3. La fiesta
Nunca he sido una persona de iniciativas. Yo no soy la que propone planes para el fin de semana ni la que organiza fiestas para invitar a toda la universidad. Tampoco soy del tipo de personas que se une a actividades en donde sé que no soy bienvenida. Pero si alguien que verdaderamente me importa me pide que vaya a algún sitio con él, no hay forma de que pueda negarme. Aún si lo que me esta pidiendo es entrar justo a la boca del lobo. Pero esto es importante para Tyler, y por consiguiente es importante para mí también.
—¿Esta es su casa? —pregunto en cuanto llegamos a la dirección que le enviaron los amigos de Tyler.
Sé que Lidia no es solo la chica popular de la escuela, sino que también es la mimada hija de una familia bastante rica. Su padre es un empresario dedicado a la industria de las tecnologías, y como si eso no fuera suficiente se volvió el alcalde de nuestra ciudad desde hace un par de años. Recuerdo haberlo visto varias veces en los comerciales y noticieros en sus tiempos de campaña. Aparentaba ser una persona de origen humilde que fue construyendo su futuro con sus propias manos. Un hombre de familia y de buen corazón que no podría interesarse por los bienes materiales. Pero la casa que tengo frente a mí es todo lo contrario a la imagen de simpleza que intentaba vender durante su campaña política.
Es sorprendente lo rápido que puede quitarse la máscara una persona apenas logra lo que quiere, mostrando sus verdaderos colores cuando su víctima baja la guardia.
—Creo que nosotros no encajamos muy bien aquí —admite Tyler, y tiene razón.
Más que una casa es una mansión de tres pisos. Las paredes están pintadas de un elegante color beige, mientras que los barrotes y puertas son de un tono caoba intenso. Hay un jardín repleto de plantas y flores que jamás había visto en mi vida, y por si fuera poco, hay una fuente justo enfrente de la puerta.
—Creo que no debimos de haber venido en tu bici —comento.
—En realidad creo que ella esta más presentable que nosotros —dice, mostrando una leve sonrisa. Y aunque es cierto que la bici es vieja, Tyler la ha cuidado tanto que con llantas nuevas y varias capas de pintura negra parece como nueva—. Aunque creo que lo mejor será dejarla afuera.
Él se aparta un momento y recarga su bici en uno de los muchos árboles de la residencia y cuando vuelve se mete las manos a los bolsillos de manera torpe. Es obvio que es difícil para él separarse de esa cosa. Esta tan apegado a los recuerdos que vienen con la bici que verlo lejos de ella se siente extraño. Pero lo entiendo, yo también quiero aferrarme a un pasado en el que no hay sobres que predicen muertes.
Tyler me mira y me pregunta si estoy lista para entrar, y la verdad es que no lo estoy. Adentrarme a esa casa sería darle más oportunidades a Lidia de atormentarme. Que lo haga en la universidad, en donde conozco el terreno, los atajos y las formas que tengo de perderme entre la multitud de estudiantes y profesores es una cosa, pero que lo haga en un sitio completamente nuevo en donde ella tiene el control, es otra muy diferente.
Pero por otro lado, si lo que dicen los sobres es cierto y ella muere hoy, significaría el fin de todas mis penurias. Niego con la cabeza para sacar esos pensamientos de mi mente. Yo no soy esa clase de persona, y el simple hecho de haber considerado, aunque sea por un momento su muerte hace que se me revuelva el estómago. No importa cuanto me desagrade Lidia, no podría desear que algo realmente malo le pase.
Tomo una gran bocanada de aire y la suelto lentamente antes de decirle que estoy lista. Tyler espera pacientemente hasta que esta completamente seguro de que puedo con esto. Él sabe de mi mala relación con Lidia y la única razón por la que no me dice que regrese a casa es porque él también necesita compañía. Que ella sobreviva hoy es la esperanza que necesita para tranquilizar su mente, que ya debe estar cansada de rondar una y otra vez la idea de la muerte. Pase lo que pase esta noche, necesitará a alguien a su lado. Tanto para festejar si Lidia sobrevive, como para apoyarse si ella muere. Ninguno de los dos esta realmente interesado en su bienestar, sino más bien nos interesa lo que su vida o muerte significan.
