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1. Encuentro

Inglaterra 1943.

La ciudad estaba reducida a un montón de escombros con algunas columnas de humo blanco, a veces gris, que el viento parecía incapaz de deshacer. La escena era estática y desoladora, pero a Walter el panorama no lo impresionaba. Él caminaba sin prisa por entre los edificios a medio destruir cargando un ataúd en su espalda con ayuda de sus hilos. Sonreía mientras él cigarrillo en su boca casi se consumía por completo.

De pronto el silencio fue quebrado por unos disparos, al frente, pero aún lejos. Se detuvo un momento viendo hacia donde oía los tiros, después arrojo la colilla del cigarrillo entre los escombros y retomo su camino.  Había estado peleando con ghouls varias horas atrás. Lo habían enviado a rescatar una joven antropologa francesa que fue capturada por el ejercito nazi y que según se les informo seria llevada a los cuarteles de Milleniun. Un grupo del que aún no sabían mucho, pero que estaban seguros estaba tras la creación de ghouls. Unos más sofisticados que los normales y más peligrosos.

Walter continúo su camino encendiendo un nuevo cigarrillo. El tabaco americano era un asco para él, pero para dadas las circunstancias no estaba tan mal. Cuando su cigarrillo estaba a la mitad, Walter diviso un pequeño hospital a medio derribar por los bombardeos. Aquel edificio era sitiado por un centener de soldados alemanes y el que los comandaba era un sujeto alto, rubios de ojos azules con atuendo militar negro. Desde el interior del edificio respondían, esporádicamente, con armas de fuego. Fue obvio, para Walter, que lo que esos sujetos pretendían era mantener a quienes estuvieran dentro acorralados en ese lugar. De lo contrario hubieran ingresado.
Un vehiculo apareció desde la única calle despejada y se estacionó en frente al edificio. Por medio de un alta voz llamaron a alguien y exigieron su entrega inmediata. Walter no podía oír del todo, pero escucho lo suficiente.

Aferrada a esa arma arrebatada a un soldado nazi muerto una mujer rubia de ojos descoloridos observaba la calle agazapada en las ruinas de la cortina de una ventana. Llevaba varios días ahí sin poder salir y sabía que no podría evitar que ellos entrarán por mucho tiempo más. No tenía más que un puñado de municiones y no quedaba comida. Su única esperanza era entregarse y esperar, con eso, tuvieran clemencia de los niños que protegía, pero era demasiado pedir. Ellos jamás mostrarían piedad con esas pequeñas criaturas. La mujer no lograba entender porque la querían a ella, mas sabia tenia que ver con la investigación que su maestro llevaba a cabo y con "eso" que logró encerrar en aquella habitación. Si hace unos meses le hubieran hablado de vampiros se hubiera reído, pese a lo que estudiaba con su maestro, pero ahora todo era distinto. Miro a los niños tras ella y otra vez por la ventana como si esperara sucediera un milagro. De pronto, y entre los escombros, apareció un mucho. Un chico de unos quince años vestido elegante y cargando un ataúd en su espalda.

—¿Qué hace ahí ese niño?— se preguntó en voz baja, levantándose para verlo mejor.

—¿Señorita Babette Armistead, esta usted ahi?— preguntó sin ningún temor porque los soldados lo oyeran. Sonó tranquilo y arrogante— Mi nombre es Walter C. Dornez y he venido por usted, por orden de la corona británica...

La mujer se asomo un poco. No fue su intención que Walter la viera, pero él lo hizo y se sonrió. Babette se apartó enseguida echando a los niños atrás mientras observaba a ese chico por quien temia. Posiblemente acabaría acribillado, pero el ataúd en su espalda le causó curiosidad y un oscuro presentimiento. Cuando vio a Walter saltar hacia los soldados, se alejó de la ventana con los niños.

—No teman...los protegeré— les dijo para tranquilizarlos.

