La chica profanada +18
No sé cuánto tiempo pasó después de que Meliodas me secuestrara. Me encontraba en un sitio con poca iluminación, estaba acostada encima de una manta vieja y maloliente. El ambiente se sentía diferente, el aire era distinto al del purgatorio. Se sentía más contaminado, más parecido a algo a lo que sentía, estaba acostumbrada.
-Estamos en tu mundo -me dijo Meliodas saliendo de entre la penumbra de un rincón.
-¿Por qué me trajiste aquí? -espeté confundida.
-Porque así mi hermano se encontrará muy lejos y no llegará a tiempo para interrumpirme. Para cuando el esté aquí, ya te habré hecho mía -sonrió malicioso y se aproximó a mí. Sus ojos verdes ahora eran oscuros, y en su frente se hallaba una marca negra casi como la de mi demonio de cabello gris.
Enmarcó una sonrisa aún más grande al percatarse de que lo estaba observando.
-Eres muy curiosa, Aria -Meliodas se acercó lo suficiente a mí pegando su frente contra la mía. Sus mechones rubios le cubrían un poco el rostro y su respiración era casi inexistente, pues estaba tan tranquilo, se tomaba el tiempo necesario para hacerme sentir mal.
De pronto y sin esperarlo, juntó sus labios a los míos. Enseguida me sujetó del cabello para que yo no intentara alejarme de él. Pronto mis manos lo empujaron con fuerza en cuanto la imagen de Estarossa vino a mi mente y él terminó el beso con un gruñido.
-No te hagas la difícil, maldita mocosa -murmuró el rubio con evidente enojo apretando mi mandíbula -te recuerdo que mi hermano la pagará caro si te atreves a pasarte de lista.
Sentí aquella amenaza como a un golpe en el estómago. Me daba náuseas de solo pensar en lo desagradable que era ser tocada por alguien a quien no quieres y entonces otra imagen llegó a mi mente. Estarossa no precisamente había sido un caballero conmigo, el había abusado de mí también.
Meliodas se enfadó y de la nada recibí un fuerte golpe en el rostro. Dejando un terrible ardor y dolor en ella.
-¡No era necesario que me lastimaras! -grité.
-Tenías esa misma expresión que cuando ves a mi hermano -contestó Meliodas furioso -y sabes muy bien que, a quien tienes enfrente es a mí.
La expresión del rubio cambió drásticamente, ahora estaba siendo violento. Se posó encima de mi cuerpo, logrando atraparme con sus piernas mientras sus manos sostenían fuertemente mis brazos para inmovilizarme. Sus labios me besaban desesperadamente, su lengua poco tardó en entrar a mi boca, haciendo movimientos circulares, tocando la mía a su antojo y un gemido se escapó de sus labios. Meliodas ya se encontraba muy excitado, lo podía sentir por su entrepierna que rozaba contra mi vientre. La situación comenzaba a intoxicarme. Deseaba salir corriendo de allí lo antes posible. No quería ser mancillada por otro demonio. Ya mucho había sufrido a causa de Estarossa, aunque verdaderamente había disfrutado las veces que me tocaba, pues su tacto era único. Pronto Meliodas se detuvo nuevamente y me miró con unos llameantes ojos llenos de ira.
-SÉ MUY BIEN QUE ESTÁS PENSANDO EN ESTAROSSA -exclamó liberando mis manos para enseguida apretar mi cuello.
Y no se equivocaba, era inevitable no pensar en su hermano. Estarossa sin duda era mucho mejor que Meliodas.
-Detente -apenas logré articular -no puedo respirar.
Meliodas me soltó tan pronto notó que en verdad me estaba asfixiando.
-Si tantas ganas tienes de ver a mi hermano -dijo haciendo una pausa y su cuerpo comenzó a cambiar repentinamente -pues te cumpliré tu capricho -afirmó y lo miré asombrada puesto que encima de mí ahora tenía la viva imagen de mi adorado demonio.
-Con este cuerpo ahora si podré hacerte mía -susurro el falso Estarossa besando mi cuello, empapando mi piel con su saliva. Jugueteando con mis emociones y mi tembloroso cuerpo.
Las manos de Meliodas descendieron de mi cuello a mi pecho, estrujando mis senos sin compasión, haciéndome gemir de dolor por su innecesaria brusquedad. No podía creer que de esta manera mi cuerpo había cedido ante él. Me sentía como una desagradable ramera, tal cual él me lo había dicho antes. Después de todo no estaba tan equivocado. Me lamenté de que fuera así. Esta definitivamente no era yo.
Sus manos después buscaron mis muslos, sentía cómo su tacto subía y bajaba hasta que decidió quitarme la ropa. Dejándome vulnerable ante su sucia y lasciva mirada.
-Ya no aguanto más -se quejó al verme así y pronto comenzó a desnudarse ante mis ojos. Su cuerpo sin duda era idéntico a Estarossa. El color ligeramente bronceado de su piel, su cuerpo fornido y musculoso, el color y el corte de su cabello, todo era igual. Salvo a su sonrisa, su carácter y su pene. El miembro de Meliodas era diferente al de Estarossa, sin duda tenía un buen aspecto y un buen tamaño, la forma ligeramente curva que tenía era lo que lo hacía diferente. Estaba nerviosa de que aquello entrara en mi interior, no sabía si al igual que Estarossa eso crecería también. No duré mucho tiempo pensando eso hasta que sentí que algo grueso me estaba destrozando la entrepierna.
-¡Duele! No sigas más. Detente -gimoteé, pero mi voz parecía excitarlo aún más.
-¿Por qué debería? -protestó Meliodas introduciéndose completamente en mí interior, moviéndose de una forma distinta a la de Estarossa. Cada embestida me lastimaba emocionalmente, puesto que, pretendía imaginar que quien me tocaba era el demonio a quien amaba.
Pronto mi vista se vió opacada por las lágrimas que comenzaban a asomarse. Me sentía sucia y no quería que Estarossa supiera de esto. Meliodas pareció disgustarse al verme así y pronto comenzó a embestirme más rápido. El sonido de su piel chocando con la mía no se comparaba en nada a la vez que Estarossa me había hecho suya. Nada era igual. No sentía amor a pesar de tener su imagen enfrente. No podía asimilar que me encontraba siendo mancillada por el hermano mayor del mandamiento del amor. Odiaba esto, solo deseaba que pronto acabara. Así que cambié mi estrategia, detuve mi llanto y me concentré en hacerlo venir rápido para terminar con esa agonía lo más pronto posible. Comencé a gemir como una verdadera ramera, mis movimientos seguían su ritmo y la fingida expresión de placer en mi rostro era tan estimulante para él.
-¡Ah!-gimió embistiéndome más rápido -¡me vengo! -sacó su masculinidad enseguida y su semen terminó cayendo en mi abdomen. Al fin mi pesadilla había terminado y pronto Meliodas volvió a su forma original, quedándose dormido en menos de un instante. Entonces me di cuenta de que debía aprovechar ese momento y escapar de él, pero escuché una voz que me paralizó enseguida.
-Ahora es mi turno -dijo Chandler con una expresión llena de maldad, saliendo de la nada.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro