Rendida ante Estarossa +18
Pegué un grito al percatarme de que él estuviera allí tirado, traté de moverlo, pero su cuerpo era muy pesado como para subirlo a la cama.
—¿Quién te ha hecho esto? —le pregunté sollozando, pero no respondió, caí en cuenta de que se encontraba inconsciente.
Estaba tan desesperada sin saber qué hacer y comencé a quitarle los guantes de metal y la gabardina azul para limpiar sus heridas sangrantes. Su perfecto cuerpo musculoso se encontraba ahora lastimado por mi culpa.
—Perdóname —le dije y pegué mis temblorosos labios a los suyos, me acosté a su lado y me quedé despierta hasta cansarme.
La luz de la mañana entró por la ventana y abrí los ojos rápidamente para encontrarme a Estarossa aún durmiendo. Revisé su cuerpo y me percaté de que las heridas habían desaparecido y no había rastro alguno de cicatrices. Después de todo él era un demonio y su cuerpo se regeneraba más rápido. ¡Me había preocupado por nada!
Lo contemplé un rato hasta que él abrió los ojos. Nuestras miradas se encontraron, extendió sus fuertes brazos y me atrajo hacia su cuerpo.
—Me alegra ver que ya estés bien —me dijo Estarossa sonriendo de una manera tan sexy.
—Eso debería decir yo —le dije —estaba asustada, creí que morirías.
—Yo no puedo morir, menos ahora que te tengo a ti —susurró y sus manos acariciaron mi rostro ocasionando que mi cuerpo se estremeciera —espero que no hayas olvidado lo que tenemos pendiente—sonrió lascivo y lo miré asombrada. Estarossa seguía siendo el mismo a pesar de todo.
Nos levantamos del suelo y enseguida él me llevó a la cama, deseoso de al fin poder poseerme. Se posicionó encima de mí y sus manos acariciaron mi cabello mientras me miraba tan detenidamente.
—Aria, tú eres mía. Tu alma ahora me pertenece —dijo con un tono seductor y fundió sus labios con los míos en un apasionado beso.
Estarossa me tenía apresada con su cuerpo encima del mío, aún así era cuidadoso de no aplastarme. Mis manos tocaban su espalda desnuda y su piel ligeramente bronceada parecía resplandecer con los rayos de sol que se colaban a través de la cortina de su ventana. Era como si el sol y él tuvieran alguna clase de conexión. Sin duda tenía la mejor vista del mundo en ese momento, estaba cautivada por su trabajado cuerpo musculoso, tan fornido y atractivo.
Mi mente se llenó de pensamientos sucios, y todas las imágenes de las veces que él me había acechado aperecieron una por una. Mi cuerpo comenzó a temblar de la excitación. Moría de ganas de probar su cuerpo, de que al fin me hiciera suya e hiciera conmigo todo lo que quisiera. Entonces procedió a desnudarme por completo, todo mi cuerpo estaba expuesto ante sus ojos por primera vez, sentía algo de pena y traté de cubrirme con mis manos, pero el las apartó enseguida. Él no paraba de comerme con la mirada, estaba fascinado de al fin tenerme a su merced.
—Tu cuerpo es perfecto, es lo que siempre deseé —susurró a mi oído y su cálido aliento retumbó en mi piel provocando que cada vello de mi cuerpo se erizara por completo.
Comenzó a besarme el cuello y a succionar suavemente mi piel dando paso a evidentes chupetones y un gemido salió de mi boca al sentir el delicioso cosquilleo de su lengua en mi cuello, yo solo cerré los ojos y me dejé llevar por él.
Estarossa bajó de mi cuello hasta mi pecho, trazando un camino de besos y mi piel había quedado mojada con su saliva. Pronto se detuvo en mis pechos y comenzó a masajearlos y a apretujarlos con ambas manos. Con la yema de sus dedos tocó en círculos mis pezones ahora erectos por el placer. Aproximó su boca a a mis senos y su lengua comenzó a saborear mis pezones casi al mismo tiempo, sus movimientos eran tan hábiles y lo miré impresionada, la expresión de placer en su rostro era tan hermosa y sus mejillas se habían enrojecido por el calor de nuestros cuerpos.
Estarossa me besó nuevamente, introduciendo su lengua en mi boca y buscando la mía, nuestro beso se volvió aun más intenso cuando nuestras lenguas se tocaron y pronto mis manos buscaron su entrepierna y me sorprendí al sentir que ya tenía una enorme erección, él estaba listo para atacarme y llevarme al cielo en pleno infierno. Un leve gemido se escapó de su boca y tomó mi otra mano pidiendo que lo tocara más. Entonces fue cuando decidí meter mi mano dentro de la única prenda que llevaba encima y una sonrisa perversa se hizo presente en su rostro.
Estarossa se levantó de la cama y lo miré asombrada mientras se quitaba el pantalón, fue cuando me di cuenta de que debajo de el no usaba nada más.
Tenía al demonio más sexy del mundo completamente desnudo frente a mis ojos. Su cuerpo era jodidamente atractivo, cada parte de él era tan ardiente. Me derretía el hecho de solo contemplarlo así de vulnerable. Mis ojos contemplaron todo de él a detalle, desde su cabello gris hasta sus pies desnudos, estaba deleitándome de todo hasta que mi mirada se posó justo en medio de sus piernas, no pude evitar abrir la boca al sorprenderme del gran tamaño de su masculinidad. Estarossa estaba bien dotado y me moría de ganas por comprobar qué tan bueno era en la cama.
—Veo que te has llevado una tremenda sorpresa al verme así —dijo Estarossa posándose encima mío nuevamente.
—Tienes un cuerpo espectacular —aseguré maravillada y me levanté de la cama para contemplar más de cerca su firmeza que parecía crecer cada vez más.
Estarossa sonrió.
—¿Será que es la primera vez que ves un pene? —me dijo divertido.
—No lo sé, no recuerdo nada de mi pasado —dije aún admirada de su bestialidad —pero esto —dije y tomé aquello con mis manos —es de lo mejor que he visto —acerqué mi boca a su caliente masculinidad y con mi lengua comencé a lamer la punta, trazando círculos con cada lengüetada. La respiración de Estarossa se vio agitada por el inmenso placer que estaba sintiendo y de su boca salían leves gemidos apenas audibles.
No podía siquiera creer que en ese momento tenía gimiendo de placer a uno de los hijos del Rey Demonio, al tranquilo y relajado demonio de cabello gris. Su naturaleza calmada estaba siendo destrozada por mi boca, por el placer que le daba al comerme su enorme, grueso, caliente y delicioso amiguito. Él me apartó de su entrepierna, pues se notaba que lo tenía al borde de un orgasmo y todavía no quería terminar.
—Quiero que sepas algo, yo no soy para nada tierno y no planeo serlo —ladeó una sonrisa y me tumbó a la cama, pronto sentí que con sus dedos comenzó a tocar el centro de mi feminidad y mi ser tembló ante eso —Tu cuerpo está listo para recibirme —Estarossa me echó una mirada lasciva y se relamió los labios al abrir mis piernas y posicionar su enorme miembro en mi entrada, jugueteó un poco frotándose en mí, provocándome un cosquilleo en mi zona íntima y después empujó con fuerza quedando la mitad de él dentro de mí.
—¡Detente! —grité sintiendo ardor y dolor al mismo tiempo —eso es demasiado para mí.
Estarossa rió y me cubrió la boca con su mano derecha.
