Prólogo
Eran muchos hermanos, mas no de sangre, los que discutían una tarde fría como cualquier durante el invierno contundente en los territorios del clan Kim. Pero el clima acogedor, propio del que desprendían los integrantes de la familia, era suficiente para mantener cálidos sus corazones. No era un bálsamo para las cicatrices del pasado o las heridas aún sanando, solo era la verdad reinante en el hogar de los tres chicos.
Uno de ellos, cuyo nombre traía sonidos preciosos a los oídos de la escasa población de la periferia del territorio, se encontraba recostado sobre una manta vieja y desgastada en el mullido sillón que ocupada gran parte de su pequeña salita. Sus ojos divagaban entre página y página del libro que había encontrado hace unos días en su visita a La Muralla. No podía imaginar hasta el momento cuánta suerte tuvo al hallar aquel objeto lleno de palabras como sacadas de algún cuento de hadas. Oh, si soñaba con las tardes de primavera que hacía años no se presentaban. Cada capítulo lo transportaba a otro mundo, uno completamente diferente en el que estaban sumidos sus hermanos: una acalorada discusión sobre los últimos vegetales de la cosecha.
No era que quisiera escapar de sus responsabilidades, aunque fuera el hermano menor, pero sabía que los otros pronto llegarían a una forma de solucionarlo. Siempre encontraban una salida de los amenazadores períodos de hambre.
-…estoy cansado de esto, Seokjin. Si me hubieras dejado aceptar el puesto de-. Cortó sus palabras para mirar de reojo al menor de ellos, se aclaró la garganta y prosiguió. - Ese trabajo que me ofrecieron en La Muralla no estaríamos en esta jodida situación, al menos no por un par de semanas más.
Desde su cómoda posición en el sillón, podía darse cuenta de la desesperación implícita en esas palabras. Porque él también la sentía debajo de la piel, revolviendo sus entrañas y causándole terribles dolores de cabeza al no saber qué hacer. Ahora se encontraba pleno, después de tomarse un calmante, pero sabía que pronto volvería la ansiedad y el estrés, tal y como lo estaba experimentando Beomgyu.
Lo conocía perfectamente, sus ojos ya familiares le advertían al mayor que dejara de un lado el estúpido orgullo y la noción vaga de dignidad que aún les quedaba. Siempre hay una salida, decía él.
Pero la verdad es que aquella repitente situación se asemejaba al conjunto de periódicos reunidos y empaquetados funcionando como soporte del mullido sillón. Es temporal: todas aquellas emociones acababan por regresar a ellos inevitablemente.
-Ya hemos hablado de esto, niño. Dije no y esa es la última palabra con respecto al tema. No lo vuelvas a tocar si quieres que sigamos conservando la poca estabilidad mental que nos queda. - Masculló Seokjin, sonando más intransigente que de costumbre.
- Perfecto. Entonces, ¿qué tal si vamos preparando un espacio en la fosa común? Digo, si prefieres no seguir alterando tu jodido concepto de estabilidad mental a aceptar de una vez que la comida se acaba y los días pasan. - Dijo, despejándose el enojo de sus facciones, la preocupación y tristeza haciendo paso rápidamente. - No estoy pensando en nosotros, me refiero a Jungkook.
Beomgyu sabía que el punto débil del mayor era su frágil e inocente Jungkook. Era por ello que no se sorprendía cuando veía las porciones de comida del mayor recortadas a la mitad, alegando que debía conservar su agilidad y peso, para ir al plato de Jungkook. Por las noches envolvía sus brazos en el menor, cantándole pequeños pedazos de composiciones suyas, acariciando su cabello y restregando su olor a melocotones en él.
Una pequeña parte suya, la que no daba su vida por Jungkook, miraba con recelo aquellas sinceras muestras de afecto. Sabía que Seokjin se preocupada por él, tal vez mucho, pero era una preocupación distinta. No era el menor cuya inocencia debía ser protegida, no era el lindo chico que debía ser cuidado como la más bella flor, no era el pequeño Jungkook con los ojos más hermosos que había visto en su vida.
Pero, como todos saben, no todo es blanco y negro, maldad y bondad. Ambos sentimientos podían convivir perfectamente sin opacar el amor que sentía por el menor, ni la fiel devoción que sentía. Es por ello que siempre, siempre, pensaba en el menor primero, antes de tomar cualquier decisión. Y esta la hizo pensando especialmente en él.
Respirando suavemente y sujetando la mano del mayor, le dijo en un tono neutro. - Piénsalo. Solo piénsalo, ¿sí? Esto no es el fin del mundo, lo he hecho antes, lo puedo seguir haciendo ahora. Soy mi persona, mi valor no cambiará por nada, entiéndelo, por favor.
Seokjin asintió ligeramente a sus palabras, captando la intención de Beomgyu. No era fácil para él decidir nada con respecto a sus hermanos, pero era su deber protegerlos a costa de todo y todos. Mas entendió que uno de ellos ya no era un niño al que cuidar, era un adulto que no podía seguir con los pies en otro lado.
Una cosa era pensarlo y entenderlo; otra muy distinta, aceptarlo.
-De acuerdo, pero dejemos este tema para mañana. Por el momento, debemos planear lo que haremos para la ot- para el fin semana. Tenemos que adelantar la fecha o realmente estaremos en problemas, ¿estás de acuerdo, Kook?
El menor asintió con una pequeña sonrisa, no dando pretextos ni expresando el temor que apareció tras el efecto de los calmantes. Porque el miedo a La Muralla se reduciría a cenizas si era por sus hermanos.
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