T R E I N T A Y D O S | M A N Z A N A 🌂
«Esto ya no era solo un contrato para ambos, empezaba a ser algo más»
Ava Delacroix.
Las calles de Roma se deslizaban como una película antigua a través de la ventana del coche, pero Ava apenas registraba su belleza. Su mente vagaba por lugares más oscuros, territorios que intentaba evitar durante el día pero que las pesadillas se empeñaban en traer de vuelta cada noche. Sus ojos, últimamente brillantes y curiosos, reflejaban una sombra de preocupación mientras observaba distraídamente el paisaje italiano.
"Te encontraré".
Las palabras de su última pesadilla resonaban en su cabeza como un eco interminable. En el sueño, él siempre estaba cerca, acechando en las sombras, esperando el momento perfecto para destruir todo lo que ella había construido. Sus dedos se tensaron involuntariamente sobre la tela de su vestido, arrugándola ligeramente.
La idea de contarle a Tiger se había estado formando en su mente últimamente, creciendo como una semilla persistente. ¿Pero cómo explicarle? ¿Cómo poner en palabras algo que ella misma intentaba olvidar? No quería que la mirada de Tiger cambiara al conocer su pasado, que la compasión reemplazara ese brillo de admiración que tanto le gustaba ver en sus ojos.
Tiger, desde el asiento contiguo, no había dejado de observarla. Notaba la manera en que sus hombros se tensaban ligeramente, cómo su mirada parecía perdida en algún punto distante más allá de la ventana.
—¿Todo bien? —preguntó suavemente, su voz grave rompiendo el silencio del interior del vehículo.
Ava parpadeó, saliendo de su ensimismamiento.
—Sí, claro —respondió, intentando sonreír—. Solo... cansada del vuelo.
Tiger no insistió, pero su mirada dejaba claro que no estaba convencido. En lugar de presionar, señaló hacia la ventana.
—Mira, ese es el Trastevere, uno de los barrios más antiguos de Roma. Hay una pizzería increíble en una de esas calles estrechas. El dueño hace la masa como lo hacía su bisabuelo.
El rostro de Ava se iluminó genuinamente al observar las calles empedradas y los edificios antiguos con sus características persianas de madera y balcones llenos de flores.
—Es precioso —susurró, inclinándose hacia la ventana.
—Y espera a ver la heladería que hay cerca de la Fontana di Trevi. Tienen un helado de pistacho que... —Tiger hizo un gesto de satisfacción con las manos.
—¿Has estado aquí muchas veces? —preguntó Ava, agradecida por la distracción de sus pensamientos oscuros.
—Algunas. Los italianos son socios comerciales importantes, pero nunca había tenido tiempo de disfrutar realmente la ciudad. —Sus ojos se encontraron con los de ella—. Esta vez será diferente.
El coche se detuvo frente a un edificio antiguo de tres plantas, con una fachada color terracota y ventanas altas con marcos blancos. No era un hotel convencional, sino más bien una villa convertida en hospedaje exclusivo.
—Bienvenidos —anunció el conductor mientras abría la puerta.
El interior era una mezcla perfecta de antigüedad y confort moderno. Techos altos con vigas de madera expuesta, paredes con frescos restaurados y muebles que combinaban piezas antiguas con toques contemporáneos.
—Es... increíble —murmuró Ava, girando sobre sí misma para admirar el vestíbulo.
Un empleado los guió escaleras arriba hasta su suite. La habitación principal era espaciosa, con una cama king-size cubierta con sábanas de lino blanco y una vista espectacular de los tejados romanos. Una puerta conducía a una segunda habitación, más pequeña pero igualmente encantadora.
Tiger dejó su maletín junto a un escritorio antiguo.
—Tenemos dos días antes de volver a Londres. No es mucho, pero intentaré mostrarte lo mejor de Italia.
—¿Qué lugares podríamos visitar? —preguntó Ava, acercándose a una de las ventanas.
—El Coliseo, por supuesto. La Fontana di Trevi, el Panteón... —Tiger se acercó a ella, colocando sus manos sobre sus hombros.
Tiger se marchó a la cocina mientras que ella se quedaba a dejar sus maletas.
