Pocos minutos después llegamos a lo que sería mi habitación, se encontraba ubicada en una torre alta, a escasos metros de la habitación de Estarossa. Era un lugar poco acogedor, desordenado y oscuro.

—Lamento que esté así —expresó mi amo con otro semblante —afortunadamente estaremos un poco cerca, por lo tanto, si tienes miedo de estar sola, no dudes y entra a mi habitación. Con gusto te recibiré —dijo con tono seductor mientras jugueteaba con mi largo cabello negro.

Me avergoncé al escuchar sus palabras maliciosas y no pude evitar pensar que era lo que le atraía de mí. O ¿cuál sería la verdadera razón por la que me había traído aquí? Eran cosas que tal vez algún día sabría.

—Sí amo —me limité a decir y él se retiró.

Esa noche me la pasé limpiando toda la habitación, todo estaba lleno de polvo y las telarañas rondaban por doquier. Deseaba terminar pronto y de la nada escuché que algo tocó la puerta levemente. La piel se me erizó y no pude evitar pensar quién podría ser. Me acerqué lentamente a la puerta esperando nuevamente ese llamado, y de pronto sentí una fuerte presencia siniestra que me paralizó del miedo. Volteé temerosa y detrás mío vi la imponente silueta de Estarossa.

—Veo que sigues despierta. ¿Podría ser que estabas esperándome? —esbozó una sonrisa un tanto perturbadora.

—Solo estaba arreglando la habitación —dije evadiendo su pregunta malintencionada.

—Ya veo. Me gustaría que luego ordenaras la mía y así podríamos pasar un rato juntos —expresó coqueto mirándome de arriba a abajo.

—Me encantaría —mentí.

—Creo que sabes muy bien a lo que me refiero con "un buen rato" —musitó con una voz sexy. Tragué saliva y el se acercó a mí por detrás.

—A pesar de ser tan joven tienes un cuerpo exquisito —afirmó mientras se relamía los labios y ponía sus grandes manos sobre mis temblorosos hombros.

Sabía que no debía mostrar miedo sino siempre sería presa de él y sus encantos malignos, así que se me hizo fácil seguirle la corriente.

—Me gustaría que lo comprobara ahora usted mismo —afirmé con aires de grandeza fingiendo ser una experta en hombres.

Estarossa se pavoneó y volvió a hablarme al oído.

—Me excita mucho la idea de profanar a una joven pura como tú. No imaginé que comprendieras para qué exactamente te traje conmigo —rió divertido.

—Lo supuse y por eso acepté venir contigo —volví a mentir evitando mostrarme sorprendida de lo que había dicho, pues acababa de descubrir mi papel de concubina en ese lugar.

—Debes estar tan desesperada por que yo te toque, ¿no es así?

Asentí.

—Perfecto —dijo y enseguida me lanzó a la cama. Mi corazón estaba al límite y mi cuerpo no paraba de temblar. Estarossa se posó encima mío y pronto se quitó sus guantes de metal. Tomó mi rostro con sus manos y un estruendo me hizo reaccionar. Ya era de día y caí en cuenta de que todo aquello era un brutal sueño. Me sentí miserable de solo pensar que había tenido esa clase de sueños eróticos con ese hombre musculoso. Aunque la idea de hacer algo con él no me disgustaba del todo. Reí convencida de que algún día probablemente ese hombre terminaría a mi lado.