VI
-¡Bienvenidos!- dice Aníbal, el padre de Ulises, al vernos llegar, y corre hacia nosotros con los brazos extendidos como mariposa en vuelo.- Que bueno que al fin llegan- dice estrujándonos a ambos entre sus brazos.
-Claro que vendríamos, padre, las fiestas de fin de año, siempre hay que pasarlas en familia- dice Ulises.
-Y qué mejor que pasarla con mi nueva familia- añado en un tono vivaracho y tan falso como el tinte que usa Aníbal para cubrir sus canas.
-Claro que sí hermosa, somos familia ahora- me dice el viejo cano volviendo a tomarme de las manos.
Después de la bienvenida, entramos a la mansión de Aníbal, que es mucho más grande que la nuestras, nos situamos un segundo en el vestíbulo que da paso a la sala de estar, sólo para recibir una tazas de algo espumoso y de aroma a chocolate y cacao que nos ofrece uno de los sirvientes. Después no adentramos en la sala.
-¡Hermanito!- escucho el emotivo grito de la chica pelirroja que corre hacia mi esposo, y que al llegar a donde está, se unen en un afectuoso abrazo. Aníbal se ríe.
-Amor de hermanos- comenta el padre.
-Sí es muy bonito- expreso pensando en el vínculo amoroso existente entre Alexandria, Craig y yo. Irrompible.
-Cuñada, bienvenida- saluda Melme dándome un ligero abrazo, pero clavando sus largas uñas postizas en mi espalda a la vez.- ¿Te gusta mi cambio de look?- cuestiona sacudiendo su brillante melena.
-Es impresionante, te sienta fenomenal- digo sonriéndole. Ella sonríe también: se ha enrizado el cabello y teñido de color rojo intenso, lo cual al contraste, hace que sus ojos ámbar brillen como los de un gato.
-A Melme siempre le han gustado los cambios, en todo sentido- comenta Ulises abrazándome por detrás y tirando de uno de los rizos de su peculiar hermana.
-Claro, hermanito. La rutina aburre- dice ella dándole un manotazo a Ulises.
-Eso es cierto, lo que ves a diario con el tiempo llega a hartar- expreso y siento la mirada de Ulises clavarse en mí.
-Deberías hacerte algo fashion tú también- sugiere Melme tirando un mechón de mi pelo.
-Seguro me caería bien, pero un cambio general- digo mirando de reojo a mi flamante esposo, que contiene a cómo puede el coraje. Melme frunce el ceño y yo sonrió con burla.
-Vayamos al jardín- dice Aníbal.- Los preparativos aún están haciéndose.
El jardín de esta mansión se encuentra en el traspatio, y ahí parece no ser invierno, pues los arbustos siguen frondosos, verdes y llenos de flores; en el aire se siente un cálido aire y el aroma de las rosas de diversos colores que hay por donde sea que mire, es dulce penetrante, tanto así, que si aquel olor fuese letal estaría muerta desde el primer segundo en este lugar.
Nos acomodamos todos en un juego de asientos para jardín que se halla en el centro del floreal y verde área, Ulises pone su brazo detrás de mí atrayéndome a él, lo que me lleva a buscar la manera de ocultar mi incomodidad. Los sirvientes llegan en poco con una bandeja de galletas y pancillos, y más tazas de ese líquido espumoso y con olor a chocolate que nos ofrecieron en la entrada; me atrevo a tomar dos tazas porque son muy pequeñas y demasiado deliciosas para dejar de beberlas. Ulises no me reprende y aunque lo hiciera, no le haría caso. Las galletas son de nuez y los panecillos de manzana, dos sabores que me encantan, y que al combinarse en mi boca con la textura del chocolate y cacao de la cálida bebida, son explosivamente deliciosas.
-¿Y como les va en su vida de casados?- cuestiona Melme. << Honestamente, mal >> pienso, pero me limito a contestar y mejor continuo disfrutando de la expansión de sabores en mi paladar.
-Estamos pasándolo bien, mucha armonía, mucha alegría, mucha paz, mucho amor- dice Ulises antes de dar un sorbo a su taza.
-Y sexo...- añado. Aníbal suelta una carcajada, Melme empalidece, y Ulises tiende a sufrir ahogo, y tose. Yo me río.
-Cuñada, no te parece algo intenso tu comentario- musita Melme.
-¿¡Intenso!? ¡Es explícito!- dice Ulises un tanto alterado y recuperando la serenidad.- Ahórrate ese tipo de comentaros, cariño- me dice suavizando el tono y besando mi mejilla; está sonrojado y eso me causa gracia. Me rio de nuevo.
-¿Y los negocios hijo? ¿Cómo van?- inquiere Aníbal. << Honestamente, señor, están destruyendo el matrimonio arreglado entre su hijo y yo, que tampoco es como que me importe >>, eso me limito a compartir fuera de mis pensamientos.
-Van bien padre. Últimamente estuvieron algo ajetreados, pero ya los he solucionado y ahora todo marcha bien. Ya hablaremos de esos asuntos más tarde- dice Ulises, al final lo hace en tono crítico.
-Será mañana mejor, hoy hay fiesta-dice Melme.
-¿Pero qué tipo de negocios son para ser tratados de modo confidencial? ¿Ilegal?- me atrevo a cuestionar, pues nunca antes me había tomado la libertad de hacerlo. Todos callan de inmediato y me escrutan sigilosos y severos, Ulises un tanto preocupado.
-¿Cómo? ¿Ella no lo sabe?- inquiere Aníbal a Ulises, quien se empalidece mucho más. Pasa saliva lentamente y me mira serio.
-La verdad es que nunca me ha importado, señor. Por eso ignoro el tipo de trabajo que hace su hijo- contesto tomando de la mano a Ulises, y lo siento apretar mi mano con fuerza.
-Pues debería interesarte más en sus cosas, cuñadita. Ustedes son esposos, lo que a él le incumbe, te incumbe a ti también. Ya sabrás por qué- dice Melme en tono casi amenazante. Un escalofrío me recorre completa.
Miro a Ulises, su mirada está vagante y lo único que siento en mí de su parte es la fuerza con que me aprisiona la mano. Lo escruto por un par de segundos, él se percata de mi mirada puesta sobre él y me mira, me sonríe enternecido y besa con suavidad mis labios.
-Cambiemos de tema, les parece bien- sugiere Aníbal.
-Claro- dice Ulises, buscando olvidarse de su tensión y retirando la mirada de mí, aunque mi mano la sigue sujetando sin demora.
Pasamos la tarde entre charlas, anécdotas y chistes de pésimo gusto que causan grandes carcajadas en Ulises y su padre, mientras que en Melme producen tan sólo una burlona mueca y en mí, una falsa sonrisa; comemos algunos aperitivos, deliciosos por cierto, que los sirvientes nos traen entre rato y rato, y mi esposo y suegro, se permiten una botella de vodka como apertura para sus paladares por la celebración.
Al caer la noche, Ulises me lleva a la que solía ser su habitación cuando estaba soltero y vivía aquí con su familia; la recámara se halla amueblada y no tiene mucha diferencia en cuanto a la ambientación con nuestra recámara conyugal. Ambulo un poco por el lugar, tocando cada objeto de ornato que encuentro, además de leer los títulos de los libros que están sobre el estante cerca de la ventana.
-¿Leías mucho?- comento viendo su amplia colección.
-La verdad es que sí- dice él.- Cuando iba a la universidad era del tipo de chico que prefería pasar el descanso leyendo novelas que coqueteándole a las chicas o yendo a convivir con los demás en la cafetería- expresa.
-¡Vaya! Y que le pasó a ese hombre, que ahora ya no tienen la libertad de tomar un libro- inquiero tomando uno de su colección.
-Creció, cariño- dice él acercándose por detrás.- Dejó de ver las historias de la páginas para verlas mejor en la realidad- añade tomándome por la cintura y apartando mi cabello para descubrirme el cuello. Lo besa.- Ahora, soy yo quien escribe las historias de los demás.
-Tal como hiciste conmigo- cuestiono girándome para verlo a los ojos.
-Tal vez...- exclama sin conmoción. Giro los ojos y echo la mirada sobre la cubierta del libro en mi mano.
-¿¡Crepúsculo!?- inquiero estupefacta mirando el título.
-Sí...- exclama él.- Es algo intensa la trama, el libro tuvo bastante éxito y la filme otro tanto. Es un clásico- justifica.
-¿Cuál es la parte que más te gusta?- inquiero dándole una ojeada a la páginas con marcas.
-La persecución- responde.
-James es posesivo, un completo bestia, un perfecto tirano...- comento.
-¿¡Eso es una indirecta...!?- expresa entendiendo lo que trataba de retractarle: su similitud con el personaje.- ¡Vamos, cariño! Yo no soy tan malo como James, soy más del tipo de Edward... Protector- comenta.
-Y yo, tan estúpida como Isabella, tampoco lo soy- expreso.- Soy más como Victoria... Astuta- declaro. Él se ríe.
-¿Enserio?- dice acercándose más a mí, tanto que sus labios rozan los míos exaltándome ligeramente; aprieta mis glúteos con sus manos y, en acta reacción, suelto el libro para apoyar mis manos sobre sus macizos hombros. Su lengua se abre paso entre mis labios y entra a mi boca para encontrarse en juego con la mía.
Con su bestial fuerza me levanta y lleva hasta la cama, me deja suavemente sobre el colchón y empieza a abrirse paso entre mis piernas; su sexo choca con mi intimidad, y aunque ambos tenemos ropa, puedo sentir claramente lo duro que está.
-Thalia- me nombra en un hilo de jadeo separando su boca de la mía por un segundo.
-Ulises- clamo a mi vez. Él se abalanza de nuevo sobre mí y presiona mi cuerpo contra el colchón con el suyo. Avivando un calor extremo en mí, pero cuando cree tenerme seducida, lo aparto en seco.
-¿Qué?- exclama consternado.
-Mientras nadie nos esté mirando, las cosas entre tú y yo, continúan sin cambio- declaro.
Observo su gesto desaprobatorio y como su estimulación desaparece. Recupera la compostura y yo, mordiéndome la lengua por dentro, simplemente, lo miro ambular acalorado por la habitación; va al armario y lo abre de par en par, saca un smoking color negro muy elegante y un par de zapatos de vestir; luego, me entrega dos cajas (una grande y una chica) que también encuentra en el armario.
-Esto es lo que llevarás puesto esta noche- ordena severo.
-¿No hay otra opción?- digo sacando de la caja mayor un vestido largo en color purpura, de esos de tela suave que se ciñe al cuerpo y que se entiende de las rodillas hacia abajo; en la caja menor, hay un par de zapatos de tacón medio en tono dorado.
-No. Melme lo ha escogido, esto es lo que hay y eso te pondrás- dice mucho más severo de tono.
-De acuerdo, señor- expreso a voz y rostro bajo. Lo escucho gruñir.
-Ya quiero verlo puesto en tu cuerpo.
-Necesito para ello privacidad.
-Soy tu esposo, puedes hacerlo frente a mí.
-Y si no quiero. No puedes obligarme a hacer algo que no me guste sólo porque tú lo órdenes.
-Ahí está en punto importantísimo, cariño. Mientras yo quiera, tú debes.
-Aun así no lo haré- declaro. Su rostro se oscurece en segundos y en seguida lo tengo aferrado con ambas manos a mis brazos, me aprieta con brutal fuerza que siento sus dedos hundirse en mi piel; reprimo un gemido y me obligo a mirarlo sin mostrar pena en los míos.
-Tú estás para obedecerme, o es que, ¿acaso ya olvidase el porqué de nuestro compromiso?- comenta y lo maldigo en mente porque ese es el chantaje con el que siempre me enerva.- Mi paciencia ya se está agotando, tú misma estás consiguiendo eso, y tu familia podría pasarla mal por tu desobediencia. ¿Quieres acaso que tu papito se muera de un ataque cardíaco como estuvo a punto la última vez? ¿Quieres que tu hermanito se vuelva un demente y llegue al borde del suicidio de nuevo? O acaso, ¿quieres que tu hermanita se quede huérfana y sola? Porque yo no pienso llevarla a nuestra casa si se queda sola ¡Lo siento!- expresa.
