Gelda le había contado todo a Zeldris desde el momento en que decidió aliarse con Meliodas.

La razón por la cual había hecho esto no era otra más que el mero deseo de saber que su amado no correría ningún peligro como Estarossa, a quien había decidido hacerle la vida imposible. Gelda temía por su amado y por eso había aceptado ayudar al rubio sin importar nada.

La mujer ahora estaba devastada por lo que había hecho y Zeldris estaba algo incrédulo al respecto.

—No puedo confiar en ti de la noche a la mañana —le dijo a su mujer con severidad.

—No te pido que lo hagas, tan sólo quiero que me escuches y sepas cómo sucedió todo esto —dijo en voz baja, como si tuviera miedo de Meliodas.

—Te agradezco la sinceridad, pero creo que debiste hablar antes de que mi hermano pasara por todo esto —murmuró. 

—Lo lamento. No creí que Meliodas fuera a llegar tan lejos —la rubia en verdad se mostraba arrepentida. 

—¿Bromeas? Desde que esa chica apareció en el purgatorio y Estarossa se apoderó de su alma, Meliodas no pudo quitarle los ojos de encima —explicó Zeldris. 

Luego de escuchar aquello, Gelda guardó silencio largo rato sin saber qué hacer al respecto, así que sólo se limitó a bajar el escote de su vestido. Zeldris alzó una ceja observando la acción de su amada y estando de brazos cruzados la miró con desprecio.

—No quiero tener sexo ahora —murmuró, pasando a un lado de ella con la intención de salir de la habitación para evitar la tentación.

—Por favor, sólo por esta vez —la rubia se aproximó al chico y lo tomó de los hombros suavemente dándole un ligero y tentador masaje —Déjame pagar por mi error al entregarte mi cuerpo esta noche.

Zeldris suspiró con pesadez y se dejó arrastrar hacia la cama, donde ella tomó el control de la situación y dejó al chico debajo suyo.

Gelda bajó aún más el escote de su ropa, lo suficiente como para que sus senos estuvieran expuestos ante la mirada del chico, quien no soportó ni un poco y los atrapó con sus manos y su boca. Mientras él se encargaba de eso, Gelda se dedicó a desnudar al menor hasta que su polla estuviera liberada.

Gelda metió dos de sus dedos a su boca y los ensalivó lo suficiente para lubricar aún más su entrada para recibir el falo de Zeldris.

Cuando al fin lo hubo puesto dentro de ella, comenzó a moverse a su antojo y a emitir placenteros sonidos que sólo erizaban la piel del azabache.

—Maldita, siempre encuentras la manera de hacerme olvidar que estoy enfadado contigo —gruñó molesto. 

—Me ofendería mucho si no fuera así —dijo, con una risita. 

Gelda posó sus manos sobre el pecho desnudo de Zeldris para apoyarse y continuar moviéndose de manera sensual.

Acostarse con su amada lo hizo olvidar por un momento lo de Estarossa. Sólo de ese modo pudo relajarse un poco.

—Voy a correrme, Gelda —advirtió a punto de llegar al clímax.

La vampireza sonrió con malicia y comenzó a ir más rápido para que él pudiera tener al fin su esperado orgasmo.

Zeldris emitió un gruñido ahogado y el interior de Gelda comenzó a llenarse por completo de aquella tibia y deliciosa semilla, fue así que el cosquilleo de aquellos fluidos demoníacos la hicieron sentir su propio orgasmo. Uno muy intenso y placentero.

—Estoy exhausto —murmuró el chico aún con su mujer encima.

—En cuanto vuelvan tus energías vayamos a buscar a tu hermano —sugirió. 

—Me agrada tu idea, espero que no vaya a ser alguna especie de trampa o contratiempo —expresó dudoso. 

—Te aseguro que no será así. Estoy dispuesta a enmendar mi error, no podría darme el lujo de fallarte nuevamente —se sinceró. 

—Gracias Gelda —dijo Zeldris con una cálida sonrisa, perdiendo por un instante la marca demoníaca que adornaba su frente, volviendo así aquellos hermosos ojos color esmeralda.

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Mientras escribía esto se me ocurrió un buen final para esta historia. Ojalá que cuando lo publique sea igual a como lo pensé xdxd

An Airad