Capítulo 20
Sehun jamás se imaginó que aceptaría un abrazo de Chanyeol. El empresario tocó la puerta hecho una furia, pero había bajado la guardia al ver el rostro empapado del más joven. Él no estaba bien, pensó en subir a su auto, entrar a la casa de Junmyeon y aplastarlo como a una cucaracha.
—Ya me siento mejor. —Se separó del mayor y caminó hasta el sofá—. Hace mucho que no me descargaba de esa forma. Ahora me encierro en el baño porque no quiero que un bebé de un año me escuche. Estoy loco.
—Voy a hacerte un té.
Sehun asintió y esperó, pegado a una caja de pañuelos. Kyungsoo tenía razón, Chanyeol se estaba comportando muy bien. Se tranquilizó al saber que su hijo tenía un buen padre, extraño, pero bueno.
—No sé si eres bueno pero, comparado con Junmyeon, eres muy amable. —Recibió con gusto la taza de té y bebió un poco.
—Espero que eso sea un cumplido. —Se sentó junto a Sehun; los nervios habían bajado y ahora solo quedaba un poco de sudor que bajaba por su cuello, abrió un botón más de su camisa y se recostó en el sofá. El alcohol siempre le subía la temperatura—. ¿Cómo está nuestro hijo?
—Sigue durmiendo. —Volvió su mirada a la taza después de responder. El espacio descubierto del pecho de Chanyeol lo había distraído. El empresario olía a cigarro y a whisky, el perfume que había notado en la primera visita estaba ahogado en esa nube—. Tiene un sueño muy pesado y se despierta muy aturdido si lo interrumpen. El cirujano dijo que cuando nació hizo un gran berrinche porque lo habían despertado. En realidad, los estudios me los hicieron porque él no se movía... Eso sí, —dijo y se levantó para apuntar a Chanyeol— cuando despierta no hay nada en el mundo que lo canse. Su energía que no tiene explicación.
—Veo que tengo ese tema te gusta mucho. —Murmuró a modo de nota mental—. ¿Mañana irás a la empresa de Junmyeon?
—Sí. Tengo que buscar mis cosas. —Peinó su cabello y miró a Chanyeol—. No pienso hacer nada estúpido para quedarme en esa empresa.
—¿Pensaste en otras posibilidades? Es decir, no ha pasado mucho, pero seguramente pensaste en mudarte...
Sehun asintió, no iba a mentirle; Kyungsoo y él habían buscado una salida fuera de la ciudad: vivir en el campo, cambiar completamente de profesión, trasladar su lugar de trabajo a otra ciudad... Nada era seguro. Sehun no tenía conocimientos básicos de cocina, ¿cómo iba a sobrevivir en el campo? Tampoco sabía trabajar la tierra y, para colmo, era alérgico a muchas cosas. Él había nacido para vivir en una ciudad; le hubiera gustado tener la permeabilidad de su mejor amigo.
—Voy a diseñar un currículum nuevo y buscaré en algunas empresas de la ciudad.
Chanyeol no contestó a eso. Si Junmyeon estaba tan seguro para despedirlo, era porque traía algo entre manos. Acorralar a Sehun económicamente era el primer paso y, el segundo, consistía en cerrarle las futuras propuestas laborales. El empresario conocía ese plan porque él mismo lo había visto como una oportunidad antes.
—Conozco a alguien que necesita un asistente. —Ignoró la mirada del más joven y continuó—. Lleva unos días buscando y nadie se ha presentado a la reunión.
—¿Qué tan cercano eres a él?
—¿Quieres el trabajo o no? —Las mentiras se le daban bien cuando estaban bien preparadas—. No iba a proponértelo antes. Sabía que recibiría una negativa.
—Bueno...
—Trabajarás como cualquier empleado normal y recibirás una buena paga. No puedo dejar que lleves a Hyo, aunque me gustaría verlo más seguido. Kai preparará un contrato mañana y te lo traeré en la tarde para que puedas evaluarlo mejor.
—¿Por qué vas tan rápido? —se quejó Sehun—. No dije nada y ya empezaste a hablar de un contrato.
—Es solo un papel con letras si no está firmado —comentó sin problema. Por otro lado, la idea de una reunión/presentación familiar en la empresa no le caía tan mal. ¿Cómo llamaban a esos días en los que escuchaba a niños corretear por los pasillos? ¿Día de trabajar con niños? ¿Día de niños y trabajo? ¿Trabajar a pesar de los niños? No... ¿Por qué no le prestó atención a esas cosas?
—¿Chanyeol? ¿Chanyeol?
—¿Si? —Levantó una ceja—. Voy a esperar tu respuesta. ¡Ah! —Se levantó del sofá—. Mañana te acompañaré a retirar tus cosas.
—No son muchas, puedo con una caja.
—Bien. Tú puedes juntar tus cosas mientras hablo con Junmyeon.
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—Seguro hay una solución más razonable. —Minho intentaba consolarlo.
—¿Vas a dejarnos? —tartamudeó su amiga.
—Me despidieron. —Sonrió con tristeza.
Recogió el porta-retratos, algunos elementos de librería y su carpeta de antecedentes. Temblaba al recordar las palabras que Chanyeol le dijo al entrar al ascensor: No hagas contacto visual con extraños. Una vez que termines, vuelve al auto. No le gustaron las órdenes, pero algo le decía que tenía que hacerle caso.
—Te ayudo a cargar las cosas.
—¡No! —Se cubrió la boca—. Lo lamento, Minho. Estoy muy nervioso y tengo que salir de aquí rápido.
Se despidió lo mejor que pudo, corrió hasta el ascensor y bajó hasta el estacionamiento con los nervios de punta. Se imagina a Junmyeon esperándolo, escondido en algún lugar. Entró al mercedes, se inclinó para dejar la caja en la parte de atrás, volvió al frente y se colocó el cinturón de seguridad. Sus ojos se quedaron fijos en la guantera, unas horas antes se había encontrado con una terrible sorpresa ahí; Kai no había mentido. Su curiosidad no tenía límites.
—¿Nos vamos?
Sehun saltó ante la pregunta y levantó la cabeza; internamente, maldijo la forma cautelosa con la que se cerraban las puertas del auto.
—¿Sí? —respondió al ver al empresario. Chanyeol tenía un hilo de sangre que caía de su boca, los botones del cuello eran una miseria y la corbata se había echado a perder—. ¿Qué demonios...
—Es una larga historia —dijo y encendió el auto—. Es tan infantil, ya no es tan divertido como antes.
—¿Qué es divertido?
Chanyeol notó el tono. Salió del estacionamiento y tomó el camino a la casa de Sehun.
—Es muy difícil hablar con él.
Sehun asintió y comenzó a buscar en su bolso.
—Para a un costado. —Chanyeol no lo escuchó, estaba concentrado en el camino—. ¿Puedes para a un costado? Solo será un segundo. —El auto se desvió un poco y se estacionó—. Mírame, —le ordenó—inclina un poco la cabeza.
Chanyeol dejó que el más joven limpiara las gotas de sangre. El chico tenía un buen instinto o mucha práctica; levantó su cuello para que, con una tijera, retirara los botones.
—Lo arreglaré en casa... La corbata ya no va a servir.
—No me importa. —Puso en marcha en auto—. ¿Crees que a nuestro hijo le importe?
—Supongo que no —respondió con duda.
—Bien.
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