-Maldito- alcanzo a articular a voz rota. Él se ríe de un modo que me asusta, y ahora más que nunca lo desconozco, sabiendo que aún sigo sin conocerlo.
-¿¡Maldito, yo!? Maldita tú, que terminaste conmigo- expresa riéndose sarcásticamente. Me suelta de golpe y caigo sobre la cama.- Vendré por ti en una hora, espero estés lista para entonces- dice tomando su traje y zapatos, y sale de la habitación dando un fuerte portazo.
-Maldito- expreso con las lágrimas a punto de escurrírseme y golpeo con colchón con el puño cerrado que las uñas se me clavan en la palma de la mano.
Más tarde, cuando me meto en la regadera deseo con ansias que el tiempo se detenga y que se evite su curso porque ya no quiero, ya no puedo continuar con la falsa del matrimonio feliz que todos se creen. Lloro durante los largos minutos en la ducha, tapándome la boca con las manos reprimiendo los quejidos que amenazan con escaparse y esparcirse por el vacío. Habrá acaso algún episodio de mi historia en donde llorar no sea lo único que haga.
Esto es un puto infiero. Mis días de "felicidad" se terminaron. Lo odio, odio a Ulises por tenerme prisionera, odio a mi padre por haberme vendido a él, y me odio toda a mí completa por ser tan débil, tan afectuosa, tan cobarde, tan sumisa.
"Sumisa", eso es lo que Ulises quiere que sea de él, quiere que solo esté para él, así como mi familia acepta que su dinero esté para ellos. Espera, pero si mi familia me ha dado la espalda, ¿por qué yo debo seguir siendo fiel a ellos? No, ya no debe ser.
No seré la sombra de nadie.
Sin embargo, aquel pensamiento desaparece cuando en mi cabeza suenen las palabras que usó Ulises:
«¿Quieres que tu hermanita se quede huérfana y sola? Porque yo no pienso llevarla a nuestra casa si se queda sola... ».
Ante ello vuelven las lágrimas a mojarme el rostro. Mi debilidad se vuelve mucho más frágil, porque es cierto, está Alexandria de por medio; ella es lo único que me detiene, mi linda hermana, indefensa y tan pequeña, tan vulnerable.
Aunque a mí me duela la vida misma, o ésta sea un infierno, voy a soportarlo. Alexandria me necesita.
-¡Señora, Thalia! El señor Ulises manda a anunciarle que en quince minutos vendrá por usted. Que esté lista. A usted le compete mejor eso- escucho que dice una voz femenina desde el exterior del baño, tras haber tocado la puerta con exceso. No he escuchado en qué momento ha entrado y por ello me ha tomado desprevenida. Me molesta la interrupción que ha dado a mis pensamientos.
-Dígale al señor Ulises...- digo altanera al principio, pero frenándome al final para no continuar con mi defensiva.- Dígale que estaré lista.
Escucho los pasos de la mucama alejarse y, poco después, la puerta de la recámara cerrarse. Salgo de la ducha y seco mi cuerpo por completo, me pongo las bragas y el sostén, aplico cremas aromáticas por toda mi anatomía, perfumes y aceites; abro la caja y saco el extravagante vestido, me lo atavío bien buscando que cada parte de mi cuerpo resalte. Maquillo mi rostro no muy excesivamente y cepillo mi cabello tras untarle cremas, y lo peino del modo que vi en una revista. Me coloco los aretes, un collar y un brazalete; tomo la caja de los zapatos, me los encajo y practico un poco el andar.
Espero a que los quince minutos se acaben, mientras tanto me asomo a la ventana y miro hacia el exterior, ahí donde todos son lo que a mí me ha sido arrebatado ser: libres.
La noche ha caído, en la entrada se encuentra una larga hilera de autos, supongo de todos los invitados a la fiesta, que de seguro, es gente arreglada y snob que no encaja en mi entorno; se escucha música en el primer piso de la mansión, y hay guardias por todos lados. Esto último me causa desconcierto ¿Tan importante es esta fiesta, los invitados, o los Falcon?
