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10

—Diga lo que diga, seguiré siendo tu inspiración —analizó Chuuya con lentitud—. No tengo mucha opción, ¿verdad?

—Tú siempre tienes opciones, cariño —fue su respuesta, tan sensacional y sincera.

—De acuerdo —decidió Chuuya, suspirando y dándole la última calada a su cigarrillo—. Dejaré de ignorarte, pero no prometo nada más.

—Con eso me alcanza —suspiró en nombre del alivio—. Ahora, Chuuya, por más que fallezca a merced de mis ganas de admirar tu belleza en vivo y en directo, necesito ir a buscar más plumas —le mencionó, haciendo una reverencia—. Si me perdonas, iré a gastarme el dinero que iba a ser para las arvejas de los siguientes tres días. 

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—Vamos, no tienes que ponerte así —le apaciguó, acariciando su hombro con dulzura.

—Pero es que dime, ¿no son repugnantes los hombres?

—Tú eres un hombre —alegó, riendo—, y uno increíble.

—Bueno, pero yo soy de edición limitada —le sonrió, tomándole de la mano que acariciaba su hombro—. Estos puercos no, son tediosos y entrometidos.

—No puedes únicamente juzgar por lo que ves desde aquí —defendió con su mirada acaramelada—. Mira dónde te sientas encima, tan lejos. No eres más que un mero espectador.

—Me gusta la soledad y la calma —aseguró, apretando aquella mano para luego cruzarse de brazos.

—Siempre has sido así —murmuró, acomodando sus cabellos con suma delicadeza—. Huraño y listo para despotricar.

—Siempre listo para ello —aseguró, observándole con atención. Se notaba en su mirada que le importaba muchísimo el que se abriera al asunto. Le indicó su regazo—. Ven aquí.

—Esto es muy inusual de tu parte —le respondió entre risillas, aprovechando la oportunidad que se le estaba dando—. ¿A qué se debe?

—Solo quiero abrazarte —le dijo, abrazándole y hundiendo su nariz en su cuello—. Sé que quieres que le dé una oportunidad, y lo haré, te lo prometo.

—¿Me lo prometes de veras, Ryuunosuke?

—Te lo prometo, Atsushi.

Atsushi se aferró a la cabeza de Akutagawa, abrazándole más.

—¿Por qué no te acercas a él ahora que está solo? —le propuso, acariciando su cabello.

—¿Cuándo no está solo? Ese infeliz —farfulló, con el entrecejo fruncido.

De repente las luces se apagaron y Atsushi se sobresalto en las piernas de Akutagawa, quien le sostuvo de la cintura para que no se cayera. Cuando se encendió la luz circular de un reflector barato supieron de qué se trataba.

—¡El baile de Chuuya va a comenzar! —exclamó en un susurro en el oído de su prometido—. Oye, espera, en ese caso ¿no debería alguno de nosotros dos estar ahí en el piano?

Akutagawa negó con la cabeza.

—Me avisó que esta noche quería bailar algo más movido —le explicó—. Me dijo que le pediría a un amigo suyo que tocara la guitarra.

—¿No lo conoces? —le preguntó sumido en la curiosidad. Aquella noche iba a ser la primera en mucho tiempo en el que el piano sería reemplazado.

—Claro que sí, es otro tonto enamorado de Chuuya.

—No me digas —se rio ligeramente, girándose para escrutar el escenario desde su alejado lugar—. Oh, mira, allá está Chuuya.

—Ese no es Chuuya el que ves en el escenario, Atsushi —le dijo, confirmando con su mirada—. Es Michizō Tachihara, el guitarrista de cuarta.

Cuando la guitarra se hizo oír hasta el más ebrio se aferró al silencio.

—Parece un muchacho agradable —le susurró Atsushi en medio del respeto del silencio.

—Supongo, pero no le des mucha importancia —le susurró en respuesta—. No tendrá relevancia para la trama.

—¿Trama? —le preguntó, desconcertado—. ¿Cuál trama?

—Ya sabes, la trama de ese par de tontos —le explicó en voz baja—. Es una forma de decir.

Atsushi se limitó a asentir y atender el espectáculo. El lugar había sido invadido por la paz de los acordes que eran emitidos por los dedos de Tachihara, quien denotaba la mayor de las pasiones cerrando los ojos.

Chuuya se encontraba frente a él, con los brazos levantados y curvados sobre su cabeza.

Akutagawa le miraba con atención, incapaz de entender por qué Chuuya movía a tanto baboso con su mera presencia.

—Chuuya es tan delicado —le susurró Atsushi al oído—. Es tan llamativo.

—Qué tiene de llamativo —le cuestionó. Iba a seguir quejándose, mas la guitarra cambió súbitamente el ritmo a uno que distaba a mil kilómetros de la paz.

Sus manos comenzaron a moverse con frenesí y Chuuya le siguió. A ojos de Akutagawa, Chuuya no hacía más que dar volteretas y cotonear sus caderas con galantería, adornando el espectáculo con extravagancias de sus brazos, como una especie de danza alternativa; debía admitir que se sintonizaba muy bien con la música de Tachihara, pero no era algo mucho más allá de eso. No obstante, el público, incluyendo a Atsushi, estaba desquiciado por él. Se entusiasmaban ante el menor movimiento vulgar que realizase. Akutagawa adoraba a Chuuya, pero nunca comprendería el afán de la gente para amarle con locura y venerarle como si de una deidad se tratase. 

Sin embargo, lo que cautivó la atención de Akutagawa en medio del baile, el barullo y la oscuridad, fue ver hacia dónde se dirigían los ojos de Chuuya. Su amigo, quien nunca jamás abría sus ojos durante sus bailes a no ser que fuese para enfocarlos en el techo ante el erotismo de un movimiento, o en el público en general, los tenía clavados de manera intermitente en la mesa del rincón, al lugar desde el cuál no se veía casi nada. Dirigió su mirada al mismo lugar que Chuuya para confirmar lo que ya sabía: miraba al escritor.

—Qué tipo que me cae mal —suspiró en su frustración, acariciando el puente de su nariz.

Atsushi sintió los movimientos de Akutagawa y oyó que musitaba algo, por lo que se volteó hacia él. En cuanto vio su cara de pocos amigos se rio y le dijo:

—¿El escritor, eh? 

Akutagawa asintió con un notorio fastidio.

—¿Por qué le prestas atención? —le cuestionó. Chuuya se enfadaría si supiera que Akutagawa no le estaba prestando atención por observar a Dazai.

—No le estoy prestando más atención que Chuuya,  de eso debes estar seguro. 

—Déjalo, entonces, ¿no han comenzado a llevarse mejor hace poco?  —le preguntó, siempre abogando por Chuuya y el amor.

—No solo se llevan bien, y eso e lo que me preocupa —le respondió, incapaz de dejar de asquearse ante la conexión de ese par—. Claramente Chuuya está coladito por él, míralo nada más. Cuando todo se fue al garete entre ellos, el escritor me dio mucha lástima y decidí que no era un tan mal tipo, pero porque creía que nunca más progresaría,; creí que quedaría estancado en el lodo y que moriría ahí, pero se mantiene allí. Es insoportablemente tenaz —farfulló—. No solo coquetean en pleno espacio público como unos pubertos, sino que he notado que a veces se vuelven juntos a la madrugada.

—Debes de dejar de pensar que dañará a Chuuya —le dijo a modo de consuelo—. Quién sabe. Quizás y sea el verdadero.

—Lo dudo —decretó antes de desenfocar su vista de Dazai para retornar su atención al escenario. No era que le enloqueciera ver a Chuuya, mas ver a un guitarrista ahí sí era nuevo, y le cabreaba un montón.

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—¿Sentiste eso? —le preguntó Chuuya, quien acarreaba su bolso con el mayor de los cansancios. Su sonrisa coqueta por naturaleza, sin embargo, prevalecía al igual que la elegancia de su andar. 

—¿Qué cosa? —curioseó Dazai, caminando a su lado con alegría—. ¿El frío de mi taburete mientras estuve sentado en el bar, o las cuchillas que salían por los ojos de Akutagawa y se clavaban en mis costillas?

—Eso último es precisamente de lo que hablo —rio, mirando las baldosas del suelo que pisaban de camino a su casa.

—Claro que sí, hasta me costó escribir —suspiró—. No comprendo cómo su prometido parece tan dulce. Por cierto, ¿dónde diablos piensan casarse? Aquí seguro que no.

—No tengo idea —aseveró, elevando los hombros—. Quizás su compromiso no pase por algo legal, si me entiendes.

—¿Quieres decir que es algo de palabra y anillo?

—Posiblemente —asintió. La luna se elevaba sobre ellos tan impoluta como siempre, iluminando el trayecto. 

—Me parece algo maravilloso —respondió, sonriendo con una dulzura impropia de él—. El amor no pasa por un lugar tan angosto como la burocracia y lo material.

—Claro que no —coincidió, sacudiendo su cabeza—. Pero es algo que a mí me gustaría, ya sabes, una ceremonia ridículamente cursi.

—Esa es una información completamente nueva e inesperada que me será de utilidad en un futuro —declaró, sintiendo la calidez en su pecho con solo soñar.

—En un futuro muy pero muy lejano, Dazai, si no tienes ni un duro partido al medio —se rio con brusquedad. Molestar a Dazai a sabiendas de que jamás se enfadaría con él era estupendo, una fuente inagotable de comentarios  tajantes que iban sin intención de herirle.