Abrimos la puerta, y cuando nos adentramos dentro de la casa el ambiente cambia drásticamente. La música resuena en cada parte del gran salón y es difícil creer como todo este ruido no se escucha desde afuera, tanto que no me sorprendería que la casa tuviera algún tipo de sistema de cancelación de sonido. El lugar está lleno de personas, universitarios en su mayoría, aunque puedo notar entre la multitud a algunos adultos que intentan pasar desapercibidos mientras fingen beber el contenido de sus vasos, cuando en realidad tienen la camara de sus teléfonos lista para captar cualquier evento que este a punto de ocurrir. Algo me dicen que son reporteros que se dejaron influenciar por chismes de universidad o que bien, fueron contratados por la propia Lidia para llamar la atención. Aunque la verdad es que no tienen nada que perder. Si ella no muere, se convertirá en la primera persona de la ciudad en no ser víctima de los sobres, y si lo hace será una prueba de que ni todo el dinero del mundo puede evitar a la muerte. Sea como sea, una gran noticia saldrá por esas puertas esta noche.
—Chicos, si vinieron —dice Otto, acercándose a nosotros con dos vasos de plástico que nos entrega en cuanto estamos a su alcance. Parece que quiere intentar un nuevo estilo, ya que cambió sus habituales lentes por unos de contactos que sacan a relucir el marrón de sus ojos.
—Pensamos que sería bueno despejar nuestras mentes antes de los exámenes finales.
—Vamos, Tyler —insiste Otto, descubriendo su mentira al instante—. Todos estamos aquí para ver si se cumple la profecía del sobre, ¿no es así, Astrid?
—No voy a negar ni a afirmar nada —digo, mientras finjo darle un sorbo al vaso para cortar la conversación. El líquido apenas toca mis labios y ya puedo sentir el toque amargo en su sabor, así que no permito que entre a mi boca y en su lugar me limito a apartar el vaso con una sonrisa forzada.
—Vengan —indica Otto, guiándonos más adentro del salón—. Todos aquí parecen disfrutar la fiesta, pero en realidad están esperando lo inevitable. Incluso hay personas apostando si morirá o no.
—Eso es horrible.
—Lo es, pero aún así lo hacen.
Caminamos entre una multitud de jóvenes bastante embriagados hasta encontrarnos en un rincón del salón, en donde nos acercamos a un grupo de chicos de nuestra clase. Puedo reconocer a la mayoría, pero la que más me llama la atención es Alba, la chica callada de cabello corto que se la pasa en su celular jugando videojuegos en cada momento libre. Ella siempre se mantiene alejada de los problemas ajenos, así que el que este aquí solo para saber que pasará es una verdadera sorpresa.
Todos nos saludan y siguen la conversación como si esta fuera una fiesta ordinaria, sin la sombra de la muerte acechando en cada rincón de la casa. Intento concentrarme en la plática, pero no puedo evitar notar como Alba tiembla cada vez que trata de darle un sorbo a su vaso.
—¿Estás bien? —pregunto, y todos se quedan en silencio mientras la miran con consternación—. ¿Qué pasa?
—La fecha de su sobre es mañana —explica Otto y ella baja la mirada hacia su bebida.
—Lo siento.
—No te disculpes —dice, obligándose a dirigirme la mirada. Puedo ver el miedo en sus ojos. Una mirada sumergida en la incertidumbre que es capaz de provocarme un escalofrío por todo el cuerpo—. Lidia es la hija del alcalde, si no supiera que esta fiesta no acabaría con ella muerta entonces no la hubiera hecho en primer lugar —dice, aunque es obvio que solo esta buscando razones para tranquilizarse a si misma.
Si supiera que voy a morir, aunque tenga un poco de esperanza, no perdería mi tiempo viniendo a un lugar como este, con tanta falsedad e hipocresía disfrazada de amistad. En cambio estaría en un lugar que realmente me gustara, con las personas que de verdad quiero. Si muero o no al final del día, no podría arrepentirme de nada. Aunque supongo que es diferente para cada persona.
—¿Y dónde está ella? —pregunto.
—Justo detrás de ti —dice una voz aguda e increíblemente molesta para mi gusto.
Volteo y ahí esta ella. Lidia lleva el cabello rubio en rulos perfectos, acompañado de un vestido rosa fosforescente que se adapta por completo a su cuerpo y unos tacones que le hacen juego.
—No esperaba que vinieras —dice con una sonrisa juguetona, como quien mira a su presa—. Tampoco esperaba verte hablando, creí que solo lo hacías cuando tu procesar favorito te preguntaba algo.
—Solo hablo cuando tengo algo que decir, no como otras personas —digo, tratando de lanzar una indirecta de la que ella solo suelta una risa.
—Debería decirle a mi papá que te investigue —incita, moviendo su bebida con un aura amenazante—. Si el profesor tiene un cómplice, seguro que eres tú.
—Ya dejala tranquila —interviene Tyler, pero ella solo lo ignora.
—Si viniste a verme morir hoy —dice, dirigiéndose a mi—, temo decirte que no es tu día de suerte.
Lidia pasa a mi lado, y golpea su hombro con el mío en el proceso. Me alejo un poco para que ella y su séquito puedan pasar y dirigirse a las escaleras.
Miro el reloj, son las 11:52 p.m.
En ocho minutos pueden pasar muchas cosas. Ella podría caer por las escaleras, alguno de los presentes podría atacarla o podría estar tan borracha como para caer del balcón a donde se dirige. Pero a pesar de todas las posibilidades en las que podría morir, ella llega sana y salva a su destino y se coloca junto a la barandilla para llamar la atención de todos. La música se detiene y todos fijan su vista hacia ella. Los reporteros dejan las sutilezas y empiezan a grabar la escena sin siquiera tratar de disimularlo.
—Buenas noches a todos, y gracias por venir hoy —dice, mientras sube su vaso al aire en señal de brindis—. Seguro que muchos esperan ver sangre esta noche, pero les aseguro que hoy no es el día en que moriré, porque mi padre el alcalde descubrió que los sobres del profesor solo fueron un truco para crear pánico. Una especie de terrorismo en el que no vamos a caer más.
Su discurso parece diferente a sus habituales anuncios. Este parece más ensayado, como si ahora ella fuera la candidata a alcaldesa que busca ganarse la confianza de los más débiles. Y me parece increíble que esas palabras hayan podido salir de su mente.
Una pantalla se enciende detrás de ella, con una reloj acercándose cada vez más a la media noche. Lidia anima a todos a hacer una cuenta de regresiva como si estuviéramos en una fiesta de año nuevo, pero no me sorprende cuando todos le siguen el juego. Los minutos que faltan para las doce se vuelven segundos que podrías contar con los dedos de las manos, y cuando la media noche llega, una Lidia viva y feliz se bebe todo el contenido de su vaso, y sigue la fiesta como si nada pasara.
Una de sus amigas le pasa un sobre, que ella abre revelando la fecha de hace unos instantes. Con una sonrisa triunfante ella rompe la hoja de papel y la lanza hacia el resto de los estudiantes. La música vuelve a sonar y como si las muertes fueran solo una pesadilla que terminó con el arresto del profesor, todos siguen la fiesta, permitiéndose volver a ser jóvenes que se sienten inmortales.
Volteo a ver a Tyler, y el color ha regresado a su rostro, justo como al de Alba. Parece que un gran peso les fue quitado de encima, y aunque estaba emocionada con mi investigación e intrigada por la posible muerte de Lidia, me alivia saber que ellos estarán bien. Aunque no puedo evitar sentir que algo no encaja, todo se siente muy fácil.
Alba suelta una risa nerviosa, y de pronto su cuerpo parece sumamente relajado.
—¡Bueno, salud porque hoy no voy a morir! —dice, levantando el vaso que hace unos momentos estaba reacia a tomar. Su actitud seria rápidamente se ve reemplazada por una más feliz, como quien recibe una nueva esperanza de vida.
Todos le siguen el juego y toman de la bebida, y aunque no es mi estilo, también lo hago. Supongo que es un momento para festejar. En cuanto el líquido pasa por mi boca siento un ardor placentero acompañado por el dulce sabor de las fresas y la vainilla. Reconozco el trago al instante. Es de una de las botellas finas que fabrican en la empresa en donde mi papá trabaja. Siempre se jactan de que usan frutas y alcohol de la mejor calidad para hacer una gran combinación que solo los buenos catadores pueden reconocer. Recuerdo que mi papá llega cada año nuevo con una botella que la empresa les regala a sus trabajadores.
