Días peligrosos
Mi llanto cesó después de repetirme una otra vez que todo era una cruel pesadilla. Sentía que mi inocencia me sería arrebatada de una forma brutal en ese momento. Yo era tan cambiante en cuanto a mis pensamientos, por una parte deseaba ser tocada por él, pero por otro lado, tenía tanto miedo de que todo aquello doliera, no solo físicamente si no que emocionalmente. ¿Y si un día me llegara a enamorar de Estarossa y él me dejara muy en claro que no quiere nada serio? ¿qué haría para que su rechazo no doliera tanto? Además él comenzaba a gustarme, pero su forma tan insolente de ser conmigo me hería, me confundía.
Deseaba que algún día él me viera con otros ojos, con sus siete corazones, con amor, tal cual su mandamiento. O tal vez, el demostraba su amor de esa manera: siendo tan tosco.
Suspiré hondo y volví a la realidad. Estarossa me miraba intrigado.
—¿Sigues viva? —soltó de repente.
—Sí —contesté, aun con los ojos llorosos.
—Que bueno —dijo y sus manos comenzaron a despojarme la ropa.
—Te odio —dije y de pronto una fuerte punzada paralizó mi cuerpo por completo. ¿Qué diablos me estaba pasando? Él me miró divertido y se me quitó de encima.
—Veo que te ha afectado mi mandamiento —rió —Cualquiera que tenga odio en sus corazones se verá afectado ante mi poder —explicó sonriente.
—¡Maldito demonio! —grité enfadada sin poder moverme.
—¡Cielos, qué violenta eres! —rió burlón vistiéndose después de tremenda decepción conmigo.
—¡Púdrete! —exclamé mirando hacia arriba como si le gritara al techo.
—Si continuas maldiciéndome te quedarás largo rato así —afirmó mientras se sentaba en el borde de la cama y de pronto noté su mirada repasándome por completo —te ves mejor en ropa interior.
—Asqueroso —murmuré.
Pronto se escuchó un golpeteo en la puerta.
—Estarossa, ¿qué era todo ese escándalo de hace un momento? —preguntó Zeldris enfadado.
—Ayú... —alcancé a decir hasta que el hombre de cabello gris me cubrió la boca con sus labios. Dándome un cálido y tierno beso. ¿En serio? Justo cuando sentía que más lo odiaba y ahora jugaba conmigo de esta manera. Él terminó con él beso y puso un dedo en sus labios a modo de que guardara silencio. Como una estúpida lo obedecí.
—No ha sido nada, hermano —dijo él con una espléndida sonrisa mientras me miraba con ese rostro lleno de cinismo.
—Ah vale —dijo Zeldris incrédulo y se marchó.
Pronto mi cuerpo comenzó a recobrar el movimiento y me levanté de la cama. Comprendí que aquel dulce beso había sido quien me había liberado del poder de Estarossa, ya que logró cambiar mis pensamientos de odio por cosas lindas que nisiquiera sabía que podía sentir por él. Sin duda su poder era asombroso y gracias a ello ahora sentía que lo amaba.
—Se dice gracias, cerda malagradecida —dijo Estarossa sonando a una frase que extrañamente recordaba de alguna forma, era extraño porque juraba no recordar nada sobre mí, pero por alguna razón esa frase me hizo reír —¿Oye qué te pasa? —me preguntó con asombro.
—Es solo que recordé que eso me parece divertido —apenas dije conteniendo la risa.
—Ah ya veo, esa frase estuvo de moda con los humanos en algo llamado "memes". Por lo poco que sé, son imágenes con frases que causan risa a las personas. Realmente no me explico cómo algo tan simple y soso sea tan gracioso.
—Oye espera —dije mostrando interés a lo que me contaba —si yo logré recordar algo como eso, significa que... ¿soy una humana? —Estarossa me miró divertido y soltó una risita burlona.
—¿A caso creías que eras un pato? —rió a carcajadas —pues claro, tu alma sin duda es humana.
—¿Eso quiere decir que sabes por qué llegué aquí? —le pregunté emocionada y él negó con la cabeza.
—Lo siento Aria, eso es algo que no sé, pero podría ayudarte a descubrirlo.
—¿De verdad? ¡Muchas gracias! —me emocioné y lo abracé.
—No es nada, pequeña —dijo y acarició mi cabeza revolviendo mi cabello.
—Usted es tan amable, amo Estarossa —le dije hablándole de usted recordando que ya lo había tuteado demasiado —¡Qué igualada eres Aria! —pensé.
El sonrió por milésima vez, pero ahora de otra manera. De una forma más amable, sincera, dulce y tierna. ¿Era eso amor?
—Solo llámame Estarossa —dijo tan cálidamente.
—Está bien —respondí atónita y lo miré perpleja. ¿En serio el estaba siendo amable conmigo? Wow.
Después de esa noche Estarossa comenzó a pasar menos tiempo en el castillo. A veces me topaba a Zeldris por los pasillos y le preguntaba por su hermano.
—Él ha estado actuando extraño, ha permanecido días en el mundo humano —aseguró el chico de cabello negro.
—Tal vez anda holgazaneando como acostumbra —dijo Meliodas uniéndose a la conversación —nuestro hermano siempre ha tenido un corazón de pollo bajo ese cuerpo musculoso. Sin duda él es el más dócil aquí.
—Aunque en ocasiones suele ser impulsivo y caprichoso —aseguró Zeldris.
Sonreí al imaginar el cálido rostro de Estarossa, extrañaba su presencia y anhelaba verlo pronto.
—Vaya, creo que nuestro hermano al fin conquistó el corazón de alguien —rió Meliodas.
—¿Eh? —dije avergonzada sin saber cómo responder a eso.
—Se nota que estás loca por él —contestó Meliodas divertido —y por cierto los los he escuchado por las noches.
—Cierra la boca, Meliodas —dijo Zeldris impidiendo que dijera algo más.
—¿Por qué me callas? Si es más que evidente lo que pasa con nuestro hermano y esta mujer —replicó el rubio irritado.
—Creo que no te corresponde hablar así de ellos, ya que tú sueles encontrarte en secreto con una del clan de las diosas —arremetió Zeldris.
—Tú también amas a alguien de otra raza, no eres distinto de nosotros, hermanito —dijo y el rostro de Zeldris se tornó sombrío y su mirada se encendió.
—Basta Meliodas, eso es asunto mío.
El ambiente era tan tenso y no pude evitar sentirme fatal. Todo eso había comenzado por mi culpa y no sabía qué hacer para remediar la situación. Pronto sentí la siniestra mirada del rubio en mí y no pude evitar temblar.
—Sé muy bien lo que haces con mi hermano —me señaló y se aproximó a mí —tan solo eres una zorra aprovechada que despertó la lujuria en Estarossa y él te ve solo como su puta. Espero que entiendas tu lugar en este castillo y no merodees a tu antojo, maldita ramera —dijo.
Mis ojos pronto se llenaron de lágrimas y no pude reaccionar de otra manera ante todo aquello, pues tristemente Estarossa me trataba de esa manera. Entonces la ira se apoderó de mí y mi mano golpeó con fuerza el rostro de Meliodas de modo que la bofetada enrojeció su blanca piel enseguida y con el llanto encima salí corriendo de allí.
—¡Lo pagarás caro, maldita humana! —exclamó el chico rubio iracundo detrás de mí y me dí cuenta de que Estarossa tenía razón, solo era una humana y yo me había imaginado que tal vez era un demonio como ellos. ¡Qué equivocada estaba! De pronto sentí un fuerte golpe en mi espalda y caí boca abajo en el frío suelo y acto seguido sentí que alguien me levantaba tomándome del cabello bruscamente.
—Muere —oí decir a Meliodas a punto de atravesar mi cuerpo con su puño y solo cerré los ojos decepcionada de mí misma por no haber luchado ni un poco y entonces escuché una imponente voz masculina, la voz que tanto esperaba escuchar en ese instante.
—¡Full counter! —alcancé a oír que Estarossa decía y una fuerte ráfaga de aire destructivo hizo que Meliodas saliera volando violentamente logrando que su cuerpo se impactara con la pared del castillo. Enseguida noté que el estruendo me había dejado ensordecida por unos minutos ya que sentía que había un silencio absoluto lo cual era imposible debido a la desastroza escena de pedazos de pared cayendo. Pronto alguien se acercó a mí y alcancé a ver el bello rostro de mi demonio favorito frente a mí. En sus ojos noté preocupación y veía que sus labios se movían, tal vez me estaba diciendo algo, más no comprendía lo que decía puesto que no lograba escuchar nada y después de eso todo se tornó oscuro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro