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La chica del sueño roto

Era insoportable la sola idea de lo que pude haber hecho para evitar ver sufrir a Estarossa de esa forma. Si al menos no hubiera sido tan obstinada, si tan solo hubiera preferido vivir pacíficamente cegada a que mi única vida era esta y no otra, quizá ahora mismo estaría con Estarossa en el purgatorio, pero era tarde. Demasiado tarde como para remediar tantas cosas. Era imposible dar vuelta atrás e imaginarme un mundo con mi amado peliplata. El único que al principio me había tratado como basura y el mismo que me habría confesado su amor hasta el final. Él me había pedido perdón por todo el mal que me había hecho, era tonto, pero le había perdonado todo. Al menos en ese último momento pude saber que ese poderoso ser estaba enamorado de mí tanto como yo lo estaba de él.

—Solo hubiese querido estar más tiempo contigo —pensé y abrí los ojos de golpe al sentir la
fresca brisa del viento.

¿Dónde me encontraba? La luz cegadora que sobresalía de la rendija de una ventana cubierta
por una gran cortina de color verde con motas blancas me hizo sentir una extraña sensación de alivio.
¿Esta era mi casa? ¿A caso todo aquello había sido un sueño?
Me levanté con dificultad de una cama lo suficientemente cómoda como para desear seguir estando allí.

El cuerpo me dolía como si me hubiesen dado la paliza de mi vida. Era casi como la ocasión en que
Meliodas me había golpeado por primera vez. Gracias a ello y por culpa mía el Rey Demonio le había dado una buena paliza a Estarossa. Suspiré con tristeza sabiendo que ya no me encontraba más en el purgatorio, pero si yo estaba muerta, ¿por qué me encontraba aquí de nuevo? Pronto toqué mi cuello recordando mi preciado collar y pronto sentí la ausencia de este. Probablemente Estarossa se lo habría quedado durante todo el disturbio. Quizá de esa forma él me encontraría de nuevo.

Observé detenidamente la habitación donde me encontraba, era un pequeño espacio con
muchas cosas bien distribuidas. Algo que había llamado mi atención también, era la gran cantidad de instrumentos musicales y posters de artistas y bandas, además de dibujos de anime y figuras coleccionables. Me quedé asombrada admirando todo eso, eran muchísimas cosas que me hablaban sobre mí y realmente nada de ello me hacía recordar algo.

Con la cabeza llena de un centenar de ideas me dispuse a ir al baño que se encontraba en mi habitación, me acerqué al lavabo para echarme agua en la cara con la intención de borrar todo signo de cansancio y pesadez. Me miré al espejo y me llevé una tremenda sorpresa al ver mi rostro, lucía tan diferente a lo poco que recordaba que era. Por poco caía al suelo asombrada. ¿Esa era yo? Una chica de largo cabello negro y lacio, con rasgos finos y tez pálida, de ojos rasgados y grandes de color negro, labios delgados y un rostro un tanto regordete. Miré hacia abajo terminando de admirar mi figura que a mi parecer no estaba del todo mal, no recordaba haber sido de esta manera cuando estaba en el purgatorio.

Salí enseguida de allí y pronto alguien llamó a mi puerta. Miré con espanto hacia su dirección pensando quién podría ser y dudosa me quedé de pie frente a ella.

—Hija, ¿ya estás despierta? —me dijo una amable voz femenina. Al parecer era mi madre. Tardé un poco en contestar intentando sonar lo más natural posible.

—Sí, mamá —balbuceé.

—Bien, porque tu amiga te está esperando en la sala —dijo y me quedé pensando. ¿Mi amiga? ¿Qué debía hacer? ¿De qué rayos iba a hablar con ella si apenas hoy me enteraba que ella existía?

—Ah, ¿sí?  —titubeé torpemente —enseguida salgo.

Me cambié de ropa en menos de un instante, decidiéndome por un short color negro y una blusa color salmón con estampado de flores blancas. Al salir de mi habitación me encontré con un pasillo en el cual no sabía hacia donde caminar. Me quedé unos minutos allí parada como tonta hasta que una voz me hizo sentir un fuerte escalofrío.

—Oye perejil, apresúrate, vamos tarde al ensayo —me dijo una chica castaña de cabello corto, que vestía una falda rosa y una blusa blanca holgada.

—¿Perejil? ¿Ensayo? —repetí lo último que dijo para averiguar sobre ello.

—Sí, tontita —sonrió —¿acaso ya lo olvidaste? —me miró escéptica.