—Eres tan malvado, Chuuuuya —soltó en un tono cantarín que intentaba reflejar dolor, siendo la vez primera en tomar confianza para llamarle de esa manera que denotaba un lazo de mayor cercanía—. Sin embargo, debo admitir que me sorprende que tú quieras algo de ese estilo.

—¿Por qué? —preguntó, mas inmediatamente se interrumpió—. Bueno, en tu caso ni preguntar vale la pena. De seguro lo has sacado de tus novelitas. Eres un tipo tan caviloso e iluso que de seguro es ese el punto de culminación del amor, la cumbre.

—El amor es una constante cumbre, Chuuya, una que nunca tiene una bajada —le contestó, sereno—. No tiene un punto cúlmine.

—Eres tan ñoño, Dazai, no comprendo cómo te estoy dando chance —le soltó aquella verdad a medias, aguardando por la respuesta.

—Porque tú también lo eres —aseveró con una sonrisa vistosa y reluciente—. De otro modo no desearías una ceremonia como una boda ni nada que ensalce al amor. Te gusta que sea insoportablemente cursi.

—Pero es que tú te pasas —le dijo a modo de acusación. Suspiró con cansancio—. Te has pasado tanto de la raya que ni la ves; la raya es tan solo un punto para ti debido a lo lejos que estás.

—Soy un hombre extravagante, ¿qué puedo decir? —respondió con gracia. 

Aquella costumbre de acompañar a Chuuya cada tanto a su casa se había vuelto su momento de confort, su motivo para dar pie a grandes ansias, su más grande anhelo y el mayor de sus progresos. Como Akutagawa había observado acertadamente, Chuuya había comenzado a acercarse a Dazai las noches en el bar, incluso llegando a sentarse con él durante horas; el acuerdo de que dejaría de ignorarle lo estaba cumpliendo y con creces. No podía negar que el discurso de Dazai había calado en lo más profundo de su ser y le hacía sonreír con solo recordarlo, incluso aunque se tratara únicamente de falacias y promesas vacías. Reían a carcajadas y Dazai permanecía hasta que el último hombre se iba, admirándole y extrañándole. Una vez esperó a que Chuuya terminara de limpiar y se aproximó a él coleando del regocijo de verle otra vez. Aquella noche se ofreció a acompañarle al percatarse de que vivían en la misma dirección; Chuuya había aceptado a regañadientes, desconociendo que aquel sería el inicio de su perdición.

A medida que avanzaban sus pasos aminoraban y sus risas bajaban el volumen. Habían encontrado una compañía estupenda en el otro y habían descubierto miles de tonterías que ambos compartían dentro de sus gustos y las heridas del pasado, y disfrutaban inmensamente de reírse de aquello. Ninguno sentía el auténtico deseo de separarse, pero siempre lo hacían.

Al llegar a la puerta de Chuuya el silencio fue absoluto a excepción de las suelas de ambos. Se pararon frente a la madera e intercambiaron las miradas de siempre.

—Y bueno —soltó Chuuya con una ligera incomodidad bullendo en él—. ¿Te veré mañana?

—Mientras tú lo desees —murmuró al doblarse sobre sí con las manos en su espalda, completamente entregado a Chuuya—, me verás mañana, pasado y toda la vida.

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Me gustaría aprovechar este pequeño espacio para avisar dos cosillas:

Primero que nada, que para quien no lo hubiese visto y le interese, subí el extra de Erozai. Agradezco a las bellezas que ya lo leyeron y me dejaron amor

Segundo y quizás lo más complicado, es que una vez que termine este fanfic (que le deben quedar... 6 o 7 capítulos, quizás) voy a tomarme un descanso del fandom de Bungou. Tengo como 3 escritos/planes de escritos en mis borradores, mas no pretendo avanzar con ellos por el momento porque, bueno, ya hace más de un año que vengo escribiendo sin parar sobre soukoku, y he perdido un poco esa chispa que me motivaba a escribir con emoción sobre ellos. Aún los amo, y los proyectos de borradores hasta portada tienen, pero me estoy animando a escribir para el fandom de Tokyo Revengers, y me parece que me voy a quedar ahí por un buen tiempo. Para ser enteramente honesta, ese manga me sacó del enorme hoyo depresivo en el que estaba y le tomé un amor inmenso.

However, yo jamás dejo las cosas inconclusas porque eso no es cool, por lo que voy a terminar esta novela con todo el amor del mundo; porque no se trata tanto de que ya no encuentre placer en escribir sobre este par de bellacos, sino que decidí priorizar mis otros proyectos de TR. Ando a mil y no me da el cerebro para producir todo lo que deseo. Irónicamente este es el trabajo del que más orgullo tengo luego de Irredimible, lol.

La semana que viene entro en vacaciones, así que voy a subir capítulo muy posiblemente, ah.

EN FIN, les amo y espero nunca dejar de verles paseando por mis trabajos. Les debo un montón.

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