Hubo un intercambio de palabras que ni siquiera escuchó bien y luego disparos. Babette creyó ver al chico desaparecer entre las balas cuando dió una mirada por la ventana, pero se arrojo al piso con los niños para no ser alcanzados por un proyectil. Walter salto, con ayuda de sus hilos, para ir a refugiarse detrás de unos escombros y desde allí tirar de esa red mortal que tejió, sin que ellos se dieran cuenta. Lo que vino después fue una lluvia de trozos humanos pintando el suelo de rojo.

—Es uno de ellos— murmuro la muchacha cuando se levantó y vio la macabra escena. Le ordenó a los niños refugiarse en el cuarto contiguo y apunto a Walter disparando sin más.

Fue el impacto en su brazo lo que le resto a Walter tiempo y terminó recibiendo el golpe brutal del puño del capitán de la tropa directo en el rostro. La cabeza del chico golpeo el suelo y dio un bote como una pelota. Quedó bastante aturdido, pero logró tirar de sus hilos y arrancarle un brazo a su atacante que no era un vampiro precisamente, pero si una criatura muy poderosa.

Del vehiculo Babette vio descender a dos soldados que subieron corriendo la pared hacia su ventana donde ella estaba y les disparó, pero no parecieron sufrir daño alguno.

—¡Corran!— les grito a los niños mientras ella soltaba el arma e iba por otra que tenia sobre la mesa.

Una espada de forja pobre que le dejo su predecesor y que, hasta ese momento, era lo único que la había mantenido a salvo a ella y a esos niños de la amenaza vampirica. Con firmeza la sujetó esperando a sus atacantes.

Mientras Walter se debatía con su atacante el ataud, que había dejado de pie sobre los adoquines, comenzó a atraer la sangre de los soldados descuartizados hacia él y en unos cuantos segundos un ojo escarlata apareció en la tapa. Parpadeo una vez y luego miró hacia el edificio. Disparos brotaron de aquel ataúd mientras de una masa oscura aparecia el cañón de una arma humeante. El capitán quedo abatido sobre Walter y se encendió en un fuego blanco y azul que lo consumo.

—¿Por qué tardaste tanto en salir?— le cuestiono Walter sacudiendo su ropa— ¿Y por qué tienes ese aspecto ridículo, Alucard?

—La forma que tomes es irrelevante— le respondió el vampiro.

Walter se limpió la boca con el dorso de la mano y se quedo mirando a esa "chica" de más o menos su edad que llevaba un atuendo de color blanco y una estola. Un grito y un disparo los hizo mirar hacia el edificio.

Babette cayó al suelo violentamente. Su hombro sangraba y las manos de esos dos iban directamente hacia ella, pero nunca la tacaron. Ante los ojos atónitos de la chica los vampiros fueron despedazados. La sangre mancho sus piernas y trozos de carne le cayeron en el regazo, pero ella no lo notó. Sus ojos estaban fijos en la singular figura en la ventana. Esa sonrisa de dientes blancos e incisivos, agudisimos, le revelo a la mujer la naturaleza de esa criatura. Ella sujetaba la espada con ambas manos y se puso de pie con dificultad.

— No te acerques— le advirtió con una mirada amenazante— Quedate donde estas...Si te acercas...— no logro terminar la frase.

La mujer cayó sobre sus rodillas, la vista se le nublo un poco, pero podía ver bastante y desde luego ese rostro pálido, que respiraba sobre el suyo le era bastante nítido. Fue el instinto lo que la hizo hundir la espada en el cuello de aquella "chica" que se había reclinada por encima de ella, por alguna razón. Babette sintió como la hoja perforaba la carne de ese ser y su sangre bañaba sus manos, mas lo único que consiguió fue borrarle la sonrisa a esa criatura.

—Eso es plata bendita— señaló Walter hincado en el marco de la ventana con un tono frío— No debería tratar asi a sus salvadores, señorita. Primero me dispara, ahora apuñala a...

—Los vampiros no salvan a nadie— lo interrumpió la muchacha— Son seres egoístas que se condenan a una vida miserable ¡Que digo vida! Estos bastardos están muertos ¡Su existencia no es vida!— grito y de pura furia terminó de atravesar a esa criatura con la espada y tiro de ella sin piedad.

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