—Si sigues quejándote, Zeldris vendrá a ver qué sucede y no querrás ser vista de esta manera —susurró y me plantó un beso para después embestirme con fuerza. Sentía cómo todo aquello entraba y salía de mí sin compasión, algo caliente me quemaba por dentro. El vaivén de su cuerpo contra el mío emitía apenas un golpeteo que a mi parecer era molesto, puesto que si alguien pasaba se daría cuenta de que el candente demonio de cabello gris me estaba dando duro.
Estarossa pronto notó que me encontraba sumida en mis pensamientos y de pronto comenzó a embestirme más rápido. Mi cuerpo ya se había acostumbrado a esa sensación nueva y en lugar de sentir dolor, comencé a sentir un inmenso placer.
—¿Te está gustando? —me preguntó Estarossa quien seguía penetrándome dándome fuertes estocadas.
—Sí —murmuré entre gemidos observando su lascivo cuerpo moverse de manera sexy. En ese momento tenía la mejor vista del mundo: el cuerpo desnudo del hijo del Rey Demonio, uno de los diez mandamientos dándome todo su amor haciendo honor a su mandamiento.
Pronto se detuvo y me ordenó ponerme en cuatro, me resultó aún más vergonzoso que él me pidiera eso, no quería que tuviera mi trasero de frente.
—No quiero eso —chillé y él gruñó molesto, me sometió poniéndome en esa vergonzosa posición, me tomó de las caderas e introdujo su bestialidad dentro de mí nuevamente.
El sonido de su pelvis chocando contra mis glúteos era aún más fuerte y delatador que antes, pero eso no parecía importarle ya que sus embestidas se volvieron intensas y yo me moría de vergüenza de solo pensar en ser descubiertos de esta manera.
—¡Ah! —gimió Estarossa de una manera sensual, su piel se encontraba ahora más enrojecida por el choque de nuestros cuerpos y su rostro estaba empapado de sudor al igual que sus perfectos pectorales. De pronto me dio una nalgada y grité al sentir el ardor que ello me había provocado, sus embestidas seguían siendo brutales y yo estaba fascinada de que no se cansara ni un poco. ¿Cómo podría cansarse tan pronto en la cama, si él había luchado con oponentes más poderosos que una simple humana?
De pronto él se detuvo gimiendo aún más y sentí que algo crecía dentro de mí, grité al sentir que no podría resistir más si eso aumentaba su tamaño, así que él salió de mí inesperadamente, imaginé que estaba siendo considerado conmigo y que no quería lastimarme. Oh, qué equivocada estaba. Sonrió siniestramente y pude notar por qué, su pene no solo era más grueso ahora, sino que su largo era bestial.
—Estás loco si piensas que eso podrá entrar en mí —dije aterrada levantándome de la cama.
—Entonces déjame averiguarlo —contestó y me aprisionó contra la pared poniéndome de espaldas y posicionando su masculinidad en mi entrada.
—¡No sigas! —grité con lágrimas en los ojos, no me escuchó y de golpe introdujo su bestialidad en mi frágil cuerpo —¡Ah detente, Estarossa! —apenas podía decir pues su miembro parecía que removía mis entrañas y que colapsaría debido a ello.
—Aria, tu interior está quemándome —gimió Estarossa casi en su límite y sus movimientos aumentaron su ritmo. Sentía que moría, mis piernas ya no resistían estar en pie y Estarossa parecía no saciarse.
—Ya no puedo más —murmuré casi muerta de cansancio por recibir todas esas embestidas —ahh creo que.. —gemí sintiendo un delicioso cosquilleo en mi interior.
—¡Maldición, me vengo! —gimió Estarossa dándome unas últimas estocadas terminando dentro de mí. Me sorprendí de que ambos hubiéramos alcanzado el orgasmo al mismo tiempo. Sentí que su masculinidad salía lentamente de mi cuerpo y a su paso una gran cantidad de semen. Sentí que todo me daba vueltas y pronto me desvanecí. Estaba segura de que mi cuerpo impactaría en el suelo, pero en su lugar quedé en los cálidos brazos de Estarossa y después de eso no supe más.
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