V E I N T E | S U D O R Y L Á G R I M A S 🌂
«El mundo del espectáculo era cruel y difícil. Y no mentiría que se me ha pasado por la mente dejar mi pasión por lo duro que era»
Ava Delacroix.
El sol de la tarde londinense se reflejaba en las ventanas del imponente edificio frente a la que Ava Delacroix se encontraba. Sus ojos, una mezcla de determinación y aprensión, recorrían la fachada hasta detenerse en las ventanas del segundo piso, donde las siluetas de las bailarinas se movían con gracia y precisión. Desde su posición podía ver fugazmente algunos movimientos, de los cuales había aprendido alguno gracias a su mejor amiga Grayson. Era como observar un lugar lleno de cuerpos en movimiento, cada giro y salto una explosión de color y energía.
Ava respiró hondo el aire fresco de Londres llenando sus pulmones como si quisiera infundirle el valor que tanto necesitaba. Sus manos, ligeramente temblorosas, se aferraban a la correa de su bolso de baile como si fuera un salvavidas en medio de un océano de incertidumbre. Mientras lo minutos seguían pasando hasta llegar a las 5 en punto de aquella tarde, donde empezaría su primer día de entrenamiento.
El edificio, con su fachada de ladrillo rojo y sus grandes ventanales, parecía intimidarla, como un gigante dormido a punto de despertar.
Si, iba a ser un camino difícil. Pero era su sueño. Quería ser bailarina, participar en musicales, pero debía quitarse de encima uno de sus mayores miedos, que era el miedo escénico. El peor de todos y el que juraba que nunca conseguiría superarlo. Más sabiendo que en 3 meses debía presentarse frente a un teatro lleno hasta el tope de público para hacer una obra teatral musical.
Suspiró y se dijo a sí misma;
—Vamos, Ava —murmuró en voz baja—. Es solo un ensayo... Solo un primer día de ensayo. No me voy a alistarme a la marina.
Pero sabía que era mucho más que eso. Era el primer paso en un camino que podría llevarla a cumplir sus sueños o a enfrentarse a sus peores miedos. O quizás, era el primer paso para su final del sueño que lleva años luchando y sacrificándose por conseguir.
Con un último suspiro, Ava se armó de valor y cruzó la puerta principal. El interior del edificio era un contraste sorprendente con el exterior. Paredes blancas inmaculadas, espejos por doquier y el suave sonido de una melodía lejana creaban una atmósfera casi etérea. Ava se sentía como una persona mirando desde un agujero pequeño un lugar de ensueño, un mundo nuevo y desconocido que la llamaba y la asustaba a partes iguales.
Mientras subía las escaleras, cada paso resonaba en sus oídos como el sonido tedioso de un reloj, recordándole que no había vuelta atrás. Al llegar al segundo piso, la música se hizo más fuerte, una melodía seductora que parecía llamarla.
Antes de que pudiera tocar la puerta del aula de baile, esta se abrió de golpe, revelando a una mujer que ya había visto anteriormente hacía pocos días. Con un porte que exudaba autoridad y gracia a partes iguales. Sus ojos, tan intenso, se clavaron en Ava con una mirada penetrante que parecía leer cada uno de sus pensamientos.
Ava juró sentir el miedo por creer que quizás esa mujer, la dueña del local, de espectáculo, la que tan estricta era y de la cual su profesora Chloe Bonnet la había hablado tanto.
Carraspeó esperando a que Jade dijese algo.
—Ah, Papillón —dijo la mujer, una sonrisa enigmática curvando sus labios—. Justo a tiempo.
Ava parpadeó, sorprendida, carraspeó.
—Thomas...
—Señora Thomas —corrigió la mujer, colocándose un mechón de cabello ordenado tras su oreja, y viendo la joven Ava las uñas perfectamente pintadas—. Bienvenida a tu primer día en el infierno, querida.
Ava tragó saliva, insegura de cómo interpretar esas palabras. ¿Era una broma? La expresión de Jade no daba ninguna pista.
—Vamos, no te quedes ahí parada —continuó Jade, haciendo un gesto para que Ava la siguiera al interior del aula—. Tenemos mucho trabajo por delante y el tiempo es oro.