Mientras busco contestarme esa cuestión, la única idea que atraviesa mi cabeza es que esta familia parece una de mafiosos, pero la aparto en seguida por lo descabellada e ilógica que es desde cualquier ángulo que la medite. Y además, Ulises está llamando a la puerta, y lo que ahora menos quiero, es hacer que se moleste. Tomo un respiro profundo y salgo. Él me contempla detenidamente, sonríe y me toma de la mano para hacerme girar.
-No dejas de sorprenderme, cariño. Te ves hermosa- comenta.
-Gracias...- digo en tono agrio.- Tú te ves bien- añado. Sonríe.
-Oye, perdóname- expresa.- No debí sublevarme como lo hice ¡Discúlpame!- anexa y no encuentro burla o mentira en su voz.
-No importa. Ya entendí el papel que juego en este absurdo- concreto. Él se pone serio. Se me acerca más, despacio y sigiloso, toma mi mano izquierda e incrusta en mi dedo algo de tenía oculto en su mano derecha; suelta mi mano y yo la miro.
-Creo que al menos deberías llevarlo por hoy- comenta, mientras que yo observo el dorado aro resplandecer en mi dedo.
-Ulises, lo único que me queda es agachar la cabeza y resignarme- le digo encarándolo.- Negarme a lo que tú quieras que haga, no es opción. Para mí sería cometer un grave error, y créeme, no quiero cometer errores, porque no quiero consecuencias-. Su rostro se contrae y las venas de su cuello se resaltan al igual que las de su sien.- ¿Bajamos ya?- cuestiono dando un paso a su lado.
Él me toma de la mano, deteniéndome, me extiende su brazo y suavemente lo enrollo. Descendemos la escalera y atravesamos el pasillo hasta el gran salón donde la fiesta está por comenzar.
-¿Podrías siquiera sonreír sin forzarte?- me pide a metros de atravesar la gran puerta resguardada por dos guardias.
-Yo pienso que la seriedad es mucho más atractiva- comento en cuanto los porteros abren la puerta de par en par.
-Cariño, no quiero que las personas miren a alguien más que no sea a nosotros, y cuando lo hagan no quiero que la primera impresión que se lleven sea ver tu cara de culo y descubrir que te estás muriendo por escapar de tu vida- expresa simulando una sonrisa a las primeras personas que clavan sus chivatos ojos sobre nosotros.
-Aparte de machista, eres tan egocéntrico- exclamo mirándolo.- ¿Qué más eres?
-Soy Ulises Falcon, uno de los hombres de negocios y multimillonario más importantes del continente, y tú eres mi esposa; ambos merecemos atención. ¡Has llamar la atención, cariño!- declara completamente sacado de quicio.
-¡Un adorno! ¿Eso es lo que soy?
-Si eso te crees, adelante. ¡Selo! Adórname, preciosa- dice un poco más resignado. Una amplia sonrisa se marca en mi rostro, pero más que forzada, es provocada por mi victoria.
En el salón ya se encuentra mucha gente, la música suena alto, la mesa en el centro está llena de comida y bebidas, otras mesas se hallan esparcidas a los costados y al fondo del salón, acomodadas con manteles y arreglos florales muy exuberantes, vajillas finas de porcelana y cristal, utensilios argentos, y bardeadas con al menos ocho sillas cada una. En nuestro recorrido hacia la mesa que ocuparemos (la del más al fondo), Ulises y yo somos interrumpidos por más de dos parejas, y por un hombre. Uno bastante guapo y atractivo, de edad más o menos a la de Ulises, de ojos verdes, cabello rubio, piel clara y porte culto. Todo un caballero de alta sociedad.
-Ulises Falcon, dichosos los ojos míos que te contemplan en este instante- dice con su siseado tono español y se lanza sobre Ulises para besarle las dos mejillas. Yo abro los ojos como platos, atónita ante este gesto.- ¿Cómo has estado?- pregunta.
-Pues en los últimos meses he estado casado con esta bella mujer- dice Ulises limpiándose las mejillas con un pañuelo y poniendo nuestras manos en alto. El hombre curvea las cejas y cruza los brazos consternado, yo le sonrío, pero él me mira con, creo descifrar, odio.
-¿Cómo? ¿Cuándo sucedió eso? A mí no me llegó la invitación a tu boda- dice el hombre ciertamente sorprendido e incrédulo.
-No es como que tu presencia importase mucho- dice Ulises en tono severo. El hombre hace gesto de ofendido.
-Que rápido te olvidaste de mí- le dice el tipo a Ulises con tono triste.- Y más, por ella- concluye mirándome indiferente.
-Creo que estoy de más aquí- comento queriéndome librar de agarre de Ulises, pero él se niega a soltarme, y mira con desdén al otro.
-Deberías irte, Darío. Ahórrate más la incomodidad- le espeta Ulises.
-Por supuesto que lo haré, a mí nadie me humilla- expresa el tal Darío, clavando su verde mirada en mí.- Guapa- me dice. Y lo miro sorprendida - Qué pena que siendo tan hermosa, tu vida termine en sus manos- declara señalando a Ulises.
-¡Vete ya!- ordena Ulises crispando el puño, pero usando un tono de voz muy sereno.
-¡Adiós, Ulises!- le dice.- ¡Adiós, pobre mojigata!- me dice en susurro. Ulises gruñe y se lanza contra él, pero yo lo freno.
-Vayamos a sentarnos mejor- le pido. Él me hace caso.
Llegamos hasta la mesa que ocuparemos, miro hacia la puerta de entrada y alcanzo a ver como Thadeus sale a prisa. Ulises frustrado se deja caer en una silla y me ordena ocupar la de a su lado. Obedezco.
-¿Qué significa eso de "qué pena que tu vida termine en sus manos"?- le cuestiono en cuanto lo noto un poco más relajado.
-No es nada- dice volviendo a recuperar su frustración.
-¿Entonces porque dijo eso? ¿Por qué te confrontaste con ese tipo? ¿Quién es ese hombre?
-A ver Thalia, ¿quieres que te dé mi confianza y tú nomás no lo haces conmigo?
-Ulises, quiero saber de ti, ahora más que nunca ya que pasaré el resto de mi vida a tu lado- expreso.- Si tú me dices tus cosas ahora, yo te diré las mías, y así, ninguno tendrá problemas después con el otro.
-Está bien, cariño, pero sea lo que sea que te diga, no cambiará las cosas entre nosotros. Tú seguirás siendo de mi propiedad.
-Eso ya lo he entendido- digo malhumorada.- Ahora responde mis cuestión. ¿Quién es ese tipo?
-Ese hombre se llama Tadeo Barrenechea, éramos compañeros en la universidad y compartíamos habitación en la fraternidad donde residíamos- empieza a decir.- Y si dijo todo lo que ha dicho, es porque estaba cagado de celos- anexa. Yo frunzo en ceño y aguardo, Ulises me mira y sonríe.- Tadeo y yo fuimos en cierto tiempo... pareja- declara, yo abro la boca asombrada.- Soy bisexual, cariño- afirma y ríe frenético ante mi expresión toda estupefacta.- Así que no me importa si tú a veces no quieras estar conmigo, siempre habrá un hambriento mojigato que estará dispuesto por unos cuantos centavos a sacarme toda la....
-De acuerdo, de acuerdo... Ya entendí- digo levantando las manos.- Te gusta dar y que te den- concreto suprimiendo una carcajada.
-No te confundas, cariño. A mí me encanta dar, sin discriminar- explica y yo tengo que morderme la lengua para no reír.- Pero si tú quieres que sólo te dé a ti, simplemente, pídemelo- comenta en tono seductor tocándome la mano. Y es que ciertamente, aunque él sea de gustos estrafalarios, su masculinidad no está perdida. Seduce, enloquece, y excita; quizá por eso tiene dichos gustos. Sin embargo, trago saliva y aparto mi mano de su tacto.
-Cínico- le escupo.
-¡Oh, cariño! Dime algo nuevo- expresa en tono irónico. Decidida pues, me echo hacia el frente y mirándolo a los ojos fijamente le suelto aquellas cuatro letras en conjugación que a todo hombre dominante alfa, quiebra:
-Puto.
La arterias de su cuello se tensan hasta el límite de que temo que se revienten, lo cual me encantaría, y las venas de sus sienes se resaltan como telarañitas, crispa los puños poniendo blanco los nudillos y aprieta tan fuerte la mandíbula que escucho el chillar de sus dientes. La ira lo ha inundado, y a mí, la euforia. Sonrío.
-Te prohíbo llamarme así de nuevo- ordena.
-Y yo, que vuelvas a ordenarme algo que sabes que no voy a cumplir- espeto.
-Thalia, creía que ya lo habías entendido. ¡Soy tu dueño! Y si yo te ordeno que me la chupes ahora mismo, tú lo tienes que hacer- declara.- ¿Entendiste?- concluye. Yo lo miro sin conmoción y sonrío agachando el rostro.- ¿Qué te parece tan gracioso?
-Lo ridículo que te ves pretendiendo se un macho machista controlador y posesivo, cuando en realidad resultas siendo un reprimido puto- declaro. Eso lo descontrola por completo y se levanta bruscamente haciendo un terrible estruendo en el salón cuando la silla es echada hacia atrás con brusquedad; la mayoría de los presentes lo miran y yo desde abajo permanezco observándolo. Su rostro endiablado arde en rabia.- Toda la atención está sobre ti, piensa en qué dirá la gente de la actitud de uno de los hombres más ricos del continente si haces un espectáculo ahora mismo- expreso.- ¿Quieres que la prensa te coma vivo?
Ulises mira a su alrededor y sonríe suavizado.
-Lo siento, tuve un espasmo- expresa al público acariciándose el abdomen.- Nada de preocupación- añade volviéndose a sentar con la cordura recuperada y sonriendo como tonto, pero al centrarse en mí, regresa a su endiablado carácter.- Te vas a arrepentir de esto que haces- me lanza con tono amenazante.
-Ya, amor, sosiégate. Cálmate, por favor- le pido tocando su hombro. Él me mira con recelo.- Mejor dime ¿a qué hora terminará la fiesta?- digo buscando cambiar de tema.- Que bueno, ni siquiera ha empezado- añado burlona.
-Hay que gracioso el chiste, cariño- exclama haciendo "ja-ja" con cierta ironía. Se toma un suspiro y dice:- Terminará como todos los años, hasta mañana en la noche. Si acaso. Pero ni creas que en ese tiempo se me va a olvidar lo que me has hecho ahora ¡Te vas a arrepentir!
-¿Qué me vas a hacer? ¿Encerrarme? ¿Dejarme sin comer? ¿Qué?- inquiero burlona. Unas frenéticas carcajadas se escapan de su boca, todos los invitados nos miran, murmurando, de seguro, lo feliz que somos mi esposo y yo con tanta euforia que mostramos.
-Voy a hacer que deglutas tus palabras completicas - declara guiñándome el ojo. Me deja consternada al cien por ciento. Sus carcajadas prosiguen un rato más, y yo sonrío un poco para ocultar mi preocupación.
¿A qué se referirá?.
Aníbal entra en el salón dando un ridículo bailecito, con un traje color azul ultramar y soltando carcajadas a los presentes, los cuales le aplauden eufóricos. Veo a Ulises frenar su risa y cerrar los ojos frustrados ante la escena de su padre, al igual que Melme, quien viene detrás de Aníbal arreglada con un largo vestido de color verde esmeralda ceñido al cuerpo, accesorios color plata al igual que sus altos zapatos, y su roja melena va suelta haciendo lucir sus perfectos rizos; ella me causa gracia al recodarme a un personaje de un filme que vi con Alexandria, una de Disney.
Melme nos alcanza en la mesa y se sienta al otro lado de Ulises, quien le sonríe enternecido. Aníbal va hacia el centro del salón y un sirviente le lleva un micrófono con pedestal.
-¡Buenas noches, hermosas damas y apuestos caballeros!- saluda al público, y del modo en que lo hace, me pone a pensar si será que Ulises heredó los gustos que tiene por su padre, un hombre que desde lejos aparenta tener ciertas inclinaciones en cuanto a la atracción.- Agradezco el gesto que han tenido de hacerse tiempo para estar presentes en esta celebración, bueno, también no es como que tuvieran una mejor opción, ¿no?- bromea. Todos los presentes, a excepción de los miembros en la mesa en que estoy, se echan a reír.- Bueno, el motivo por el que los he reunido es para festejar el final de este magnífico año que se queda ya en la historia... Además de también, para presentar a ustedes, mis más cercanos y queridos amigos, el majestuoso matrimonio de mi hijo Ulises con su bella esposa, Thalia-. Nos señala en esta parte. Las miradas de todos se clavan sobre nosotros obligándome a sonreírles con afecto y a recibir un afectuoso beso por parte de Ulises. Odio esto.- Sin más, les invito a disfrutar de la celebración ¡Beban! ¡Coman! Todo lo hecho es para ustedes, mis más queridos amigos. Les aseguro que esta será una celebración digna de recordar ¡A bailar! ¡A cantar! ¡A festejar he dicho!- concluye dando un nuevo bailecito.
-Esto es nefasto- murmura Melme entre dientes.
-Lo que le sigue a eso- expresa Ulises. ¿Será que a ellos les apena su padre y sólo fingen ser buenos hijos para vivir entre arreglos y con la atención del público? Tal vez sí. Ulises es un dulce con Aníbal y Melme, ni se diga; pero sus actitudes cambian cuando su padre no les mira. Esto es raro. Los Falcon son raros, y yo, al estar ahora sumergida entre ellos, también lo soy.
La música ambienta el lugar, cenamos en compañía de algunos socios importantes de Aníbal y Ulises, así como también con el pretendiente de Melme, un muchacho bastante joven y apuesto que, parece estar en un lugar donde no corresponde. Igual que yo. La conversación en la mesa se basa en cosas de negocios, inversiones y éxitos empresariales que tuvieron en el año, así como en cuentos negros y chistes de mal gustos, en su mayoría machistas en contra de las mujeres y la homosexualidad. Algo irónico teniendo en cuenta que a Ulises le gustan los mástiles también. Suprimo mis carcajadas ante su estúpida y desleal actitud.
El pretendiente de Melme busca hacer charla conmigo, pero somos tan parecidos en cuanto a carácter que la hostilidad resalta entre nosotros y preferimos mejor quedarnos en los papeles de relleno en la mesa. No hablamos de nada y fingimos poner atención a las demás personas junto a nosotros.
Aníbal hace un brindis por los éxitos que ha tenido en colaboración con sus socios, algunos de los otros presentes dan agradecimientos a los Falcon, y Ulises agradece a la vida por haberle permitido casarse conmigo. Como si eso fuera un gran éxito. Que quizá para él lo es. En símbolo de agradecimiento por sus palaras me obligo a sonreírle a los presentes y besarle a él.
Suenas vítores.
Cuando se aproxima las doce, Aníbal empieza con los deseos, le siguen algunos de sus más importantes socios, el pretendiente de Melme, ella misma y Ulises; me dejan el último a mí. Pienso y pienso en qué desear, pero antes de que pueda ajustar bien mis palabras, éstas fluyen sin sentido.
-Deseo que en el próximo año pueda sobrevivir-. Todos clavan sus miradas en mí, algunos absortos, otros confusos, pero todos buscando el modo de interpretar lo dicho.- Para así poder seguir disfrutando de las cosas que en este año la vida me ha permitido, como mi nueva familia, los buenos momentos, las circunstancias que van para bien y sobretodo, el amor- expreso.
En la parte final tomo de la mano a mi esposo y todos exclaman "ahh" con ese estúpido tono de ternurita que tanto odio.
Ulises me sonríe y besa mis labios con suavidad, justo al momento en que el reloj marca las 12:00am del primero de enero del nuevo año.
***†***
He-hey! Hooola!
Si, ya sé que estoy fuera de temporada, pero la verdad es que la historia fue escrita hace ya tiempo, exactamente en época decembrinas por lo que andamos atrasados en cuanto a los tiempos.
Pero en fin, cosas de la vida.
Recuerden dejar sus comentarios de qué les pareció y también un ★.
Les agradezco y envío mucho muchísimo amor 💕
Saluditos beb@s!!!
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