Ella, tras dejar las maletas en su cuarto, caminó hacia un Tiger que se encontraba en la cocina de aquella suite en mitad de aquel hermoso lugar tan natural, lleno de vida y un clima más caluroso de lo que estaba acostumbrada la joven bailarina.
Ella sonrió apoyándose en la isla de la cocina mientras miraba lo que hacía Tiger.
—Después de la reunión me gustaría llevarte a un restaurante esta noche —respondió Tiger mirándola mientras sus manos estaban ocupadas partiendo una manzana.
Ava, elevando la ceja y con la seguridad algo más fuerte que de costumbre, preguntó;
—¿Los 2 solos o vendrá algún ejecutivo?
El collar que él le había regalado descansada en el cuello de Ava, disfrutando de aquel regalo que el magnate le había hecho. Algo tan simple y que tan feliz la había hecho y que Tiger sonreía cada vez que la miraba.
Habían pasado tantas cosas en esos meses que se conocían que parecía haber pasado una eternidad desde el día que se conocieron, cuando se chocaron y ella tenía en su mano sujeta un paraguas violeta que adoró ver en ella.
—Los dos solos —contestó con una sonrisa Tiger.
Y entonces, Ava susurró;
—Vale.
Los ojos de la bailarina observaron las manos tan habilidosas de Tiger y este continuaba con su labor, sin ninguna prisa mientras partía en trozos pequeños una manzana y las colocaba en un pequeño bol. Ella creía que él no tenía hambre después de comer en el avión, pero no le preguntó por ello.
Tan solo le cuestionó;
—¿Te ayudo?
Tiger la miró de reojo con una sonrisa socarrona en su rostro mientras algunos mechones de cabello corto se colocaban frente a sus ojos, dándole un toque perfectamente irresistible.
—No —murmuró, acabando de partir la manzana para luego preguntarle. —¿Recuerdas aquel día cuando hicimos el contrato? —Ava asintió—. ¿Y recuerdas el juego sexual que te prometí de la manzana?
Aquello la dejó totalmente sorprendida.
—Si...
Él tomó el bol en su mano derecha y salió de la cocina para acercarse a ella.
—Vamos a disfrutar de ese juego ahora.
Ella miró el bol con la manzana partida y empezó a notar como una sensación de mariposas en el estómago se quedaban ahí, revoloteando de un lado al otro, notándose incluso algo nerviosa.
Tiger sonrió.
—Me encanta como tus mejillas se sonrojan —contestó con aquella voz que volvía loca a cualquier mujer.
—No tengo ni idea de como será... —confesó la bailarina.
Y el joven contestó.
—Quiero sorprenderte, Ava.
Extendió su mano esperando a que ella se la aceptase y mirándola a los ojos, lo hermosa que se encontraba y como los ojos de ella parecían brillar después de dar pequeños pasos cada día, dijo;
—Deseo que descubras todos los placeres de la vida y este viaje a Italia no es solo para mis negocios, sino para que tu descubras todos los placeres que te he prometido. Ven, por favor —respondió de aquella manera que dejaría sudando a cualquiera.
Ella, sin pensárselo 2 veces, aceptó y tomó la mano de él para caminar juntos hacia el cuarto de Tiger.
Él cerró la puerta y se separó de ella para dejar el bol lleno de trozos de manzana en medio de la cama para luego colocarse frente a ella, con la luz de aquella tarde iluminándolo a él tras aquella ventana mientras que ella lo miraba anonadada.
Fue entonces cuando ella miró la hora y empezó a preocuparse por él.
—Dentro de una hora tendrás esa reunión, ¿tendremos tiempo?
Tiger mirándola de esa manera tan suya, mostró todos sus perfectos dientes para susurrarle;
—Siempre hay tiempo para todo, Ava... Sobre todo si eres tu —contestó. —Y por una simple reunión no voy a dejar de disfrutar el tiempo a tu lado.
Con sus manos, empezó a desabrocharse los botones de su camisa oscura ante la atenta mirada de Ava, que carraspeaba mientras disfrutaba de las vistas de ese magnate quitándose aquella camisa. Sin poder evitarlo, empezó a morderse el labio cuando los abdominales de ese hombre salieron a la luz y la camisa de él resbaló sobre su cuerpo, cayendo al suelo. Todo con tranquilidad, como si el tiempo no le molestase en lo absoluto.
Sus manos bajaron hacia los pantalones, desabrochándolos y dejándolos caer, junto con su ropa interior, quedándose totalmente expuesto ante ella. Ante una Ava que nunca se cansaría de verlo totalmente desnudo.
Ava parpadeó varias veces para no perderse nada y tragó saliva, costosamente al ver el miembro de él ya preparado para ella. Y no pudo evitar sonreír como nunca frente a él mientras deseaba arrodillarse frente a él y saborearlo por completo.
—Nunca me cansaré de ver como te brillan los ojos al verme sin ropa —susurró con una voz ronca como solo él ponía en momentos así.
Tiger sabía que es lo que ella estaba pensando, sobre todo como se relamía ella los labios frente a él y que lo hacía volverlo totalmente loco frente a ella. Pero esa tarde el placer era para ella, solo para ella. Y quería ser un amante perfecto para esa bailarina.
Él empezó a caminar hacia ella y con la diferencia considerable de altura, él le dijo;
—Gírate.
Lo hizo sin quejarse.
Él le retiró el cabello a un lado para luego tomar la cremallera de su vestido y empezar a bajárselo con delicadeza. Tanta delicadeza, que Ava empezó a temblar tan solo porque él tocase indirectamente la piel desnuda de su espalda hasta llegar a la parte más baja. Con los largos dedos de ese hombre, retiraron a cada lado el vestido azul, deslizándose por la piel pálida de la joven para llegar al suelo.
Dejándola tan solo con el sujetador y las bragas de ella, los labios de Tiger se acercaron al oído de ella y le susurró;
—Quítatelo todo.
Y de que manera se lo había susurrado.
Ella le hizo caso, girándose para que él la mirase mientras ambos sonreían de una forma íntima en ese momento tan sensual para los 2.
Tiger, sin pestañear, observó cada movimiento de ella, disfrutando de las vistas como ella lo había estado disfrutando y seguía así.
Sus manos desabrocharon el sujetador, para luego deslizarlo hasta caer al suelo y, sin que ella le diese tiempo, el magnate se arrodilló ante ella para colocar a cada lado de sus caderas sus manos y empezar a bajar las bragas de la joven con tal delicadeza que Ava podría derretirse allí mismo.
Tiger era un amante perfecto, se tomaba su tiempo y se centraba en las caricias. Tanto era así que esas caricias te hacían perder el norte y gritar hasta quedarte sin voz. Ese era Tiger y Ava le fascinaba tal y como era.
Cuando terminó de retirar la ropa interior de ella, sus labios se posaron sobre el estómago de la joven dejando un largo beso para luego levantarse del suelo y murmurarle;
—Ahora, métete en la cama, quédate en el centro sentada de rodillas.
Ella asintió e hizo lo que él le pidió.
Él caminó tras ella y se sentó detrás de la joven, notando Ava la dureza de él en su espalda y que la hizo carraspear, deseosa de que fuese más allá. Entonces, Tiger tomó una venda roja y le susurró;
—Te vendaré los ojos y en ningún momento hables, Bella —aclaró las reglas—. Toma el bol y vete comiendo la manzana y en ningún momento pares. ¿De acuerdo? Haga lo que yo te haga, no pares.
—Si... —susurró con la voz temblorosa de placer.
Ella tomó el bol en cuanto él colocó la venda en sus ojos, tapándole la vista y le hizo abrirse más de piernas en esa posición.
—Inclínate un poco —susurró él.
Ella volvió a hacerlo que él le pidió.
Su cuerpo tembló en cuanto sintió las manos de él en su cuerpo antes de que él se alejase de ella, escuchando unas pisadas por la habitación para luego notar como la cama se hundía, volviendo él tras ella.
—Come.
Ella empezó con la primera pieza y él le fascinó esa imagen, una digna imagen para no olvidar nunca en la vida.
Los labios de ella como se movían mientras comía y como su desnudez deslumbraba en esa habitación. Tuvo que retorcerse para tomarla en ese mismo momento de manera rápida. Quería tomarse su tiempo y que ella disfrutase del placer. No quería algo rápido. Lo quería lento.
—No sabes lo perfecta que estás ahora, Ava... Ojalá pudieses verte con mis ojos.
La besó en la nuca para luego Ava, mientras comía esos trozos de manzana, notaba algo frío en su pecho, como este bajaba hacia su estómago y notó que era algo duro, dejándola con un escalofrío. Luego Tiger colocó algo entre las piernas de ella y, con suma delicadeza, se lo introdujo en el interior, haciendo que ella empezara a gemir antes de que estuviese por completo.
—En un vibrador —susurró Tiger.
Se lo metió lentamente y Ava dejó de comer para empezar a gemir.
Pero Tiger frenó.
—No dejes de comer, Ava. Primera regla.
Ava carraspeó y asintió, tomando otro trocito de manzana para metérselo en la boca y empezar a masticarlo con delicadeza mientras que él continuaba haciendo diabluras en el cuerpo de ella. Y en ese momento, puso en marcha el aparato.
Empezó a moverlo y ella ya empezaba a sentir mucho más calor de lo que sentía en Italia. Las manos de Tiger estaba por todo el cuerpo de Ava, centrándose sobre todo en los pechos de ella mientras que ella era incapaz de comerse una simple manzana.
Y Tiger al ver que ella no le hacía caso, colocó su enorme mano tras el glúteo derecho de ella y le dio una nalgada que la hizo moverse mientras el vibrador seguía entre su interior haciendo todo el trabajo. Y a Ava le fascinó aquello, haciéndola sentir mucho más todo eso.
—Sigue comiendo.
Y ella hizo lo que él le pidió.
La tortura continuó, fascinando a la joven Ava mientras Tiger disfrutaba de las vistas y le encantaba verla de esa manera, encantándole darle placer a esa joven.
En aquella tarde de primavera en Italia, ambos amantes estaban solos en aquel cuarto sin importar el tiempo, ni nadie. Solo ellos 2.
El cuerpo de Ava empezó a temblar mientras seguía tomando algún que otro trozo de manzana hasta que el maravilloso orgasmo llegó y el bol se le cayó en la cama mientras Tiger la abrazaba mientras se corría.
Cuando ella se apoyó en él con su cuerpo cansado, él le retiró el aparato y el bol para dejarlo a un lado. Luego le quitó la venda y abrazándola la besó con delicadeza.
Cuando ella se recuperó, él le preguntó;
—¿Que te ha parecido la manzana? —preguntó Tiger cuando ella se fue recuperando.
Y ella le susurró;
—¿Podremos repetir? —bromeó.
Y él sonríe como nunca.
—Todas las veces que tu quieras, Ava. Pero ahora te quiero totalmente a ti —murmuró de aquella manera.
Ella se giró ña vez recuperada y se sentó sobre él para empezar a besarlo con dulzura mientras que Tiger parecía perderse en ella.
Se le notaba más que enamorado.
Pero no se atrevía a dar ese paso.
—Anoche, al verte sobre el escenario y bailando de esa manera, juré ver el mismo cielo abrirse —contestó mirándola como ella se apoderaba de él—. Eres como un eterno día de navidad, Ava... Y ojalá algún día vieses lo maravillosa que eres.
Ella sonríe.
—¿Cuanto nos queda antes de que te vayas a la reunión?
Él sonrió.
—45 minutos. ¿Que tienes pensado, señorita Delacroix?
Ella mostró su enorme sonrisa.
—Solo dame un condón y lo demás déjamelo a mi.
Él hizo lo que ella le pidió y lo demás fue tan solo una tarde entre amantes, dándose placer mutuo mientras el ambiente italiano inundaba a aquellos jóvenes, alejados de su vida rutinaria, de quienes los conocía, de los problemas. Tan solo estaban ellos, amándose sin decírselo con palabras.
Dejando de lado de ser el magnate y la bailarina.
Tan solo siendo Ava y Tiger.
🌂
Horas más tarde, Tiger se encontraba sentado en una elegante sala de conferencias de un hotel algo más alejado de donde se alojarían. La mesa de caoba pulida reflejaba la luz de las lámparas de cristal, y alrededor de ella se sentaban varios ejecutivos italianos, todos mayores que él por al menos dos décadas.