El aula de baile era un espacio amplio y luminoso, con espejos que cubrían una pared entera y barras de ballet en otra. En el centro, un grupo de mujeres, todas ellas mayores que Ava, realizaban una coreografía compleja que parecía desafiar las leyes de la física. Sus movimientos eran fluidos, sensuales, una mezcla perfecta de fuerza y delicadeza.
Todas y cada una de las bailarinas poseían unos cuerpos de escándalo, dignos de diosas que Ava juró que esas mujeres tenían mucha más fuerza y musculatura que nadie. Y no era de extrañar al ver los bailes tan perfectos que hacían.
Ava se sintió inmediatamente fuera de lugar, como un patito feo en medio de un grupo de cisnes. Las bailarinas, al notar su presencia, detuvieron su rutina, sus ojos escrutadores recorriendo a Ava de pies a cabeza.
Nada más verla, sabían que era la joven que bailó para Jade y Chloe, y juraron que olieron esas ganas que tenían de hacer un poco la vida imposible a la joven Ava.
Ava, en cambio, notó aquella sensación de agobio de entrar a un lugar que no era el suyo. Lo notaba, sobre todo por como la miraban a ella.
—Señoritas —anunció Jade con su voz cortando el silencio como un cuchillo—. Les presento a nuestra nueva bailarina, Ava Delacroix. Aunque ya la vieron el otro día en la audición... Espero que la hagan sentir... bienvenida.
El tono de Jade sugería que "bienvenida" podía significar muchas cosas, y no todas ellas agradables.
—Estará todo el mes ensayando con ustedes y las dos últimas actuaciones del mes de marzo participará con ustedes en la función del viernes por la noche —contestó Jade.
Una de las bailarinas, una mujer alta y esbelta con el cabello rubio recogido en un moño apretado, dio un paso al frente. Su ropa, bastante ligera y mostrando su musculatura, sobre todo sus caderas y sus hombros bien formados por el baile, mucho más que Ava. Sus ojos, de un azul glacial, se clavaron en Ava con una frialdad que hizo que la joven se estremeciera.
—Victoria Brown. —Se presentó la mujer, aunque Ava escuchó su nombre el otro día en la audición. Su voz tan afilada como una navaja—. Supongo que serás nuestro nuevo juguetito.
Ava no hizo ningún gesto, incapaz de encontrar su voz. Victoria la miró de arriba abajo, sus labios curvándose en una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Estaba analizando el cuerpo de ella. Si bien Ava hacía deporte y tenía cuerpo de bailarina, para el gusto de Victoria era demasiado "delgada" para su grupo de bailarinas. Y eso que no se podía decir que Ava no tenía musculatura, porque tenía un cuerpo de deportista, hombros definidos, piernas musculadas y curvas. Pero parecía que no podía encajar en ese grupo de baile. Y lo sintió por la mirada que le dedicaban todas a ella que no era bienvenida.
—Bueno, veremos cuánto duras —dijo Victoria, antes de volverse hacia Jade—. ¿Dónde quieres que la pongamos?
Jade señaló un espacio vacío en la parte trasera del aula.
—Allí estará bien por ahora. —Jade se acercó a su bailarina estrella y le dijo. —Victoria, quiero que seas su mentora. Enséñale los pasos básicos.
Victoria pareció a punto de protestar, pero una mirada de Jade la silenció. Con un suspiro exasperado, hizo un gesto a Ava para que la siguiera.
—Bien, novata —dijo Victoria mientras caminaban hacia el fondo del aula—. Espero que seas una aprendiz rápida, porque no tengo tiempo para repetir las cosas.
Ava asintió nerviosamente, consciente de las miradas de las otras bailarinas sobre ella. Se sentía como un cordero en medio de una manada de lobos, vulnerable y expuesta.
Victoria comenzó a mostrar una serie de pasos, sus movimientos tan rápidos y complejos que Ava apenas podía seguirlos con la mirada, mucho menos con su cuerpo. Cada vez que intentaba imitar un movimiento, Victoria chasqueaba la lengua con desaprobación.
Parecía hacerlo adrede, buscarle los pasos más difíciles para hacerle la vida imposible a los ensayos de la novata del grupo.
—No, no, no —decía Victoria con su voz cargada de frustración—. ¿Es que no tienes sentido del ritmo? Es uno, dos, tres, giro. No uno, dos, giro, tres. —Victoria se acercó a la joven y le susurró. —Repítelo, poca cosa.
La joven no quiso protestarle, menos cuando era su primer día de ensayo, pero estaba odiando como la estaban tratando.
Ava se esforzaba por seguir las instrucciones, su cuerpo tensándose más con cada crítica. El sudor comenzaba a perlar su frente, y sus músculos protestaban por el esfuerzo inusual. A su alrededor, las otras bailarinas continuaban con su rutina, sus movimientos fluidos y perfectos un cruel recordatorio de su propia torpeza.
—Eres demasiado flaca. Deberías levantar pesas y comer más, poca cosa —respondió una cruel Victoria Brown mientras la analizaba como si fuese alguien que ha salido del infierno.
Las horas pasaban como una eternidad para Ava. Cada minuto se sentía como una batalla, cada paso un desafío. Victoria no mostraba piedad, empujándola más y más allá de sus límites. Las otras bailarinas ocasionalmente lanzaban miradas de soslayo, algunas con curiosidad, otras con desdén apenas disimulado.
Finalmente, después de lo que parecieron siglos, Jade dio por terminado el ensayo. Ava se desplomó en el suelo, su cuerpo temblando por el agotamiento. A su alrededor, las otras bailarinas comenzaron a recoger sus cosas, algunas riendo y charlando entre ellas como si las últimas horas de intenso ejercicio no hubieran sido más que un juego.
Victoria se paró frente a Ava, su sombra proyectándose sobre la joven exhausta.
—Bueno, novata... Esto no es ballet, ni los bailes pijos que practicáis en la prestigiosa academia de Londres —dijo, su voz un mezcla de burla y condescendencia—. Esto es baile duro, no es el cabaret suave de antes. Es baile erótico, sin llegar a lo obsceno, movimientos rápidos, saber sujetarte de tus propios brazos y hacerlo todo de lo más elegante posible y para eso necesitas masa muscular. Y parece que tienes mucho que aprender. Espero que mañana vengas más preparada.
Las risas de las otras bailarinas resonaron en los oídos de Ava como un eco cruel. Se sentía humillada, agotada y completamente fuera de lugar. Mientras las demás salían del aula, Ava permaneció en el suelo, preguntándose si había cometido un error terrible al aceptar este desafío.
Jade se acercó a ella, su expresión indescifrable.
—¿Y bien, Papillón? ¿Qué te ha parecido tu primer vuelo?
Ava levantó la mirada, sus ojos brillantes por las lágrimas contenidas.
Había sido la peor experiencia jamás vivida. La más dura y terrorífica y lo peor es que sentía que esas bailarinas tenían la razón. Lo único que pensaba era marcharse y no volver más allí. Ya le diría algo a su profesora Bonnet. Pero ahí no iba a volver a pisarlo, no era lo suyo y nunca conseguiría estar a la altura.
—Creo... Creo que esto no es para mí —dijo en voz baja con la derrota pesando en cada palabra—. Tal vez debería rendirme.
Mientras veía a la joven bailarina, Jade arqueó una ceja, una chispa de algo quizás ¿decepción? ¿desafío? No lo sabía, pero sus ojos parecían brillar por ello.
—¿Rendirte? Oh, no, querida. Esa palabra no existe en mi vocabulario, y ciertamente no debería existir en el tuyo.
Se agachó junto a Ava, su voz bajando a un tono más suave pero no menos intenso.
—Escúchame bien, papillón. El mundo del baile, especialmente este tipo de baile, no es para los débiles de corazón. Es duro, es cruel, y te desafiará de maneras que ni siquiera puedes imaginar ahora.
Ava la miró, sorprendida por la súbita muestra de... ¿compasión?
Jade continuó;
—Pero también es hermoso, liberador y, cuando lo dominas, te hace sentir como si pudieras volar. Y tú, mi querida papillón, tienes alas. Solo necesitas aprender a usarlas.
—Pero las otras bailarinas... —comenzó Ava.
—Las otras bailarinas —interrumpió Jade—. Están asustadas. Ven en ti una amenaza, aunque aún no lo sepan. Victoria, en particular, ve en ti lo que ella fue una vez; joven, talentosa, llena de potencial e inexperta. Nadie nace sabiendo.
Ava parpadeó, sorprendida.
—¿Victoria? Pero ella parece odiarme.
Jade soltó una risa suave.
—Oh, querida. Victoria no te odia. Está asustada de ti. Esas murallas que ha construido, esa dureza, es solo un mecanismo de defensa. Si logras atravesar esas murallas, conocerás a la verdadera Victoria. Y créeme, vale la pena el esfuerzo —murmuró Jade como si nada—. Cuando la conocí venía porque sus padres la echaron de casa y no tenía nada para poder sobreviví. No sabía ni siquiera caer de puntillas, y ahora es mi bailarina estrella. No pienses en lo mucho que sabe, sino en lo mucho que ha sufrido para llegar hacia donde se encuentra.
Se puso de pie, extendiendo una mano para ayudar a Ava a levantarse.
—Ahora, ve a casa, descansa, y mañana vuelve lista para luchar. Porque esto, papillón, es solo el comienzo.
Ava tomó la mano de Jade, sintiendo una nueva determinación crecer en su interior. Mientras salía del edificio, notaba sus músculos cansados, empezando a sentir las molestias de todos los nuevos ejercicios que había hecho ese día, el sol del atardecer bañando las calles de Londres en un resplandor dorado, Ava se dio cuenta de que este día, por duro que hubiera sido, era solo el primer paso en un largo viaje.
Y mientras caminaba hacia casa, sus músculos protestando con cada paso, Ava sintió algo que no había sentido en mucho tiempo; esperanza. Porque tal vez, solo tal vez, Jade tenía razón. Tal vez tenía alas. Y tal vez, con tiempo y esfuerzo, aprendería a volar.
De pronto, su móvil sonó y el nombre de aquel hombre que la traía totalmente loca la hizo empezar a recordar todo lo que pasó en la habitación de aquel hotel.
Al contestar, dijo;
—Hola Tiger.
—Ava, te noto extraña. ¿Ocurrió algo?
Ella suspiró al saber que era algo bastante largo de contar.
—Tardaría bastante en explicártelo.
Mientras caminaba deseosa de irse a su casa a darse una buena ducha, escuchó a Tiger decirle;
—En media hora vengo a buscarte y me lo explicas con tranquilidad durante el viaje —susurró.
—Espera... ¿A donde? No estoy preparada para una cena, ni una gala ni nada.
La risa dulce de Tiger sonó tras el teléfono y dijo;
—Para donde te voy a llevar no hace falta vestirte de gala. Tan solo sé tu misma como siempre. Te prometo que vamos a estar a solas —murmuró.
Intrigada, aceptó.
🌂
El Aston Martin verde de Tiger brillaba por las calles de Londres como una joya en movimiento, reflejando las luces de la ciudad en su carrocería pulida. En el interior del lujoso vehículo, Tiger y Ava se encontraban sumidos en un silencio cómodo, solo interrumpido por el suave ronroneo del motor y la música suave que sonaba de fondo en la radio.
Ava miraba por la ventana, su mente aún dando vueltas a los eventos del día. Las luces de la ciudad pasaban como estrellas fugaces, reflejándose en sus ojos pensativos. Su cuerpo, aún dolorido por el intenso ensayo, se hundía en el asiento de cuero, agradeciendo el confort que le proporcionaba.
Tiger lanzaba miradas de reojo a su acompañante, notando la tensión en sus hombros y la arruga de preocupación en su frente. Conocía esa mirada; era la misma que él tenía cuando se enfrentaba a un desafío particularmente difícil en los negocios.
—¿Qué ocurre, Ava? —preguntó finalmente, su voz suave rompiendo el silencio como una piedra cayendo en un estanque tranquilo—. Tenemos todo el tiempo del mundo para hablar.
Ava se sobresaltó ligeramente, como si hubiera olvidado por un momento dónde estaba. Se giró hacia Tiger, sus ojos encontrándose con los de él por un breve instante antes de volver a mirar por la ventana.
—Yo... —comenzó apenas en un susurro.
Se detuvo, insegura de cómo continuar. ¿Cómo explicarle a este hombre, este magnate tecnológico, que estaba a punto de convertirse en una bailarina de cabaret?
Tiger esperó pacientemente, dándole el espacio que necesitaba para encontrar las palabras adecuadas mientras la noche en Londres tan solo mostraba todo lo que se iluminaba la ciudad. Su mano izquierda descansaba relajada sobre el volante, mientras que la derecha se movió instintivamente hacia la palanca de cambios, rozando suavemente la rodilla de Ava en el proceso.
Ese pequeño contacto pareció darle a Ava el valor que necesitaba. Respiró hondo y comenzó a hablar, las palabras saliendo en un torrente.
—La señora Bonnet me ha conseguido un trabajo —dijo, las palabras saliendo atropelladamente—. Dice que es para poder ganar experiencia y quitarme el miedo escénico de encima. Es... —Cuando lo miró a los ojos, no sabía ni como empezar—. Bueno, es como bailarina de cabaret.
Se detuvo, esperando ver la reacción de Tiger. Para su sorpresa, en lugar de shock o desaprobación, vio una sonrisa de orgullo formándose en sus labios.
—Ava, eso es maravilloso —dijo Tiger, su voz llena de sincera admiración—. Es una gran oportunidad para ti.
Realmente parecía orgulloso y deseoso de ver como avanzaba todo aquello.
En cambio, Ava parpadeó, sorprendida por su reacción.
—¿De verdad lo crees? Yo... No estaba segura de cómo te lo tomarías.
Tiger soltó una suave risa.
—¿Por qué no iba a tomármelo bien? Es una oportunidad para que ganes experiencia, para que te fortalezcas como bailarina —contestó para luego mirarla fugazmente antes de volver la vista hacia la carretera—. Somos novios falsos mediante un contrato, pero aunque fuese tu novio de verdad, no tendría que ponerme celoso por tu trabajo. Es lo que más amas y yo no soy quien para arrebatártelo, es más... Quiero verte crecer en lo que te apasiona —susurró dejando a Ava totalmente atónita.
Estaba tan acostumbrada a las malas reacciones de su ex, que eso en un hombre le parecía totalmente inédito. También era cierto que lo poco que había conocido en hombres le habían hecho mucho daño física y emocionalmente, pero Tiger... Tiger demostraba que no todos los hombres eran así y Ava se agradeció conocerlo y saber que los hombres no eran todos iguales.
Mientras hablaba, el Aston Martin dejaba atrás los últimos suburbios de Londres, adentrándose en carreteras más rurales. Los edificios dieron paso a campos verdes y bosques frondosos, el paisaje cambiando tan rápidamente como la conversación en el interior del coche.
—Además —continuó Tiger—. Será una excelente manera de enfrentar tu miedo escénico.
Ava asintió, sorprendida y conmovida de que Tiger recordara ese detalle.
—Sí, es cierto. Era la idea de Chloe Bonnet. Tengo que ensayar cada tarde para las dos funciones que daremos a finales de marzo. Y digamos que mis compañeras de baile no son las más simpáticas del país.
—Suena intenso —comentó Tiger, sus ojos volviendo momentáneamente a la carretera antes de mirar de nuevo a Ava—. Pero estoy seguro de que estarás a la altura del desafío. Y respecto a tus compañeras... Mira, todos hemos sido novatos alguna vez en nuestra vida y, por desgracia, es difícil empezar. Pero te harás con ellas.
Ava sintió que un peso se levantaba de sus hombros. La aprobación y el apoyo de Tiger significaban más para ella de lo que quería admitir. Sin embargo, una duda persistía en su mente.
—¿No crees que... Bueno, que no pega conmigo? —preguntó con su voz traicionando su inseguridad—. Quiero decir, ese baile es tan... sensual y atrevido. Y yo soy...
—Eres perfectamente capaz de ser sensual y atrevida —interrumpió Tiger con una voz firme pero cariñosa—. Ava, eres una mujer hermosa y talentosa. El cabaret será solo otra forma de expresar tu arte.
Las palabras de Tiger calentaron el corazón de Ava, derritiendo algunas de sus inseguridades. Sin embargo, mientras la conversación sobre el cabaret llegaba a su fin, Ava se dio cuenta de que habían estado viajando durante un buen rato y el paisaje a su alrededor era completamente desconocido.
—Tiger —dijo, mirando por la ventana con curiosidad—. ¿A dónde vamos exactamente?
Una sonrisa enigmática se dibujó en los labios de Tiger.
—Es una sorpresa —respondió, sus ojos brillando con un secreto bien guardado—. Tendremos un viaje de una hora y media aproximadamente.
Ava frunció el ceño, una mezcla de intriga y preocupación en su rostro.
—Pero estoy muy cansada después del ensayo de hoy. No creo que esté en condiciones de hacer mucho.
Tiger extendió su mano derecha, tomando la de Ava y dándole un suave apretón.
—No te preocupes, Bella. El lugar al que vamos es tranquilo, perfecto para descansar. Solo estaremos nosotros dos.
El calor de la mano de Tiger se extendió por el brazo de Ava, calmando sus nervios y haciendo que su corazón latiera un poco más rápido. Se permitió relajarse en el asiento, dejando que el suave movimiento del coche y la presencia reconfortante de Tiger la acurrucaran.
El paisaje continuaba cambiando a medida que avanzaban. Los campos abiertos dieron paso a colinas cubiertas de bosques, los árboles formando un túnel verde sobre la carretera. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados mientras que en la ciudad ya estaba totalmente el cielo oscuro, creando un espectáculo que robaba el aliento.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad y un instante al mismo tiempo, Tiger giró el volante, llevando el Aston Martin por un camino de grava que se adentraba en el bosque. Los árboles se alzaban a ambos lados como centinelas silenciosos, sus ramas entrelazándose sobre sus cabezas y creando un dosel natural.
El camino se ensanchó de repente, revelando un claro en medio del bosque. Y allí, como si hubiera brotado del propio bosque, se alzaba una casa que quitaba el aliento. Era una estructura moderna, con líneas limpias y ángulos audaces, pero que de alguna manera se integraba perfectamente con el entorno natural.
Los tonos negros y grises de la casa contrastaban bellamente con el verde exuberante del bosque que la rodeaba. Grandes ventanales reflejaban el cielo, haciendo que la casa pareciera brillar con luz propia.
Tiger aparcó el Aston Martin frente a un garaje discretamente integrado en el diseño de la casa. Apagó el motor y se giró hacia Ava, cuyos ojos estaban abiertos de par en par, maravillada por la vista.
—Bienvenida a mi casa, Bella —dijo Tiger, su voz suave y cálida como el atardecer que los rodeaba.
Ava se quedó sin palabras por un momento, su mirada pasando de la casa a Tiger y de vuelta a la casa. Era como si hubieran entrado en otro mundo, un refugio secreto lejos del bullicio y las presiones de la ciudad.
—Tiger, esto es... Es increíble —logró decir finalmente, su voz llena de asombro.
Él sonrió, claramente complacido por su reacción.
—Me alegro de que te guste. Pensé que sería un buen lugar para que descanses y te recuperes después de tu intenso día.
Salió del coche y rodeó rápidamente para abrir la puerta de Ava, ofreciéndole su mano para ayudarla a salir. El aire fresco del bosque los envolvió, trayendo consigo el aroma de pinos y tierra húmeda.
Mientras caminaban hacia la entrada de la casa, Ava no pudo evitar sentir que estaba entrando en un nuevo capítulo de su vida. Un capítulo lleno de desafíos, sin duda, con la obra de la Bella y la Bestia, con el cabaret y sus nuevos ensayos, pero también lleno de posibilidades emocionantes.
Y mientras Tiger abría la puerta, invitándola a entrar en su refugio privado, Ava sintió una oleada de gratitud. Gratitud por esta oportunidad, por el apoyo de Tiger, y por la fuerza que estaba descubriendo en sí misma.
El futuro era incierto, lleno de pasos de baile por aprender y miedos por superar. Pero en ese momento, con Tiger a su lado y ese santuario esperándola, Ava se sintió lista para enfrentar cualquier desafío que el destino le tuviera preparado.
***
Aquí tenéis un nuevo capítulo de Ava y Tiger.
¿Que les ha parecido?
¿Las compañeras de Ava para el espectáculo?
¿La jefa de la función?
¿Ava lo logrará?
¿Tiger y su forma de ser con Ava?
¿Queréis más?
¿Les está gustando?
Nos leemos el miércoles :3
Patri García
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