar la pieza escuchamos unas risas provenientes de la puerta del aula. Al virarme hacia la entrada veo a Elliot a punto de estallar en carcajadas.

- Esa interpretación ha dado algo más que pena, ha sido horrible, ¿queréis que os enseñe como se hace?

- Por favor, todo tuyo Elliot.- le digo con aire irónico.

- Bueno si insistes, Elizabeth elige tu pieza más complicada por favor.

<<Un gran error por su parte señor Scott, acaba de pedirme la pieza más complicada, en ese caso prepárese para el baile de los duendes de Antonio Bazzini>>, pienso. Si logra seguir el ritmo del acompañamiento reconoceré sus habilidades con el piano.

Al empezar la pieza Elliot la reconoce enseguida y empieza un acompañamiento perfecto y en exacta sincronía con mi Stradivarius. Una vez más tocar junto con el pianista incomprendido era maravilloso, había momentos en los que incluso pensaba que un aura mágica nos envolvía de forma hermosa.

Al terminar la pieza tuve la sensación de que Ethan estaba a puntito de derramar más de una lágrima.

- Vaya, ha estado genial.- le dije a Elliot.- no sabía que pudieras hacer un acompañamiento tan perfecto.

- Hay muchas cosas que no sabes de mí.- me respondió con una sonrisa más que traviesa.- ¿Tienes algo que hacer ahora?

- Bueno, voy a la cafetería con Ethan.

- Oh, entonces nos vemos mañana.- Dijo Elliot tranquilo e incluso triunfante.

- Ya bueno, nos veremos si te dignas a aparecer en el aula a la hora que acordó el profesor.

Una vez más rechacé el ofrecimiento de Ethan a acompañarme a mi habitación y una vez más me encontré con el señor Scott en el pasillo.

- Te dije que no te conviene andar con Ethan.- me dice Elliot al verme.

- Bueno y yo te digo que eso no es asunto tuyo, solo somos amigos.

- Luego no digas que no te lo advertí. Me apuesto lo que quieras a que ya te ha dicho lo de "¿te acompaño a tu habitación?"

- Eso no es asunto tuyo.- le dije sacando toda la sequedad posible.

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