Reunión con los demonios
Después de un rato llegamos a un enorme castillo difícil de describir, pues tenía tantos elementos, formas y colores oscuros que ni siquiera sabía por donde empezar. Mi amo detuvo su marcha y volteó a mirarme.
—Aria, hemos llegado. Aquí es donde vivirás a partir de hoy —afirmó —harás todo lo que te pida. Todo —hizo énfasis a lo último y no pude evitar estremecerme —Vamos, tengo que presentarte ante mi padre y mis hermanos, sino tendrás problemas estando aquí. Te advierto de una vez no ser descortez ante ellos. Si te piden hablar hazlo, sino deberás quedarte callada.
—Sí amo, Estarossa.
—Buena chica —musitó sonriente y acarició mi cabeza como a un perro.
Seguí al hombre de cabello gris por un buen rato hasta llegar a una gran sala oscura. Realmente parecía no haber nadie allí a excepción de un sentimiento horrible que me erizó la piel. Era como si todo lo malo del mundo estuviese reunido allí en ese momento.
—Has llegado, hijo mío —murmuró una voz poderosa que hacía eco en el lugar—he oído que trajiste a alguien contigo —me encogí de hombros y enseguida Estarossa posó su mano en mi cintura y me atrajo hacia él.
—Por supuesto, padre —contestó sin vacilar.
—Tú siempre haces lo que te da la gana —afirmó el Rey Demonio —me agrada eso de ti, Estarossa.
—Ah me alegra saberlo, padre —sonrió confiado —esta mujer a mi lado es Aria. Yo mismo la nombré así, la encontré descansando cerca de mi lugar favorito para las siestas. Me molestó verla allí fanfarroneando y la traje conmigo. Espero que no sea un inconvemiente el tenerla aquí.
—Por lo que veo tus hermanos no se ven contentos con su presencia —dijo el padre de Estarossa.
—Ah, que pena. No me interesa en lo más mínimo. Ella estará conmigo, no les causará problemas y espero que ellos tampoco lo hagan.
Pronto la sala de llenó de risas y pude notar que Estarossa se molestó pues me apretó con fuerza.
—Ella solo te causará problemas, hermano —dijo un chico rubio de baja estatura con un peinado similar al de mi amo.
—Basta Meliodas, nuestro hermano ha tomado esa decisión. No interfieras en ello —dijo un chico también de estatura baja, pero con el cabello negro. Por su actitud seria me daba la impresión de ser el más centrado de los tres.
—¡Que amable eres Zeldris! —rio mi amo y el chico de cabello negro frunció el ceño.
—Bueno, está decidido. Aria se quedará aquí con nosotros. Llévense bien con ella y respeten lo que Estarossa les ha pedido, puesto que ella es su mujer —exclamó severo el Rey Demonio.
Me estremecí al escuchar eso último. ¿A caso iba a ser la mujer de un ser demoníaco? Tragué saliva y seguí a Estarossa, quien sin decir más se retiró de la sala.
—Te llevaré a tu habitación —me dijo con semblante de cansancio.
—Amo, respecto a lo que dijo su padre...
Pronto él se detuvo de golpe y choqué contra su ancha espalda la cual parecía tan dura como una pared.
—¿Tienes algún problema con ser mi mujer? —exclamó irritado sin darse la vuelta.
—No —respondí temerosa y agaché la mirada.
—Perfecto, espero que no te sientas importante por ello. Ya que al fin de cuentas solo serás como la demás servidumbre —dijo con una risa burlona.
Me quedé en silencio pensando en el tipo de vida que tendría allí, realmente no estaba preparada para servir a un hombre pues apenas tenía dieciséis años.
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