—Por supuesto que no —mentí —vámonos.

—Pero ni siquiera has desayunado, calabacín —rio.

—Oh, es verdad —recordé y pronto bajamos las escaleras y nos adentramos a una cocina pequeña donde mi desayuno ya se encontraba servido.

—Tu mamá hace los mejores pasteles —dijo la chica mientras pasaba su dedo sobre el betún de mi rebanada de pastel.

—¿De verdad? —dije asombrada.

—Por supuesto —afirmó mientras chupaba su dedo.

—Por cierto, ¿a dónde es que nos dirigiremos exactamente?  —dije sonando un poco ingenua y ella me miró como a un bicho raro.

—¿Es en serio? —me dijo en vez de responder a mi pregunta —te noto extraña el día de hoy, ¿te sientes bien? —enseguida puso su mano en mi frente de forma drmática.

—No del todo bien —dije sonando lo más honesta posible —¿nunca has tenido esa extraña sensación de olvidarlo todo de un día para otro? —la miré a los ojos con seriedad.

—Uh… ahora que lo dices, sí. La verdad es que lo olvido todo —sonreí al imaginar que al fin me estaba comprendiendo —aunque eso solo me pasa horas antes de comenzar un examen —¡oh, ella realmente no sabía a lo que yo me refería!

—Sí, de eso hablo —mentí para no seguir más con ese tema y solo me apresuré en terminar mi desayuno, el cual estaba de lo mejor. De alguna manera el chocolate me hacía sentir feliz.

El camino a la academia de música (a donde me dijo la chica que iríamos) fue corto para mi desgracia. Pensaba que tal vez durante el viaje podría recordar algo al ver el paisaje citadino, por más mínimo que fuera, pero no. No sucedió.

Entramos a una enorme edificación que tenía la pinta de ser más como una mansión lujosa y antigua, donde los árboles parecían ser sacados de un mero cuento de hadas. Me encontraba embelesada por la belleza de cada cosa. Nada de aquí se comparaba al purgatorio, donde todo estaba seco o putrefacto y donde lo bello era peligroso.

Hicimos un largo recorrido en cuanto llegamos allí. El camino era empedrado desde el portón de la entrada hasta las grandes puertas de esa construcción de antaño. Los inmensos pasillos estaban decorados por grandes pinturas que representaban un poco sobre la historia de la música y sus importantes representantes. Todo era hermoso, parecía que todo era parte de un sueño.

—Oye berenjena, iré a dejar un documento al presidente del consejo estudiantil, vuelvo en un momento. No te alejes, ¿vale? —me dijo la chica castaña y se esfumó enseguida.
Yo por mi parte, me dispuse a caminar sin rumbo fijo, observando todas y cada una de las pinturas que se hallaban colgadas en la inmensa pared y de pronto hubo una que llamó mi atención, era una enorme pintura de una mujer de larga cabellera negra sosteniendo una daga.

—Ella es Melpómene, la musa melodiosa, hija de Zeus y diosa de la tragedia —dijo de repente una armoniosa voz masculina que me hizo estremecer de una manera diferente a cuando escuché la voz de mi supuesta amiga (a la que ni siquiera su nombre conocía) y miré hacia mi izquierda para toparme con un hombre de unos 30 años quizá, sus ojos eran de un bello color café, su cabello era ligeramente largo y negro como el mío, vestía de manera elegante y sofisticada, en él solo predominaba el negro salvo a la camisa blanca que tenía debajo del saco —te estaba buscando —me dijo casi en un susurro —ayer no viniste, ¿pasó algo? —me miró con preocupación, con una dulce y sincera mirada. No respondí y el me jaló del brazo levemente para llevarme a un enorme salón vacío que se encontraba casi al lado de la pintura de la musa —oye, cuando te dije que pretendiéramos no ser tan cercanos no me refería a que me ignoraras de este modo —rio divertido.

—Lo siento profesor Wakahisa, es que… —me detuve y me quedé estupefacta al decir tal nombre. ¿Yo lo conocía? Un fuerte presentimiento y el rápido palpitar de mi corazón me hicieron saber que yo tenía algo que ver con él.

—Es Hiroki, ya te lo he dicho muchas veces. Cuando estemos a solas puedes llamarme así —sonrió y sus palabras me hicieron aclarar mis pensamientos. Sin duda, yo era muy cercana a este hombre —Descuida, comprendo que estés nerviosa por el concurso de mañana —sonrió amablemente —pero no por eso debiste haber faltado a tu clase de piano de ayer. Te estuve esperando toda la tarde.

—Lo siento —solo pude decir y él se acercó a mí.

—Oye, hay algo más que quiero decirte… —dijo Hiroki pegando sus labios inesperadamente contra los míos, uniéndolos en un corto beso que fue interrumpido en cuanto alguien abrió la puerta de golpe.

—Oh, con que aquí estabas. Te busqué por toda la academia y pensé que te habías perdido —dijo mi amiga fingiendo preocupación.

—Señorita Kimura Minami, ¿le han dicho que se toca la puerta antes de entrar? —indicó con notable molestia.

—Lo siento profesor, pero estaba buscando desesperadamente a mi amiga —contestó ella de mala gana con evidente enfado y me tomó del brazo enseguida llevándome fuera de allí.

Miré hacia atrás y lo último que vi fue la triste expresión del profesor viendo cómo me alejaba. Mirarlo de ese modo removió algo en mí. Era tal como Estarossa había sentido; un sinfín de emociones y sentimientos mezclados entre sí. Miles de imágenes llegaban de golpe a mi memoria, cada momento vivido era como una trágica y triste película.

—Oye perejil, nada bueno resultará si sigues saliendo con él —musitó Minami interrumpiendo mis pensamientos —sabes muy bien que está prohibido mantener una relación sentimental con los profesores. Incluso podrían expulsarte.

—Eso ya lo sé —dije —lo nuestro debe mantenerse en secreto —susurré con tristeza.

—Al menos hasta que nos graduemos —sonrió.

—Sí —dije y sonreí. Ahora lo recordaba todo, ahora sabía con exactitud todo sobre mí. Esto que estaba pasando no era exactamente que yo hubiese revivido, sino el último recuerdo de esta vida, una que poco pude disfrutar. Tal vez en esta yo no merecía trascender ni ser alguien importante. Mi luz se había apagado muy temprano y aunque doliera, así tenía que ser. Por más injusto que fuera, así era esto y era algo que no podía cambiar ni, aunque quisiera. Así que solo por un instante más, debía sufrir nuevamente el peor de los infiernos; regresar a mi vida un momento antes de mi muerte.

Había nacido siendo hija única en una familia adinerada y exitosa. Desde pequeña había asistido a los mejores institutos privados del país y había viajado alrededor del mundo gracias a que papá podía costearnos las salidas a otros países. Muchas personas pensaban que yo era afortunada por esto, pero no era así, pues tenerlo todo no significaba ser feliz, ya que mis padres estaban a punto de divorciarse debido al agobiante trabajo de papá, quien se la pasaba lejos del país todo el tiempo ya que era manager de Midori Ran, un reconocido cantante de j-rock, mientras que mamá atendía su propia pastelería ubicada en el bullicioso centro de la ciudad.

Yo amaba la música gracias a mi padre, quien desde que yo era pequeña había influido en mis gustos y me había adentrado al mundo de la música, él me había enseñado a tocar el violín, la guitarra y el piano, pero poco después descubrí que lo mío era cantar, así que decidí estudiar en la Academia Fukui, donde Ran, mi cantante favorito había estudiado. Allí conocí a Minami, una chica divertida, amable y un tanto envidiosa. Poco después de entrar a la academia, conocí al profesor Hiroki Wakahisa, un hombre de 32 años, gentil, atractivo e interesante, que pronto llamó mi atención. Sí, me había enamorado de mi profesor de canto y por lo tanto hice lo posible para que mi padre me pagara clases privadas con él. Aprendí muchísimo en un año y medio, y el profesor Wakahisa estaba feliz de ello.

Nuestro romance había comenzado de manera inesperada. Ambos teníamos miedo de salir heridos con nuestra relación prohibida, pues corríamos peligro de ser descubiertos tanto por mis padres como por la comunidad estudiantil, por lo tanto, habíamos decidido tratarnos de manera distante cuando estuviésemos en la academia. No podía creer que al fin había encontrado al amor de mi vida justo en donde se hallaba mi pasión. Con toda esta felicidad que llevaba dentro, mantuve fuerte mi sueño de ser cantante, pero nunca imaginé que el mejor día de mi vida, mi única amiga llegase a traicionarme inesperadamente.

—¡Ella no puede participar en el concurso! —la oí decir frente a todo el público en cuanto terminé de cantar y me arrebató el micrófono de las manos, allí estaba ella con esa odiosa voz que me irritaba cada que quería ser el centro de atención —¡ella ha hecho plagio! —aseguró con frialdad en sus palabras —¡esa canción pertenece a Midori Ran!, esta mentirosa se adueñó de ella porque su padre es manager de Ran. Ella cree que por tenerlo todo puede hacer lo que le dé la gana.

Todas las personas del público comenzaron a cuchichear entre sí, quizá hablando mal de mí: una pobre chica que nada malo había hecho. De un momento para otro tenía a todos los presentes abucheándome y diciéndome cosas terribles. Pronto alguien del jurado tomó la palabra y me señaló abruptamente con el dedo.

—Habiendo comprobado la información de la señorita Kimura gracias al documento presentado por el presidente del consejo estudiantil, hemos declarado como verídico el plagio que la participante y alumna de esta escuela ha cometido y por lo tanto… —hizo una pausa el hombre cano de avanzada edad, quien en realidad se trataba del abuelo de Minami, un importante político que había sido invitado a formar parte del jurado de este año por las próximas elecciones —Ariana Fujioka quedas oficialmente descalificada y suspendida indefinidamente de la Academia Fukui, por haber roto las reglas del concurso y de la academia.

Miré a Minami un instante y pude notar en ella una enorme sonrisa de satisfacción donde la maldad, la envidia, los celos y la ira estaban juntas. Admito que hubiera sido menos doloroso si tan solo el concurso no hubiese sido transmitido a nivel nacional. ¿Cómo pude haber sido tan ciega ese día que me dejó sola en el pasillo? ¿Cómo fue posible que ella se atreviera traer ese documento entre sus manos estando a mi lado?

Tan pronto la miré, salí corriendo de allí. Afortunadamente Hiroki no se encontraba en ese lugar y era con él, el único con quien deseaba estar en ese momento. Deseaba poder abrazarlo, hundir mi rostro en su pecho y decirle lo terrible que me sentía por haber sido acusada injustamente de algo que no había hecho, que la canción que había compuesto para él había sido rechazada por culpa de una falsa amiga y por la de las personas que habían decidido creer en su mentira y ese falso documento.

Recuerdo que ese día inesperadamente había comenzado a nevar… los fríos copos de nieve caían lentamente sobre mi piel, mientras mi vista se iba nublando y yo seguía corriendo…

Seguí vagando sin rumbo fijo, completamente sola, con un tenue suspiro pintado por un breve trazo blanco en el aire. Las lágrimas se desbordaron sin razón alguna. La continua tristeza que caía se convertía en pura nieve blanca.

Lo vi del otro lado de la calle, su cálida presencia siempre había hecho que mi tristeza comenzara a desvanecerse y una tenue sonrisa se dibujó en mi rostro, mi error fue mirarle por largo tiempo y continuar sin darme cuenta de que ese pequeño instante marcaría por siempre mi vida. Ahora solo sería parte de una corta historia trágica. Aquí terminaría todo, aquí terminaría mi vida, de esta manera. Ahora solo pasaría a ser: Ariana Fujioka: la chica del sueño roto…

A través de todo ello, alcé mi rostro hacia el cielo. Antes de que este cuerpo desaparezca ahora y si mi deseo te alcanza, por favor abrázame fuerte una vez más.

Las promesas que nos hicimos ya no se cumplirán… las memorias que se desvanecen seguirán tan brillantes como siempre…

Yo quería estar más cerca, pero no podremos vernos de nuevo. Al menos tú estuviste cerca para levantarme. No podré borrar aquellas últimas lágrimas que me mostraste, incluso si desaparezco por completo con esta blanca nieve, quiero quedarme por siempre en tu corazón.

Jamás dejaré escapar el último sonido que oí de tu voz… voy a caer en un profundo sueño, si mi deseo te alcanza, por favor abrázame fuerte una vez más…

♠♠♠

¡Hola a tod@s! Como habrán notado, esta historia tristemente está llegando a su fin. Muchas cosas terribles le han pasado a nuestra pobre Ariana Fujioka (¡vaya!, si se dan cuenta, Estarossa no estaba tan mal por haberla nombrado Aria) agradezco a todos ustedes por haberme leído y por haber llegado hasta aquí. El próximo capítulo será el tan esperado final, así que no se lo pierdan.

Nota: para poder realizar este capítulo utilicé como inspiración una canción titulada “Last Song” de mi adorado Gackt. Incluso reescribí fragmentos de la canción para describir la muerte de Ariana y sus últimos pensamientos… Lloré mientras escribía este capítulo. Así que espero sea de su agrado.

¡L@s quiero!💛

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