—Los problemas técnicos con los dispositivos móviles han sido completamente resueltos —explicaba Tiger, su voz firme y profesional—. Todo sucedió por un inconveniente interno. La nueva tecnología que hemos desarrollado supera con creces los estándares del mercado.
—Impresionante, señor Davenport —comentó uno de los ejecutivos, un hombre de cabello plateado y traje impecable—. Pero hay alguien más interesado en su tecnología. ¿Conoce a Jules Black?
Tiger tensó la mandíbula imperceptiblemente.
Recordó la situación con ese hombre cuando Ava se marchó corriendo de aquella gala en Barcelona y fue justo cuando esa noche descubrió las cicatrices de ella. Recordar aquello le hizo sentir unas ganas de partirle la cara a esa persona que le hiciera eso a Ava.
—Lo conozco.
—El señor Black está muy interesado en implementar su tecnología en ciertos proyectos gubernamentales —continuó otro ejecutivo.
—No hago negocios con políticos —respondió Tiger, su voz cortante—. Mi empresa se mantiene neutral en esos asuntos.
—Pero señor Davenport, el potencial beneficio...
—No está en discusión —interrumpió Tiger, levantándose de su silla—. Si esa es la dirección que quieren tomar, me temo que nuestras negociaciones terminan aquí.
Los ejecutivos intercambiaron miradas sorprendidas mientras Tiger recogía sus documentos.
—Piénselo bien, Tiger. Black tiene mucha influencia...
—Buenas tardes, señores. —Se despidió Tiger, dirigiéndose hacia la puerta.
Al salir al vestíbulo, la tensión en sus hombros se disipó instantáneamente. Allí, sentada en uno de los elegantes sofás de terciopelo, estaba Ava. Llevaba un vestido veraniego blanco con suaves tonos pastel que la hacían parecer una visión etérea entre el mármol y los dorados del vestíbulo. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, y la luz de la tarde que entraba por los ventanales la bañaba en un resplandor en su cabello oscuro.
Tiger notó las miradas de envidia que algunas mujeres en el vestíbulo lanzaban en su dirección mientras se acercaba a Ava. No pudo evitar sonreír; ella ni siquiera era consciente del efecto que causaba.
—¿Me estabas esperando? —preguntó, extendiendo su mano hacia ella.
Le había dicho a su chofer y guardaespaldas que tras dejarlo allí la llevase a dar un tour largo en coche por las calles de ese lugar. Pero Ava se decantó por esperando las horas que hicieran falta. Y eso fue lo que más amó de ella.
Ava se levantó con gracia, tomando su mano.
—Quería esperarte.
Tiger la atrajo hacia sí, ignorando las miradas curiosas de los demás huéspedes, y la besó suavemente. Cuando se separaron, los ojos de Ava brillaban con una mezcla de sorpresa y placer.
—Te prometo ir a un restaurante. Quiero que vayamos a cenar a esa pizzería —respondió él.
Mientras salían del hotel, Tiger mantuvo su mano en la parte baja de la espalda de Ava, un gesto tanto protector como posesivo. El sol de la tarde bañaba las calles romanas en tonos dorados, y por un momento, los fantasmas que perseguían a Ava parecieron desvanecerse en la luz del atardecer italiano.
—¿Cómo fue tu reunión? —preguntó ella mientras caminaban por las calles empedradas.
—Como la mayoría —respondió Tiger vagamente, no queriendo contaminar su tiempo juntos con política y negocios, menos nombrarle a aquel político—. Lo importante es que ahora estoy contigo.
Ava sonrió, pero Tiger notó que algo de la tensión que había visto en el coche seguía presente en sus ojos. Algún día, pensó, ella confiaría lo suficiente para compartir lo que la atormentaba. Hasta entonces, él estaría allí, ofreciendo su apoyo silencioso y su protección incondicional.
Unas campanas repicaron en la distancia, y el aroma a pan recién horneado flotaba en el aire mientras la pareja se perdía entre las calles del antiguo barrio romano, dejando atrás tanto las tensiones de la reunión como los fantasmas del pasado, al menos por unas horas.
***
Tenéis un nuevo capítulo de Ava y Tiger.
¿Que les ha parecido?
¿Ava se abrirá emocionalmente a Tiger?
¿La escena de la manzana?
Nos leemos el miércoles :3
Patri García
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