El sabor amargo en mi boca, más que relajar mi mente, hace que me cuestione más cosas. De alguna manera me parece imposible que Lidia haya podido salir viva de una situación en la que todos los demás han muerto, no importa cuanto intentarán evitarlo. La única diferencia evidente entre ellos y ella, es que sus fechas se dieron antes y después de que el profesor fuera arrestado, lo cual refuerza la teoría de que el es el asesino, pero sigue sin tener sentido que él haya efectuado todas esas muertes sin ser atrapado antes.
El toque de Tyler en mi hombro me saca de mis pensamientos. Él me dirige una mirada confundida y hace una señal para que lo siga a la cocina. No me sorprende que sea igual de lujosa que el resto de la casa, con muebles de mármol y fina caoba. Todavía hay algunos estudiantes aquí, dispersados en grupos mientras hablan entre ellos. De alguna forma, este lugar parece más tranquilo que el resto de la casa.
—¿Qué ocurre? —pregunto.
—Estas muy pensativa —dice, y una expresión preocupada se posa en su rostro—. No crees realmente que esto haya terminado —dice, y es más una certeza que una pregunta.
—No tiene mucho sentido —me sincero—. Algo no cuadra.
—¿Estás segura de que no lo dices solo porque te hubiera gustado ver a Lidia muerta?
Su pregunta me sobresalta, y siento una punzada en el pecho al pensar que él me cree capaz de tener ese tipo de sentimientos.
—¿De qué estás hablando?
—Dijiste que si Lidia sobrevivía entonces podríamos estar tranquilos. Volver a la normalidad —dice, mientras su tono de voz empieza a subir con cada palabra que pronuncia, llamando la atención de los demás—. Lidia sobrevivió, pero yo no te veo tranquila, y no puedo evitar preocuparme por eso.
—¿Y tú no lo dices porque también lo dudas? —pregunto, devolviendo el ataque. Él y yo hemos peleado muy pocas veces, y la mayoría han sido tan solo desacuerdos de niños, pero esto es algo serio, y lo conozco tan bien que sé que está asustado y que no puede evitar reaccionar a la defensiva.
—Quiero creer que el peligro ha pasado —dice, soltando un pesado suspiro mientras se recarga en la encimera—. Y no puedo creerlo del todo si tú no lo crees también.
Me acerco a él y me coloco a su lado. La ventana esta a nuestra vista y el cielo, aunque oscuro, indica un nuevo día. Lidia ha sobrevivido, y de alguna forma hay que aferrarnos a ese hecho.
—Todo estará bien —digo, tomando su mano—. Esos sobres no determinan nuestro destino.
Él me mira, y un atisbo de tranquilidad cruza sus ojos. Desearía que ese pequeño momento durara más, pero un estruendoso sonido se escucha desde el salón en donde estábamos antes, seguidos de gritos asustados.
Los que estamos en la cocina nos miramos unos a otros, como si tuviéramos la respuesta a lo que ocurre. Solo yo avanzo hacia el ruido, con Tyler caminando detrás de mí. Algunas personas corren a refugiarse en la cocina, chocando conmigo cada vez que intento avanzar. Puedo ver una mezcla de angustia y miedo en sus ojos, una expresión de alguien que ha visto a la muerte hacer su trabajo.
Cuando llegamos al salón hay un grupo de estudiantes en círculo, muchos de ellos agachados para ver mejor lo que se desarrolla ante sus ojos. Uso mis brazos para apartarlos de mi camino, mientras intento llegar con todas mis fuerzas al centro del desastre, y cuando lo logro deseo de inmediato no haberlo hecho.
Lo primero que veo es a Otto agachado en el suelo, mientras sostiene a Alba entre sus brazos. Su expresión parece pérdida y no creo que pueda enfocar bien lo que esta pasando a su alrededor.
—Llama a una ambulancia —le pido a Tyler, quien de inmediato saca su celular para hacer la llamada.
Me agacho junto a Alba y trato de descubrir lo que pasa. No hay sangre, ni heridas visibles, pero su rostro y labios estan demasiado hinchados y parece tener mucha dificultad para respirar.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunto, pero no recibo ninguna respuesta—. ¡Otto!
—No lo sé —responde. Todo su cuerpo tiembla junto con el de Alba—. Ella estaba bien, tal vez tomó demasiado, y de pronto empezó a ahogarse y cayó al suelo. No sé que le pasa.
Alba se queja, no puede decir nada pero lucha por respirar entre jadeos ahogados mientras aprieta sus manos en puños con fuerza.
—¿Hay algo a lo que sea alérgica? —pregunto.
El recuerdo de Tyler descubriendo que es alérgico a los duraznos llega a mi mente. Eramos niños y su reacción apenas fueron unas manchas rojas y los labios hinchados. Nada que pusiera en peligro su vida, pero esto está a un nivel completamente diferente.
—Al... aguacate —responde una de sus amigas detrás de mí. Esta sudando demasiado y no dudo que se desmaye en cualquier momento.
—También a las fresas —dice otra, tratando de guardar la compostura—, y a las nueces. No, almendras. A las almendras también.
—El alcohol tenía fresas.
—¿Qué? —pregunta Otto—. Pero el sabor no se distingue, y ellos nos lo sirvieron en los vasos, no vimos la botella, no puede ser —dice, tratando de encontrar una explicación que no termine en el choque anafiláctico de su amiga.
—De eso se trata, solo alguien que los ha probado varias veces es capaz de notar la diferencia entre un sabor y otro.
Sé que no es momento de dar explicaciones largas o de hacerse la lista, pero Alba esta sufriendo y no tengo ni idea de que hacer al respeto. No sé que primeros auxilios usar, ni que hacer para que respire mejor o como parar la reacción. Toda mi mente se queda en blanco y la imagen de Alba peleando por su vida es lo único que lo eclipsa todo.
—Yo... no —dice con dificultad. Trato de calmarla para que guarde fuerzas, pero ella ya no distingue razones—, no debería... morir hoy.
Su voz se quiebra y empieza a convulsionar aún en los brazos de Otto, quien se limita a sostenerla con fuerza para evitar que se golpee con algo. Las expresiones asustadas llenan todo el lugar, y las sirenas comienzan a oírse a lo lejos.
—Resiste, la ayuda ya casi esta aquí —la reconforta Otto, aferrándose a su cuerpo.
Una sacudida violenta es lo último que vemos antes de que su cuerpo se quede completamente inmóvil. Otto la separa un poco de él para comprobar su estado, pero dudo que pueda revisar algo entre sus lagrimas y sollozos.
Me acerco más a ellos. Ya ni si quiera puedo reconocer el rostro de Alba. No queda nada de la expresión emocionada que irradiaba hace tan solo unos minutos. Su piel esta completamente roja y en sus ojos abiertos puedo ver como la vida se ha esfumado de ella.
No parece respirar. Llevo mi mano a su muñeca, pero no logro encontrar su pulso. La hoja arrugada que estaba sosteniendo con fuerza unos momentos antes de morir cae al suelo.
La tomo y soy consciente por primera vez de que mis manos también están temblando. Jamás había visto morir a alguien, al menos no frente a mí. La imagen de su cuerpo luchando por aferrarse a la vida llegan a mi mente como un vendaval listo para llevarse toda mi cordura.
Trato de tranquilizar mi respiración, aunque es difícil hacerlo al escuchar el llanto de sus amigas, los sollozos de Otto que aún se aferran a ella con fuerza, y las expresiones consternadas de todos los demás que solo se quedaron observando el caos en lugar de llamar a emergencias.
El sonido de las sirenas se escucha más cerca, pero ya es muy tarde. Buscando enfocarme en otra cosa, abro la hoja de papel a la que ella tanto se aferraba. Es un sobre, con su nombre en el centro. Lo abro y saco la nota que hay dentro.
Una fecha es lo único que puedo distinguir: 26/02/24
El sobre dice que Alba moriría el 26 de febrero, y ese día, a las 12:22 a.m., ella murió.
Y por más que me asuste admitirlo, esto solo indica que los sobres siguen estando en lo cierto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro