El secreto de muerte
El ambiente rápidamente se tornó tenso en cuanto Estarossa mencionó conocer sobre mi identidad. Pude notar que sus hermanos lo miraron con cierto nerviosismo, ¿había algo de malo con querer descubrir eso?
—¿Qué rayos dices? —soltó Meliodas de repente con una expresión llena de sorpresa.
—No puede ser —dijo Zeldris en un murmullo casi inaudible.
—¿De verdad conseguiste averiguarlo? —le pregunté con entusiasmo.
—Sí —contestó mi mandamiento con una sonrisa enorme de felicidad.
—Pues bueno, cuéntame —dije esperando a que sus hermanos también pidieran lo mismo, pero solo recibimos miradas cargadas de preocupación por parte de ellos —¿qué sucede, Zeldris? —desconcertada busqué una explicación en sus ojos, pero él pronto esquivó mi mirada.
—Es mejor que volvamos al purgatorio —expresó Meliodas intentando cambiar de tema.
—¡De ninguna manera! —exclamó Estarossa y de repente unas lágrimas brotaron de sus oscuros ojos.
—¡Estarossa! —pronto me acerqué a él y rodeé su torso con mis brazos temblorosos —¿tan malo es lo que viste? —susurré con miedo, sin embargo, él no contestó.
—Es la primera vez que veo llorar a Estarossa —contestó Meliodas con asombro.
—Hermano… —dijo Zeldris bajando la mirada.
—¿Qué me está pasando? —dijo mi demonio favorito mientras se quitaba los guantes metálicos para poder secar sus ojos llorosos —¿por qué me siento de esta manera tan lamentable?
—Eso es debido al fuerte impacto que te llevaste al descubrir todo sobre Aria, no cabe duda de que tu mandamiento también contribuyó a que esto pasara… Estás pagando el precio de estar enamorado —enfatizó Zeldris en esto último.
—¿Eso es verdad? —Meliodas lo miró perplejo —no puedo creerlo, alguien tan soso como tú sintiendo verdadero amor, ¡vaya sorpresa!
—¿Estoy enamorado? —expresó de manera dulce y suave.
—Así es —suspiró Zeldris —aunque esto es muy diferente a lo que viviste con Elizabeth, esto es puro y sincero a pesar de todo el daño que le hiciste pasar a Aria —explicó.
Mi rostro se enrojeció levemente al escuchar todo aquello, se sentía tan bien saber que, lo que mi mandamiento del amor sentía por mí era real.
—Darme cuenta de todo lo que viviste, de alguna manera me hizo sentir tantas cosas al mismo tiempo. Era como revolver alegría, tristeza y coraje, formando en mi cabeza el peor de los desastres. Es tan difícil tener que procesarlo todo en tan poco tiempo —se llevó las manos al rostro para ocultar el notable llanto que vendría enseguida y lo abracé aún más fuerte.
—Bueno ahora que lo sabes todo, creo que no hay necesidad de que lo cuentes, es decir si eso te afectó, imagina lo que Aria sentirá si se entera —dijo Zeldris amablemente.
—No interfieras hermano, ella tiene que saberlo. Después de todo lo que pasé investigando y ahora que este simple collar me ha mostrado la verdad, simplemente no voy a dejar las cosas así —replicó Estarossa frunciendo el ceño con el collar enredado sobre sus dedos.
—Entiende que está mal que lo digas —objetó el pelinegro tratando de ser lo más directo posible.
—Oye Zel, tranquilízate un poco. Esto es asunto de ellos —indicó Meliodas sonando maduro.
—¡Basta hermano! —exclamó Estarossa con notable enfado hacia Zeldris —solo estás retrasando esto —mi demonio de cabello gris me miró y me apretujó aún más hacia su cuerpo —me duele decirlo, pero solo vi tragedia tras tragedia en tu vida. Hay cosas que simplemente detestaría mencionar y otras son difíciles de digerir. Lamento haber sido una basura contigo cuando tú lo único que merecías era amor…
—Eso no importa ya —dije cálidamente para apaciguar su dolor.
—En verdad lo lamento tanto —una fría lágrima cayó en mi rostro enseguida —debiste haber sufrido mucho cuando ese automóvil apagó tu preciosa vida, acabando así con todos tus sueños… —expresó amargamente mientras acariciaba mi rostro.
—¿Qué has dicho? —dije aterrada sintiendo un fuerte escalofrío recorriendo todo mi cuerpo.
—¡Maldición, Estarossa! —exclamó Zeldris en cuanto notó que yo estaba siendo presa del miedo, un inmenso miedo que era difícil de explicar.
—No… ¡No, no, no! —grité molesta cayendo de rodillas al suelo —¡es mentira, eso no verdad!
—Lo supe por nuestro padre hace mucho tiempo —expresó el pelinegro con seriedad —ningún alma que llega al purgatorio debe saber el motivo de su desenlace. A eso se le llama secreto de muerte. Es algo que por ninguna razón deben saber, de ser así lo pagarán reencarnando.
Zeldris pronto se acercó a mi lado y comenzó a proferir unas palabras en un dialecto raro mientras Meliodas trataba de tranquilizar a Estarossa quien se había tornado violento al darse cuenta de su error.
—¿Qué demonios le estás haciendo a mi mujer? —gritaba mi mandamiento con desesperación forcejeando con Meliodas —¡Zeldris, bastardo te estoy hablando!
—¡Cierra la boca, Estarossa! —exclamó el rubio fastidiado trepado encima de los hombros de él intentando ahogar sus gritos de forma maliciosa apretándole el cuello innecesariamente —ahora sí podré asesinarte, maldito —murmuraba Meliodas asfixiando sin compasión a su hermano menor aprovechando que Zeldris estaba ocupado conmigo.
Pronto alcancé a ver que los ojos de mi mandamiento iban perdiendo su oscuro resplandor.
—¡Estarossa! —grité devastada al ver tan horrible escena sin poder moverme mientras sentía que cada palabra que salía de la boca del pelinegro me iba quemando lentamente —¡Zeldris por favor ayuda a tu hermano, Meliodas lo está matando! —noté que él se encontraba muy concentrado con las manos extendidas por sobre mi cabeza y con los ojos cerrados, era como si el no escuchara nada de lo que estaba pasando en ese instante.
Mi cuerpo de la nada comenzó a doler de una forma espantosa, era como si algo pesado estuviera cayendo encima de mí, aplastando mi cuerpo poco a poco, destrozando mis huesos y mis entrañas.
—Zeldris, detén esto… Ya no más por favor, me estás matando también —rogué inútilmente y mis ojos comenzaron a derramar frías lágrimas volviendo difusa la triste imagen de Estarossa desvaneciéndose en el suelo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro